Lucrecia dijo que sí y todos rieron. Alonso le puso de vuelta en el suelo y fueron hacia el interior de la casa de Valentina. La joven pasó por lo que en algún momento fue un glamuroso pasillo, pero sus hijos tenían convertido en un espacio de arte, con dibujos familiares y rayonasos. A Valentina le gustaba pasar por ahí, le recordaba que era el lugar para su familia, sus bebés y su amor.
Alonso esperó a que sus hijos se fueran de la sala para darle otra calada a su cigarro y con cara de indignación seguía viendo a Lucrecia, la cual soltó el humo que estaba reteniendo y le devolvió la mirada de molestia, había pasado la vida bajando la mirada ante las personas que no estaban de acuerdo con su forma de ser, su forma de actuar, lo mal que saltaba o la forma en la que los dedos de su mano se cruzaban al aterrizar de un salto. —Lucrecia...—Empezó a decir cuando vio a Samuel y Priscila pasar con los bolsos. —Siéntate—Señaló el sillón y le quitó el cigarro. Ella lo botó por el ventanal y le vio a los ojos antes de decir:—Estamos dando pasos gigantes, Alonso, y yo voy solo hacia adelante. Lo más que puedo ir de aquí es romper contigo o que trabajes conmigo. Tú decides. No voy a mentirle nunca a mis hijos, eso incluye a los tuyos, no soy menos que nadie. No soy más que los que no tienen y sobre todo no voy a me
Priscila había visto a su mamá enojada con ella unas cuatro o tres veces, todas ellas porque la había descubierto mintiendo. Entonces, la joven había sido bastante expresiva y clara con respecto a lo que creía su hija debía de hacer.—No me han querido contar y por mí todo bien. Cuando estén listos. Pero, necesitamos reglas reales. No soy quién para decir qué está bien o mal porque vivo más en el mal que en el bien y estamos claros de que no soy perfecta, pero, eres mi hija y tú eres un niño al que quiero y por el cual me intereso. Así que nada de pasarse a habitaciones, se van a ver en luz pública, a escondidas o con permiso y nada de sexo.—¿El sexo?—repitió Alonso.—¿Vas a prohibirles el sexo?Para Alonso eso era tan tonto como prohibirles salir, porque lle
Alonso se lo había preguntado infinidad de veces si lo estaba haciendo bien y la respuesta era no. No hacía muchas cosas bien, pero no lo hicieron con él. Su papá se había esforzado en decepcionar incontablemente su matrimonio. Verónica era el amor de su vida, sin embargo, su papá había tenido un número incontable de amoríos, desplantes y formas crueles para intentar decepcionar a Bianca, la cual, no se daba por vencida, lo seguía intentando, intentaba ser la esposa que Alessandro quería o deseaba, pero no lo conseguía.Cuando se divorciaron, Alonso se sentía aliviado, estaban por detenerse las peleas, los gritos, conspiraciones y celos. La locura pararía, sin embargo, era consiente de que él estaba perdiendo a su papá y sobre todo, fue consiente del dolor en el que se había sumergido Bianca.—¿Có
Los chicos estaban demasiado sorprendidos cuando su papá se detuvo frente a la pista de patinaje sobre hielo. Todos bajaron encantados a excepción de Lucrecia la cual llevaba años sin ir a una pista de patinaje. Tomó la mano de Alonso y siguió a los chicos.Priscila estaba demasiado emocionada.Samuel le ayudó a ponerse los patines. Sus hermanos pequeños fueron a comer nachos y bebidas. Alonso miró a su novia.—Es nuestra primera cita—anunció Alonso.—¿Sí?—preguntó.—La otra la invalidé.—¿Y para eso cerraste la pista?—preguntó Lucrecia.—Sí, invité en la noche a mis amigos, para tener un torneo masculino de Hockey, Sergio es buenísimo así que lo dejaré en mi equipo.Pablo
Lucrecia estaba preparando el desayuno cuando su novio salió en traje y corbata. Se veía guapísimo. Iba todo de negro y se estaba acomodando el reloj, se le cayó y Lucrecia lo recogió primero. Alonso y Lauren, para la eternidad. Leyó y los dos compartieron una mirada breve. —Papá, el fin de semana es el cumpleaños de Pri, pero es el aniversario de mamá. —Oye Alonso, creo que me da miedo acampar, podemos hacer algo más sencillo. Sé que estás muy emocionado, pero quizá otro día en el que ya hayamos practicado. —Sí, cariño.—Dijo y acarició la espalda de Pri.—Podemos planear algo para el domingo, hijo. —Gracias, papá —Lucrecia, guapa mujer, rubia, divina, espiritual, podrías por favor venir hoy a la oficina. —¿Qué pasó con Sara? —La odio y la despedí. —Mi amor, hoy no puedo. Quedé co
Lucrecia corrió hacia los niños y Alonso les vio a lo lejos, estaba tan molesto como agradecido de que estuvieran vivos. Los papás de los otros niños ya habían llegado, una mujer veía de mala manera a Alonso.—¿Su hijo tiene algún morete?—Lucrecia no sabes lo que pasó...—susurró Alonso—No me importa.—Declaró Lucrecia.—¡¡Quite esa mirada!!—Y si no qué, rubia oxigenada tetas operadas.—Son naturales—gritaron Lucrecia y los niños al unísono. Alonso se acercó al grupo y puso una mano en la espalda de su novia.—¿Lucrecia, porque no les pones hielo en la cara? —sugirió Alonso.Lucrecia estaba en modo mamá molesta. Para los Pieth eso era una n
Priscila se acercó al grupo divertida por las caras de ansiedad por el chisme que tenían que contarse, y los chicos se hicieron en un círculo en cuanto se unió. Fabio vio incómodo a Lucrecia.—Creo que mi papá está usando drogas—Declaró Fabio y todos rieron incluidos sus tíos.—No, definitivamente no—Respondió Sebastian.—Papá ha estado rarísimo, como es eso que no te castigó.—No... y básicamente me hizo pensar que soy una persona desastrosa.—Lo eres—Respondieron la mayoría de sus hermanos.—En fin, voy a seguir pensando.—Nuestras reuniones son más interesantes—Dijo Charlie.Alonso salió de la oficina y es vio reunidos, llamó a Carrick y Seba
Alonso salió de casa y se encontró con que faltaba el auto de Arturo. Los dos se vieron y su primo le dio una palmadita en el hombro.—Dejé las llaves pegadas. —comentó Arturo. —Pensaba qu este era un lugar seguro.—Mi hijo tiene catorce y no sabe conducir bien. No esperes que pague tu coche y recuerda que si no tienes seguro estás en demasiados problemas.Arturo vio a su primo y le dio un golpe en la espalda.Alonso regresó a la casa y preguntó: —¿Dónde puede estar?—¿El panteón?—propuso Priscila.—Pablo le huye al panteón.—Les recordó Charlie.—Y ahí no hay nada—Algunos lo encontramos reconfortante—replicó Lauren.—Es mejor que hablarle al viendo.&mdas