Capítulo 4.

–¡Tú sabes quién soy yo, Jared Walker! – le grito.

El hombre no me responde, por el contrario, sigue con su camino como si nada, como si mi presencia fuera imaginaria, o peor aún, como si yo estuviera loca. Él hace el intento de entrar en el baño debajo de la escalera.

Si, en mi casa hay un baño debajo de la escalera, es pequeño, parece un cubículo y si no tienes cuidado puedes darte un golpe contra la pared, básicamente se reduce a una taza y un lavamos que en realidad parece construido para una familia de hobbits, aun asi, Jared planea entrar, lo que me indica que está huyendo de mí.

¡Desgraciado! ¡Cobarde! E idiota.

El chico abre la puerta del baño, pero yo la vuelvo a cerrar con la palma de mi mano, enseguida el ardor del golpe me recorre todo el brazo, pero yo lo ignoro.

–Eso suena a que dolió mucho – se burla de mi y mira mi mano roja.

–No, no me dolió – me hago la fuerte, aunque en realidad quiero llorar.

–¿Qué quieres, Morgan Bell?

–Quiero que me digas la verdad.  

–¿Cuál verdad? – él se lleva la manzana a la boca y el sonido me parece asqueroso, el choque de sus dientes contra la fruta me chilla en el oído.

–Tú sabes de lo que estoy hablando – frunzo el ceño. Alrededor hay mucho silencio y eso nunca ha sido bueno para mi trastorno de ansiedad.

–Claramente no – suelta como si nada y sigue masticando.

Yo siento que la cabeza me va a explotar, estamos demasiado cerca y puedo escuchar cada uno de los ruidos que hace su boca, asi que en un intento desesperado que me evite enloquecer, le agarro la mano, cojo la manzana y la tiro al suelo.

–Hay niños muriendo de hambre en África – sisea con el ceño fruncido.

–Esta manzana no los iba a salvar – levanto una ceja.

–¡Joder que eres cruel! – se ríe de medio lado y los hoyuelos en su cara sobresalen.

Siempre me ha parecido que los hoyuelos son la cosa más sensual del mundo, creo que todas las personas guapas que he conocido los tienen, Jared, Kate, esa chica del trabajo que tiene cara de ángel. Es como una marca, la marca de la belleza, una que claramente yo no tengo.  

–¿Qué estás mirando? – me pregunta con jocosidad.

–Tienes una mugre ahí – señalo un punto inexistente en su rostro.

–¡Aja! No me digas – Jared cruza sus brazos sobre su pecho y cada uno de los músculos de su cuerpo se contraen.

Entiendo porque Kate se fijo en él, es decir, ¿Quién en su sano juicio podría no fijarse en Jared Walker? En realidad, tengo la respuesta a esa pregunta: Cualquier persona con un poco de sentido común evitaría fijarse en él.

–Deja de distraerme – le pido.

–¿Eso es lo que crees que hago? – la sonrisa, la misma maldita sonrisa engreída en su rostro.

–Es claro que sí.

–¿De qué forma insinúas que te estoy distrayendo, Morgan? – me pregunta y yo solo puedo ver sus labios ligeramente pálidos muy cerca de mí.

No recordaba que Jared fuera tan atractivo, quiza se deba a la edad, el hombre es como el Whiskey, entre más añejo entonces mejor.

–Tú sabes – frunzo el ceño.

–Me parece que haces muchas presunciones de lo que sé y de lo que no – niega con la cabeza – pero yo aquí soy inocente.

–Si claro – el hombre me está envolviendo en una telaraña de idioteces, llevamos como cinco minutos aquí discutiendo y yo no le he dicho lo que de verdad quiero que oiga.

–Creo que tienes un problema de atención, deberías hacerte revisar, he leído que si se trata a tiempo puede ser una condición que mejora, claramente tienes que hacer algunos ejercicios y algunas…

–¡Cállate la boca! – lo señalo con el dedo y lo acorralo contra la pared, a la que él se mueve sin poner objeción – estás intentando distraerme porque sabes que yo sé la verdad respecto a ti.

–¿Ah sí? – abre los ojos con sorpresa.

–Si, tú sabes quién soy yo, me conoces perfectamente, sabes todo lo que me hiciste.

–¿Qué te hice, Morgan? – sonríe de medio lado.

Pienso en las palabras saliendo de mi boca y me siento estúpida al instante, es algo aniñado hablar de estas cosas después de tanto tiempo, han pasado casi quince años desde la ultima vez que Jared Walker me dijo gorda en frente de toda la secundaria, ¿Por qué no puedo olvidarlo?

Quiza porque merezco una disculpa – me dice el diablito en mi hombro.

–Tú lo recuerdas, recuerdas cada una de las humillaciones que me hiciste pasar en la secundaria.

–¿Qué humillaciones?

–Todas esas… – no quiero decir la palabra gorda o fea, me da miedo pronunciarlas, desde que crecí las he tenido vetadas de mi vocabulario, esas dos palabras desencadenan mis demonios más profundos.

Y sé que, si les doy rienda suelta, Jared no sale vivo de estas, y creo que matar al prometido de mi hermana es un poco excesivo.

O quiza no – vuelve a decirme el diablito al oído.

–Estabas en último año, yo estaba en primero de preparatoria, tu me llamaste de una forma despectiva y yo te golpee, ¿Ya se te olvido quien fui la que te dejo la nariz asi? – me acerco más a él, tanto que puedo ver las pecas en su rostro.

Él chasque la lengua – tu eres esa Morgan – dice de forma lenta.

–Si, yo soy esa Morgan.

–¿Qué te paso? Ya no eres gorda – me mira de la cabeza a los pies – o bueno, ya no eres tan gorda – susurra.

Voy a estrangularlo, juro que voy a hacerlo y lo colgaré en la entrada de la escuela como muestra de venganza.

–Las personas cambian – aseguro – tu, por el contrario, sigues siendo el mismo imbécil de siempre.

–¿Qué te hace creer eso? – dice con un gesto exagerado.

–Puede que en esta casa tengas engañado a todo el mundo, puede que mi madre crea que eres un angelito y que Kate esté enamorada de ti, pero yo soy diferente, y te conozco, sé que eres una mala persona, sé que eres un ser despreciable al que le gusta burlarse de la gente y hacerle la vida imposible. Y créeme, no vas a quedarte con mi hermana menor – no sé en que momento, pero cuando me doy cuenta me he acercado tanto a él que puedo oler su aliento a manzana y cerveza.

–¿No te parece un poco absurdo pelear por algo que paso hace tanto tiempo? ¿No crees que estamos lo suficientemente grandes para dejar el pasado en eso, pasado?

–Tienes razón, quiza sea momento de avanzar – hago una mueca – entonces pídeme perdón.

–¿Que?

–Ya escuchaste, que me pidas perdón, quiero escuchar de tu boca, las palabras: Morgan, perdón por haber sido un infeliz toda mi vida y haberte hecho pasar los peores años de tu vida en la escuela.

Jared me mira fijamente con esos ojos color avellana y por un segundo su pupila se dilata.

–Morgan… – suspira y hace una pausa. Mi corazón comienza a acelerarse enseguida – puedes irte al demonio – masculla en mi oído – deja se estar tan obsesionada conmigo – sonríe.

–¿Obsesionada?

–¿Crees que no lo sé? – pregunta en medio de una carcajada.

–¿Saber qué?

–Que estás enamorada de mí, Morgan Bell, toda la escuela se enteró.

Mis mejillas se sienten calientes, estoy sudando frio y puedo jurar que estoy a punto de tener un par cardiaco – No sé de que estás hablando.

–Estoy hablando de mi nombre en cada uno de tus cuadernos, estoy hablando de los corazones y de todas las ridiculeces que escribiste.

–No era yo, debes estar equivocado – me llevo un mechón de cabello detrás de la oreja y me alejo de él para no tener que verlo a los ojos.

–No, no estoy equivocado – camina en mi dirección – ¿Quieres que recordemos todo lo que vivimos en la secundaria? Pues bien, podemos recordarlo, yo no tengo problema con eso – ahora es él quien me acorrala contra la pared detrás de mí – pero si crees que vas a frustrar mi matrimonio con Kate, entonces estás demente, Bell. Porque voy a casarme con tu hermana, te guste o no.

Sus ojos se tornan oscuros y la expresión en su rostro cambia de repente, lo que me hace preguntarme, ¿Qué demonios está escondiendo Jared Walker?

–Me importa un demonio lo que creas saber de mí, no te vas a meter en mi relación, ¿Por qué no lo superas de una vez? Esta claro que ya no eres la misma Morgan, ¿Eso es lo que querías oír? ¿Qué estas jodidamente buena?

–No, no era eso – tartamudeo.

Él se acerca demasiado, su pecho está chocando con el mío y su respiración esta agitada. Mis bragas se acaban de mojar y yo me doy una cachetada mental, ¿Qué pasa conmigo? Es solo un hombre, ¿Por qué no puedo controlarme?

Porque él no es solo un hombre, él es Jared – vuelve a intervenir el diablo de mi hombro.

Voy a decir algo, pero la puerta de casa se abre y mi madre y Kate aparecen cargando bolsas de compra. Ambas nos miran con el ceño fruncido.

No sé qué debe ser más extraño para ellas, el hecho de que yo esté aquí o la cercanía entre el cuerpo de Jared y el mío.

–¡Monita! – chilla mi madre.

Yo me alejo de Jared, pero no por mucho tiempo, lo tengo en mi radar, él está ocultando algo y yo quiero saber que es.

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