Despierto en una superficie blanda y bastante acogedora. Mis fosas nasales se impregnan de un rico olor que solo tiene una persona: mi sexy profesor... Espera, ¿qué? Abro los ojos de golpe y, al observar bien la habitación, me doy cuenta de que estoy en su cuarto. ¿Pero cómo llegué aquí? ¡Joder, me quedé dormida! Salgo de la cama y me dirijo a la sala para buscar a Santiago, pero no lo encuentro. Escucho un ruido en la cocina, así que camino hacia ella y me sorprende verlo cocinando.—Hola —se voltea y me sonríe.—Sí que eres dormilona.—¿Por qué no me despertaste?—Te veías cansada, y además, después del mensaje de Julián, preferí que durmieras un rato. —Me siento en una silla mientras lo observo moverse de un lado a otro.—¿Qué estás preparando?—Unas ricas milanesas. Espero que te gusten.—Estoy segura de que sí.—Mi madre ha preguntado por ti.—¿Qué le dijiste?—Que estabas bien, pero que Julián te estaba molestando.—¿¡Qué!? ¿Por qué tuviste que abrir la boca?—Para que ella habla
Despierto algo desorientada, pero me doy cuenta de que estoy en la enfermería de la universidad.—Hola, Mía, qué bueno que despiertas. Soy la enfermera Nora. ¿Cómo te sientes?—Algo débil.—Es normal. Afuera está tu amiga Lucy y otros amigos preguntando por ti.—¿Y Santiago? ¿Dónde está mi profesor? —Creo que la enfermera me leyó la mente, porque me dice:—Estuvo todo el tiempo contigo, pero se tuvo que ir. Lo llamaron para un asunto importante. —Asiento y ella se va unos segundos. Luego aparece Lucy, quien me abraza con fuerza.—Amiga, estaba muy preocupada. Cuando Max me contó lo que pasó, vine corriendo, pero me llevé una gran sorpresa al ver al profesor Miller a tu lado. Por fortuna, Víctor no lo vio.—Menos mal.—¿Qué pasó, amiga? ¿Qué te dijo Max para que te pusieras así? —De solo acordarme de eso, me vuelvo a sentir indispuesta.—Lucy, no quiero hablar ahora de eso. Además, tengo que ir a la oficina porque hoy hay una reunión importante.—Mía, aún no estás recuperada.—Ya estoy
Estoy sentada en la sala de la casa de Santiago con una copa de vino, esperando a que él traiga unas cosas para curarme los golpes que me dio mi padre.—Aún no puedo creer todo lo que me cuentas —Santiago saca un algodón y alcohol—. Esto te dolerá un poco.Respiro profundo cuando siento el tremendo ardor que provoca el alcohol.—¡Joder, sí que duele!—Lo sé, nena, odio verte así —cuando termina, bota todo y regresa a donde estoy—. Mejor vamos a descansar, te ves agotada.—Lo estoy, pero mi mente no para de pensar en todo lo que mis padres me dijeron.—Olvídate de eso por hoy, ya mañana pensaremos qué hacer —subimos a la habitación y Santiago me presta una camisa para dormir. Ambos nos acostamos en la cama, le doy la espalda y él me rodea la cintura con su brazo—. Descansa, preciosa.—Tú también.Me despierto al notar los rayos del sol colarse por la ventana y, para mi sorpresa, amanezco bastante descansada. Veo que al lado mío hay ropa, lo cual me sorprende porque no sé a qué hora Sant
Me levanto temprano porque hoy tengo exámenes y no quiero llegar tarde. Me meto a la ducha y luego me pongo la ropa: un jean bota campana y una blusa blanca.Al bajar buscando a Santiago, me doy cuenta de que no está. Ayer ambos quedamos bastante enojados. Cuando llegamos a casa, él fue directo al despacho y se encerró, así que decidí no seguirle y me fui a dormir. Eso fue todo lo que pasó anoche.Termino los exámenes y siento cómo se me quita un peso de encima. Estos exámenes sí que me tenían estresada.—Hey, amiga, ¿cómo te fue en el examen?—Creo que bien, Lucy, ¿y a ti?—También. ¿Y con el sexy profesor? —Pongo mala cara y ella entiende—. ¿No han arreglado nada?—No, ayer estaba furioso porque fui a ese bar, pero hay algo que no te he contado.—¡Ay, Dios mío! ¿Qué pasó, Mía?—Ayer me besé con un tipo —ella abre los ojos a más no poder.—¿¡QUE HICISTE QUÉ!? —Pongo mis manos en su boca porque seguro ya llamó la atención de todos.—¡Por Dios, Lucy, baja la m*****a voz! ¿Acaso quieres
Llegamos al hospital y unas enfermeras me llevaron a un cubículo para que un médico me revisara. Durante ese tiempo, Santiago no se alejó de mí, pero por primera vez en mi vida, lo quería lo más lejos posible.—Buenos días, señorita. Cuéntame, ¿qué te pasa? —preguntó el médico.—Ayer alguien me dio una patada en esta parte —le señalo el lado derecho de mis costillas— y me duele mucho.—Levanta tu blusa para revisarte —dijo él.Como me duele mucho moverme, Santiago me ayuda, pero no le doy las gracias. La médica revisa el golpe, tocando varias veces, lo que provoca que gima de dolor.—Bueno, te haremos una radiografía para descartar que haya una costilla rota. Aunque no lo parece, me inclino más por una pequeña fisura, pero quiero estar segura.—Está bien, doctora - Unas enfermeras me ayudan a sentarme en una silla de ruedas y me llevan a la sala de rayos X.—Esto es rápido —comenta mientras me hacen la radiografía. Ahora me encuentro en la habitación esperando que la médica regrese. Lo
No lo podía creer, todo esto tiene que ser una pesadilla. No me pude haber casado con mi profesor y jefe a la vez.—Esto está mal —me muevo de un lado al otro mientras Santiago está sentado en la cama sin decir nada—. ¡Joder, Santiago, di algo! —digo desesperada porque el idiota no dice nada.—¿Qué quieres que te diga? Estamos casados.—No, Dios, ¿hay algo que se pueda hacer? —él niega.—Tenemos que esperar seis meses para poder divorciarnos.—¿Y si vamos donde el juez y decimos que todo fue un error? —joder, Mia, tú estás estudiando derecho y sabes que las cosas no son tan fáciles.—Mía, ojalá todo fuera así de sencillo, pero no lo es. Tenemos que ver cómo arreglamos este problema. Vístete para salir —él entra al baño, así que aprovecho para cambiarme rápido y luego irme a mi habitación.Estoy ya arreglada con unos shorts y un body; el calor que hace el día de hoy es tremendo.Cuando salgo, Santiago se le oscurece la mirada al ver cómo estoy vestida.—Señora Miller, está usted muy her
Hoy regresábamos a nuestra casa y la verdad es que sentía mucha angustia por lo que pudiera pasar.—Santiago, necesito pedirte un favor.—Sí, dime.—Nadie se puede enterar en la universidad ni en el trabajo de que soy tu esposa —veo que su cara se pone seria.—¿Por qué no?—Por Dios, Santiago, eres mi profesor. Este matrimonio se acabará en seis meses, no vale la pena decírselo a todo el mundo.—Está bien, pero se lo diremos a mis padres. —Joder, esto no me gusta, pero debo aceptar.—Ok, se lo diremos a tus padres.Al día siguiente me levanto temprano para ir a clases después de haber estado ausente tantas semanas.Cuando llego a la universidad, Lucy y Víctor me reciben.—Vaya, hasta que regresas —dice Víctor, dándome un beso en la mejilla. En ese momento veo pasar a Santiago, que nos mira con cara de pocos amigos.—¿Qué tal el viaje?—Agotador, pero interesante.—Me alegro mucho, amiga.Entramos a clases, pero en un momento me dan ganas de ir al baño, así que salgo del aula y camino h
Vemos a Julián a la entrada del salón, mirándonos a todos con odio, pero en especial a Santiago y a mí.—Hijo, ¡qué bueno verte! —dice la señora María, acercándose a él, pero Julián la rechaza.—¡No me toques!—No le hables así a nuestra madre —grita Santiago.—¡Todos son unos traidores! Tú te casaste con la mujer que amaba, y ustedes lo aceptaron así como así.—Julián, tú sabes perfectamente por qué me separé de ti —le digo.—¡YO PROMETÍ CAMBIAR POR TI! —Julián suelta un suspiro—. Yo te amo, Mía.Cuando intenta acercarse a mí, Santiago me coloca detrás de él.—Ni se te ocurra acercarte a ella.—Déjame hablar con ella, por favor —suplica Julián.—Eso no va a pasar.—Santiago —llamo su atención— deja que hable con él. Estaré bien.—Ni loco dejaré que estés con él a solas.—Estarás cerca por si algo pasa —respondo, suspirando.—Cualquier cosa, gritas —me dice. Asiento y camino hacia el despacho mientras Julián va detrás de mí.—Aquí me tienes. Dime qué necesitas decirme.—Estás tan hermo