capitulo 4

Despierto cuando siento que los rayos del sol se cuelan por la ventana, dándome directamente en la cara. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que no estoy en mi habitación. En ese momento recuerdo que estoy en la casa de mi profesor... ¡JODER, MI PROFESOR! Salgo disparada de la cama, pero al ir a salir escucho unas voces.

— Alice, ¿qué haces aquí tan temprano? — M****a, lo que faltaba, aquí está su prometida.

— Quería venir a verte, ¿acaso te molesta? — ¿Qué hago? ¿Dónde me escondo o mejor, cómo salgo de aquí?

— No, es que tengo clases ahora, tú sabes cómo es esto.

— ¡La universidad! Ahora sí soy una persona muerta.

— Está bien, pero nos vemos en la noche. Recuerda que quedaste de llevarme a donde tus padres.

— Sí, claro. Ahora nos vemos. Adiós. — Siento que la puerta principal se cierra y, al cabo de unos segundos, aparece Santiago.

— ¿Estabas despierta?

— Es mejor que me vaya. — Tomo mi vestido y entro al baño para ponérmelo.

— Espera, yo te llevo.

— Es mejor que no. Me tomaré un taxi. Además, tú tienes que dar clases. Espero que no te moleste que falte a tu clase.

— Claro que no.

— Ok, entonces me voy. Gracias por todo. — Cuando me voy, él me detiene.

— Prométeme que no te volverás a meter esa cosa. — Habla de la droga, pero si es lo único que me aleja de todo este dolor que siento y de este vacío que me consume... No, lo siento, Santiago, pero no lo haré. Cruzo mis dedos detrás de mi espalda y le respondo:

— Lo prometo. Ahora sí me tengo que ir. — Dejo un beso en su mejilla y salgo de la casa.

Al llegar a casa, veo que todo está en silencio, como siempre, pero cuando entro a la sala, nana pega el grito en el cielo:

- ¡Por Dios, mía! ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.

- Nana, me quedé en la casa de una amiga.

- Mi niña, ¿te costaba mucho llamar y avisar?

- Lo siento, nana. Es que sabes que nunca he tenido que hacerlo, ya que a mis padres eso no les importa. Pero prometo que la próxima vez te llamaré. Disculpa, nana – le doy un abrazo y ella me corresponde.

- Mejor ve a ducharte, que por lo que veo faltaste a tu primera clase.

- Así es.

Al llegar a la universidad, aprovecho y me tomo un café antes de entrar a clase, ya que estoy muerta de sueño.

- Mia – joder, es la voz de Víctor.

- Víctor, hola – le dedico una sonrisa.

- Me has estado evitando – responde dolido.

- No, Víctor, ¿cómo crees? Es que he tenido muchas cosas encima, pero no te estoy evitando – me mira como si no me creyera.

- No sé por qué no te creo.

- Es la verdad – trato de sonar lo más seria posible. Él suelta un suspiro y luego me atrae a su pecho dándome un fuerte abrazo.

- No vuelvas a alejarte de esa forma – correspondo a su abrazo y asiento con la cabeza. Cuando me separo, veo que el profesor Santiago nos está mirando y su rostro solo muestra molestia. Veo cómo se acerca a nosotros y, cuando ya lo tengo al frente, todo me empieza a dar vueltas.

- Señorita Jones, la espero en mi oficina, ahora – sin darme la oportunidad de hablar, se va, y Víctor me mira preocupado.

- ¿Qué habrá pasado?

- No lo sé, tendré que ir a averiguar – me despido de Víctor y camino hacia la oficina del profesor con muchísima angustia. Cuando abro la puerta, veo que no hay nadie, pero luego siento unas manos que tocan mi cintura y soy empujada hacia un pecho duro.

- No te quiero cerca de ese niño – me susurra al oído mientras aprieta con fuerza mi cintura.

- Usted no es nadie para prohibirme las cosas – Santiago comienza a dejar besos por todo mi cuello, haciendo que mi piel se erice. Pasa sus manos por mi vientre plano, metiéndolas por debajo de mi camisa hasta llegar a uno de mis senos y acunarlo con su mano.

- Santiago... – susurro, mientras su mano brinda atención a mi pecho.

- Este placer solo te lo puedo dar yo, no ese niño, ¿entendiste? – me suelto de golpe, mientras mi respiración se regulariza.

- ¡No!, deja de meterte en mi vida – salgo de su oficina, pero me choco con alguien.

- Lo siento, yo...

- Mia, tranquila, no pasa nada – genial, lo que faltaba, que me topara con su prometida.

- ¡Mia! – Santiago sale como loco de su oficina, llamando la atención de Alice, quien me mira algo raro.

- Alice, ¿qué haces aquí? – pregunta, algo sorprendida.

- Vine a decirte que en dos días es la fiesta de compromiso.

- Creo que mejor los dejo solos – salgo del lugar y no sé por qué siento como mi corazón se empieza a comprimir, como si me doliera la idea de que él se va a casar... Bueno, Mia, ¿qué esperabas? Eres solo su alumna y él tu profesor.

- ¿Amiga, dónde has estado? ¿Estás bien?

- Sí, estoy bien. Dime, ¿qué pasa?

- Es que nos invitaron a una fiesta en la playa, así que tenemos que ir.

- No quisiera ir, pero tal vez eso me levante el ánimo. Además, no me quiero quedar pensando en el idiota de mi profesor.

- Claro, me encantaría.

- Genial, apenas terminemos la clase vamos a tu casa y nos ponemos nuestro traje de baño.

La mañana se pasó volando y ahora me encuentro con Lucy en mi casa, mirando qué traje de baño me colocaré.

- ¿Te gusta? – le muestro uno color rosado.

- No, muy de niña – ruedo mis ojos y saco otro.

- ¿Y este? – cuando lo ve, se le iluminan los ojos y asiente como niña chiquita.

- Ahora sí vamos a deslumbrar en la playa.

- Bueno, me iré a colocar el traje de baño y luego la ropa. Si quieres, te cambias aquí en mi cuarto.

- Ok, amiga – entro a mi baño, me doy una pequeña ducha y luego me coloco lo que había arreglado para ponerme.

- Listo, amiga – ambas salimos y nos montamos al auto convertible que tenemos en la casa. Papá casi no me deja sacarlo, pero como ellos no están, voy a aprovechar.

- Amo cuando te pones rebelde – dice Lucy, colocando unos lentes de sol.

- Yo igual – cuando digo eso, pienso en las pastillas que tengo en mi bolso y de solo pensar en la fiesta que me voy a meter con eso me emociono.

Cuando llegamos, vemos que hay un montón de jóvenes con sus trajes de baño.

- Amiga, hay que modelar estos cuerpos.

Lucy comienza a quitarse la ropa y veo que atrae algunas miradas. Si fuera yo, estaría muerta de vergüenza, pero a Lucy eso no le incomoda en lo absoluto.

- Amiga, ¿qué estás esperando? Quítate esa ropa – con mucha vergüenza me despojo de mi ropa y veo cómo los que estaban mirando a Lucy, ahora me miran a mí con deseo.

- Joder, te queda de maravilla ese traje de baño.

- Tú no te quedas atrás, no dejas de acaparar miradas – vamos por unas cervezas y aprovecho que Lucy no me ve para tomarme una de las pastillas que traje.

- Amiga, vamos a bailar – Lucy toma mi mano y nos lleva a la pista de baile improvisada. Ambas comenzamos a movernos hasta que unos chicos se nos acercan. No lo negaré, son bastante sexys.

- Hola, chicas, ¿las podemos acompañar? – dice uno de ellos sin dejar de ver a mi amiga, quien tampoco le quita la mirada de encima.

- Claro – miro al otro chico, que también es muy guapo, y este toma mi cintura para bailar.

- ¿Cómo te llamas? – pregunta, cerca de mi oído, causando leves cosquillas.

- Me llamo Mia, ¿y tú?

- Julián, es un placer, hermosa – Julián y yo bailamos por un buen rato, pero luego él me dice que si quiero dar una vuelta, así que me coloco los shorts, pero me quedo con la parte de arriba del traje de baño.

- ¿Y a qué te dedicas, Mia?

- Estudio derecho – le explico en qué semestre voy y a cuál universidad asisto.

- Wow, mi hermano mayor da clases ahí.

- ¿Y quién es?

- Se llama Santiago Miller - Espera, ¿¡qué!?... Ay, no puede ser, los Miller me persiguen.

- ¿¡Eres hermano del profesor Miller!? – digo alterada.

- Pues sí, ¿así de malo es? – dice riendo.

- Es buen maestro, pero a veces suele ser una patada en el culo.

- Es bueno en lo que hace, Mia, y es buen hermano, pero justo ahora está por cometer su peor error – cuando dice eso, me llena de curiosidad.

- ¿Por qué lo dices? Bueno, si puedo saber.

- Se va a casar con una mujer que estoy seguro que solo le interesa su jodido dinero, pero él no oye ni entiende. Ninguno de la familia está emocionado con esa boda, pero intentamos hacer el esfuerzo por apoyarlo. – Así que nadie quiere a Alice en la familia de Santiago, eso sí no me lo esperaba. Creí que por lo menos la madre de Santiago la apoyaba en eso.

- Ya veo, pues qué rollo.

- Sí, lo peor de todo es que mañana es su fiesta de compromiso y no quiero estar solo – en ese momento su mirada se ilumina y luego me mira de una manera intensa.

- ¿Qué tramas, Julián? – ambos reímos y luego me dice:

- Ve conmigo. Sé que apenas me conoces, pero no quiero ir solo.

¿Ir a la fiesta de mi profesor?, con el que justo me he besado en más de una ocasión... Joder, Mia, eso sí es jugar con fuego.

- Está bien, te acompaño – eres una masoquista, Mia.

- Genial, paso por ti a las 7:30. Ve vestida formal – ambos nos pasamos el teléfono y luego de un rato ya siento los efectos de esa pastilla en mi sistema, pero menos mal Julián no lo nota.

Al llegar a casa, me tiro en la cama con una estúpida sonrisa en el rostro. La verdad, me agradó conocer a Julián, es un buen chico.

- ¿Y esa sonrisa? – veo a Nana parada en la puerta con una sonrisa en el rostro.

- Conocí a alguien en la fiesta.

- ¿Ah, sí? ¿Cómo se llama?

- Se llama Julián, tiene 23 años.

- ¿Está guapo?

— Sí, Nana, está bastante guapo. Es más, mañana me invitó a una fiesta de su familia.

— Así que la cosa va en serio.

— Nana, apenas nos conocemos.

Al día siguiente pasé mi día normal con cosas de la universidad. Hablé un rato con Lucy y le comenté lo de Julián porque ella me habló del otro chico que estaba con Julián, se llama Pablo y al parecer son muy amigos. También vi a Víctor, aunque no hablamos mucho. No sé por qué siento que desde que ocurrió lo del beso, las cosas con él no son lo mismo.

Del profesor no supe nada, al parecer está muy ocupado con los preparativos de su fiesta, así que no asistió a clase.

— Nana, no sé qué ponerme —digo algo desesperada.

Nana viene y me ayuda sacando un hermoso vestido que hacía mucho no me colocaba.

— Este te quedará precioso, dejarás loco a Julián.

— Ojalá también al profesor... Mía, ¿qué dices? Él se va a casar, ¡concentrate!

— Eso espero.

— Hija, tus padres llamaron.

— No me importa, Nana —digo indiferente. Entonces ella no dijo nada más.

Me coloco el vestido y me maquillo de manera suave.

— Nana, ¿estoy bien así? —pregunto algo nerviosa, ya que Julián se encuentra en la puerta.

— Mi niña, estás preciosa, ve y vuelve loco a ese muchacho.

Cuando salgo, veo a Julián que está perfectamente arreglado, lo que lo hace ver más sexy. Al verme, me repasa todo el cuerpo y luego me sonríe.

— Estás preciosa —toma mi mano y me hace dar una vuelta—, toda una diosa.

— Tú no te quedas atrás, estás muy guapo.

Cuando llegamos al evento, todo está muy organizado y hay mucha gente.

— La mayoría son invitados de ella. Santiago no es mucho de amigos, solo tiene uno y es Mariano.

Antes de entrar, Julián me ofrece su brazo y sin dudarlo lo tomo.

Cuando entramos, las miradas se posan en nosotros. Aprieto un poco el brazo de Julián.

— Tranquila, no comen.

— ¿Estás seguro? —digo bromeando.

— Hijo —una señora de unos 50 o 60 años aparece y le da un abrazo a Julián.

— Mamá, qué guapa estás.

— Gracias, mi niño —ella posa su mirada en mí y le dice a Julián—: ¿No me presentas a tu acompañante?

— Claro, mamá. Te presento a Mía. Mía, ella es María, mi madre.

Le extiendo la mano y ella me dedica una sonrisa.

— Un placer, señora.

— Dime María.

— Bueno, mamá, ¿y Santiago?

— No, aún no lo quiero ver.

— Debe estar por ahí con Mariano. Mejor vamos a sentarnos a la mesa.

Caminamos junto con Julián, nos sentamos en la mesa. Aprovecho que hay alcohol en ella, así que me bebo una copa de golpe, llamando la atención de Julián.

— Lo siento, estoy algo nerviosa.

— Bebe con calma, no quiero que me maten en tu casa por llevarte con tragos de más —me río por su ocurrencia y asiento como niña buena, pero una voz hace que mi risa se vaya por completo.

— Julián, qué bueno que viniste.

— ¿Creíste que no iba a estar aquí, hermano? —Julián se para, pero yo no soy capaz de voltear. Siento que todo mi cuerpo está paralizado.

— Veo que trajiste a alguien —joder, ¡mierda!

— Así es, hermano. Te presento a Mía Jones —cuando me vuelvo, la cara de Santiago es un poema y creo que la mía está roja de la vergüenza que siento.

— Señor Miller, felicidades por su compromiso —le extiendo la mano y él tarda en estrecharla.

— Gracias, señorita Jones.

— Vamos, hermano, aquí deja las formalidades. Además, en un futuro ella será tu cuñada —eso lo dice bajito, pero lo escucho perfectamente. La cara de Santiago cambia completamente, está enojado, yo diría cabreado. Fue mala idea venir.

— Qué bueno, hermano —dice entre dientes. Julián en un momento se voltea para saludar a una persona y siento como Santiago me toma con fuerza del brazo, pegándome a su cuerpo, mientras me dice muy bajito.

— Ni sueñes que dejaré que estés con mi hermano, tú eres mía.

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