capitulo 36
Nuestros amigos y familiares estaban sin saber qué decir, observando a la bebé, pero la primera en reaccionar fue mi amiga Lucy.

—¡Ay, por Dios, soy tía! —grita mientras toma la mano de Víctor y se acerca a la bebé—. Mira, Víctor, es preciosa.

—Sí, es muy linda la bebé. Felicidades —dice Víctor, regalándonos una sonrisa.

—¡Por Dios, soy abuela! —exclama la señora María con una sonrisa en el rostro—. Somos abuelos, Lorenzo.

—Lo sé, cariño.

—Vengan a conocerla —les animo. Ambos se acercan y Santiago, con cuidado, se la pasa a María, que suelta un sollozo de alegría.

—¿Cómo pasó esto? —pregunta Lorenzo luego de estar todos sentados de nuevo, y María con la bebé en brazos.

—Bueno, Santiago y yo estábamos cenando hace unos días y, cuando salimos del restaurante, escuchamos un llanto. Así que buscamos de dónde provenía hasta que nos encontramos a esta pequeña en una casa llorando.

—¡Ay, por Dios bendito! —dice María—. ¿Cómo alguien puede ser tan desalmado para abandonar a una bebé tan hermos
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