Damian
Estoy encerrado. Las barras de hierro me rodean, frías y rugosas bajo mis dedos. El aire apesta a óxido, mis gritos rebotan en el metal y desaparecen en la oscuridad. “¡Ayuda!” grito, una y otra vez.
No hay respuesta, solo risas.
Unas carcajadas huecas y crueles que vienen de las sombras. Y entonces, la veo... Mi madre. La lanzan como un muñeco roto dentro de la misma jaula. La sangre cubre su rostro. “¡Mamá!” grito, y las lágrimas queman mis ojos.
Justo en ese momento me despierto sintiendo el cuerpo sudoroso y pegajoso, mientras mi respiración se agita al punto que me cuesta respirar.Cierro los ojos por un segundo y me repito una y otra vez que ya no estoy ahí, he salido.
Veinte años, ese es el tiempo que ha pasado desde que me fui de Chicago. De mi país, luego que mi vida cambiara para siempre, y me arrebataran a la persona que más amaba en el mundo.La única razón por la que estoy vivo es por venganza.
Solo venganza…
*****
—Club de Élite, la chica está comiendo con los padres—la voz de Alex, mi mejor amigo y socio, se escucha del otro lado de la línea y yo esbozo una sonrisa porque este viaje se ha vuelto mucho más interesante.
—Perfecto, gracias—le digo, pero antes de colgar, su voz llega hasta mi, esta vez mucho más cauta.
—Damian, ¿estás seguro de que quieres involucrar a la mujer?
Ante la mención no puedo evitar evocar los ojos grises de la chica, ni la mirada dolida que llevaba en el rostro cuando entré en la oficina y me encontré a Jhon a punto de golpearla, solo para enterarme que es su esposa.
Si en algo no mentí, es que odio a los hombres que golpean a las mujeres. Los detesto y cada vez que puedo me encargo de destruirlos. Yo seré un completo hijo de put*, pero no de ese tipo.
—Ella sola se ha involucrado al llevar el apellido Blackthorne. Ahora no pierdas de vista nuestro objetivo, yo debo ir a cazar un lindo conejito.
Cuando llego al club, encontrar a Emma no es difícil. La veo caminando hacia mí con la vista fija en su celular, tan concentrada en la pantalla que no se da cuenta de mi presencia. Tal como la primera vez, se estrella contra mi cuerpo.
Mis manos la sostienen por la cintura antes de que pueda caer.
—Creo que debemos empezar a buscar otra manera de encontrarnos. ¿No lo crees? —digo, con un tono suave y una sonrisa que no consigo reprimir.
Ella alza la mirada hacia mí, sus ojos grises están abiertos de sorpresa, y deja escapar un pequeño jadeo que capta mi atención. Sin darme cuenta, mis ojos se deslizan hasta sus labios llenos, quedándome atrapado por un instante en la idea de lo que sería probarlos.
—Señor White
Ella tiene la mirada puesta en mí, sus ojos grises están abiertos de sorpresa, y deja escapar un pequeño jadeo que capta mi atención.
—¿Usted...? ¿Cómo...? ¿Quién es? —pregunta, con un nerviosismo evidente en su voz.
Una sonrisa burlona se forma en mis labios al verla tan desconcertada.
—Parece que esta ciudad no es tan grande como dicen. Soy Damian White, aunque eso ya lo sabe, estoy pensando en invertir en la empresa de… su esposo. —le digo. Y entonces adquiero un tono más serio para agregar—. ¿Está usted bien? Antes, en la oficina de su esposo, no tuve oportunidad de preguntarle.
No pasa desapercibido para mí cómo su cuerpo se tensa por un segundo y ella desvía la vista, antes de aclararse la garganta y con las mejillas un poco sonrojadas decir:—Estoy bien, de hecho le debo un agradecimiento. Lamento mucho que haya tenido que ver eso.
Por unos segundos simplemente puedo mirar a la chica enfrente mío, es varios años menor que yo y parece genuinamente inocente, lo que es muy extraño teniendo en cuenta es esposo que tiene.
—No hay nada que agradecer y disculpe si soy imprudente, pero ¿Lo ha hecho? El señor Blackthorne la ha golpeado?
Todo el cuerpo de la mujer se endereza y me parece curioso que algo como la rabia y el resentimiento parece brillar en sus ojos por unos segundos. Interesante…
—No, nunca lo ha hecho… Hoy ha sido algo… sorpresivo.
—Ya veo, bueno en vista que hemos encontrada no una, sino dos veces, ¿qué le parece si me dice su nombre y se apiada de mí y me muestra el club? —añado con un tono ligeramente coqueto, midiendo su reacción.
La sorpresa ilumina el rostro de la mujer. Sé que la propuesta no es algo que se haga a la ligera con una mujer casada, pero precisamente por eso quiero ver su reacción.
Su nerviosismo y la manera en que tartamudeó hace unos momentos ya me han dado un indicio de que no es completamente feliz en su matrimonio. Y ahora, verla aquí, sin Jhon a la vista, me parece una excelente oportunidad para ir labrando mi camino.
Ella me mira, como sopesando su respuesta, y finalmente, para mi sorpresa, dice en voz baja:
—Emma… Mi nombre es Emma. Yo.. Yo podría mostrarte una parte, el lugar es demasiado grande para recorrerlo todo hoy y debo llegar a casa temprano.
Una lenta sonrisa se forma en mis labios. Sin dudarlo, extiendo el brazo en forma de jarra, una invitación para que se cuelgue de él.
—Siendo así, Emma, —digo con un tono ligero, pero remarcando su nombre—, entonces es mejor que nos demos prisa.
Veo un leve rubor en sus mejillas, como el de una colegiala a punto de cometer una travesura. Esa simple reacción enciende algo primitivo dentro de mí. Emma se agarra de mi brazo y comenzamos a caminar por el club.
Me habla con voz suave, explicando cada rincón que recorremos.
Es en medio del campo de golf cuando decido interrumpir su charla sobre la historia del lugar.
—¿Juegas? —le pregunto, señalando el extenso campo de césped perfectamente cuidado.
Emma parpadea, un poco confundida al principio, y luego mira hacia el campo antes de asentir con cuidado.
—Lo hago, bueno, lo hacía, antes de casarme ahora tengo años que no practico.
—Bueno, es una suerte que yo esté aquí —respondo, esbozando una sonrisa que espero que sea lo suficientemente convincente—. ¿Qué tal si te doy una práctica rápida y así nos divertimos un rato?
Ella duda, y puedo notar en su expresión que está a punto de rechazarme. Antes de que pueda decirlo, juego mi otra carta:
—No quiero incomodarte —añado—, es solo que no conozco a nadie en el país y sinceramente llevo tres días hablando de negocios con tu esposo. Necesito un descanso.
Veo cómo se relaja, y tras mirar a su alrededor con cierta indecisión, finalmente asiente.
—De acuerdo, pero solo un rato.
—Perfecto —digo, sintiendo la satisfacción correr por mis venas.
Esto va a ser muy interesante.
Le indico que tome uno de los palos de golf, mientras yo selecciono otro para mí. La observo posicionarse, aunque desde el primer momento puedo ver que no está del todo cómoda. Sus tiros no son certeros, y cada vez que falla, frunce el ceño con una frustración palpable. Después de varios intentos fallidos, noto que está a punto de darse por vencida. Es el momento perfecto para intervenir.Me acerco a ella por detrás, invadiendo suavemente su espacio personal.
—Estás agarrando mal el palo —digo en voz baja, lo suficientemente cerca para que sienta mi aliento en su oído.
Ella tiembla, y aunque sus labios murmuran una respuesta casi inaudible, la escucho claramente.
—Supongo que he olvidado cómo hacerlo bien.
Las palabras de Emma despiertan un deseo ardiente en mi interior, y por un momento, mi mente vuela a un territorio completamente distinto. Conteniendo un gruñido, me inclino hacia ella y le susurro:
—Entonces, permite que te lo recuerde.
Coloco mis manos sobre las suyas, ajustando la forma en que sostiene el palo de golf. Mi pecho casi toca su espalda, y puedo sentir cómo su respiración se vuelve más errática. Lentamente, la guío en el movimiento, balanceando el palo con ella.
Sin embargo, nada más golpear la pelota una voz a nuestras espaldas hace que ella de un respingo y se aleje de mi,
—¿Qué está pasando aquí?
Cariñitooooos, bienvenid@s a esta nueva historia, llena de amor, venganza, pasiones y mentiras. Espero que la disfruten como lo estoy haciendo yo. No olviden comentar los capítulos y dejar su reseña en el perfil de la historia. Mil gracias, besoooos.
Damien—¿Por qué estás aquí, Emma y con… ¿Señor White, qué está pasando?Levanto la vista y me encuentro con Jhon, el nuevo “socio” observándonos con una expresión que trata de mantener neutral pero sin éxito alguno.Puedo ver la sorpresa, la rabia y la sospecha brillando en sus iris. Lo cierto es que el encuentro lejos de molestarme solo hace más interesante el asunto. Noto que el imbécil parece enojado aunque intenta aparentar calma, sus ojos destellan con una sombra de celos y algo más que no logra ocultar del todo.Emma se aleja de mí, muy seguro lista para dar sus explicaciones, pero quiero alargar un poco más la diversión, asi que me adelanto.—Oh Jhon, hoy parece el día de las casualidades.—digo y tiendo una mano hacia él para saludarlo y este la toma con cautela— Me han recomendado el club y me vine al salir de la reunión para almorzar y me encontré con su esposa, ella me ha estado mostrando un poco del lugar —respondo con despreocupación, y una fingida camaraderia que no sien
Emma“Vete a casa Emma” “Hay mucho que hacer en casa, Emma” Las palabras de Jhon se repiten en mi mente a tiempo que la rabia y la decepción queman con fuerza en mi interior. He estado viviendo una mentira. Todo lo que creí que era real, la poca paz que pensaba que podía tener en mi vida, nada ha sido verdad.Y es tal vez esa misma rabia la que hace que, al subir al auto no me encamine hacia la casa como me ha ordenado Jhon, sino que por el contrario me coloque rumbo hacia la única persona que puede darme algo de consuelo y claridad en estos momentos: Melissa.Mi mejor amiga.Al entrar su edificio, el vigilante, señor Juan, me sonríe amablemente, como siempre.—Niña Emma, cuando tiempo sin verla, la señorita Melissa está arriba. Pase, usted ya sabe que tiene pase libre.Le devuelvo la sonrisa, aunque me cuesta mantenerla en mi rostro.—Gracias, señor Juan.Subo en el ascensor sintiendo que el peso de todo lo que ha pasado se hace cada vez más insoportable. La verdad es que estoy aterr
DamianLa cena de esta noche no estaba en mis planes inmediatos. De hecho, hubiera preferido tener más tiempo antes de enfrentar de nuevo a esos traidores. Sin embargo, no tengo opción. El viejo infeliz me ha visto, y ahora no puedo evitarlo.—No estoy convencido de que esto sea una buena idea —dice Alex desde la puerta, su ceño fruncido refleja la preocupación que trata de disimular—. Es demasiado pronto.Aprieto la quijada al escuchar sus palabras, no porque no lo entienda, sino porque sé que tiene razón. Aun así, no puedo detenerme ahora.—No tengo opción, Alex —replico, ajustando la manga de mi chaqueta—. El viejo me vio en el club, y el imbécil me presentó como su socio. Si no voy, podría levantar sospechas, y eso podría arruinar el plan.Alex cruza los brazos y me mira con seriedad.—Y si te descubre o te reconoce, también podría arruinar todo.Bufé, con la mirada fija en el espejo.—Te puedo asegurar que eso no va a pasar. Ese hombre ni siquiera debe recordar que alguna vez exis
EmmaMe despierto envuelta en las suaves sábanas de la cama de Melissa, con los primeros rayos de sol colándose por la ventana. Me siento extraña, desorientada. Hace tanto tiempo que no paso la noche fuera de mi casa que, por un segundo, me cuesta recordar dónde estoy. Pero en cuanto enciendo el celular, todo regresa de golpe.La pantalla brilla con una cantidad abrumadora de notificaciones: llamadas perdidas, mensajes... todos de Jhon. Cierro los ojos con fuerza, deseando poder ignorarlos, pero sé que no puedo.Deslizo el dedo por la pantalla y me encuentro con un sinfín de mensajes llenos de insultos y amenazas. "¿Dónde diablos te metiste?" "¿Quién te dio permiso para quedarte afuera?" "Regresa ya, o te arrepentirás."Siento que el estómago se me revuelve. Las palabras me atraviesan como un cuchillo, pero lo que más me desconcierta no son las amenazas, sino los mensajes en los que parece, por un momento, estar preocupado. "¿Estás bien?" "No me hagas esto." "Dime dónde estás, Em
DamianLa mesa está dispuesta con meticulosa elegancia, como era de esperarse de una familia que se enorgullece de mostrar su riqueza y estatus. Todo en esta cena grita opulencia, pero lo único que veo es vacío. Mientras tomo asiento, siento los ojos de Jhon sobre mí, probablemente evaluando si hice bien en aceptar la invitación de su padre.Alex, por otro lado, se sienta a mi lado, en silencio, observando cada detalle como el estratega que es. Ambos sabemos que esta cena no es solo una reunión social, sino una oportunidad para medir cada palabra, cada gesto.Arthur Blackthorne, el patriarca, parece satisfecho. No muestra el menor indicio de recordar el pasado, ni de reconocerme. En realidad, su actitud roza lo cínico, como si su vida siempre hubiera sido perfecta. Es irónico pensar que este hombre piensa haberme borrado de la historia sin un atisbo de remordimiento. Me pregunto qué pensaría si supiera quién es en realidad el hombre que está sentado aquí, frente a él, listo para de
EmmaEl ambiente dentro del auto es tan denso que siento que el aire apenas se mueve. La tensión entre Jhon y yo es palpable. Ninguno de los dos habla. La cena ha sido un desastre y, aunque no sé qué esperaba, cada vez que me encuentro con los Blackthorne, siempre termino sintiéndome más pequeña y despreciada. Sin embargo, esta vez fue diferente… Damian White estuvo ahí. La incomodidad que su presencia generó en Jhon y la manera en que me miraba, con esos ojos que parecían escrutarme en lo más profundo, me tienen confundida. Pero, ahora mismo, ese es el menor de mis problemas.Quiero mantener la calma, quiero llegar a casa y encerrarme en mi habitación para poder llorar en paz. No quiero seguir provocando a Jhon. Lo mejor es quedarme callada, no decir nada. Pero justo cuando aparcamos frente a la casa y entramos, su voz rompe el silencio de manera devastadora.—Debes estar contenta, ¿no? —dice, su tono venenoso mientras cierra la puerta detrás de nosotros—. Estás mostrando tu verdade
DamianLa luz que se filtra por las ventanas del penthouse me golpea como una bofetada. Mi cabeza taladra con un dolor sordo y constante, y cada paso que doy hacia la sala se siente como si estuviera caminando sobre vidrio.Ayer, luego de salir de la cena ridícula en la que alguna vez fue mi casa, Alex me arrastró hasta uno de los clubes de moda de la ciudad y, para que negarlo, terminé por pasarlo bastante bien, si omitimos la resaca.Me paso una mano por la cara y me desplomo en el sofá, agradeciendo lo suave que es. El sonido de las llaves de Alex tintineando en la cocina me indica que él ya está en pie. No sé cómo lo hace, parece que ni una noche de copas le afecta. Me inclino hacia atrás y cierro los ojos, pero no pasa mucho tiempo antes de que la voz burlona de Alex se haga presente.—Te ves de la m****a —me dice, arrojándome una pastilla y una botella de agua.—Gracias por la observación —gruño, atrapando la pastilla en el aire antes de tragármela con un largo sorbo de agua.
EmmaEl dolor en mi mejilla me despierta antes que el sol. Me muevo en la cama, pero cada vez que giro, el ardor me recuerda lo que pasó anoche. Jhon… ¿Cómo es posible que mi vida haya llegado a esto? A veces me pregunto si este es el precio por haber perseguido un amor que, en realidad, nunca existió.Me levanto lentamente, acariciándome el rostro, el lugar exacto donde su mano me golpeó. No necesito verme al espejo para saber que tengo un moretón. Se siente hinchado y arde. El hombre al que una vez amé, ahora es mi peor enemigo.Necesito salir de esta casa.Decido enviarle un mensaje a Melissa para que nos veamos en el café de siempre. Necesito hablar con ella, trazar un plan para el divorcio. Solo pensarlo hace que estremezca, mis padres van a odiarme…Me sacudo la cabeza, tratando de no pensar en eso y me apresuro a asearme y arreglarme lo más pronto posible, pues como todo domingo Jhon debe estar en el club, debo irme antes de que vuelva.Me visto rápidamente y me miro al espejo.