Estoy sentada en la sala de la casa de Santiago con una copa de vino, esperando a que él traiga unas cosas para curarme los golpes que me dio mi padre.—Aún no puedo creer todo lo que me cuentas —Santiago saca un algodón y alcohol—. Esto te dolerá un poco.Respiro profundo cuando siento el tremendo ardor que provoca el alcohol.—¡Joder, sí que duele!—Lo sé, nena, odio verte así —cuando termina, bota todo y regresa a donde estoy—. Mejor vamos a descansar, te ves agotada.—Lo estoy, pero mi mente no para de pensar en todo lo que mis padres me dijeron.—Olvídate de eso por hoy, ya mañana pensaremos qué hacer —subimos a la habitación y Santiago me presta una camisa para dormir. Ambos nos acostamos en la cama, le doy la espalda y él me rodea la cintura con su brazo—. Descansa, preciosa.—Tú también.Me despierto al notar los rayos del sol colarse por la ventana y, para mi sorpresa, amanezco bastante descansada. Veo que al lado mío hay ropa, lo cual me sorprende porque no sé a qué hora Sant
Me levanto temprano porque hoy tengo exámenes y no quiero llegar tarde. Me meto a la ducha y luego me pongo la ropa: un jean bota campana y una blusa blanca.Al bajar buscando a Santiago, me doy cuenta de que no está. Ayer ambos quedamos bastante enojados. Cuando llegamos a casa, él fue directo al despacho y se encerró, así que decidí no seguirle y me fui a dormir. Eso fue todo lo que pasó anoche.Termino los exámenes y siento cómo se me quita un peso de encima. Estos exámenes sí que me tenían estresada.—Hey, amiga, ¿cómo te fue en el examen?—Creo que bien, Lucy, ¿y a ti?—También. ¿Y con el sexy profesor? —Pongo mala cara y ella entiende—. ¿No han arreglado nada?—No, ayer estaba furioso porque fui a ese bar, pero hay algo que no te he contado.—¡Ay, Dios mío! ¿Qué pasó, Mía?—Ayer me besé con un tipo —ella abre los ojos a más no poder.—¿¡QUE HICISTE QUÉ!? —Pongo mis manos en su boca porque seguro ya llamó la atención de todos.—¡Por Dios, Lucy, baja la m*****a voz! ¿Acaso quieres
Llegamos al hospital y unas enfermeras me llevaron a un cubículo para que un médico me revisara. Durante ese tiempo, Santiago no se alejó de mí, pero por primera vez en mi vida, lo quería lo más lejos posible.—Buenos días, señorita. Cuéntame, ¿qué te pasa? —preguntó el médico.—Ayer alguien me dio una patada en esta parte —le señalo el lado derecho de mis costillas— y me duele mucho.—Levanta tu blusa para revisarte —dijo él.Como me duele mucho moverme, Santiago me ayuda, pero no le doy las gracias. La médica revisa el golpe, tocando varias veces, lo que provoca que gima de dolor.—Bueno, te haremos una radiografía para descartar que haya una costilla rota. Aunque no lo parece, me inclino más por una pequeña fisura, pero quiero estar segura.—Está bien, doctora - Unas enfermeras me ayudan a sentarme en una silla de ruedas y me llevan a la sala de rayos X.—Esto es rápido —comenta mientras me hacen la radiografía. Ahora me encuentro en la habitación esperando que la médica regrese. Lo
No lo podía creer, todo esto tiene que ser una pesadilla. No me pude haber casado con mi profesor y jefe a la vez.—Esto está mal —me muevo de un lado al otro mientras Santiago está sentado en la cama sin decir nada—. ¡Joder, Santiago, di algo! —digo desesperada porque el idiota no dice nada.—¿Qué quieres que te diga? Estamos casados.—No, Dios, ¿hay algo que se pueda hacer? —él niega.—Tenemos que esperar seis meses para poder divorciarnos.—¿Y si vamos donde el juez y decimos que todo fue un error? —joder, Mia, tú estás estudiando derecho y sabes que las cosas no son tan fáciles.—Mía, ojalá todo fuera así de sencillo, pero no lo es. Tenemos que ver cómo arreglamos este problema. Vístete para salir —él entra al baño, así que aprovecho para cambiarme rápido y luego irme a mi habitación.Estoy ya arreglada con unos shorts y un body; el calor que hace el día de hoy es tremendo.Cuando salgo, Santiago se le oscurece la mirada al ver cómo estoy vestida.—Señora Miller, está usted muy her
Hoy regresábamos a nuestra casa y la verdad es que sentía mucha angustia por lo que pudiera pasar.—Santiago, necesito pedirte un favor.—Sí, dime.—Nadie se puede enterar en la universidad ni en el trabajo de que soy tu esposa —veo que su cara se pone seria.—¿Por qué no?—Por Dios, Santiago, eres mi profesor. Este matrimonio se acabará en seis meses, no vale la pena decírselo a todo el mundo.—Está bien, pero se lo diremos a mis padres. —Joder, esto no me gusta, pero debo aceptar.—Ok, se lo diremos a tus padres.Al día siguiente me levanto temprano para ir a clases después de haber estado ausente tantas semanas.Cuando llego a la universidad, Lucy y Víctor me reciben.—Vaya, hasta que regresas —dice Víctor, dándome un beso en la mejilla. En ese momento veo pasar a Santiago, que nos mira con cara de pocos amigos.—¿Qué tal el viaje?—Agotador, pero interesante.—Me alegro mucho, amiga.Entramos a clases, pero en un momento me dan ganas de ir al baño, así que salgo del aula y camino h
Vemos a Julián a la entrada del salón, mirándonos a todos con odio, pero en especial a Santiago y a mí.—Hijo, ¡qué bueno verte! —dice la señora María, acercándose a él, pero Julián la rechaza.—¡No me toques!—No le hables así a nuestra madre —grita Santiago.—¡Todos son unos traidores! Tú te casaste con la mujer que amaba, y ustedes lo aceptaron así como así.—Julián, tú sabes perfectamente por qué me separé de ti —le digo.—¡YO PROMETÍ CAMBIAR POR TI! —Julián suelta un suspiro—. Yo te amo, Mía.Cuando intenta acercarse a mí, Santiago me coloca detrás de él.—Ni se te ocurra acercarte a ella.—Déjame hablar con ella, por favor —suplica Julián.—Eso no va a pasar.—Santiago —llamo su atención— deja que hable con él. Estaré bien.—Ni loco dejaré que estés con él a solas.—Estarás cerca por si algo pasa —respondo, suspirando.—Cualquier cosa, gritas —me dice. Asiento y camino hacia el despacho mientras Julián va detrás de mí.—Aquí me tienes. Dime qué necesitas decirme.—Estás tan hermo
Despierto con una tremenda sensación de soledad, como si algo me faltara, y así es. Santiago no se encuentra a mi lado.—¿Dónde estará? —me pregunto. Veo que hay una nota en la mesita donde dice que salió temprano a la universidad, así que decido levantarme y darme una ducha, porque yo también tengo clase.Llego a la universidad y veo a Lucy que corre hacia mí con su pantalón bien ajustado.—¡Hola, amiga! —la saludo de manera formal.—Oye, ¿qué le pasó a tu maridito? —me dice, y yo la miro sin entender lo que me está diciendo.—No entiendo.—Amiga, lo vi discutiendo por teléfono, y cuando colgó, estampó su celular contra la pared. Menos mal que fui la única que lo vio.—¿Qué habrá pasado?—Creo que iré a buscarlo —digo, pero antes de irme, ella toma mi brazo.—¿Estás loca? ¡Tenemos clase!M****a, tiene razón, pero necesito saber qué pasó.—Mejor vamos —digo finalmente. Llegamos al salón y ya se encuentra el profesor dando la clase, así que ambas nos disculpamos por llegar tarde. El pro
Observamos a la señora María bastante alterada al enterarse de que su hijo había denunciado a su otro hijo.—Santiago, dime qué es mentira —dice su madre, suplicante.—No, madre, Julián se pasó, es hora de que alguien le ponga un freno porque ustedes no pudieron.En ese momento entra el señor Lorenzo, quien nos ve a todos confundidos.—Hijo, es tu hermano, además ustedes están bien —¿Qué? ¿Acaso no se dio cuenta de dónde estamos?—¿ESTO TE PARECE ESTAR BIEN? —Santiago señala el lugar, algo ofuscado—. Mira dónde terminamos por su culpa. De no haber sido por esos policías, Julián habría secuestrado a Mía. ¿Qué más necesitas, madre, para darte cuenta de que Julián es un delincuente? ¿Necesitas que nos mate para que lo entiendas?—Por favor, tranquilícense los dos —interviene el señor Lorenzo—. María, Santiago tiene razón, nosotros no le pusimos límites a Julián, y por eso ahora hace lo que le da la gana. Mira lo que le hizo a su propio hermano.—Él está enfermo, Lorenzo, necesita nuestra