capitulo 10
Estoy en la entrada de la casa de Julián, intentando controlar mis nervios, ya que tengo miedo de que vuelva a pasar lo que ocurrió. Lo único que me da algo de tranquilidad es que Santiago dijo que iba a venir y, además, los padres están en casa. Respiro hondo y toco el timbre. La puerta se abre y aparece una de las empleadas.

— Señorita, pase —dice.

— Gracias —respondo mientras entro a la casa y camino hacia la sala, donde se encuentran la señora María y el señor Lorenzo.

— Mía querida —María me da un abrazo y toma mi rostro, aún adolorido.

— Señora María, señor Lorenzo.

— Mía, lo sentimos mucho. Nunca pensamos que nuestro hijo pudiera hacer algo así. Es que no sé qué le pasó.

— Yo tampoco lo sé, señor. Solo sé que, de un momento a otro, su hijo cambió por completo. El Julián que ahora está no lo conozco.

— Lo sé, Mía, pero te quiero pedir algo —la señora María toma mis manos entre las suyas y luego me mira—. No lo denuncies, te lo suplico. Yo te juro que me encargaré de que eso no vu
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