Capítulo 2.

–Contesta, mamá, contesta – le ruego al celular mientras me lo pego al oído y termino de ponerme los zapatos de trabajo.

–¿Sí? – responde mi madre.

–¡Mama, soy yo! – chillo emocionada.

–Morgan, ¡monita! ¿Cómo estás? – me pregunta, llamándome por el apodo que yo misma me puse cuando tenía como cuatro años.

–Bien, mamá – decido no contarle que termine con John, sé que cuando ella se entere me odiará, creo que mi madre quiere más a John de lo que me quiere a mí, y no quiero una tragedia, mucho menos meter el dedo en una llaga que todavía me duele.

¡Maldito John! Como lo vea en la calle le tiro café encima, me prometo.

–¿Tu cómo estás? – le pregunto.

–Muy atareada, monita, los preparativos de la boda de tu hermana me tienen loca, cuando parece que ya no hay nada que hacer sale alguna otra cosa y ¿A quién crees que le toca correr? – hace una pausa – por supuesto a mi – se responde a si misma.

–¿No debería ser Kate? Quiero decir, ella es la que va a casarse.

–¡Yo no sé done tiene la cabeza esa muchachita! – a pesar de que estamos al teléfono, puedo saber casi con seguridad que mi madre está volteando los ojos de forma dramática en este momento.

–¿A qué te refieres? ¿No se está haciendo cargo del matrimonio?

–Kate no se hace cargo ni de sus patas – la ofende y yo suelto una carcajada – no sé si está nerviosa, ansiosa o que es lo que pasa con ella, pero tal parece que no tiene conciencia de que solo en quince días va a casarse.

–Ujum – musito poniéndome el reloj de mano sobre la muñeca izquierda – creo que eso sucede cuando una joven de veinte años se casa, ¿No es asi?

Intento hacerle conversación a mi madre sobre el matrimonio porque tengo que saber que tan seria es esta celebración, necesito saber si ella y Jared realmente están enamorados o es solo otro más de los muchos caprichos de Kate Bell.

–¡Lo dices como si tuviera quince años, hija!

–Pues Kate tiene veinte, no está muy lejos de los quince, ni por su edad, ni mucho menos por su cabeza – suspiro.

–No seas tan dura con ella – mi madre habla como si hasta hace unos segundos ella no se hubiera estado quejando de la actitud de Kate por su boda.

–No estoy siendo dura, estoy siendo realista, ¿Casarse a los veinte años? ¿A quién diablos se le ocurre algo como eso?

–¡Kate! – me regaña mi madre. SI, tengo veinticinco años y ella todavía me regaña por decir palabrotas.

–¡Es la verdad, mamá! Kate ni siquiera se ha graduado de la universidad – le recuerdo.

–Pues cuando yo me casé con tu padre tenía dieciocho.

–Eran tiempos diferentes – Y mi padre no es Jared Walker, me digo mentalmente.

–Cuando hay amor, todo es lo mismo – suspira – aún recuerdo la emoción de confeccionar el vestido, elegir el pastel, decidir sobre la música y planear la luna de miel…

–¡Ugh! Creo que puedes detenerte ahí, no quiero detalles asquerosos.

–Tampoco iba a dártelos.

–Que bien – silencio en la línea – mamá, ¿Kate está emocionada?

–¡Si! – chilla – y deberías verla con el vestido que eligió, parece toda una princesa.

–No lo dudo – bufo. Mi hermana Kate es de esas personas que con todo se ven jodidamente bien, ella es de ese tipo de mujer que nunca parece desarreglada, su cabello siempre está en orden, su manicura siempre perfecta, su piel como una porcelana y su cuerpo perfectamente delineado. Nunca he visto a Kate con kilos de más, desde que era una niña siempre ha sido igual, alta, esbelta, como una muñeca.

Yo soy todo lo contrario, la mayor parte del tiempo ando en ropa de estar en casa, mi piel es morena, ni muy blanca ni muy oscura, mis ojos son de color negro, y mi cuerpo tiene más curvas de las que me gustaría, no para considerarme gorda, pero si para estar siempre entre ese límite de saludable y pasada de peso.

Creo que por eso odié a Kate durante tanto tiempo. Pero no me malinterpreten, no es que le tenga envidia, es que siempre quise ser un poco más como ella, en parte porque siempre me molestaban en la secundaria.

Durante aquellos tortuosos años escuché a muchas personas decirme, “Si bajaras un poco más de peso, serias perfecta” “Estas algo rellenita” “Vas a crecer mucho” esos eran los comentarios más decentes, y después estaban los comentarios malos, aquellos que me decía la gente como Jared.

“Eres una gorda insípida” “Ve a comerte una rosquilla” “límpiate la grasa”

Recuerdo esas palabras y mi mente se aturde, voy al espejo de casa y me recuerdo a mí misma que ya no soy esa chica de la que todo el mundo se burlaba, he cambiado, puede que no sea 90 – 60 – 90, pero con el ejercicio y una dieta medianamente balanceada he logrado que la grasa de mi cuerpo se acumule en zonas no tan problemáticas, como el culo.

–¡Cariño! ¿Sigues ahí? – pregunta mi madre.

Yo quito la mirada del espejo y le respondo – sí, sí, aquí estoy todavía, ¿Qué me decías del vestido de Kate?

–Que vas a morirte cuando lo veas – suspira.

–Mamá, ¿Qué hay de ese novio de ella?

–¿Jared?

–Si, Jared, ¿Lo conoces bien?

–Si, es un joven de buena familia, tiene un trabajo estable, y está loco por tu hermana.

¡No lo dudo!

–¿No te parece un poco mayor para Kate? Ella tiene veinte y él casi treinta.

–Es mejor eso a que meta las patas con algún idiota que no sepa ni donde está parado – exagera – espera, ¿Cómo sabes la edad de Jared?

–¿Enserio no lo recuerdas? – cuestiono, no puedo creer que mi madre se haya olvidado de los años más difíciles de mi vida.

–No…

–¿Recuerdas que en noveno grado tuviste que ir al colegio porque había unos idiotas de último curso que me trataban mal?

–Eso creo… – titubea.

–Bien, pues Jared era uno de esos idiotas – le recuerdo.

Ella suelta una carcajada y a mí me sale humo por las orejas, no puedo creer que mi propia madre se esté burlando del infierno que viví cuando solo era una adolescente.

–¿No es el mismo del que estabas enamorada?

Yo siento que las mejillas se me ponen rojas.

–No, ¿Por qué dices eso? – miento.

–Escribías su nombre en todos tus cuadernos – se burla – Jared y Morgan, Morgan y Jared. No puedo creer que olvidé esto – ella continúa riéndose.

–¿Y sigue siendo igual de idiota?

–¿Jared?

–Si, mamá, obviamente Jared.

–Bájale al tonito, que no se te olvide que es tu madre a quien le hablas – me regaña – Jared ya no es el mismo niño infantil, si eso es lo que te preocupa.

–No me preocupa, solo me da curiosidad.

–Uy, ¡Cariño! Se me va a quemar el pollo que deje en el horno, te llamo después – ella cuelga el teléfono y yo suelto un suspiro.

No sé qué clase de bebedizo le dio Jared a mi familia, pero yo no me como el cuentico de que ha cambiado, la gente como Jared Walker sigue siendo siempre igual, ellos no cambian porque no tienen que hacerlo, tienen el mundo a sus pies y la vida les es fácil.

Y yo no voy a dejar que mi hermana se case con él.

Agarro el blazer del conjunto que estoy usando y salgo del departamento, cierro la puerta y voy directo al garaje donde está mi auto, me subo en el, piso el acelerador y me sumerjo en las calles de Seattle, escucho a Rihanna que suena a todo volumen por el altavoz, y pienso en el maldito de Jared Walker.

No sé porque lo tengo tan metido dentro de mi cabeza, si por todo lo que me hizo sufrir, o por lo mucho que, a pesar de eso, yo lo amaba. Ahora que lo pienso bien, creo que siempre he tenido trastornos psicológicos fuertes, quiero decir, ¿Quién en su sano juicio se enamora de alguien que no hace más que despreciarte?

¡Dios!

Llego a la oficina exhausta y con dolor de cabeza, entro a una junta directiva, pero no logro concentrarme, por suerte nadie me habla porque estoy segura de que no soy capaz de responder nada medianamente inteligente en este momento.

No puedo trabajar asi, no puedo seguir con mi vida sabiendo que Jared Walker anda caminando por mi casa como si fuera parte de la familia, después de todo, ¿Qué clase de descarado es Jared? ¿No le da pena haberse metido con mi hermana después de todo lo que me hizo?

–jefe, ¿Puedo entrar? – toco a la puerta de cristal.

Él me hace una seña con la mano para que siga, pero mantiene la vista clavada en su portátil.

–Si no es un buen momento puedo volver después.

–No…solo déjame terminar de hacer esto…y listo – baja la pantalla del computador y me mira – ¿Necesitas algo?

–Si, de hecho, si – sonrío – ¿Recuerda el permiso que pedí para asistir al matrimonio de mi hermana? Es en quince días.

–Si, lo recuerdo – asiente.

–Quiero saber si sería posible adelantar mis vacaciones de fin de año.

–No entiendo.

–Mi madre está muy atareada, y me gustaría poder acompañarla, quisiera tomar mis quince días de vacaciones de fin de año y trasladaras a … Ya.

Él frunce los labios y se recuesta en la silla negra – muy bien.

–¿Enserio? – pregunto emocionada.

–¿Esperabas que te dijera que no?

–¡No! Claro que no. Gracias jefe, le debo una – salgo de la oficina feliz y contoneándome.  

–¡Bell! – me llama – tus vacaciones no serán remuneradas – dice.

–¡No importa! – respondo y cierro la puerta de la oficina.

Lo bueno de trabajar en una agencia publicista es que aquí el ambiente es más relajado que en el resto de las empresas. Y aunque normalmente odio el desorden de los empleados, en este momento, este ambiente “relajado” me conviene mucho.

Termino mi jornada de trabajo, algunas cosas que debía hacer y entonces regreso a casa, con el único propósito de hacer mis maletas para volar a Portland y detener la boda entre Jared Walker y Kate Bell.

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