Estoy preparándome para la cena que tengo hoy con Santiago. Ha sido un día complicado y, lo juro, pensé que se iba a enojar por lo que ocurrió, tal como lo hizo su madre. Pero no lo hizo. Él supo entenderme, aunque me pidió que no volviera a hacerlo. Me pongo un vestido ajustado con un escote que, de seguro, dejará a Santiago loco.Bajo las escaleras para encontrarme con Santiago y, cuando me ve, se le abre la boca mientras me mira de arriba abajo con deseo.—¿Te gusta lo que ves? —me acerco a él y le cierro la boca con una sonrisa.—Joder, nena, estás hermosa. Con ese vestido, provoca follarte toda la noche.—Lo podrás hacer, pero primero quiero ir a cenar —le dejo un corto beso y luego camino hacia la entrada de manera muy sensual, porque sé que él debe estar mirando mi trasero. Ambos nos subimos al auto y maneja hasta un restaurante bastante lujoso, pero muy agradable.—¿Te gusta el lugar? —pregunta Santiago sin dejar de mirarme.—Me encanta, es precioso, mi amor.El mesero nos indi
Estoy terminando de arreglarme para ir a la fiesta mientras Santiago se está dando un baño. Afortunadamente, no ha dicho nada de que no quiere ir, porque lo mato.Miro que todo esté en orden, pero unas manos en mi cintura hacen que me gire con una sonrisa.—¿Te he dicho que estás preciosa? —Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso.—Creo que no. —Él sonríe y me acerca más a su cuerpo.—Estás preciosa, mi amor. ¿Por qué mejor no nos quedamos y disfrutamos los dos?—Ah, no. Nada de eso. Quiero ir con mis amigos, pero quiero ir con mi esposo, así que arréglate, y cuando lleguemos, tal vez follemos hasta el amanecer.—Me encanta esa idea —dice, dándome una palmada en el trasero, haciendo que chille por la impresión.Estamos frente a la discoteca, que está a reventar. Esto sí que se va a poner bueno.—Hasta que llegan —dice Lucy, saludando.—Estás muy guapa, Lucy.—Tú no te quedas atrás, Santiago va a tener que estar muy pendiente de ti.—Ten por seguro que eso haré. —Vemos a Víctor llegar
Despierto al sentir que todo me da vueltas. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en casa, pero lo que no entiendo es cómo llegué. La puerta se abre, dejándome ver a Santiago, que se acerca corriendo apenas me ve despierta.—Nena, al fin despertaste, qué susto me diste.—¿Qué me pasó? —pregunto confundida.—Tuviste un pico de estrés y te desmayaste en la oficina. Nena, tienes que calmarte, no quiero que nada te pase.En ese momento recuerdo todo lo que ocurrió en la oficina con Paulina, y le retiro la mano de inmediato.—¿Qué pasa, cariño?—Pasa que no me defendiste de esa mujer.—Nena, estás fuera de sí, lo que quería era alejarte de ella.—Esa zorra habló de mi bebé —grito alterada.—Cálmate, Mía, se te puede volver a subir la presión.—Es que no puedo estar calmada, esa mujer saca lo peor de mí. No la quiero cerca, Santiago, no la quiero.—Nena, yo sé, pero es socia. No puedo hacer nada, estoy con las manos atadas.—Entonces lo mejor es que yo renuncie —él me mira como si
Veo con adoración mi anillo de compromiso, aún no puedo creer que me voy a volver a casar con el hombre que amo. Es tan maravilloso todo lo que nos está pasando que justo ahora no me importa que Julián esté suelto; solo me importa vivir el momento.—¿Por qué tan pensativa? —veo a Santiago entrar con dos copas de vino a la sala.—Pensaba en lo feliz que soy. Nunca pensé que esto me fuera a pasar a mí, todavía no me lo creo.—Pues créelo, mi amor. Pronto nos casaremos como debe ser —me acerco a él y junto nuestros labios en un beso tierno, que poco a poco va aumentando su ritmo, convirtiéndose en un beso cargado de pasión y lujuria—. Te deseo, te deseo con locura —Santiago comienza a besarme el cuello, mientras su mano derecha baja lentamente el cierre de mi vestido. Mis manos temblorosas desabotonan su camisa. Cuando ya estamos completamente desnudos, me deja debajo de él—. Mírame, no quiero que dejes de mirarme en ningún momento —cuando termina de decirlo, se hunde lentamente en mi int
Al llegar a casa del funeral de mi padre, me tiro en el sillón y le pido a una muchacha del servicio que me traiga una copa de vino.—¿Te sientes bien? —pregunta Santiago, sentándose a mi lado.—Te mentiría si te dijera que sí. Estoy mal, todavía no puedo creer todo lo que hicieron mis padres. Nunca me amaron —sentía un nudo en la garganta que no soportaba, era como si me estuvieran restringiendo el paso del aire y era sofocante.—Ya, mi amor, olvídate de este momento. Lo importante es que ahora tienes gente que te ama. Yo te amo y jamás te dejaré —la chica trae la copa y me la tomo de un golpe, dejando a Santiago algo sorprendido.—¿Me puedes traer la botella? —ella mira a Santiago y este asiente.—No quiero que tomes mucho, cariño.—Solo quiero olvidarme por un momento de lo sucedido —y así fue. Bebí hasta más no poder, pero todo ese tiempo Santiago estuvo a mi lado asegurándose de que no cometiera una locura. En cuestión de horas, reí, lloré y besé a Santiago, pero al final quedé pr
Veo que Santiago observa a la bebé sorprendido y luego me mira a mí.—Dios, ¿cómo pudieron abandonarte? —La tomo en brazos y la acerco a mi pecho—. Santiago, no la podemos dejar aquí.—Es obvio que no la podemos dejar aquí. Hay que llevarla a la policía.—Espera, ¿y si nos quedamos con ella solo por esta noche y mañana la llevamos a la policía? —Santiago me mira por unos segundos y luego asiente.—Está bien, pero primero hay que comprar cosas para la bebé. —Nos subimos al auto y manejamos hasta un supermercado. Compramos pañales, ropita y fórmula para darle, porque se nota que tiene hambre.—No deja de buscar mi pecho —le digo a Santiago, señalando la manita de la bebé—. Es tan hermosa.—Mía, no te encariñes con la bebé, mañana la llevaremos a la estación. —Llegamos a casa y todos nos ven sorprendidos cuando entramos con la bebé en brazos.—Bueno, bebita, te vamos a dar de comer, que de seguro tienes mucha hambre —la señora de la cocina me ayuda a preparar la fórmula, y luego me siento
Al llegar a casa, la pequeña ya estaba completamente dormida, ya que primero la llevamos al médico para que nos indicara cómo se encontraba. Afortunadamente, está en perfectas condiciones y nos dijo que tenía aproximadamente 9 meses.—Dios, hoy fue un día largo —dice Santiago, tirándose en el sofá de la casa mientras yo coloco a la pequeña en el cunero portátil que le compramos.—Lo sé, mañana tendremos que ir a comprar todo lo necesario para la pequeña —por un instante me asaltó la duda de si Santiago está contento con haber adoptado a Aurora. ¿Será que en realidad la considerará como su hija?—¿Qué pasa, amor? Te veo pensativa.—Amor, ¿tú estás contento con la llegada de Aurora a la casa?—Amor, claro que sí. Verte feliz a ti me hace feliz a mí también.—¿Pero la vas a considerar como tu hija? Aunque no sea de tu sangre...—Solo dame tiempo para acostumbrarme a esto, pero pronto ella será nuestra hija legalmente —tiene razón, todo esto es nuevo para él. No debo presionarlo, aunque yo
Nuestros amigos y familiares estaban sin saber qué decir, observando a la bebé, pero la primera en reaccionar fue mi amiga Lucy.—¡Ay, por Dios, soy tía! —grita mientras toma la mano de Víctor y se acerca a la bebé—. Mira, Víctor, es preciosa.—Sí, es muy linda la bebé. Felicidades —dice Víctor, regalándonos una sonrisa.—¡Por Dios, soy abuela! —exclama la señora María con una sonrisa en el rostro—. Somos abuelos, Lorenzo.—Lo sé, cariño.—Vengan a conocerla —les animo. Ambos se acercan y Santiago, con cuidado, se la pasa a María, que suelta un sollozo de alegría.—¿Cómo pasó esto? —pregunta Lorenzo luego de estar todos sentados de nuevo, y María con la bebé en brazos.—Bueno, Santiago y yo estábamos cenando hace unos días y, cuando salimos del restaurante, escuchamos un llanto. Así que buscamos de dónde provenía hasta que nos encontramos a esta pequeña en una casa llorando.—¡Ay, por Dios bendito! —dice María—. ¿Cómo alguien puede ser tan desalmado para abandonar a una bebé tan hermos