Al llegar a casa del funeral de mi padre, me tiro en el sillón y le pido a una muchacha del servicio que me traiga una copa de vino.—¿Te sientes bien? —pregunta Santiago, sentándose a mi lado.—Te mentiría si te dijera que sí. Estoy mal, todavía no puedo creer todo lo que hicieron mis padres. Nunca me amaron —sentía un nudo en la garganta que no soportaba, era como si me estuvieran restringiendo el paso del aire y era sofocante.—Ya, mi amor, olvídate de este momento. Lo importante es que ahora tienes gente que te ama. Yo te amo y jamás te dejaré —la chica trae la copa y me la tomo de un golpe, dejando a Santiago algo sorprendido.—¿Me puedes traer la botella? —ella mira a Santiago y este asiente.—No quiero que tomes mucho, cariño.—Solo quiero olvidarme por un momento de lo sucedido —y así fue. Bebí hasta más no poder, pero todo ese tiempo Santiago estuvo a mi lado asegurándose de que no cometiera una locura. En cuestión de horas, reí, lloré y besé a Santiago, pero al final quedé pr
Veo que Santiago observa a la bebé sorprendido y luego me mira a mí.—Dios, ¿cómo pudieron abandonarte? —La tomo en brazos y la acerco a mi pecho—. Santiago, no la podemos dejar aquí.—Es obvio que no la podemos dejar aquí. Hay que llevarla a la policía.—Espera, ¿y si nos quedamos con ella solo por esta noche y mañana la llevamos a la policía? —Santiago me mira por unos segundos y luego asiente.—Está bien, pero primero hay que comprar cosas para la bebé. —Nos subimos al auto y manejamos hasta un supermercado. Compramos pañales, ropita y fórmula para darle, porque se nota que tiene hambre.—No deja de buscar mi pecho —le digo a Santiago, señalando la manita de la bebé—. Es tan hermosa.—Mía, no te encariñes con la bebé, mañana la llevaremos a la estación. —Llegamos a casa y todos nos ven sorprendidos cuando entramos con la bebé en brazos.—Bueno, bebita, te vamos a dar de comer, que de seguro tienes mucha hambre —la señora de la cocina me ayuda a preparar la fórmula, y luego me siento
Al llegar a casa, la pequeña ya estaba completamente dormida, ya que primero la llevamos al médico para que nos indicara cómo se encontraba. Afortunadamente, está en perfectas condiciones y nos dijo que tenía aproximadamente 9 meses.—Dios, hoy fue un día largo —dice Santiago, tirándose en el sofá de la casa mientras yo coloco a la pequeña en el cunero portátil que le compramos.—Lo sé, mañana tendremos que ir a comprar todo lo necesario para la pequeña —por un instante me asaltó la duda de si Santiago está contento con haber adoptado a Aurora. ¿Será que en realidad la considerará como su hija?—¿Qué pasa, amor? Te veo pensativa.—Amor, ¿tú estás contento con la llegada de Aurora a la casa?—Amor, claro que sí. Verte feliz a ti me hace feliz a mí también.—¿Pero la vas a considerar como tu hija? Aunque no sea de tu sangre...—Solo dame tiempo para acostumbrarme a esto, pero pronto ella será nuestra hija legalmente —tiene razón, todo esto es nuevo para él. No debo presionarlo, aunque yo
Nuestros amigos y familiares estaban sin saber qué decir, observando a la bebé, pero la primera en reaccionar fue mi amiga Lucy.—¡Ay, por Dios, soy tía! —grita mientras toma la mano de Víctor y se acerca a la bebé—. Mira, Víctor, es preciosa.—Sí, es muy linda la bebé. Felicidades —dice Víctor, regalándonos una sonrisa.—¡Por Dios, soy abuela! —exclama la señora María con una sonrisa en el rostro—. Somos abuelos, Lorenzo.—Lo sé, cariño.—Vengan a conocerla —les animo. Ambos se acercan y Santiago, con cuidado, se la pasa a María, que suelta un sollozo de alegría.—¿Cómo pasó esto? —pregunta Lorenzo luego de estar todos sentados de nuevo, y María con la bebé en brazos.—Bueno, Santiago y yo estábamos cenando hace unos días y, cuando salimos del restaurante, escuchamos un llanto. Así que buscamos de dónde provenía hasta que nos encontramos a esta pequeña en una casa llorando.—¡Ay, por Dios bendito! —dice María—. ¿Cómo alguien puede ser tan desalmado para abandonar a una bebé tan hermos
Al ver el desastre que tenía mi esposo en la cocina, me llené de rabia.—¿Qué pasó?—Nena, estaba preparando la fórmula y no sé qué pasó, eso estalló.—Estalló porque no estabas pendiente —digo molesta, mientras tomo a Aurora en brazos, ya que hay que bañarla.—Estaba pendiente de la pequeña.—Pues, mi amor, te informo que ser padre implica estar pendiente de muchas cosas a la vez —subo a la habitación de Aurora y le quito la ropa, que está completamente sucia—. Mira nada más cómo te dejó tu padre luego de que yo te arreglé súper bonita —la meto en la bañera que preparé y le doy un baño con avena para que su piel se mantenga linda.—Mi amor... —veo a Santiago entrar sigilosamente—, ¿sigues enojada?—No, ya se me pasó, pero espero que no vuelva a suceder.—De los errores se aprende, cariño —deja un beso en mis labios y me sonríe—. ¿Cómo te fue?—Muy bien, el salón es maravilloso. Lo único que nos falta es probar la comida que vamos a ofrecer, que eso sí nos toca a los dos. Pronto nos vo
Despierto al sentir que todo me da vueltas. Cuando abro los ojos, veo que estoy en nuestra habitación, pero estoy sola. Logré recordar que fui a casa de los padres de Santiago por mi hija al recibir ese mensaje de Julián. Él está cerca y tengo miedo de que algo malo le pase a mi hija o a Santiago.—Cariño, ¿despertaste? —Santiago se acerca con la pequeña y me la entrega—. ¿Cómo te sientes?—¿Qué me pasó? —digo mientras arrullo a la bebé, que al parecer tiene sueño.—Tuviste una baja de presión con todo lo que pasó.—¿Qué vamos a hacer? Santiago, ya no somos solo nosotros dos, ahora está esta pequeña que necesita de nosotros.—Lo sé, nena, pero te juro que yo las voy a proteger.—Y no dudo de eso, mi amor, pero siento miedo de que tu hermano nos vuelva a hacer algo. Creo que lo mejor es que haga mi carrera por internet mientras todo esto pasa; no quiero dejar sola a Aurora.—Amor, no tienes por qué hacerlo yo... —cuando él intenta decir algo más, yo lo interrumpo.—Ya la decisión está t
Llegué al hospital con la pequeña en mis brazos y pregunté a una enfermera sobre el estado de mi marido. —Señora Miller, el señor Miller se encuentra en el quirófano, pero ahora el doctor les explicará el estado del paciente - Me dejé caer en una silla, llena de miedo solo de pensar que lo podía perder. —Mía —vi a los padres de Santiago llegar hacia mí con cara de preocupación—. ¿Mía, cómo está mi hijo? —Señora, aún no lo sé. Lo único que me dijeron es que estaba en el quirófano. —Este no es lugar para la bebé. Le diré a Lucian que se la lleve a casa y allí la cuide la nana —dice el padre de Santiago. —Sí, es mejor —le entrego la bebé a Lucian y se la encargo como un tesoro. Al rato, llega Lucy con Víctor, que al verme tan mal, corren a abrazarme. —Ya, amiga, aquí estamos. —No quiero que nada le pase. No sé qué haría sin él. —Él es fuerte, va a salir de esto —dice Víctor, dándome aliento. El médico sale de una sala, así que me paro como un rayo y corro hacia él. —Doctor, por f
Llego a la oficina completamente destrozada. Apenas cierro la puerta de mi oficina, me tiro al suelo a llorar como nunca. Lágrimas y gritos ahogados hacen que mi corazón se quiera salir de mi pecho. La puerta se abre de golpe y siento cómo unos brazos me acunan.—¿Mía, qué pasa? —Rafael hace que lo mire, pero ni siquiera soy capaz de hablar. —Ya, tranquila, me estás preocupando.—Santiago... Santiago me pidió el divorcio. —Rafa se queda quieto, sin saber qué decirme; solo me abraza con fuerza. —Es un idiota, no sabe lo que se pierde.—Yo lo amo, Rafa. No sé qué haré sin él. —La puerta se abre de nuevo y veo que es Gabriel, un amigo de Santiago, a quien dejó al mando del bufete. —¿Mía, ¿qué pasa? Tu llanto se escucha desde afuera —dice, viendo de una manera extraña a Rafa, ya que estamos muy pegados.—Santiago me pidió el divorcio, Gabriel. —Este se tensa y luego se acerca a mí. —Mía, de seguro debe ser por cómo se siente ahora, pero estoy seguro de que no es así.—¡Ya me dio los ma