Alonso salió de casa y se encontró con que faltaba el auto de Arturo. Los dos se vieron y su primo le dio una palmadita en el hombro.
El timbre de casa sonó y todos subieron que no era pablo ni nadie de la familia porque era muy bien conocido que siempre tenían la puerta abierta. Franco soltó la mano de Elise y fue a abrir. Vio a un hombre vestido de traje, impresionantemente alto e impecablemente vestido.—Buenas tardes, mi papá no se encuentra y no hace negocios desde casa.—Buenas tardes, estoy buscando a Lucrecia Cheng.—Lucrecia, ¿cuál es tu otro apellido? —gritó desde la puerta Franco.—Salomón.—Mamá se refería al de soltera—aclaró Priscila molesta.—Cheng.—Dijo con una sonrisa.—Lucrecia Salomón Cheng.—Alguien te busca aquí.Carrick y Sebastian se pararon detrás de Franco. Lucrecia les toc&oa
Lucrecia estaba junto a Verónica y Julianne cuando se dio cuenta de que estaba su padre en espera de los niños. Le vio y sonrió. Ella se acercó y le presentó a Verónica, la mujer sonrió y le estrechó la mano ambos comenzaron una fluida conversación con respecto a ser abuelos de gente más irresponsable que sus propios hijos.Alonso salió de la habitación y se encontró con Julianne y una amplia sonrisa.—Señora Burwish.—No hasta que me case por la iglesia.—Sí, te gusta complicarte.—Dijo Alonso y le abrazó.—Eres hija de tu mamáLos dos rieron y Julianne le dio una bolsa con una empanada horneada de tocino y pollo. Le dio una sonrisa y señaló a su madrastra y al curioso papá de su novia. Alonso le dio la empanada y se acercó
Alonso se levantó de inmediato e intentó explicarse. Lucrecia le aseguró que necesitaba de todo menos explicaciones. Estaba cansada. De ir, venir, sufrir, callar, esperar.—Estoy cansada—Dijo y Alonso le tomó de la mano.—Estoy cansada, molesta y dolida. Así que no voy a hablar más porque voy a decir tantas cosas que no debo y en un tono que no puedo controlar y despertaré a los niños y no quiero... solo déjame.Alonso murmuró algo de dormir en su oficina. La joven asintió y se fue al sofá. Se quedó sentada durante horas viendo por la ventana. Cuando los primeros rayos de sol salieron tomó una ducha y comenzó a empacar sus cosas.La mujer salió y metió todo en su auto. Luego se puso a preparar el desayuno junto con las encargadas de cocina. Cuando los niños se acer
La joven había organizado una fiesta libre de hombres, una fiesta en la cual solo estaban invitadas sus amigas en sus mejores pijamas y con copas de cóctel enormes. Las chicas tenían unos vasos de bombillos.—¿Qué están haciendo ese club de bandidas?—Saltando en el trampolín, pero creen que están volando—respondió Lucrecia.—Está preciosa la casa, Lucrecia.—La felicitó Marcela.Niza se acercó junto a Olivia.—Tengo un regalo de casa—Dijo Olivia y se los entregó.—Es una tontería, pero Alonso nos regaló lo mismo, espero no haberle copiado el regalo, ahora que lo pienso.—Gracias—replicó y abrió el empaque. Eran llaveros con las iniciales de Priscila y Lucrecia, además de sus cosas
Alonso y sus hijos estaban en la piscina, nadando en bóxer. El joven había pedido una pizza y hot dogs, además de batidos y gaseosas. Fabio se acercó a su papá y le dio un abrazo. Alonso sonrió y no preguntó por qué, solo disfrutó.—Tenemos mucho de que hablar—Anunció Franco.—Necesitamos planear la fiesta de Pri, el evento de mamá, la fiesta de Lucrecia.—Lucrecia canceló su viaje, Carrick y Julianne tienen un negocio que atender.—Genial y qué vas a hacer.—No sé, comprarle un pastel.—Ay papá, Dios te ayude—Dijo Lauren.—Ahoguémoslo—propuso el menor de sus hijos y se subió en su espalda los otros ayudaron a terminar de hundirle.—Ya reflexionaste.—S&i
Alonso puso a su novia en el suelo y le dio un beso en los labios, la acercó a él y le mostró el sótano como lo había decorado el lugar con unas cuantas rosas y velas, un colchón y unos apetitivos y unas cuantas velas.—¿Quieres que las encienda?—¿Tú hiciste esto o Serena?—Yo, Lucrecia—Aclaró con un falso tono de ofensa y los dos rieron.—Hasta aspiré el colchón.—¿Sabes que no podemos?—Sí, pero podemos tomar una copa de vino, a solas —Dijo mientras la servía.—Descansar un momento.Alonso vio su celularEllisEsto es terrible.EmilioNo tanto, la verdad, yo estaría tratando de tener sexo en el trampolín y e
Lucrecia y Priscila fueron a cenar con el señor Cheng, los dos estaban conversando como si se conocieran de toda la vida y Lucrecia les veía en silencio.—Mamá estos días me voy a quedar en casa del abuelo.—Ok, Emma está emocionada de recibirte cuando gustes o si papá tiene que salir corriendo.—Nosotros nos las arreglaremos—replicó Priscila.Lucrecia no dijo nada, solo vio el celular. Desde el sábado en la noche Alonso había estado en una especie de ley del hielo que la estaba volviendo loca. La joven se quedó en silencio—¿Por qué no estás diciendo cosas de mamá?—Alonso... No parece... No parece que venga conmigo, pero igual voy a viajar.—Podemos ir contigo.—No es personal, pero, voy a pasar mi cumpleaños p
Alonso y Lucrecia bajaron y la joven se encontró con rosas rosadas por toda la casa, hasta salir al jardín el cual estaba inundado de rosas blancas rosadas, amarillas, anaranjadas y en las mesas había un color lilas, divinas.—Las pinté yo mismo.—Lucrecia le vio seria.—¿Por qué no estás riendo?—No harías eso.—Ellis siempre le dice a Marcela.—Él las pinta.—Alonso vio a su novia y a su hermano pequeño el cual estaba pasando mermelada por el pan de sus hijas.—Papá, llevamos una hora esperando no seas mal educado.—Feliz cumpleaños, Lu—gritó el menor de los hijos de su novio. Todos comenzaron a felicitarle. Lucrecia saludó a todos sus invitados, amigos del trabajo, amigos de la familia.