Alonso y Lucrecia bajaron y la joven se encontró con rosas rosadas por toda la casa, hasta salir al jardín el cual estaba inundado de rosas blancas rosadas, amarillas, anaranjadas y en las mesas había un color lilas, divinas.
Volviendo loco al jefeLucrecia despertó primero y escuchó el teléfono de Alonso sonar, fue corriendo contestar y se sorprendió al encontrarse con una videollamada por parte de Samuel, Franco y Priscila.—Buenas, qué tal si nos hubiesen intentado matar—Amenazó Charlie.—Una infección intestinal—Añadió Priscila.—Cáncer—Declaró Fabio y todos sus hermanos le vieron antes de reír.—Hola, chicos.—Hola—Respondió el resto.—¿En dónde están?—En una isla preciosa.—¿Qué van a hacer hoy?—preguntó Lauren.—Aparte de lo obvio—Alonso ajustó la cámara y sonrió al ver a los chicos. 
Lucrecia estaba sorprendida con el retiro y con todo el trabajo y esfuerzo que había significado para Alonso el cual no es fan del yoga, la meditación ni las energías. Había trabajado duro en cumplir con las metas.Llevaban un día en silencio absoluto. Lucrecia tomó una ducha y fue a vestirse. Todo se sentía tan diferente dentro de ella. Esa paz, esa felicidad, se sentía mejor que con años de terapia.Alonso estaba sentado viendo el mar cuando Lucrecia le acarició en el hombro y los dos sonrieron.La música volvió a sonar para indicar que el silencio había finalizado.Lucrecia tomó la mano de Alonso y le dio un beso en los labios. Él sonrió y los dos decidieron hablar en el silencio que les había conectado. Sabían que tenían unas dos horas antes de la terapia grupallos
Tokio fue una experiencia impactante, la ciudad es una locura es como probar un pedazo del futuro con una mezcla cultural única, sin embargo, Japón es más que una gran ciudad desarrollada, también es un destino turístico y en él estaba el lugar favorito de Alonso.Siempre quería disfrutar de Okinawa. El mar la montaña, la vida en general era maravillosa, el lugar perfecto para desentenderse, disfrutar y descansar y le parecía el lugar perfecto para disfrutar con Lucrecia y proponerle matrimonio.Alonso llevaba los últimos días pensándolo y una propuesta no era lo que quería. Ellos habían hablado. Lucrecia estaba conversando con Valentina. Las dos estaban riendo mientras Alonso hacía una conferencia con todos sus hijos. Los ocho pares de ojos le miraban con atención mientras esperaban que su papá hablase. En realidad estaba
Un año y unos meses más tarde.Lucrecia estaba en su oficina. Viendo una fotografía de sus hijos, sonrió y tomó la llamada que estaba esperando. Era Fabio el cual quería asegurarse de que tomara el vuelo.—Mi amor, tengo que ir a ver al abuelo y una hora más tarde me voy a Mainvillage de vuelta.—Lo sé, pero la vez pasada te dejó el vuelo, papá hizo berrinche porque no querías ir en jet privado, y blah, blah.—Sí, mi amor, lo sé, pero voy a estar los próximos tres meses en casa y será maravilloso. Ahora, relajado, llevo todo, no se me va el vuelo y si no igual llego caminando.—Bien, Alonso y Charlie están esperando para hablarte.Lucrecia disfrutaba de la conversación con ese par. Era alucinante lo divertidos que le resultaban
Priscila tuvo que confesar en el baño lo que estaba pasando afuera, Elise y Lucrecia le miraron incrédulas. Lucrecia supo que Alonso iba a perderlo cuando vio a su hijo tirarle el frasco con orines encima. Alonso se quedó mirándole y no hizo nada. Samuel le sostuvo del cuello y dijo:—Está traficando. —¿Qué?—preguntó confundido. —Priscila y yo encontramos unos diez mil dólares y más drogas de las que he visto juntas en sus medias y calzoncillos. Pablo le dio un puñetazo a su hermano, otro y otro, Samueles defendió y Franco intentó separarles por lo que terminó golpeado. Alonso se acercó a sus hijos y les tiró la botella de agua fría, Pablo seguía pegándoles a sus hermanos, por lo que le echó encima y le dio un puñetazo para noquearle. —No lo quiero ver, llévenlo a su habitación por favor. Lucrecia se acercó a su esposo. Le ofreció una mano y él negó con la cabeza an
Unos días más tarde los chicos regresaron a casa y le dieron las gracias a su madrastra por haber hecho todo para mantenerles ocupados, desde aventuras acuáticas a hasta documentales sobre animales que sabían que Lucrecia y Priscila odiaban, incluso los habían declarado como problema genético. La mujer se mantuvo pendiente de sus hijos el resto de la semana y esperó con ansias un mensaje, una llamada unas flores que no justificaran nada, pero que hablaran en silencio y dijera lo siento. En su lugar recibió el silencio cargado de silencio. La joven regresó a casa para cenar y se encontró con sus hijos, preparando la cena. Les miró y fue olla por olla. —¡Te vas a morir con el postre!—Dijo Alonso jr. Todos rieron ante la cara de terror de su madrastra. Lucrecia le dio besos en la cada mejilla a cada uno de sus hijos y les agradeció por preparar la cena. —¿Vas a tomar una ducha? —Sí, sí
Lucrecia se fue a su casa sola, subió en el auto y condujo a casa. En cuanto entró a su habitación se permitió llorar; una mezcla de dolor, de impotencia y vergüenza. Las lágrimas salían sin control, no podía detenerse por más que el orgullo le pedía a su cerebro que se detuviera porque alguien podía llegar, Alonso podía entrar en cualquier momento. Lo único que iba a encontrar era a su mujer derrotada. Lucrecia se dio cuenta de que por más que lo intentara no podía dejar de llorar, era la primera vez que quería que alguien de rescatar, quería que él abriese esa puerta y la abrazara y prometiera que todo iba a estar bien incluso cuando no tuviese certeza, sin embargo, con forma pasaban las horas se daba cuenta de que el amor no era como en las películas, el amor podía ser doloroso y cruel. Es como si no pudiese detenerse, el dolor era inmenso, demasiado potente y asfixiante, por qué si lo había amado tanto, si había rezado tanto se esforzó
Alonso estaba cansado. Cuando regresó a casa se encontró que tanto sus hijos como su esposa estaban fuera después de un emocionante día de diversión en un parque de atracciones. Él fue a tomar una ducha y escuchó los cornetazos de un auto. Salió para encontrarse con su hermano menor le invitó a comer en su casa, estaban todos sus hermanos y sabía que los niños no estaban en la casa así que tenían suficiente para que Alonso le hiciera caso. Ellis se sentó dentro de la casa a esperarlo, vio a su hermano mayor agotado, incluso desgastad. Alonso reconoció que estaba listo y siguió a su hermano a su auto, no se sentía en ánimos de conducir. Se sentó del lado del copiloto y Ellis encendió el auto y emprendió hacia casa. Alonso reclinó el asiento y cerró los ojos. —¿Cómo están Lucrecia y tú?—preguntó Ellis. —No hemos hablado, me puso un correo que va a salir de la ciudad unos días y que cuando r