Llevo encerrada en una mugrienta habitación ya una semana. Lo bueno es que Julián no ha aparecido, y eso me da tranquilidad. La puerta se abre, dejando ver al tipo que siempre me trae la comida.—Aquí tiene —me dice, mientras coloca la bandeja con una sopa y un vaso de agua. Luego se va, dejándome sola una vez más. Me siento en el colchón duro y comienzo a pensar en Santiago, en cómo estará, si me está buscando… Dios, cómo lo extraño. Pero ahora lo que más temo es que Julián le haga daño a mi bebé.—Tranquilo, mi bebé, mamá no dejará que nada te pase —digo, mientras coloco mis manos sobre mi vientre, que ya está un poco abultado. Sonrío al pensar que mi hijo crece sano y salvo. De repente, la puerta se abre de golpe, sobresaltándome.—Aquí estoy, princesa —siento cómo la sangre abandona mi rostro al ver a Julián, con su expresión psicópata.—Julián, por Dios, déjame ir, te lo suplico.—Tú no te irás de mi lado, eres mía. Además, quiero ver a mi hermano sufrir.—Julián, tú no eres así,
Estoy sentada en la cama, mirando hacia la ventana. Hoy Santiago tuvo que ir a la oficina, aunque no quería, pero yo le dije que fuera. Sé que ahora tiene mucho trabajo y quizás eso le ayude a despejarse un poco.—Señora mía, la señorita Lucy está aquí.—Dile que suba —ella asiente y, segundos después, aparece Lucy con un bote de helado.—Pensé que necesitarías esto —le dedico una sonrisa, pero no me llega hasta las orejas.—Debiste comprar más —Lucy se sienta a mi lado y me abraza, soltando un sollozo.—Siento tanto lo que pasó.—Yo también lo siento —ella se separa y me mira con sus ojos llorosos.—¿Cómo te sientes?—Como si me hubieran arrancado un pedazo de mi alma. Trato de estar bien por Santiago, porque sé que él también está mal por la pérdida de nuestro hijo, pero la realidad es que ambos estamos hechos polvo, y ni siquiera sé cómo puedo ayudar a mi esposo si yo también estoy igual que él.—Amiga, ¿por qué no buscan a alguien que les ayude con este duelo, que les ayude a super
Estoy preparándome para la cena que tengo hoy con Santiago. Ha sido un día complicado y, lo juro, pensé que se iba a enojar por lo que ocurrió, tal como lo hizo su madre. Pero no lo hizo. Él supo entenderme, aunque me pidió que no volviera a hacerlo. Me pongo un vestido ajustado con un escote que, de seguro, dejará a Santiago loco.Bajo las escaleras para encontrarme con Santiago y, cuando me ve, se le abre la boca mientras me mira de arriba abajo con deseo.—¿Te gusta lo que ves? —me acerco a él y le cierro la boca con una sonrisa.—Joder, nena, estás hermosa. Con ese vestido, provoca follarte toda la noche.—Lo podrás hacer, pero primero quiero ir a cenar —le dejo un corto beso y luego camino hacia la entrada de manera muy sensual, porque sé que él debe estar mirando mi trasero. Ambos nos subimos al auto y maneja hasta un restaurante bastante lujoso, pero muy agradable.—¿Te gusta el lugar? —pregunta Santiago sin dejar de mirarme.—Me encanta, es precioso, mi amor.El mesero nos indi
Estoy terminando de arreglarme para ir a la fiesta mientras Santiago se está dando un baño. Afortunadamente, no ha dicho nada de que no quiere ir, porque lo mato.Miro que todo esté en orden, pero unas manos en mi cintura hacen que me gire con una sonrisa.—¿Te he dicho que estás preciosa? —Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso.—Creo que no. —Él sonríe y me acerca más a su cuerpo.—Estás preciosa, mi amor. ¿Por qué mejor no nos quedamos y disfrutamos los dos?—Ah, no. Nada de eso. Quiero ir con mis amigos, pero quiero ir con mi esposo, así que arréglate, y cuando lleguemos, tal vez follemos hasta el amanecer.—Me encanta esa idea —dice, dándome una palmada en el trasero, haciendo que chille por la impresión.Estamos frente a la discoteca, que está a reventar. Esto sí que se va a poner bueno.—Hasta que llegan —dice Lucy, saludando.—Estás muy guapa, Lucy.—Tú no te quedas atrás, Santiago va a tener que estar muy pendiente de ti.—Ten por seguro que eso haré. —Vemos a Víctor llegar
Despierto al sentir que todo me da vueltas. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en casa, pero lo que no entiendo es cómo llegué. La puerta se abre, dejándome ver a Santiago, que se acerca corriendo apenas me ve despierta.—Nena, al fin despertaste, qué susto me diste.—¿Qué me pasó? —pregunto confundida.—Tuviste un pico de estrés y te desmayaste en la oficina. Nena, tienes que calmarte, no quiero que nada te pase.En ese momento recuerdo todo lo que ocurrió en la oficina con Paulina, y le retiro la mano de inmediato.—¿Qué pasa, cariño?—Pasa que no me defendiste de esa mujer.—Nena, estás fuera de sí, lo que quería era alejarte de ella.—Esa zorra habló de mi bebé —grito alterada.—Cálmate, Mía, se te puede volver a subir la presión.—Es que no puedo estar calmada, esa mujer saca lo peor de mí. No la quiero cerca, Santiago, no la quiero.—Nena, yo sé, pero es socia. No puedo hacer nada, estoy con las manos atadas.—Entonces lo mejor es que yo renuncie —él me mira como si
Veo con adoración mi anillo de compromiso, aún no puedo creer que me voy a volver a casar con el hombre que amo. Es tan maravilloso todo lo que nos está pasando que justo ahora no me importa que Julián esté suelto; solo me importa vivir el momento.—¿Por qué tan pensativa? —veo a Santiago entrar con dos copas de vino a la sala.—Pensaba en lo feliz que soy. Nunca pensé que esto me fuera a pasar a mí, todavía no me lo creo.—Pues créelo, mi amor. Pronto nos casaremos como debe ser —me acerco a él y junto nuestros labios en un beso tierno, que poco a poco va aumentando su ritmo, convirtiéndose en un beso cargado de pasión y lujuria—. Te deseo, te deseo con locura —Santiago comienza a besarme el cuello, mientras su mano derecha baja lentamente el cierre de mi vestido. Mis manos temblorosas desabotonan su camisa. Cuando ya estamos completamente desnudos, me deja debajo de él—. Mírame, no quiero que dejes de mirarme en ningún momento —cuando termina de decirlo, se hunde lentamente en mi int
Al llegar a casa del funeral de mi padre, me tiro en el sillón y le pido a una muchacha del servicio que me traiga una copa de vino.—¿Te sientes bien? —pregunta Santiago, sentándose a mi lado.—Te mentiría si te dijera que sí. Estoy mal, todavía no puedo creer todo lo que hicieron mis padres. Nunca me amaron —sentía un nudo en la garganta que no soportaba, era como si me estuvieran restringiendo el paso del aire y era sofocante.—Ya, mi amor, olvídate de este momento. Lo importante es que ahora tienes gente que te ama. Yo te amo y jamás te dejaré —la chica trae la copa y me la tomo de un golpe, dejando a Santiago algo sorprendido.—¿Me puedes traer la botella? —ella mira a Santiago y este asiente.—No quiero que tomes mucho, cariño.—Solo quiero olvidarme por un momento de lo sucedido —y así fue. Bebí hasta más no poder, pero todo ese tiempo Santiago estuvo a mi lado asegurándose de que no cometiera una locura. En cuestión de horas, reí, lloré y besé a Santiago, pero al final quedé pr
Veo que Santiago observa a la bebé sorprendido y luego me mira a mí.—Dios, ¿cómo pudieron abandonarte? —La tomo en brazos y la acerco a mi pecho—. Santiago, no la podemos dejar aquí.—Es obvio que no la podemos dejar aquí. Hay que llevarla a la policía.—Espera, ¿y si nos quedamos con ella solo por esta noche y mañana la llevamos a la policía? —Santiago me mira por unos segundos y luego asiente.—Está bien, pero primero hay que comprar cosas para la bebé. —Nos subimos al auto y manejamos hasta un supermercado. Compramos pañales, ropita y fórmula para darle, porque se nota que tiene hambre.—No deja de buscar mi pecho —le digo a Santiago, señalando la manita de la bebé—. Es tan hermosa.—Mía, no te encariñes con la bebé, mañana la llevaremos a la estación. —Llegamos a casa y todos nos ven sorprendidos cuando entramos con la bebé en brazos.—Bueno, bebita, te vamos a dar de comer, que de seguro tienes mucha hambre —la señora de la cocina me ayuda a preparar la fórmula, y luego me siento