Llegamos a la oficina y lo primero que hace Santiago es curarme la mejilla, que la perra me lastimó. Y vaya que sí me dolió cuando puso alcohol en esa parte.—Te mataré, eso me duele —me quejo mientras Santiago pasa una pomada en la zona.—Necesitas curación, así que deja de llorar —quiero matarlo por sacar su sonrisa seductora en estos momentos. Entra una mujer a la oficina, bastante guapa y con un buen cuerpo, que al ver a Santiago por poco se lo come con la mirada.—Buenas tardes, yo soy Paola Molina, la nueva socia —¿nueva socia? Miro a Santiago y este se para para estrechar su mano.—Un placer, señorita Molina, soy Santiago Miller.—Ya lo sé, el placer es mío —maldita, le está coqueteando enfrente de mí.—Le presento a mi esposa, Mía Miller —esta me dedica una sonrisa falsa y yo hago lo mismo mientras extiendo mi mano, y ella la estrecha.—No sabía que el señor Miller estaba casado.—Para que veas —le sonrío con hipocresía y Santiago lo nota.—Santiago, me gustaría hablar de algun
Ahora soy yo la que se encuentra sentada al lado de una camilla, esperando a que Santiago despierte. Luego de que el médico nos informó del embarazo, él cayó al suelo y no ha querido despertar. La verdad, no sé cómo sentirme; aún me siento en shock por la noticia. Nunca esperé quedar embarazada tan joven; se suponía que primero debía terminar la universidad y luego pensar en hijos, pero los planes se adelantaron, todo por un momento de pasión.Veo cómo Santiago comienza a moverse y abre los ojos lentamente. Tomo su mano para que sepa que estoy aquí, y él me mira.—Dios, ¿qué hago en un hospital? Tuve un sueño muy loco, soñé que estabas embarazada. —En ese momento, mi rostro se pone serio y mis manos comienzan a sudar. El rostro de Santiago cambia y se pone también muy serio - No era un sueño, ¿verdad? - niego con la cabeza mientras desvío la mirada—. Dios...—Santiago, sé que esto no estaba en nuestros planes, pero ya está aquí, no podemos hacer nada. Si no lo quieres, entonces yo lo v
Santiago y yo estamos acostados en la cama viendo una película mientras él no deja de acariciar mi vientre, que aún está plano.—Sabes, no veo la hora de que este bebé se empiece a notar —dice con una mirada que tiene un brillo especial, y sé que es porque está feliz de que este bebé esté en camino.—Yo también. Ya quiero que se empiece a mover, que podamos sentirlo.—Deberíamos ir mañana a comprar algunas cosas para el bebé.—Pero aún no sabemos el sexo.—Compramos cosas unisex —le sonrío como tonta y le planto un beso.—Está bien. Después de clases, vamos a ver cosas para el bebé —seguimos viendo la película hasta que, poco a poco, me quedo dormida en los brazos de mi amado, sintiendo cómo acaricia mi vientre con ternura.Me despierto por la horrible alarma que pone Santiago; estoy pensando seriamente en cambiarla.—¡Por Dios, no sabes cuánto odio el sonido de esa alarma! —me tapo la cara con la almohada, pero Santiago me la quita.—Vamos, hay que ducharse. Hoy tienes universidad y n
Llevo encerrada en una mugrienta habitación ya una semana. Lo bueno es que Julián no ha aparecido, y eso me da tranquilidad. La puerta se abre, dejando ver al tipo que siempre me trae la comida.—Aquí tiene —me dice, mientras coloca la bandeja con una sopa y un vaso de agua. Luego se va, dejándome sola una vez más. Me siento en el colchón duro y comienzo a pensar en Santiago, en cómo estará, si me está buscando… Dios, cómo lo extraño. Pero ahora lo que más temo es que Julián le haga daño a mi bebé.—Tranquilo, mi bebé, mamá no dejará que nada te pase —digo, mientras coloco mis manos sobre mi vientre, que ya está un poco abultado. Sonrío al pensar que mi hijo crece sano y salvo. De repente, la puerta se abre de golpe, sobresaltándome.—Aquí estoy, princesa —siento cómo la sangre abandona mi rostro al ver a Julián, con su expresión psicópata.—Julián, por Dios, déjame ir, te lo suplico.—Tú no te irás de mi lado, eres mía. Además, quiero ver a mi hermano sufrir.—Julián, tú no eres así,
Estoy sentada en la cama, mirando hacia la ventana. Hoy Santiago tuvo que ir a la oficina, aunque no quería, pero yo le dije que fuera. Sé que ahora tiene mucho trabajo y quizás eso le ayude a despejarse un poco.—Señora mía, la señorita Lucy está aquí.—Dile que suba —ella asiente y, segundos después, aparece Lucy con un bote de helado.—Pensé que necesitarías esto —le dedico una sonrisa, pero no me llega hasta las orejas.—Debiste comprar más —Lucy se sienta a mi lado y me abraza, soltando un sollozo.—Siento tanto lo que pasó.—Yo también lo siento —ella se separa y me mira con sus ojos llorosos.—¿Cómo te sientes?—Como si me hubieran arrancado un pedazo de mi alma. Trato de estar bien por Santiago, porque sé que él también está mal por la pérdida de nuestro hijo, pero la realidad es que ambos estamos hechos polvo, y ni siquiera sé cómo puedo ayudar a mi esposo si yo también estoy igual que él.—Amiga, ¿por qué no buscan a alguien que les ayude con este duelo, que les ayude a super
Estoy preparándome para la cena que tengo hoy con Santiago. Ha sido un día complicado y, lo juro, pensé que se iba a enojar por lo que ocurrió, tal como lo hizo su madre. Pero no lo hizo. Él supo entenderme, aunque me pidió que no volviera a hacerlo. Me pongo un vestido ajustado con un escote que, de seguro, dejará a Santiago loco.Bajo las escaleras para encontrarme con Santiago y, cuando me ve, se le abre la boca mientras me mira de arriba abajo con deseo.—¿Te gusta lo que ves? —me acerco a él y le cierro la boca con una sonrisa.—Joder, nena, estás hermosa. Con ese vestido, provoca follarte toda la noche.—Lo podrás hacer, pero primero quiero ir a cenar —le dejo un corto beso y luego camino hacia la entrada de manera muy sensual, porque sé que él debe estar mirando mi trasero. Ambos nos subimos al auto y maneja hasta un restaurante bastante lujoso, pero muy agradable.—¿Te gusta el lugar? —pregunta Santiago sin dejar de mirarme.—Me encanta, es precioso, mi amor.El mesero nos indi
Estoy terminando de arreglarme para ir a la fiesta mientras Santiago se está dando un baño. Afortunadamente, no ha dicho nada de que no quiere ir, porque lo mato.Miro que todo esté en orden, pero unas manos en mi cintura hacen que me gire con una sonrisa.—¿Te he dicho que estás preciosa? —Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso.—Creo que no. —Él sonríe y me acerca más a su cuerpo.—Estás preciosa, mi amor. ¿Por qué mejor no nos quedamos y disfrutamos los dos?—Ah, no. Nada de eso. Quiero ir con mis amigos, pero quiero ir con mi esposo, así que arréglate, y cuando lleguemos, tal vez follemos hasta el amanecer.—Me encanta esa idea —dice, dándome una palmada en el trasero, haciendo que chille por la impresión.Estamos frente a la discoteca, que está a reventar. Esto sí que se va a poner bueno.—Hasta que llegan —dice Lucy, saludando.—Estás muy guapa, Lucy.—Tú no te quedas atrás, Santiago va a tener que estar muy pendiente de ti.—Ten por seguro que eso haré. —Vemos a Víctor llegar
Despierto al sentir que todo me da vueltas. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en casa, pero lo que no entiendo es cómo llegué. La puerta se abre, dejándome ver a Santiago, que se acerca corriendo apenas me ve despierta.—Nena, al fin despertaste, qué susto me diste.—¿Qué me pasó? —pregunto confundida.—Tuviste un pico de estrés y te desmayaste en la oficina. Nena, tienes que calmarte, no quiero que nada te pase.En ese momento recuerdo todo lo que ocurrió en la oficina con Paulina, y le retiro la mano de inmediato.—¿Qué pasa, cariño?—Pasa que no me defendiste de esa mujer.—Nena, estás fuera de sí, lo que quería era alejarte de ella.—Esa zorra habló de mi bebé —grito alterada.—Cálmate, Mía, se te puede volver a subir la presión.—Es que no puedo estar calmada, esa mujer saca lo peor de mí. No la quiero cerca, Santiago, no la quiero.—Nena, yo sé, pero es socia. No puedo hacer nada, estoy con las manos atadas.—Entonces lo mejor es que yo renuncie —él me mira como si