Emma
No sé quién es el recién llegado, pero lo que sí puedo notar es el impacto que su presencia tiene en mi esposo.
El hombre ha entrado en la oficina junto con otro más y ambos se ven imponentes y muy, muy serios.Jhon retrocede de inmediato, palideciendo. Me giro lentamente y mis ojos se encuentran con los del hombre que me ha salvado del golpe. Un extraño, pero hay algo en él, algo peligroso ya la vez... familiar.
—Señor White —dice Jhon, tratando de recomponerse—. Damian, qué pena que haya tenido que presenciar esto. No es lo que parece.
Damián White… Digo en mi mente viendo de reojo al hombre. Su mano se retira suavemente de mi cabeza mientras avanza un paso hacia Jhon, con una sonrisa ladeada y una calma peligrosa.
—¿De verdad? —dice Damián—. ¿Y quién es la mujer embarazada que está en sus brazos? ¿Es ella la señora Blackthorne?
La sola mención de la amante me hace sentir humillada a niveles inimaginables. Sin embargo esta se recompone y, se apresura a hablar.
—Mi nombre es Sofía Smith, y John y yo estamos a punto de casarnos —dice con una sonrisa arrogante.
Las palabras me impactan tanto que creo que incluso un jadeo sale de mí y retrocedo pegando mi espalda casi al pecho del desconocido, por lo que me alejo de inmediato.
Son demasiadas emociones…
Veo que el recién llegado, Damian, no puede evitar sonreír burlonamente antes de replicar:
—Oh, entonces tú no eres la esposa... por lo que supongo que la señora Blackthorne es la mujer a la que estabas a punto de golpear.
El rostro de Jhon se vuelve incómodo, y yo, a pesar de todo, siento una extraña sensación de alivio. Pero también una confusión latente. Hay algo en Damian White, algo que me hace sentir que no es simplemente un hombre amable. Hay una hostilidad apenas contenida en su interacción con Jhon, pero no sé de dónde proviene.
Finalmente, Jhon despacha a su amante con un gesto brusco, y yo, sintiendo que ya he hecho el ridículo suficiente, suelta la carpeta de los papeles del divorcio sobre su escritorio.
—Yo también me voy —digo con voz rota.
Damian me lanza una última sonrisa amable, lo que hace que trague con incomodidad. No sé qué pensar de este hombre. Pero justo cuando me dispongo a salir, siento la mano de Jhon tomando mi brazo. Finge un abrazo, pero sus palabras son veneno puro cuando me susurra al oído:
—No provoques a los hombres como una zorra. Siempre serás mi esposa, Emma. Y lo mejor es que lo recuerdes.
Me aparto de su abrazo con todo el desprecio que soy capaz de reunir. Siento que el aire en la habitación se vuelve sofocante mientras me dirijo hacia la salida, dejando atrás a ese monstruo ya su amante.
Justo cuando salía del edificio, una notificación de mensaje hizo que mi corazón se hundiera de nuevo: Mis padres…
¡Solo faltan 10 minutos para la hora del almuerzo!
…
Respiro hondo al cruzar la puerta del club, donde mis padres y yo nos reunimos para almorzar dos veces al mes.
No sé cómo manejaría la situación si descubrieran que he pensado en el divorcio.
Si en algo tiene razón Jhon, es en que ellos jamás lo aceptarían.
Mi madre, especialmente, vería esa decisión como un fracaso personal, una vergüenza para la familia. Mientras camino por el vestíbulo alfombrado, siento que mi estómago se revuelve con nervios.
He pasado toda mi vida intentando ser la hija perfecta, siempre buscando la aprobación de mis padres.
Cuando era pequeña, me esforzaba por ser la mejor de la clase, esperando recibir un elogio que nunca llegaba. Más tarde, conseguí una beca para hacer una maestría, y ni siquiera entonces fue suficiente.
El único momento en que realmente vi orgullo en los ojos de mis padres fue cuando les dije que había iniciado un romance con el hijo de la familia más influyente de Chicago, Jhon Blackthorne.
¡Qué chiste!
Localizo a mis padres sentados en una mesa cerca de la ventana, como siempre.
Mi madre está impecablemente vestida, con su traje de sastre de color marfil, su cabello rubio peinado en un moño elegante.
Mi padre lleva un traje oscuro y se mantiene erguido en su silla, con la misma expresión impasible que siempre ha tenido.
Me acerco a la mesa, tratando de disimular mi incomodidad.
—Llegas tarde —es lo primero que dice mi madre, su voz cortante—. La impuntualidad no es un rasgo atractivo en una mujer, Emma. Deberías saberlo ya.
Mi cuerpo se tensa de inmediato al escucharla, pero me esfuerzo por mantener la compostura.
—Lo lamento, madre, el tráfico estaba difícil —respondo, inclinándome para dejar un beso superficial en su mejilla, seguido de otro en la de mi padre, quien me devuelve una pequeña sonrisa.
Nunca ha sido muy afectuoso, pero en comparación con mi madre, siempre ha sido un poco más accesible.
Nos sentamos y el mesero aparece casi al instante para tomar nuestro pedido.
La conversación inicial es casual, pero vacía, llena de los comentarios usuales de mi madre sobre las últimas reuniones sociales y las obras de caridad en las que participa.
Sé que en cualquier momento empezarán las preguntas sobre mi matrimonio, y aunque intento prepararme, no estoy segura de poder soportar sus comentarios hoy.
—Y dime, Emma —comienza mi madre, clavando en mí su mirada crítica—, ¿cómo van las cosas con Jhon? Hace semanas que no lo vemos.
—Jhon ha estado muy ocupado con el trabajo —respondo con voz neutra, intentando no mostrar ninguna debilidad—. Apenas ha tenido tiempo para socializar.
—Eso no es excusa para que no hagan su aparición en los eventos importantes —responde mi madre, chasqueando la lengua—. Es fundamental mantener las apariencias. Después de todo, la gente tiene expectativas con ustedes, no solo por los Blackthorne, sino también por nuestra familia.
Mi padre asiente ligeramente, y aunque no dice nada, sé que opina lo mismo. La aprobación de la sociedad lo es todo para ellos.
—He oído que Jhon ha hablado de expandir la empresa. Espero que estés apoyándolo adecuadamente —añade mi madre, con una mirada que me atraviesa.
—Sí, claro, estoy haciendo lo que puedo —respondo, pero en mi interior siento que la frustración empieza a acumularse. No saben nada sobre la verdadera naturaleza de mi matrimonio, y tampoco les interesa saberlo.
Mi madre sigue hablando sin darle importancia a mi tono.
—También, querida, debemos hablar de un tema crucial —dice, bajando un poco la voz como si fuera a revelar algún secreto—. Todavía no has podido darle un hijo a tu esposo. ¿Por qué es tan complicado, Emma?
Las palabras me golpean como un balde de agua fría. Siento un nudo formarse en mi garganta y el aire parece volverse más pesado. Lo que no saben es que he intentado quedarme embarazada durante años, y solo recientemente descubrí que Jhon había estado cambiando mis vitaminas por anticonceptivos.
Nunca tuve una oportunidad real de concebir, y me siento engañada, traicionada.
—Jhon prefiere esperar un poco más antes de tener hijos —miento, porque no puedo confesarles la verdad, no aquí y no ahora.
Mi madre frunce el ceño y sacude la cabeza.
—¿Esperar? Eso suena a una excusa. Tal vez no se siente seguro de ti. Tienes que esforzarte en ser la esposa perfecta, Emma. Ya sabes lo importante que es para todos. No puedes arruinar esto.
Fuerzo una sonrisa, aunque lo único que quiero es gritar de frustración.
—No lo haré, madre —le aseguro—. Sé muy bien cuán importante es esto.
El resto del almuerzo transcurre de forma monótona, lleno de críticas veladas sobre mi peso, mi aspecto y la importancia de mantener mi "posición". Finalmente, el encuentro termina y salgo del club con el ánimo por el suelo.
No quiero volver a casa, no quiero enfrentarme a la soledad de mis pensamientos, que seguramente me llevarían de nuevo a esos oscuros rincones de tristeza.
Mientras camino por el vestíbulo, pienso en llamar a Melissa, mi única amiga verdadera, para contarle lo que me ha estado pasando.
Ella es abogada, tal vez pueda ayudarme a divorciarme.
Saco el celular del bolso mientras avanzo, distraída. No me doy cuenta de lo que ocurre hasta que choco con alguien.
Antes de que pueda reaccionar, un par de manos firmes se posan en mi cintura, sosteniéndome.
Un escalofrío me recorre el cuerpo y, por un segundo, sé exactamente quién es. Lo confirmo cuando esa voz profunda y grave que no ha salido de mi cabeza desde el primer encuentro me habla al oído:
—Creo que debemos empezar a buscar otra manera de encontrarnos. ¿No lo crees?
DamianEstoy encerrado. Las barras de hierro me rodean, frías y rugosas bajo mis dedos. El aire apesta a óxido, mis gritos rebotan en el metal y desaparecen en la oscuridad. “¡Ayuda!” grito, una y otra vez. No hay respuesta, solo risas. Unas carcajadas huecas y crueles que vienen de las sombras. Y entonces, la veo... Mi madre. La lanzan como un muñeco roto dentro de la misma jaula. La sangre cubre su rostro. “¡Mamá!” grito, y las lágrimas queman mis ojos.Justo en ese momento me despierto sintiendo el cuerpo sudoroso y pegajoso, mientras mi respiración se agita al punto que me cuesta respirar. Cierro los ojos por un segundo y me repito una y otra vez que ya no estoy ahí, he salido. Veinte años, ese es el tiempo que ha pasado desde que me fui de Chicago. De mi país, luego que mi vida cambiara para siempre, y me arrebataran a la persona que más amaba en el mundo.La única razón por la que estoy vivo es por venganza.Solo venganza… *****—Club de Élite, la chica está comiendo con los
Damien—¿Por qué estás aquí, Emma y con… ¿Señor White, qué está pasando?Levanto la vista y me encuentro con Jhon, el nuevo “socio” observándonos con una expresión que trata de mantener neutral pero sin éxito alguno.Puedo ver la sorpresa, la rabia y la sospecha brillando en sus iris. Lo cierto es que el encuentro lejos de molestarme solo hace más interesante el asunto. Noto que el imbécil parece enojado aunque intenta aparentar calma, sus ojos destellan con una sombra de celos y algo más que no logra ocultar del todo.Emma se aleja de mí, muy seguro lista para dar sus explicaciones, pero quiero alargar un poco más la diversión, asi que me adelanto.—Oh Jhon, hoy parece el día de las casualidades.—digo y tiendo una mano hacia él para saludarlo y este la toma con cautela— Me han recomendado el club y me vine al salir de la reunión para almorzar y me encontré con su esposa, ella me ha estado mostrando un poco del lugar —respondo con despreocupación, y una fingida camaraderia que no sien
Emma“Vete a casa Emma” “Hay mucho que hacer en casa, Emma” Las palabras de Jhon se repiten en mi mente a tiempo que la rabia y la decepción queman con fuerza en mi interior. He estado viviendo una mentira. Todo lo que creí que era real, la poca paz que pensaba que podía tener en mi vida, nada ha sido verdad.Y es tal vez esa misma rabia la que hace que, al subir al auto no me encamine hacia la casa como me ha ordenado Jhon, sino que por el contrario me coloque rumbo hacia la única persona que puede darme algo de consuelo y claridad en estos momentos: Melissa.Mi mejor amiga.Al entrar su edificio, el vigilante, señor Juan, me sonríe amablemente, como siempre.—Niña Emma, cuando tiempo sin verla, la señorita Melissa está arriba. Pase, usted ya sabe que tiene pase libre.Le devuelvo la sonrisa, aunque me cuesta mantenerla en mi rostro.—Gracias, señor Juan.Subo en el ascensor sintiendo que el peso de todo lo que ha pasado se hace cada vez más insoportable. La verdad es que estoy aterr
DamianLa cena de esta noche no estaba en mis planes inmediatos. De hecho, hubiera preferido tener más tiempo antes de enfrentar de nuevo a esos traidores. Sin embargo, no tengo opción. El viejo infeliz me ha visto, y ahora no puedo evitarlo.—No estoy convencido de que esto sea una buena idea —dice Alex desde la puerta, su ceño fruncido refleja la preocupación que trata de disimular—. Es demasiado pronto.Aprieto la quijada al escuchar sus palabras, no porque no lo entienda, sino porque sé que tiene razón. Aun así, no puedo detenerme ahora.—No tengo opción, Alex —replico, ajustando la manga de mi chaqueta—. El viejo me vio en el club, y el imbécil me presentó como su socio. Si no voy, podría levantar sospechas, y eso podría arruinar el plan.Alex cruza los brazos y me mira con seriedad.—Y si te descubre o te reconoce, también podría arruinar todo.Bufé, con la mirada fija en el espejo.—Te puedo asegurar que eso no va a pasar. Ese hombre ni siquiera debe recordar que alguna vez exis
EmmaMe despierto envuelta en las suaves sábanas de la cama de Melissa, con los primeros rayos de sol colándose por la ventana. Me siento extraña, desorientada. Hace tanto tiempo que no paso la noche fuera de mi casa que, por un segundo, me cuesta recordar dónde estoy. Pero en cuanto enciendo el celular, todo regresa de golpe.La pantalla brilla con una cantidad abrumadora de notificaciones: llamadas perdidas, mensajes... todos de Jhon. Cierro los ojos con fuerza, deseando poder ignorarlos, pero sé que no puedo.Deslizo el dedo por la pantalla y me encuentro con un sinfín de mensajes llenos de insultos y amenazas. "¿Dónde diablos te metiste?" "¿Quién te dio permiso para quedarte afuera?" "Regresa ya, o te arrepentirás."Siento que el estómago se me revuelve. Las palabras me atraviesan como un cuchillo, pero lo que más me desconcierta no son las amenazas, sino los mensajes en los que parece, por un momento, estar preocupado. "¿Estás bien?" "No me hagas esto." "Dime dónde estás, Em
DamianLa mesa está dispuesta con meticulosa elegancia, como era de esperarse de una familia que se enorgullece de mostrar su riqueza y estatus. Todo en esta cena grita opulencia, pero lo único que veo es vacío. Mientras tomo asiento, siento los ojos de Jhon sobre mí, probablemente evaluando si hice bien en aceptar la invitación de su padre.Alex, por otro lado, se sienta a mi lado, en silencio, observando cada detalle como el estratega que es. Ambos sabemos que esta cena no es solo una reunión social, sino una oportunidad para medir cada palabra, cada gesto.Arthur Blackthorne, el patriarca, parece satisfecho. No muestra el menor indicio de recordar el pasado, ni de reconocerme. En realidad, su actitud roza lo cínico, como si su vida siempre hubiera sido perfecta. Es irónico pensar que este hombre piensa haberme borrado de la historia sin un atisbo de remordimiento. Me pregunto qué pensaría si supiera quién es en realidad el hombre que está sentado aquí, frente a él, listo para de
EmmaEl ambiente dentro del auto es tan denso que siento que el aire apenas se mueve. La tensión entre Jhon y yo es palpable. Ninguno de los dos habla. La cena ha sido un desastre y, aunque no sé qué esperaba, cada vez que me encuentro con los Blackthorne, siempre termino sintiéndome más pequeña y despreciada. Sin embargo, esta vez fue diferente… Damian White estuvo ahí. La incomodidad que su presencia generó en Jhon y la manera en que me miraba, con esos ojos que parecían escrutarme en lo más profundo, me tienen confundida. Pero, ahora mismo, ese es el menor de mis problemas.Quiero mantener la calma, quiero llegar a casa y encerrarme en mi habitación para poder llorar en paz. No quiero seguir provocando a Jhon. Lo mejor es quedarme callada, no decir nada. Pero justo cuando aparcamos frente a la casa y entramos, su voz rompe el silencio de manera devastadora.—Debes estar contenta, ¿no? —dice, su tono venenoso mientras cierra la puerta detrás de nosotros—. Estás mostrando tu verdade
DamianLa luz que se filtra por las ventanas del penthouse me golpea como una bofetada. Mi cabeza taladra con un dolor sordo y constante, y cada paso que doy hacia la sala se siente como si estuviera caminando sobre vidrio.Ayer, luego de salir de la cena ridícula en la que alguna vez fue mi casa, Alex me arrastró hasta uno de los clubes de moda de la ciudad y, para que negarlo, terminé por pasarlo bastante bien, si omitimos la resaca.Me paso una mano por la cara y me desplomo en el sofá, agradeciendo lo suave que es. El sonido de las llaves de Alex tintineando en la cocina me indica que él ya está en pie. No sé cómo lo hace, parece que ni una noche de copas le afecta. Me inclino hacia atrás y cierro los ojos, pero no pasa mucho tiempo antes de que la voz burlona de Alex se haga presente.—Te ves de la m****a —me dice, arrojándome una pastilla y una botella de agua.—Gracias por la observación —gruño, atrapando la pastilla en el aire antes de tragármela con un largo sorbo de agua.