Llegué al hospital con la pequeña en mis brazos y pregunté a una enfermera sobre el estado de mi marido. —Señora Miller, el señor Miller se encuentra en el quirófano, pero ahora el doctor les explicará el estado del paciente - Me dejé caer en una silla, llena de miedo solo de pensar que lo podía perder. —Mía —vi a los padres de Santiago llegar hacia mí con cara de preocupación—. ¿Mía, cómo está mi hijo? —Señora, aún no lo sé. Lo único que me dijeron es que estaba en el quirófano. —Este no es lugar para la bebé. Le diré a Lucian que se la lleve a casa y allí la cuide la nana —dice el padre de Santiago. —Sí, es mejor —le entrego la bebé a Lucian y se la encargo como un tesoro. Al rato, llega Lucy con Víctor, que al verme tan mal, corren a abrazarme. —Ya, amiga, aquí estamos. —No quiero que nada le pase. No sé qué haría sin él. —Él es fuerte, va a salir de esto —dice Víctor, dándome aliento. El médico sale de una sala, así que me paro como un rayo y corro hacia él. —Doctor, por f
Llego a la oficina completamente destrozada. Apenas cierro la puerta de mi oficina, me tiro al suelo a llorar como nunca. Lágrimas y gritos ahogados hacen que mi corazón se quiera salir de mi pecho. La puerta se abre de golpe y siento cómo unos brazos me acunan.—¿Mía, qué pasa? —Rafael hace que lo mire, pero ni siquiera soy capaz de hablar. —Ya, tranquila, me estás preocupando.—Santiago... Santiago me pidió el divorcio. —Rafa se queda quieto, sin saber qué decirme; solo me abraza con fuerza. —Es un idiota, no sabe lo que se pierde.—Yo lo amo, Rafa. No sé qué haré sin él. —La puerta se abre de nuevo y veo que es Gabriel, un amigo de Santiago, a quien dejó al mando del bufete. —¿Mía, ¿qué pasa? Tu llanto se escucha desde afuera —dice, viendo de una manera extraña a Rafa, ya que estamos muy pegados.—Santiago me pidió el divorcio, Gabriel. —Este se tensa y luego se acerca a mí. —Mía, de seguro debe ser por cómo se siente ahora, pero estoy seguro de que no es así.—¡Ya me dio los ma
Llego a casa y veo que todo está en completo silencio. No hay rastro de Santiago, así que subo a la habitación de Aurora para ver cómo está, pero me llevo una gran sorpresa al ver a Santiago con Aurora.—Pa, pa —dice mi pequeña, haciendo que una sonrisa aparezca en los labios de Santiago.—Muy bien, mi amor, ahora debes decir "mamá". —Hace mucho no lo veía ahí con Aurora, se alejó tanto que hasta dejó de lado a su hija.— Vamos, mi amor, "mamá". Si lo haces, ella estará muy feliz. —No entiendo su cambio; mejor me voy.— Mía. —Me volteo al ver que Santiago me descubrió.—Quería ver cómo estaba Aurora. —Tomo aire y entro a la habitación, tomando a mi hija de sus brazos.— Hola, mi nena, te extrañé mucho. —Beso su mejilla mientras ella se acurruca en mi pecho.—Te ves hermosa con ella. —Lo miro sin poder creer lo que está diciendo. Hace unas horas ni siquiera me miraba a los ojos, y ahora me habla como si nada hubiera pasado.—¿A qué estás jugando, Miller? —Respondo seria, mientras dejo a la
Despierto desnuda al lado del amor de mi vida, luego de una noche maravillosa donde ambos nos demostramos lo mucho que nos amamos. Me quedo mirando su rostro por unos instantes y luego veo su brazo, que ya se encuentra un poco recuperado, pero aún le faltan más cirugías. Pongo mi mano sobre su mano quemada y la acaricio con ternura, pero esto hace que él se despierte de golpe, retirando su mano.—Lo siento, no quería despertarte.—Mía, no quiero que toques esa parte. No quiero que sientas asco de mí.Cuando dice eso, me lleno de rabia, ya que jamás he sentido asco por él. Para que se dé cuenta de que no lo hago, tomo su mano y la coloco sobre mi rostro. Él me mira aterrado y trata de retirarla, pero yo se lo impido.—Date cuenta de que no me das asco. Quiero que me toques y que yo lo haga. Nunca me vuelvas a decir eso porque yo te amo, no me importa cómo estés... entiéndelo, mi amor - Mi voz se quiebra y él suaviza su mirada. Entonces me atrae hasta su pecho.—Eres lo mejor que me ha p
Me despierto al sentir unas leves caricias en mi mejilla. Cuando abro los ojos, veo a Santiago sentado a mi lado, mirándome fijamente.—Lo siento —dice él, con cara de arrepentimiento—. Cuando supe lo de Julián, me asusté mucho. Solo quiero cuidarte, mía.—Lo sé, amor. Por eso también debo pedir disculpas. Yo tampoco debí decirle a Lucy que nos fuéramos a tomar unos tragos, sabiendo la situación en la que estamos.—Ya está, mi amor. No discutamos más —me atrae a su pecho y besa mis labios con ternura.—¿Y Aurora?—Estaba abajo con Nana, así que báñate porque debemos ir a la empresa. —Lo miro por unos segundos, algo sorprendida.—¿Volverás?—Claro, ya es hora de salir de la cueva. —Me tiro encima de él, cayendo los dos en la cama mientras le doy muchos besos en toda la cara.—Te amo... te amo. —Él se ríe de una manera tan juvenil que suena como música para mis oídos.—Yo más, cariño. —Entro al baño y, en menos de media hora, ya estoy cambiada y peinada.—Vaya, estás preciosa. —Santiago
Hoy es el gran día. Después de tantos días de ansiedad, por fin nos llegó el día de nuestra boda. Ayer tuve mi despedida de soltera y Santiago también, pero lo más chistoso fue que todos terminamos en el mismo bar celebrando. Fue muy divertido el momento en que lo vi cara a cara, pero bueno, fue una noche maravillosa.—Amiga, ya el estilista está aquí —dice Lucy con Aurora en brazos—. Se quedó dormida, ¿dónde la pongo? —Le señalo la cuna que está junto a mi cama y en ese momento entra Leo, el estilista.—Querida mía, ¿cómo está la novia más hermosa del mundo? —Este deja dos besos en mi mejilla y yo le sonrío.—De maravilla, Leo. Ahora quiero que hagas tu magia conmigo y con mi amiga.—Bueno, traje a algunas personas para que me ayuden, así que manos a la obra. —Veo entrar a un montón de gente a mi habitación; sacan pinzas, secadores, planchas, maquillaje, etc.—Vaya, tienes toda la artillería.—Lo mejor para mis clientas. —La madre de Santiago entra a la habitación, pero cuando veo su
Hemos pasado tres semanas de pura felicidad en Dubái; este lugar es maravilloso y está lleno de lujo. Esta noche nos invitaron a una gala, así que tuvimos que ir a comprar unos vestidos de gala porque no teníamos en nuestra maleta, ya que veníamos en plan de vacaciones.- ¿Cómo está mi pequeña?- Está contenta con sus abuelos, aunque mi madre me preocupa.- ¿Por qué, amor?- No sé, la noto rara, siempre como si me ocultara algo. En ese momento, me acuerdo del día de nuestra boda.- Yo también la noté extraña el día de la boda; ella me preguntó si algún día iba a perdonar a Julián, pero le dije que tal vez no. Veo que Santiago se pone serio, pero no dice nada.- Arréglate, que yo haré unas llamadas. Antes de que se vaya, tomo su mano.- ¿Pasa algo?- No, amor, tranquila. Ve, ponte linda, que en una hora debemos salir. Él se va, dejándome pensativa, pero decido dejar de lado eso y me pongo a arreglarme, ya que no quiero que Santiago me acose.Luego de un buen rato, ya estoy lista; solo m
Cuando escucho decir esas palabras a mi suegro, siento como si mi mundo se cerrara de golpe. Todo empieza a darme vueltas, y Santiago se percata de ello porque de inmediato me toma de la cintura y me sienta.—¿Amor, estás bien? —No puedo ni siquiera responder; en mi cabeza solo está mi pequeña, mi ángel. ¿Por qué nos tiene que pasar esto? —Nena, dime algo. —Se la llevaron... se llevaron a mi bebé. —Estoy en shock, ni siquiera logro llorar o mostrar alguna emoción. Solo escucho que Santiago está pidiendo que empaquen nuestras cosas y que tengan listo el avión privado. —Mía, escúchame, todo estará bien. Vamos a encontrar a nuestra hija, te lo prometo —me dice, dejándome un beso en la cabeza, pero sus palabras, por primera vez, no logran tranquilizarme. Ahora me siento en una burbuja, como si no estuviera aquí.Ya estamos por aterrizar después de horas de vuelo. Santiago ha intentado que coma algo o que hable con él, pero no puedo, estoy completamente ida. Solo quiero llegar a la casa