2- Mi deseo más grande

Emma

 ¿Anticonceptivos? ¿He estado tomando anticonceptivos? 

El shock me golpea con tanta fuerza que me cuesta respirar. Mis ojos se agrandan, y las palabras parecen no tener sentido.

—Doctor, debe estar equivocado. Estas… estas son las pastillas que llevo años tomando para mi aflicción, no pueden ser otra cosa y cada vez que se me acaban, mi esposo va y…-

De repente mi cerebro hormiguea por un momento, sí, mi esposo…. Cada vez que se me acababa la medicación, Jhon me la compra nuevamente y la pone en el botiquín.

No, no lo creo.

Algo me vino de repente y arrebaté los dos frascos de pastillas de la mano del médico y me los eché en la palma de la mano.

Es todo blanco, pero hay una sutil diferencia.

—No... no puede ser —susurro, las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos otra vez.

Nunca lo había notado, nunca había dudado de él porque lo amaba con toda mi alma y mi corazón, pero ¿por qué?

—Emma, ​​debo ser honesto contigo. Esos son anticonceptivos y no cualquiera, son una fórmula que fue retirada del mercado hace algún tiempo porque se descubrieron efectos secundarios graves en los pacientes que los tomaban. ¿Emma? ¿Me escuchas?

Me enjuagué las lágrimas e intenté levantar el ánimo para digerir las palabras del médico.

—¿Qué consecuencias?

El médico suspiró y dijo,

—Debemos hacer más estudios para asegurarnos, pero hay una posibilidad de que te hayan dejado estériles. O, en el mejor de los casos, que ahora sea muy difícil para ti concebir.

El mundo a mi alrededor parece detenerse. Las palabras del doctor resuenan en mi cabeza una y otra vez, cada una golpeando como un martillo.

Esteril. Difícil de concebir. 

¡Qué palabras tan desconocidas!

Desde que lo conocí y me enamoré de él, pensé que tendría un hijo, ese siempre ha sido mi deseo más grande, y más, con él... que seríamos una familia feliz. Que mi tiempo de sentirme sola y desdichada llegaría a su fin.

No me importaba que mi madre me reprendiera o mi suegra me humillara, habría dado cualquier cosa por estar con Jhon, mi amor.

… 

—Emma, ​​cásate conmigo, te amo y solo a ti.

—Emma, ​​te cuidaré por el resto de mi vida y siempre te protegeré.

—No tenemos prisa por tener hijos.

Mis recuerdos parecen decididos a torturarme, mientras las lágrimas corren libremente por mis mejillas.

… 

—No olvides tomar tu medicamento hoy.

—Te compré la medicina y la puse ahí.

—¿Todavía tienes medicinas?

… 

¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Por qué lo hizo? Si, es cierto que la relación se ha enfriado, pero él dice amarmem. Siempre lo dijo… pero si es cierto, si él lo ha hecho, entonces todo lo que he soñado, el deseo más profundo de mi vida habrá sido arrebatado sin siquiera darme cuenta.

—Mi mayor sueño es tener un hijo...

Susurro, con una mezcla de pesar y resignación.

El doctor coloca una mano en mi hombro, tratando de ofrecerme consuelo, pero su voz parece lejana, como si viniera de otro mundo.

—Sé que es difícil, Emma, ​​pero debemos hacer más estudios para confirmar el estado de tu salud reproductiva. Lo importante ahora es que te recuperas del ataque de asma, y ​​después podemos…

Apenas pude oír las siguientes palabras del médico, y sentí que me sangraba el corazón.

—Lo siento, el número que ha marcado está en curso. Vuelva a marcar más tarde...

—Lo siento, el número que ha marcado está en curso-

—Lo siento, el número que-

—Lo siento-

Jhon no contesta mis llamadas. Siento que estoy a punto de volverme loca, al final no pude quedarme más tiempo despierta y poco a poco, con el corazón destriozado me fui quedando dormida.

La sala esta muy tranquila y silenciosa a primeras horas de la mañana. Mis ojos viajan por la habitación con la esperanza de que Jhon haya escuchado mis mensajes de voz de ayer, o leído mis chats y decidiera venir a verme, pero una breve mirada al lugar me hace saber que soy la única en la cama de hospital..

Sin poder evitarlo, sintiendome derrotada, me hago un ovillo con las piernas, ya no puedo contener el dolor de mi interior, y tampoco quiero hacerlo…. asi que sin controlarme más simplemente  lloro. Lo hago con la voz cada vez más alta, como si quisiera secar las lágrimas de mi vida.

No sé cuánto tiempo pasa, pero debe haber sido mucho, pues cada vez que intento abrir la boca la garganta me arde horrores. Sin siquiera darme cuenta llevo una de mis manos hacia la pequeña cicatriz en mi muñeca izquierda, esa que tiene forma de pétalo y que ha sido el comienzo de lo que creía era mi historia de amor

Un flechazo infructuoso.

¿Hice mal?

De repente siento que mi teléfono suena y me lanzo a este esperando ver el nombre de Jhon, pero en cambio me quedo paralizada al notar el nombre de Victoria, mi suegra.

 Dudo por un momento antes de contestar.

—Suegra.

—¿Quién quiere una nuera como tú? No vienes a casa por toda la noche, y tu esposo tampoco ¿Acaso crees que puedes hacerlo mismo qué él?, ¿qué quieres? ¿dejar a la familia como un hazme reír?

Aprieto la quijada evutando decirle lo que ha hecho su hio, pues primero necesito hablarlo con él. Enfrentarlo.

—No me encuentro bien, estoy en el hospital, no sabía que Jhon no ha llegado, no he podido contactarlo y…  

—¡Qué inútil eres! ¿Otra vez estás enferma? ¡Cómo me vas a dar nietos con tu cuerpo así! ¡No sé por qué mi hijo ha casado contigo!

Sintiendo una chispa de rabia empezar a crecer, me aferro al celular y le digo.

—Yo quiero hacerle la misma pregunta, y le pido que me disculpe, pero voy a colgar.

—¡Cómo te atreves! Tú-

 Sin esperar más optimo el botón rojo y cuelgo la llamando, mientras suelto una larga bocanada de aire. Ojalá…. Ojalá todo esto solo fuera una pesadilla, ojalá cuando abra mis ojos no me encuentre en el hospital, Jhon esté a mi lado y la prueba de embarazo marque positivo…

Sin embargo, ese como todos mis deseos, no se hace realidad, Pues cuando abro los ojos y veo las cortinas blancas, sé que mi realidad se ha vuelto un pesadilla. Una en dónde cada vez tengo más preguntas.

Apretando los puños y sin dudarlo un instante saco la jeringuilla del dorso de mi mano, necesito la verdad.

… 

Casi dos horas después me encuentro viendo desde abajo la imponente estructura que conforma la empresa de Jhon. Levanto la cabeza para contemplar todo el edificio y dejo que un suspiro salga de mí.

¿Quién diría que en cinco años nunca habría venido?

Nunca pensé que mi primera visita a la empresa de mi marido sería con emociones tan encontradas y el corazón tan doloroso.

Desde que nos casamos, he  fantaseado innumerables veces con tomarle de la mano mientras entramos aquí y ver como él me presenta a todos sus compañeros de la empresa como su esposa. 

Sin embargo, Jhon nunca me permite presentarme en la empresa, y aunque no lo he dicho nunca en voz alta,  sospecho que nunca me ha aprobado realmente.

Noto las miradas curiosas sobre mí desde el momento en que entro por la puerta principal.

Nadie aquí sabe que soy la señora Blackthorne. Para ellos, soy una completa desconocida.

El simple hecho de que tenga que validar mi identidad en la recepción me hace sentir diminuta, menospreciada.

La recepcionista me observa con sospecha cuando le digo mi nombre, y me pide que espere mientras verifica mi información.

Realmente no pensé que ver a mi marido sería tan complicado

No puedo evitar sentir un nudo en el estómago, un mal presentimiento que empieza a crecer dentro de mí.

Cuando finalmente me dejan pasar, mis pasos son pesados, al igual que mi estado de ánimo.

Al llegar a su oficina, la secretaria seguía sin dejarme entrar hasta que oí una voz de mujer.

—¡Adelante!

Con recelo, empujo la puerta y lo que veo dentro de mí paraliza. 

Allí, sentada en la silla que debe ser de mi esposo hay una mujer que a simple vista se parece un poco a mi.

—¿Tú, quién eres? ¿Por qué se sentó por aquí? —le pregunto, sintiendo que la duda y el miedo empiezan a apoderarse de mí.

Ella me mira con una sonrisa burlona, ​​una sonrisa que no puede esconder el desprecio que siente hacia mí.

Mi corazón se rompe en mil pedazos al ver cómo las manos de esta reposan en el vientre que apenas empieza a notarse y el dolor de saber que tal vez yo nunca pueda tener eso se multiplica dentro de mi.

—¿No lo sabes? —pregunta, fingiendo sorpresa—. Qué pena, pensé que ya te habrías dado cuenta. Soy Sofía… y, bueno, pronto será madre del hijo de Jhon. Tu querido esposo.

Siento como si me hubieran golpeado en el estómago. La respiración se me corta, y mis manos tiemblan de pura rabia.

—¿El hijo de Jhon...? —repito, mi voz apenas audible. 

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