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3-Tengo una hija

Capítulo 3

Emiliano yacía en la camilla del hospital mirando hacia la nada, la luz blanca y fría del lugar contrastaba con la calidez de los recuerdos que invadían su mente. Su corazón, debilitado por sus achaques latía con dificultad, pero su pensamiento estaba claro y en un solo lugar. Solo había una cosa que lo mantenía en pie hasta el momento y eso era su hija, Amara. 

Él la había mantenido en secreto durante años porque así ella lo había querido, pero ahora, en su lecho de muerte sabía que debía pasarle la receta secreta de su vino. Ese era su legado y su derecho, por lo que no podía dejar que se perdiera tras su muerte.

Cuando Luciano entró en la habitación para ver como seguía su padre, Emiliano lo miró con una mezcla de amor y agradecimiento. Su hijo de corazón había sido su apoyo incondicional en todo momento, pero en ese instante, había algo más que necesitaba compartir con él. Luciano se acercó para platicar con él y en su rostro su padre vio reflejado el sentimiento de angustia y preocupación que sentía.

– ¿Cómo te sientes, viejo? – preguntó Luciano con la voz tensa – Menudo susto nos diste.

Emiliano tomó un profundo respiro antes de hablar, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de revelar. Nadie conocía su secreto más guardado, pero en este momento necesitaba que saliera a la luz si quería ir a ver a su hija.

– Luciano, estoy bien puedes estar tranquilo. Sin embargo, 

hay algo de lo que quiero hablarte y que debes saber. Esto es muy importante para mí y hasta el momento jamás se lo había dicho a nadie – comenzó a decir mirándolo seriamente y Luciano de inmediato sintió curiosidad por saber a qué se refería. 

– ¿Qué pasa, viejo? Sabes que puedes decirme lo que sea que yo siempre estaré dispuesto a escucharte.

– Tú sabes que desde que llegaste a mi vida siempre te he tratado como si fueras un hijo para mí y no me he arrepentido en ningún momento de hacerlo. No obstante, creo que ya es momento de que sepas que tengo una hija.

Al escuchar eso Luciano se quedó paralizado por completo al no esperárselo. Sus ojos se abrieron con incredulidad, ya que jamás imaginó que Emiliano tuviera una hija. Desde que él se casó con su madre cuando apenas él tenía seis años, jamás había conocido de la existencia de esa supuesta hija.

– ¿Qué estás diciendo? ¿Tú tienes una hija? ¿Por qué nunca nos dijiste nada de eso? – preguntó mientras su mente trataba de procesar la revelación.

– Si no lo hice es porque jamás me preguntaron y no creí que fuera necesario que supieran. La vida y la convivencia entre tu madre y yo ha sido complicada, por lo que no quería que mi hija se viera afectada por mis decisiones – explicó Emiliano sintiendo que cada palabra era un esfuerzo monumental – Su nombre es Amara Donovan. Es una chica dulce, amable y con un corazón hermoso, yo siempre la he amado por sobre todas las cosas, pero ahora necesito que la conozcas. 

– Si lo que dices es verdad ¿Dónde está tu hija? ¿Por qué nunca no la has traído antes aunque sea solo una vez? – preguntó Luciano sintiendo una mezcla de sorpresa y confusión. La idea de tener una hermanastra desconocida lo descolocaba demasiado.

– Ella vive en un lugar humilde, lejos de aquí, pero eso no importa ahora. Lo que importa aquí es que necesito que me ayudes a salir de este hospital antes de que sea demasiado tarde. Debo viajar para ir a verla antes de morir – dijo Emiliano con su voz cargada de urgencia.

Luciano sintió que el mundo se le venía abajo. Las palabras de Emiliano lo tenían por completo fuera de lugar, pero lo que más lo desconcertó fue la petición que este le acababa de hacer. Él sabía que su condición era grave y aun así no le importaba.

– ¿Acabas de pedirme que te saque del hospital? Papá, sabes que no puedes hacer eso bajo ningún concepto. Estás gravemente enfermo y necesitas quedarte aquí para que puedas recuperarte – dijo en un tono serio, pero a la vez lleno de preocupación.

– ¡No, Luciano! No tengo tiempo para eso y lo sabes. Si no veo a mi hija pronto, sabes que no tendré la oportunidad de verla una vez más. Me niego a irme de este mundo sin antes haberla visto por última vez.

Luciano se sintió atrapado entre el deseo de cumplir con el último deseo de su padre y la realidad de su estado de salud. Él solo quería ver a su hija una última vez, pero Luciano solamente estaba pensando en su bienestar.

– Papá, no puedes salir de aquí, lo siento. Necesitas descansar y recuperarte para que entonces cuando estés recuperado puedas ir a ver a tu hija. No puedo permitir que te arriesgues de esa manera si hay otras formas – dijo sintiendo que la frustración lo invadía.

– Escúchame bien, Luciano. Si no voy a ver a Amara por las buenas será por las malas porque de cualquier manera voy a salir de aquí con tu ayuda o sin ella. Así que si no me vas a ayudar entonces no estorbes. 

Luciano sintió que su corazón se rompía al escuchar esas palabras. La idea de que su padre pudiera morir si hacía ese viaje lo invadía, pero sabía que cuando algo se le metía en la cabeza al viejo nadie podía hacerlo cambiar de opinión. Es por eso que bajo todo pronóstico decidió hacer lo que él le pedía, antes de que cometiera una locura.

– Está bien, papá, tú ganas. Si realmente crees que esto es lo mejor para ti, entonces lo haré. Sin embargo, necesito que me prometas que serás cuidadoso en todo momento y que no pondrás en riesgo tu salud – dijo sintiendo que la decisión le pesaba enormemente.

– Gracias, hijo. Prometo que seré cuidadoso en todo momento. Solo necesito un poco de tiempo para ver a Amara, ya que es lo único que deseo antes de partir. Eso sí, ella no puede saber qué estoy enfermo, le prohíbo que se lo cuente. No quiero que esté triste el poco tiempo que estaré con ella.

Luciano se sintió abrumado al escuchar eso, pero sabía que no podía negarle a su padre este último deseo. La revelación de Amara había cambiado muchas cosas para él y ahora más que nunca se sentía confundido. No tenía idea de las consecuencias que podía traer la aparición de su hija, pero ese no era el momento para averiguarlo.

Con un profundo suspiro se preparó para enfrentar el desafío que se avecinaba, sabiendo que la vida de su padre y el futuro de su familia dependían de ello. A su madre no la haría gracia saber de la existencia de esa hija desconocida, pero tampoco es como si algo se la hiciera.

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