Lucrecia estaba preparando el desayuno cuando su novio salió en traje y corbata. Se veía guapísimo. Iba todo de negro y se estaba acomodando el reloj, se le cayó y Lucrecia lo recogió primero.
Lucrecia corrió hacia los niños y Alonso les vio a lo lejos, estaba tan molesto como agradecido de que estuvieran vivos. Los papás de los otros niños ya habían llegado, una mujer veía de mala manera a Alonso.—¿Su hijo tiene algún morete?—Lucrecia no sabes lo que pasó...—susurró Alonso—No me importa.—Declaró Lucrecia.—¡¡Quite esa mirada!!—Y si no qué, rubia oxigenada tetas operadas.—Son naturales—gritaron Lucrecia y los niños al unísono. Alonso se acercó al grupo y puso una mano en la espalda de su novia.—¿Lucrecia, porque no les pones hielo en la cara? —sugirió Alonso.Lucrecia estaba en modo mamá molesta. Para los Pieth eso era una n
Priscila se acercó al grupo divertida por las caras de ansiedad por el chisme que tenían que contarse, y los chicos se hicieron en un círculo en cuanto se unió. Fabio vio incómodo a Lucrecia.—Creo que mi papá está usando drogas—Declaró Fabio y todos rieron incluidos sus tíos.—No, definitivamente no—Respondió Sebastian.—Papá ha estado rarísimo, como es eso que no te castigó.—No... y básicamente me hizo pensar que soy una persona desastrosa.—Lo eres—Respondieron la mayoría de sus hermanos.—En fin, voy a seguir pensando.—Nuestras reuniones son más interesantes—Dijo Charlie.Alonso salió de la oficina y es vio reunidos, llamó a Carrick y Seba
Alonso salió de casa y se encontró con que faltaba el auto de Arturo. Los dos se vieron y su primo le dio una palmadita en el hombro.—Dejé las llaves pegadas. —comentó Arturo. —Pensaba qu este era un lugar seguro.—Mi hijo tiene catorce y no sabe conducir bien. No esperes que pague tu coche y recuerda que si no tienes seguro estás en demasiados problemas.Arturo vio a su primo y le dio un golpe en la espalda.Alonso regresó a la casa y preguntó: —¿Dónde puede estar?—¿El panteón?—propuso Priscila.—Pablo le huye al panteón.—Les recordó Charlie.—Y ahí no hay nada—Algunos lo encontramos reconfortante—replicó Lauren.—Es mejor que hablarle al viendo.&mdas
El timbre de casa sonó y todos subieron que no era pablo ni nadie de la familia porque era muy bien conocido que siempre tenían la puerta abierta. Franco soltó la mano de Elise y fue a abrir. Vio a un hombre vestido de traje, impresionantemente alto e impecablemente vestido.—Buenas tardes, mi papá no se encuentra y no hace negocios desde casa.—Buenas tardes, estoy buscando a Lucrecia Cheng.—Lucrecia, ¿cuál es tu otro apellido? —gritó desde la puerta Franco.—Salomón.—Mamá se refería al de soltera—aclaró Priscila molesta.—Cheng.—Dijo con una sonrisa.—Lucrecia Salomón Cheng.—Alguien te busca aquí.Carrick y Sebastian se pararon detrás de Franco. Lucrecia les toc&oa
Lucrecia estaba junto a Verónica y Julianne cuando se dio cuenta de que estaba su padre en espera de los niños. Le vio y sonrió. Ella se acercó y le presentó a Verónica, la mujer sonrió y le estrechó la mano ambos comenzaron una fluida conversación con respecto a ser abuelos de gente más irresponsable que sus propios hijos.Alonso salió de la habitación y se encontró con Julianne y una amplia sonrisa.—Señora Burwish.—No hasta que me case por la iglesia.—Sí, te gusta complicarte.—Dijo Alonso y le abrazó.—Eres hija de tu mamáLos dos rieron y Julianne le dio una bolsa con una empanada horneada de tocino y pollo. Le dio una sonrisa y señaló a su madrastra y al curioso papá de su novia. Alonso le dio la empanada y se acercó
Alonso se levantó de inmediato e intentó explicarse. Lucrecia le aseguró que necesitaba de todo menos explicaciones. Estaba cansada. De ir, venir, sufrir, callar, esperar.—Estoy cansada—Dijo y Alonso le tomó de la mano.—Estoy cansada, molesta y dolida. Así que no voy a hablar más porque voy a decir tantas cosas que no debo y en un tono que no puedo controlar y despertaré a los niños y no quiero... solo déjame.Alonso murmuró algo de dormir en su oficina. La joven asintió y se fue al sofá. Se quedó sentada durante horas viendo por la ventana. Cuando los primeros rayos de sol salieron tomó una ducha y comenzó a empacar sus cosas.La mujer salió y metió todo en su auto. Luego se puso a preparar el desayuno junto con las encargadas de cocina. Cuando los niños se acer
La joven había organizado una fiesta libre de hombres, una fiesta en la cual solo estaban invitadas sus amigas en sus mejores pijamas y con copas de cóctel enormes. Las chicas tenían unos vasos de bombillos.—¿Qué están haciendo ese club de bandidas?—Saltando en el trampolín, pero creen que están volando—respondió Lucrecia.—Está preciosa la casa, Lucrecia.—La felicitó Marcela.Niza se acercó junto a Olivia.—Tengo un regalo de casa—Dijo Olivia y se los entregó.—Es una tontería, pero Alonso nos regaló lo mismo, espero no haberle copiado el regalo, ahora que lo pienso.—Gracias—replicó y abrió el empaque. Eran llaveros con las iniciales de Priscila y Lucrecia, además de sus cosas
Alonso y sus hijos estaban en la piscina, nadando en bóxer. El joven había pedido una pizza y hot dogs, además de batidos y gaseosas. Fabio se acercó a su papá y le dio un abrazo. Alonso sonrió y no preguntó por qué, solo disfrutó.—Tenemos mucho de que hablar—Anunció Franco.—Necesitamos planear la fiesta de Pri, el evento de mamá, la fiesta de Lucrecia.—Lucrecia canceló su viaje, Carrick y Julianne tienen un negocio que atender.—Genial y qué vas a hacer.—No sé, comprarle un pastel.—Ay papá, Dios te ayude—Dijo Lauren.—Ahoguémoslo—propuso el menor de sus hijos y se subió en su espalda los otros ayudaron a terminar de hundirle.—Ya reflexionaste.—S&i