Emma
Apenas ha amanecido, y yo ya estoy sentada frente al espejo de mi tocador, mirando mi reflejo como si tratara de encontrar a la persona que era antes.
Mis manos temblorosas acarician las cicatrices en forma de pétalos que marcan mis muñecas.
Pequeñas, apenas visibles, pero cada una me cuenta una historia que preferiría olvidar.
Fueron hechos hace muchos años, cuando era solo una niña asustada.
Jhon me salvó entonces.
Lo conocí ese día, cuando pensé que mi vida terminaba.
Él fue mi héroe... el hombre en el que confié ciegamente. El mismo hombre que anoche me dijo, sin piedad, que nunca me había amado.
Las lágrimas luchan por salir, pero las detengo. No tengo tiempo para llorar.
Mis ojos se detuvieron sobre los papeles del divorcio que redactaron anoche.
Jhon dejó muy claro que nunca me dará el divorcio, pero no puedo, no concibo seguir viviendo bajo el mismo techo con alguien que me desprecia, que me ha utilizado todos estos años.
Mi mano se desliza sobre la carpeta de documentos mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Tengo que ser fuerte, aunque todo dentro de mí se sienta roto.
Tomo una profunda bocanada de aire, me seco las lágrimas con el dorso de la mano y me pongo de pie.
Hoy iré a la empresa de Jhon, aunque nunca me atrevido a presentarme ahí. Debo enfrentarme a él ya esta realidad que me ha caído encima.
Al llegar a la empresa, noto las miradas curiosas sobre mí desde el momento en que entro por la puerta principal.
Camino con la cabeza baja, aunque mi interior grita por levantarla, por no dejarme aplastar por estas miradas que me juzgan.
Nadie aquí sabe que soy la señora Blackthorne. Para ellos, soy una completa desconocida.
El simple hecho de que tenga que validar mi identidad en la recepción me hace sentir diminuta, menospreciada.
La recepcionista me observa con sospecha cuando le digo mi nombre, y me pide que espere mientras verifica mi información.
No puedo evitar sentir un nudo en el estómago, un mal presentimiento que empieza a crecer dentro de mí.
Cuando finalmente me dejan pasar, mis pasos son pesados, como si cada paso hacia la oficina de Jhon me acercara más a una verdad que no estoy lista para descubrir.
Al llegar a su oficina, decidió no anunciarme. Algo me dice que no debo esperar más.
Ignoro los llamados de la secretaria, quien parece nerviosa, y entro directamente.
Lo que veo dentro de mí paraliza. Allí, sentada en la silla que debe ser de mi esposa hay una mujer que a simple vista se parece un poco a mi, ella al verme esboza una sonrisa falsa y en el instante en que se pone de pie se de quién se trata al ver su vientre abultado:
La amante.
Mi corazón se rompe en mil pedazos al ver cómo las manos de esta reposan en el vientre que apenas empieza a notarse y el dolor de saber que tal vez yo nunca pueda tener eso se multiplica dentro de mi.
Sin embargo, necesito confirmarlo. Necesito que esta mujer me lo diga.—Tú… Tú… —¿Quién eres? —le pregunto, sintiendo que la duda y el miedo empiezan a apoderarse de mí.
Ella me mira con una sonrisa burlona, una sonrisa que no puede esconder el desprecio que siente hacia mí.
—¿No lo sabes? —pregunta, fingiendo sorpresa—. Qué pena, pensé que ya te habrías dado cuenta. Soy Sofía… y, bueno, pronto será madre del hijo de Jhon. Tu querido esposo.
Siento como si me hubieran golpeado en el estómago. La respiración se me corta, y mis manos tiemblan de pura rabia.
—¿El hijo de Jhon...? —repito, mi voz apenas audible. No. NO. NO.
Aunque él me lo había dicho, escucharlo nuevamente no es menos doloroso. Esto no puede ser . Sofía sonríe con arrogancia, disfrutando de mi desconcierto.
—Sí, querida. Este es el hijo que Jhon siempre quiso, el que nunca podrá tener contigo. Qué triste, ¿no crees?
Sus palabras son como dagas, y antes de darme cuenta, me encuentro dando un paso hacia ella, furiosa, dispuesta a gritarle, a enfrentarla.
—Acabaste con mi matrimonio…Pero no alcanzó a hacer mucho pues en ese momento, la puerta de la oficina se abre y Jhon entra, justo a tiempo para interponerse entre nosotras.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunta con el ceño fruncido, pero su mirada no es para mí. Se dirige directamente a Sofía y noto que la forma en que la ve… Nunca me ha mirado así a mí.
Sofía, como si estuviera perfectamente entrenada para este momento, se lleva una mano al vientre y pone cara de angustia.
—Jhon, por favor... no dejes que me haga daño —dice con voz temblorosa, fingiendo miedo mientras acaricia su vientre—. No quiero que pase nada malo con nuestro bebé.
Jhon se vuelve hacia mí con una expresión una mueca de rabia. Ni siquiera hay remordimiento de que esté viendo a su amante No hay amor, ni preocupación, solo frialdad.
—¿Qué estabas pensando, Emma? —me acusa con la voz cargada de desprecio—. ¿Acaso has perdido la cabeza? ¡No puedes venir aquí y menos atacar o hacerle esto a Sofía!
Siento que las lágrimas queman detrás de mis ojos, pero me niego a dejarlas salir. ¿Cómo puede defenderla a ella?
— ¿Cómo puedes hacerme esto a mí? —le pregunto, mi voz quebrada—. No soy tu suplente. ¿Por qué te casaste conmigo si siempre quisiste estar con ella? ¡Dame el divorcio y quédate con ella!
Veo como la rabia se muestra en el rostro de Jhon e incluso en el de la tal Sofia. Jhon me observa en silencio por un momento antes de hablar, su mandíbula apretada.
—Esto no tiene nada que ver con amor, Emma. Tú y yo estamos casados por razones mucho más importantes,Sin embargo, Sofía y yo... —hace una pausa, como si buscara las palabras adecuadas—. Lo nuestro es diferente.
Es ahí cuando todo empieza a tomar sentido para mí y no puedo evitarlo. Todo es demasiado y simplemente las lagrimas salen de mis ojos al tiempo que, como si estuviera fuera de mi empiezo a reírme sin humor, una risa amarga que no puedo controlar.
—Ya lo entiendo —digo entre risas—. Tu madre no la aprueba, ¿verdad? Por eso te casaste conmigo. Porque yo soy la que ella aprobaba y tu novia no.
La tensión en la habitación es palpable. Jhon me mira con furia, y antes de que pueda darme cuenta, levanta la mano, dispuesto a golpearme. Cierro los ojos, esperando el golpe.
Pero nunca llega.
Siento algo cálido rodear mi espalda, una mano fuerte que detiene el golpe antes de que ocurra y segundos después una voz baja y rasposa llega a mis oídos poniendo mi cuerpo en alerta.
—Sabe, señor Blackthorne —dice una voz grave detrás de mí—, lo que más odio en el mundo es ver que golpean a una mujer.
EmmaNo sé quién es el recién llegado, pero lo que sí puedo notar es el impacto que su presencia tiene en mi esposo.El hombre ha entrado en la oficina junto con otro más y ambos se ven imponentes y muy, muy serios.Jhon retrocede de inmediato, palideciendo. Me giro lentamente y mis ojos se encuentran con los del hombre que me ha salvado del golpe. Un extraño, pero hay algo en él, algo peligroso ya la vez... familiar.—Señor White —dice Jhon, tratando de recomponerse—. Damian, qué pena que haya tenido que presenciar esto. No es lo que parece.Damián White… Digo en mi mente viendo de reojo al hombre. Su mano se retira suavemente de mi cabeza mientras avanza un paso hacia Jhon, con una sonrisa ladeada y una calma peligrosa.—¿De verdad? —dice Damián—. ¿Y quién es la mujer embarazada que está en sus brazos? ¿Es ella la señora Blackthorne?La sola mención de la amante me hace sentir humillada a niveles inimaginables. Sin embargo esta se recompone y, se apresura a hablar.—Mi nombre es Sof
DamianEstoy encerrado. Las barras de hierro me rodean, frías y rugosas bajo mis dedos. El aire apesta a óxido, mis gritos rebotan en el metal y desaparecen en la oscuridad. “¡Ayuda!” grito, una y otra vez. No hay respuesta, solo risas. Unas carcajadas huecas y crueles que vienen de las sombras. Y entonces, la veo... Mi madre. La lanzan como un muñeco roto dentro de la misma jaula. La sangre cubre su rostro. “¡Mamá!” grito, y las lágrimas queman mis ojos.Justo en ese momento me despierto sintiendo el cuerpo sudoroso y pegajoso, mientras mi respiración se agita al punto que me cuesta respirar. Cierro los ojos por un segundo y me repito una y otra vez que ya no estoy ahí, he salido. Veinte años, ese es el tiempo que ha pasado desde que me fui de Chicago. De mi país, luego que mi vida cambiara para siempre, y me arrebataran a la persona que más amaba en el mundo.La única razón por la que estoy vivo es por venganza.Solo venganza… *****—Club de Élite, la chica está comiendo con los
Damien—¿Por qué estás aquí, Emma y con… ¿Señor White, qué está pasando?Levanto la vista y me encuentro con Jhon, el nuevo “socio” observándonos con una expresión que trata de mantener neutral pero sin éxito alguno.Puedo ver la sorpresa, la rabia y la sospecha brillando en sus iris. Lo cierto es que el encuentro lejos de molestarme solo hace más interesante el asunto. Noto que el imbécil parece enojado aunque intenta aparentar calma, sus ojos destellan con una sombra de celos y algo más que no logra ocultar del todo.Emma se aleja de mí, muy seguro lista para dar sus explicaciones, pero quiero alargar un poco más la diversión, asi que me adelanto.—Oh Jhon, hoy parece el día de las casualidades.—digo y tiendo una mano hacia él para saludarlo y este la toma con cautela— Me han recomendado el club y me vine al salir de la reunión para almorzar y me encontré con su esposa, ella me ha estado mostrando un poco del lugar —respondo con despreocupación, y una fingida camaraderia que no sien
Emma“Vete a casa Emma” “Hay mucho que hacer en casa, Emma” Las palabras de Jhon se repiten en mi mente a tiempo que la rabia y la decepción queman con fuerza en mi interior. He estado viviendo una mentira. Todo lo que creí que era real, la poca paz que pensaba que podía tener en mi vida, nada ha sido verdad.Y es tal vez esa misma rabia la que hace que, al subir al auto no me encamine hacia la casa como me ha ordenado Jhon, sino que por el contrario me coloque rumbo hacia la única persona que puede darme algo de consuelo y claridad en estos momentos: Melissa.Mi mejor amiga.Al entrar su edificio, el vigilante, señor Juan, me sonríe amablemente, como siempre.—Niña Emma, cuando tiempo sin verla, la señorita Melissa está arriba. Pase, usted ya sabe que tiene pase libre.Le devuelvo la sonrisa, aunque me cuesta mantenerla en mi rostro.—Gracias, señor Juan.Subo en el ascensor sintiendo que el peso de todo lo que ha pasado se hace cada vez más insoportable. La verdad es que estoy aterr
DamianLa cena de esta noche no estaba en mis planes inmediatos. De hecho, hubiera preferido tener más tiempo antes de enfrentar de nuevo a esos traidores. Sin embargo, no tengo opción. El viejo infeliz me ha visto, y ahora no puedo evitarlo.—No estoy convencido de que esto sea una buena idea —dice Alex desde la puerta, su ceño fruncido refleja la preocupación que trata de disimular—. Es demasiado pronto.Aprieto la quijada al escuchar sus palabras, no porque no lo entienda, sino porque sé que tiene razón. Aun así, no puedo detenerme ahora.—No tengo opción, Alex —replico, ajustando la manga de mi chaqueta—. El viejo me vio en el club, y el imbécil me presentó como su socio. Si no voy, podría levantar sospechas, y eso podría arruinar el plan.Alex cruza los brazos y me mira con seriedad.—Y si te descubre o te reconoce, también podría arruinar todo.Bufé, con la mirada fija en el espejo.—Te puedo asegurar que eso no va a pasar. Ese hombre ni siquiera debe recordar que alguna vez exis
EmmaMe despierto envuelta en las suaves sábanas de la cama de Melissa, con los primeros rayos de sol colándose por la ventana. Me siento extraña, desorientada. Hace tanto tiempo que no paso la noche fuera de mi casa que, por un segundo, me cuesta recordar dónde estoy. Pero en cuanto enciendo el celular, todo regresa de golpe.La pantalla brilla con una cantidad abrumadora de notificaciones: llamadas perdidas, mensajes... todos de Jhon. Cierro los ojos con fuerza, deseando poder ignorarlos, pero sé que no puedo.Deslizo el dedo por la pantalla y me encuentro con un sinfín de mensajes llenos de insultos y amenazas. "¿Dónde diablos te metiste?" "¿Quién te dio permiso para quedarte afuera?" "Regresa ya, o te arrepentirás."Siento que el estómago se me revuelve. Las palabras me atraviesan como un cuchillo, pero lo que más me desconcierta no son las amenazas, sino los mensajes en los que parece, por un momento, estar preocupado. "¿Estás bien?" "No me hagas esto." "Dime dónde estás, Em
DamianLa mesa está dispuesta con meticulosa elegancia, como era de esperarse de una familia que se enorgullece de mostrar su riqueza y estatus. Todo en esta cena grita opulencia, pero lo único que veo es vacío. Mientras tomo asiento, siento los ojos de Jhon sobre mí, probablemente evaluando si hice bien en aceptar la invitación de su padre.Alex, por otro lado, se sienta a mi lado, en silencio, observando cada detalle como el estratega que es. Ambos sabemos que esta cena no es solo una reunión social, sino una oportunidad para medir cada palabra, cada gesto.Arthur Blackthorne, el patriarca, parece satisfecho. No muestra el menor indicio de recordar el pasado, ni de reconocerme. En realidad, su actitud roza lo cínico, como si su vida siempre hubiera sido perfecta. Es irónico pensar que este hombre piensa haberme borrado de la historia sin un atisbo de remordimiento. Me pregunto qué pensaría si supiera quién es en realidad el hombre que está sentado aquí, frente a él, listo para de
EmmaEl ambiente dentro del auto es tan denso que siento que el aire apenas se mueve. La tensión entre Jhon y yo es palpable. Ninguno de los dos habla. La cena ha sido un desastre y, aunque no sé qué esperaba, cada vez que me encuentro con los Blackthorne, siempre termino sintiéndome más pequeña y despreciada. Sin embargo, esta vez fue diferente… Damian White estuvo ahí. La incomodidad que su presencia generó en Jhon y la manera en que me miraba, con esos ojos que parecían escrutarme en lo más profundo, me tienen confundida. Pero, ahora mismo, ese es el menor de mis problemas.Quiero mantener la calma, quiero llegar a casa y encerrarme en mi habitación para poder llorar en paz. No quiero seguir provocando a Jhon. Lo mejor es quedarme callada, no decir nada. Pero justo cuando aparcamos frente a la casa y entramos, su voz rompe el silencio de manera devastadora.—Debes estar contenta, ¿no? —dice, su tono venenoso mientras cierra la puerta detrás de nosotros—. Estás mostrando tu verdade