Santiago MillerEstoy en la sala de espera de un hospital, esperando noticias de Mia. Cuando llegamos, ella estaba en muy malas condiciones, y ahora solo le pido a Dios que esté bien.—Hijo —veo a mi padre que se sienta a mi lado.—¿Cómo está Aurora?—Ella está bien, está con Lucy, aunque está muy preocupada por Mia.—Lo sé, estoy desesperado, papá, no sé nada de Mia.—Ella es fuerte, estará bien.—Por fin atraparon a Julián —digo con rabia, porque por su culpa Mia está debatiéndose entre la vida y la muerte.—Sí, tu madre está devastada, se siente muy mal por lo que pasó. Deberías hablar con ella.—No puedo, papá. Por su culpa secuestraron a mi hija y ahora mi esposa está en un quirófano.—Ella pensó que Julián estaba cambiando.—¡Papá, Julián está enfermo! —digo alterado.—Hijo, tranquilo, estamos en un hospital —trato de calmarme y me vuelvo a sentar.—Lo único que te pido es que no te interpongas, porque Julián tiene que pagar todo el daño que nos hizo. Tiene que aprender la lecció
Luego de lo que Santiago me confesó, he estado más cuidadosa con mi embarazo. A pesar de que el médico dijo que ya no había tanto peligro, tengo miedo de que le pase algo a mi bebé. —Mami —mi pequeña entra a mi habitación y, con ayuda de la nana, se sube a la cama. —Hola, mi bebé —le dejo un beso en la mejilla—. Gracias, nana, por traerla. —Sabes que para eso estoy, mi niña, para servirles. —No, nana, tú no eres una empleada para mí. Tú eres como mi madre y la abuela de Aurora... y de este bebé que viene en camino —veo cómo sus ojos se llenan de lágrimas. —Ay, mi niña, ya me hiciste llorar —tomo su mano y dejo un beso en ella. —Nana, tú me has dado el amor que mis padres nunca quisieron darme. Tú sí mereces que te llame mamá. Espero que no te moleste que lo haga. Ella sonríe y, sin esperarlo, me abraza. —Claro que no, mi niña - Mi hija protesta, así que la nana la atrae hacia nosotras, y nos fundimos en un abrazo las tres. —Pero qué hermosa escena —vemos a mi flamante marido p
Efectivamente, Santiago y yo fuimos noticia por varias semanas debido al embarazo y a que nos vieron comiendo tacos en la calle. A muchos les hizo gracia eso, así que no nos destrozaron en la prensa, y estoy tranquila por ello. Ahora lo que me angustia es que seguimos siendo el foco de atención, por lo que nos mantenemos con mucha seguridad. Según Santiago, no quiere que nada me pase.—Amor, vamos, levántate. Hoy conoceremos el sexo del bebé. —¡Por Dios! Todavía faltan dos horas. Se nota que alguien está ansioso. —Santiago, tenemos tiempo. —No, párate ya. Últimamente te demoras mucho en arreglarte. —Bueno, en eso tienes razón. —Ok, ayúdame a sentarme. Él me ayuda a levantarme y camino hacia el baño. Abro la ducha y disfruto del agua tibia sobre mi cuerpo. Al salir, busco algo para ponerme. —Amor, ¿no me veo muy gorda? —pregunto mientras Santiago me mira con una sonrisa coqueta. —Estás preciosa —responde, tomando posesión de mis labios mientras sus manos se posan en mis caderas.
Me levanto temprano para arreglar a Aurora y luego arreglarme yo, pero me llevo la sorpresa de que mi pequeña ya está lista, todo gracias a su papá. —¿Sabías que eres el mejor esposo y padre? —digo, dejando un casto beso en sus labios, y él sonríe. —Esta pequeña quería su baño y que su padre la bañara. —Bueno, eso me dará tiempo para bañarme y arreglarme. —¿Piensas salir hoy? —Sí, voy a llevar a Aurora al parque. —Ve con cuidado. Yo ahora me voy a la oficina, pero nos vemos más tarde. —Bueno, amor —deja un beso en la cabecita de Aurora y luego me besa a mí. —Cuídate, amor. —Lo mismo digo. Apenas se va, salgo disparada a la habitación a darme una ducha, aprovechando que Nana se quedó con Aurora. Me ducho y luego busco algo para ponerme. Bajo las escaleras y veo que la pequeña ya está en la carriola, así que meto todo en el auto con ayuda de Nana. —Mi niña, deberías decirle a Santiago que vas donde su madre. —Nana, sabes que él se pondría furioso. No quiero que se ponga así;
Santiago está parado frente a nosotros. Su rostro muestra una profunda furia y, cuando mira a su hermana, su mirada se vuelve asesina. Se acerca y me arrebata a la niña de los brazos. —Nos vamos —dice, sorprendiéndome que aún no haya estallado. —Santiago, no te enfades con ella —interviene Julián. Veo cómo este entrega a Aurora a un guardaespaldas y, al darse la vuelta, Santiago le lanza un puñetazo en la cara. —¡Santiago! —Julián se toca la boca, de la cual brota sangre, pero sonríe. —Eso me lo merecía. —Te mereces eso y mucho más - En ese momento, su madre interviene: —¡Santiago, hijo, cálmate! Es tu hermano, míralo, ya está mejor. —Ese desgraciado dejó de ser mi hermano desde el momento en que se atrevió a tocar a Mía —veo la cara de dolor tanto de su madre como de Julián—. Vámonos. Mía, tú y yo hablaremos luego. —Santiago, hijo, no te enojes con ella. Yo fui quien le pidió que viniera. —¿Cómo pudiste, madre? ¿Cómo fuiste capaz de exponer a mi mujer? Es más, ¡no solo expon
- ¡Por Dios, mía, ¿cómo hiciste eso?! - Estoy con Lucy, sentada en un restaurante, contándole lo ocurrido con Santiago, y por lo que veo, ella también está enojada por mi estupidez.- Yo solo... la señora María me lo pidió, ¿qué más podía hacer?- Pues negarte. O sea, por primera vez estoy de acuerdo con Santiago. ¿Cómo vas a exponer a tus hijos a ese loco? Uno nunca sabe con qué va a salir.- Lo sé, amiga, tienes toda la razón. Fui una idiota, pero no merezco que Santiago me trate como si fuera una mala madre. - Ya estoy llorando otra vez, lo que me faltaba. ¡Malditas hormonas!- Ay, mía, estoy seguro de que él no piensa eso. Solo dale tiempo a que se calme y luego hablan bien las cosas.- Él está muy enojado, y creo que ahora está aún más molesto porque le rompí su jarrón caro.- ¿Qué? ¿Cómo que lo rompiste?- Sí, rompí un jarrón. Estaba tan enojada por su comentario que, delante de él, lo rompí y luego me fui como si nada. Ahora debe estar furioso.- Joder, mía, tú sí que metes la p
Todos están muy felices con el nombre del bebé. Cuando le conté a Lucy, se volvió loca de emoción, así que decidimos que en su cuarto colocaríamos su nombre con letras iluminadas. El cuarto del bebé nos tiene a Santiago y a mí ocupados; queremos que tenga todo lo que necesita. Sin embargo, hoy debo ir a la oficina porque tenemos una reunión importante. Santiago me dijo que no era necesario que fuera, pero yo deseo asistir. Mientras busco ropa, comienzo a desesperarme porque nada me queda. Mi cama está llena de prendas tiradas. —Amor, ¿estás lista? —Santiago aparece en la puerta, mira la ropa y arquea una ceja—. ¿Qué pasó aquí? —¡Nada me queda! —respondo, sentándome en la cama y dejando escapar un sollozo. —Hey, cariño, no llores. No hay por qué llorar. —Es que no entiendes, ¡mi ropa no me queda! —Él se sienta a mi lado y me envuelve en un abrazo. —Cariño, es normal. Nuestro bebé está creciendo. —Acaricia mi vientre y me sonríe—. Está creciendo sano y fuerte. —Perdón... Es que to
Le he rogado toda la m*****a noche a Santiago para que deje venir a su madre a casa. Sé que ahora se está debatiendo si dejarla entrar o no, pero debe dejar su enojo a un lado. Es su madre, debe perdonarla.—Mía, por Dios, estuviste toda la noche pidiendo lo mismo. Ya no insistas —dice Santiago, visiblemente enojado. —¿Por qué no puedes complacerme en eso? —Sabes que te complazco en todo, pero eso ya es diferente, Mía. Solo los estoy protegiendo. —Hablas como si tu madre fuera un peligro para nosotros. —Lo es. Porque desde que encubrió a Julián, se convirtió en un peligro para nosotros. Tomo la mano de Santiago y me acerco a él. —Amor, ya deja tu rencor a un lado. Ella es la abuela de tus hijos. Aurora la extraña mucho, y tu madre también extraña a Aurora. Además, se siente muy mal por no poder estar conmigo en este proceso. Santiago suelta un suspiro y veo resignación en su mirada. —Está bien que venga, pero no me pidas que vaya y me siente como si nada hubiera pasado. Sonrío