3- ¡No soy tu marioneta!

Emma

¡¡¡Ella tiene un hijo de mi esposo!!!

No. NO. NO. Esto no puede ser. 

Sofía sonríe con arrogancia, disfrutando de mi desconcierto.

—Sí, querida. Este es el hijo que Jhon siempre quiso, él que nunca podrá tener contigo. Qué triste, ¿no crees?

Sus palabras son como dagas, y antes de darme cuenta, me encuentro dando un paso hacia ella, furiosa, dispuesta a gritarle, a enfrentarla.

—¡No es verdad!¡Estás mintiendo!

Pero no alcanzó a hacer mucho pues en ese momento, la puerta de la oficina se abre y Jhon entra, justo a tiempo para interponerse entre nosotras.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunta con el ceño fruncido, pero su mirada no es para mí. Se dirige directamente a Sofía y noto que la forma en que la ve… Nunca me ha mirado así a mí.

Sofía, como si estuviera perfectamente entrenada para este momento, se lleva una mano al vientre y pone cara de angustia.

—Jhon, por favor... no dejes que me haga daño —dice con voz temblorosa, fingiendo miedo mientras acaricia su vientre—. No quiero que pase nada malo con nuestro bebé.

Jhon la mimó y la abrazó antes de ayudarla suavemente a sentarse en el sofá.

Después de hacer todo, se vuelve hacia mí con una expresión una mueca de rabia. 

Ni siquiera hay remordimiento de que esté viendo a su amante No hay amor, ni preocupación, sólo frialdad.

—¿Qué estabas pensando, Emma? —me acusa con la voz cargada de desprecio—. ¿Acaso has perdido la cabeza? ¡No puedes venir aquí y menos atacar o hacerle esto a Sofía!

Siento que las lágrimas queman detrás de mis ojos, pero me niego a dejarlas salir. ¿Cómo puede defenderla a ella?

—¿Cuánto tiempo? —le pregunté con voz ronca—. ¿Cuánto tiempo llevan juntos? Engañándome con una amante…

—Amante, esa palabra no es la adecuada, pues la mujer que el ama siempre he sido yo. Yo entré a su vida mucho antes que  tú, lo que significa que tú eres la tercera —interrumpe la amante con voz orgullosa.

Sus palabras consiguen herirme de maneras que ni siquiera creí posibles. ¿Ella fue primero que yo? ¿Entonces… hace cuánto están juntos? ¿Por qué se casó conmigo¡?

Mis ojos van a mi esposo, me siento tan decepcionada, y el ardor me indica que estoy a punto de llorar cuándo pregunto:

—¿Eso es verdad, Jhon? ¿Estás con ella desde antes de tener nuestra relación y casarnos?

Miro a los ojos de mi esposo pero no hay nada de amor, solo… rabia. Fastidio. 

—A estas alturas pesné que ya lo sabrías, pero deja que te lo explique: Yo no te amo, Emma —responde, su voz cargada de desprecio—. Nunca lo hice.

Las palabras me atraviesan como una cuchilla. Me siento completamente usada, sin valor alguno. Es como si en un instante hubiera perdido toda la dignidad que creía tener.

—¿Có-Cómo … Cómo puedes decir eso? —pregunto totalmente devastada—Podrías habérmelo dicho antes, podrías… Podrías haberme dejado, pero si ella ha sido primero entonces.... ¿por qué te casaste conmigo? 

La rabia empieza a crecer cada vez más y el recuerdo de las palabras del médico llenan mi mente,m por lo que viendolo fijamente decido confrontarlo cuándo le digo:

—¿Por qué preferiste cambiar mi medicina y dañarme de esa forma? ¿Por qué me mentiste? ¡¿Cómo puedes ser tan egoísta, Jhon, cómo puedes hacerme esto?!—Mi voz termina en un grito y la rabia, el coraje y el dolor me ciegan haciendo que me lance hacia él mientras intento golpearlo.

Sin embargo, sus manos me sostienen con fuerza y noto que este ni siquiera se inmutó, solo parece hastiado.

—Bueno, parece que ya no tengo que seguir mintiendo— me dice con una crueldad que me alarma, es especial cuando sonríe y agrega— Cambio tu medicina  cada maldito mes porque lo último que quiero es tener un hijo contigo, Emma. No me interesa formar una familia, al menos no contigo. Pues ya estoy por tener un hijo con la mujer que si amo.

Me suelto de su agarre y retrocedo como si quemara.

Mis ojos no reconocen al hombre enfrente mio, entonces mira a la mujer a su lado que parece feliz de todo lo que pasa y le digo:

—¿Si tanto te amaba porque no te hizo a ti su esposa?

Me alegra ver como la sonrisa se esta se borra, sin embargo mi alegría no dura nada, porque la voz amenazante de Jhon me tensa cuándo dice:

—Para en este momento. ¿Acaso no ves que haces el ridículo? Vete a casa ahora, Emma.

—¿Casa?... —le digo y una risa amarga sale de mí—¿Cuál casa?.

Sacudo la cabeza y suelto un bufido.

La risa histérica sigue saliendo de mi. No puedo creer que llevo años enamorada de una persona que parece odiarme.

No puedo creer  que mi esposo y su amante me han tomado por tonta durante años.

Siento las lágrimas correr por mis mejillas, pero en lugar de dejarme caer en el pozo de la desesperación, encuentro una pequeña chispa de fuerza en lo profundo de mi ser. 

Lo miro directamente a los ojos, sosteniéndole la mirada.

Esto puede ser mi perdición, pero necesito aferrarme a la poca dignidad que me queda, asi que digo:

—Entonces lo mejor es divorciarnos —digo y odio que la voz me tiemble al hablar—. No… No quiero estar con un hombre que no me ama.

Jhon se mueve tan rápido que apenas tengo tiempo de reaccionar. Me toma del cuello con una fuerza que me deja sin aliento, su rostro a escasos centímetros del mío, torcido en una mueca de pura rabia.

—¿Acaso eres estúpida? —escupe las palabras, apretando más su mano alrededor de mi cuello haciendome daño—. ¿De verdad crees que voy a arriesgar todo lo que he conseguido con esta unión solo porque tú quieres jugar a la casita feliz? Esto es lo que te toca, querida esposa, y más te vale hacerte a la idea de que es todo lo que tendrás, porque no te voy a dar el divorcio. Y aún si lo intentaras, dudo mucho que tus padres te dejen.

Me suelta de golpe y caigo hacia atrás, jadeando mientras trato de recuperar el aliento. El dolor en mi cuello se extiende a mi pecho, donde siento que algo se ha roto irreparablemente. 

Sin embargo, lo que más me duele es saber que tiene razón. Mis padres nunca lo permitiran, pero no lo digo, en cambio decido dejar salir mi frustración.

—¡No soy tu marioneta ni la sustituta de tu amante, John! ¿Por qué no me dejaste en paz si siempre quisiste estar con ella? ¡Dame el divorcio y quédate con ella! —grité con mi voz quebrada.

Veo como la rabia se muestra en el rostro de Jhon e incluso en el de la tal Sofia. Jhon me observa en silencio por un momento antes de hablar, su mandíbula apretada.

—Esto no tiene nada que ver con amor, Emma. Tú y yo estamos casados ​​por razones mucho más importantes,Sin embargo, Sofía y yo... —hace una pausa, como si buscara las palabras adecuadas—. Lo nuestro es diferente.

Es ahí cuando todo empieza a tomar sentido para mí y no puedo evitarlo. Todo es demasiado y simplemente las lagrimas salen de mis ojos al tiempo que, como si estuviera fuera de mi empiezo a reírme sin humor, una risa amarga que no puedo controlar.

—Ya lo entiendo —digo entre risas—. Tu madre no la aprueba, ¿verdad? Por eso te casaste conmigo. Porque yo soy la que ella aprobaba y tu novia no.

La tensión en la habitación es palpable. Jhon me mira con furia, y antes de que pueda darme cuenta, levanta la mano, dispuesto a golpearme. Cierro los ojos, esperando el golpe.

Pero nunca llega.

Siento algo cálido rodear mi espalda, una mano fuerte que detiene el golpe antes de que ocurra y segundos después una voz baja y rasposa llega a mis oídos poniendo mi cuerpo en alerta.

—Sabe, señor Blackthorne —dice una voz grave detrás de mí—, lo que más odio en el mundo es ver que golpean a una mujer.

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