Despierto con una tremenda sensación de soledad, como si algo me faltara, y así es. Santiago no se encuentra a mi lado.—¿Dónde estará? —me pregunto. Veo que hay una nota en la mesita donde dice que salió temprano a la universidad, así que decido levantarme y darme una ducha, porque yo también tengo clase.Llego a la universidad y veo a Lucy que corre hacia mí con su pantalón bien ajustado.—¡Hola, amiga! —la saludo de manera formal.—Oye, ¿qué le pasó a tu maridito? —me dice, y yo la miro sin entender lo que me está diciendo.—No entiendo.—Amiga, lo vi discutiendo por teléfono, y cuando colgó, estampó su celular contra la pared. Menos mal que fui la única que lo vio.—¿Qué habrá pasado?—Creo que iré a buscarlo —digo, pero antes de irme, ella toma mi brazo.—¿Estás loca? ¡Tenemos clase!M****a, tiene razón, pero necesito saber qué pasó.—Mejor vamos —digo finalmente. Llegamos al salón y ya se encuentra el profesor dando la clase, así que ambas nos disculpamos por llegar tarde. El pro
Observamos a la señora María bastante alterada al enterarse de que su hijo había denunciado a su otro hijo.—Santiago, dime qué es mentira —dice su madre, suplicante.—No, madre, Julián se pasó, es hora de que alguien le ponga un freno porque ustedes no pudieron.En ese momento entra el señor Lorenzo, quien nos ve a todos confundidos.—Hijo, es tu hermano, además ustedes están bien —¿Qué? ¿Acaso no se dio cuenta de dónde estamos?—¿ESTO TE PARECE ESTAR BIEN? —Santiago señala el lugar, algo ofuscado—. Mira dónde terminamos por su culpa. De no haber sido por esos policías, Julián habría secuestrado a Mía. ¿Qué más necesitas, madre, para darte cuenta de que Julián es un delincuente? ¿Necesitas que nos mate para que lo entiendas?—Por favor, tranquilícense los dos —interviene el señor Lorenzo—. María, Santiago tiene razón, nosotros no le pusimos límites a Julián, y por eso ahora hace lo que le da la gana. Mira lo que le hizo a su propio hermano.—Él está enfermo, Lorenzo, necesita nuestra
Abro mis ojos al sentir un fuerte dolor en un costado de mi cuerpo. Cuando me acostumbro mejor a la luz, me doy cuenta de que estoy en un hospital... ya se me está haciendo costumbre despertar en hospitales.- Cariño, despertaste. - Veo a Santiago con cara de demacrado y con la misma ropa que tenía anoche. - ¿Cómo estás?- Me duele mucho el costado - digo, señalando el vendaje.- Es normal. - En ese momento entra el médico y me revisa para ver cómo estoy.- Bueno, hasta el momento todo está bien. Te suministraré un medicamento para que ya no sientas dolor.- Gracias. - El médico sale y noto que Santiago está algo tenso.- ¿Qué pasa? Te noto tenso.- ¿Por qué lo hiciste? No sé si adorarte por salvarme la vida o enojarme contigo por poner en riesgo tu vida. Juré morir cuando te vi llena de sangre; pedía a Dios que no te pasara nada.- Yo no permitiría que nada te pasara. Yo te amo, Santiago. No sé si me creas, pero lo hago. Daría mi vida las veces que fueran necesarias. - Su mirada se su
Llegamos a la oficina y lo primero que hace Santiago es curarme la mejilla, que la perra me lastimó. Y vaya que sí me dolió cuando puso alcohol en esa parte.—Te mataré, eso me duele —me quejo mientras Santiago pasa una pomada en la zona.—Necesitas curación, así que deja de llorar —quiero matarlo por sacar su sonrisa seductora en estos momentos. Entra una mujer a la oficina, bastante guapa y con un buen cuerpo, que al ver a Santiago por poco se lo come con la mirada.—Buenas tardes, yo soy Paola Molina, la nueva socia —¿nueva socia? Miro a Santiago y este se para para estrechar su mano.—Un placer, señorita Molina, soy Santiago Miller.—Ya lo sé, el placer es mío —maldita, le está coqueteando enfrente de mí.—Le presento a mi esposa, Mía Miller —esta me dedica una sonrisa falsa y yo hago lo mismo mientras extiendo mi mano, y ella la estrecha.—No sabía que el señor Miller estaba casado.—Para que veas —le sonrío con hipocresía y Santiago lo nota.—Santiago, me gustaría hablar de algun
Ahora soy yo la que se encuentra sentada al lado de una camilla, esperando a que Santiago despierte. Luego de que el médico nos informó del embarazo, él cayó al suelo y no ha querido despertar. La verdad, no sé cómo sentirme; aún me siento en shock por la noticia. Nunca esperé quedar embarazada tan joven; se suponía que primero debía terminar la universidad y luego pensar en hijos, pero los planes se adelantaron, todo por un momento de pasión.Veo cómo Santiago comienza a moverse y abre los ojos lentamente. Tomo su mano para que sepa que estoy aquí, y él me mira.—Dios, ¿qué hago en un hospital? Tuve un sueño muy loco, soñé que estabas embarazada. —En ese momento, mi rostro se pone serio y mis manos comienzan a sudar. El rostro de Santiago cambia y se pone también muy serio - No era un sueño, ¿verdad? - niego con la cabeza mientras desvío la mirada—. Dios...—Santiago, sé que esto no estaba en nuestros planes, pero ya está aquí, no podemos hacer nada. Si no lo quieres, entonces yo lo v
Santiago y yo estamos acostados en la cama viendo una película mientras él no deja de acariciar mi vientre, que aún está plano.—Sabes, no veo la hora de que este bebé se empiece a notar —dice con una mirada que tiene un brillo especial, y sé que es porque está feliz de que este bebé esté en camino.—Yo también. Ya quiero que se empiece a mover, que podamos sentirlo.—Deberíamos ir mañana a comprar algunas cosas para el bebé.—Pero aún no sabemos el sexo.—Compramos cosas unisex —le sonrío como tonta y le planto un beso.—Está bien. Después de clases, vamos a ver cosas para el bebé —seguimos viendo la película hasta que, poco a poco, me quedo dormida en los brazos de mi amado, sintiendo cómo acaricia mi vientre con ternura.Me despierto por la horrible alarma que pone Santiago; estoy pensando seriamente en cambiarla.—¡Por Dios, no sabes cuánto odio el sonido de esa alarma! —me tapo la cara con la almohada, pero Santiago me la quita.—Vamos, hay que ducharse. Hoy tienes universidad y n
Llevo encerrada en una mugrienta habitación ya una semana. Lo bueno es que Julián no ha aparecido, y eso me da tranquilidad. La puerta se abre, dejando ver al tipo que siempre me trae la comida.—Aquí tiene —me dice, mientras coloca la bandeja con una sopa y un vaso de agua. Luego se va, dejándome sola una vez más. Me siento en el colchón duro y comienzo a pensar en Santiago, en cómo estará, si me está buscando… Dios, cómo lo extraño. Pero ahora lo que más temo es que Julián le haga daño a mi bebé.—Tranquilo, mi bebé, mamá no dejará que nada te pase —digo, mientras coloco mis manos sobre mi vientre, que ya está un poco abultado. Sonrío al pensar que mi hijo crece sano y salvo. De repente, la puerta se abre de golpe, sobresaltándome.—Aquí estoy, princesa —siento cómo la sangre abandona mi rostro al ver a Julián, con su expresión psicópata.—Julián, por Dios, déjame ir, te lo suplico.—Tú no te irás de mi lado, eres mía. Además, quiero ver a mi hermano sufrir.—Julián, tú no eres así,
Estoy sentada en la cama, mirando hacia la ventana. Hoy Santiago tuvo que ir a la oficina, aunque no quería, pero yo le dije que fuera. Sé que ahora tiene mucho trabajo y quizás eso le ayude a despejarse un poco.—Señora mía, la señorita Lucy está aquí.—Dile que suba —ella asiente y, segundos después, aparece Lucy con un bote de helado.—Pensé que necesitarías esto —le dedico una sonrisa, pero no me llega hasta las orejas.—Debiste comprar más —Lucy se sienta a mi lado y me abraza, soltando un sollozo.—Siento tanto lo que pasó.—Yo también lo siento —ella se separa y me mira con sus ojos llorosos.—¿Cómo te sientes?—Como si me hubieran arrancado un pedazo de mi alma. Trato de estar bien por Santiago, porque sé que él también está mal por la pérdida de nuestro hijo, pero la realidad es que ambos estamos hechos polvo, y ni siquiera sé cómo puedo ayudar a mi esposo si yo también estoy igual que él.—Amiga, ¿por qué no buscan a alguien que les ayude con este duelo, que les ayude a super