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Venganza del Destino
Venganza del Destino
Por: Naths
Ilusiones destrozadas: 

 

Ella bajó la mirada llena de un brillo especial a sus manos temblorosas para ver el resultado que le arrancó varios suspiros de felicidad y en sus labios se plasmó una sonrisa que dejaba ver su dicha. 

—Amor mío sé que serás el hombre más feliz de este mundo cuando comparta contigo esta maravillosa noticia —habló a la nada sin alejar la mirada de la causa de su alegría. 

—¡Señorita Sued…! ¡Señorita Sued! —la llamaba uno de los empleados de servicio que estaba trabajando en la decoración del gran salón de la mansión Gil donde se llevaría a cabo la fiesta sorpresa del cumpleaños del joven Maximiliano. 

Ella salió de la nebulosa en la que se había sumergido cuando en la lejanía escuchó el llamado del sirviente, y con rapidez ocultó tras su espalda el papel que tenía en la mano derecha. 

—Sí, dígame —respondió con amabilidad a la vez que abría sus grandes y expresivos ojos. 

 —¿Dónde debo ubicar las flores? —Él levantó uno de los arreglos florales para mostrarle. 

—Mmm… —Creó un sonido que denotaba su duda al quedarse pensativa, teniendo la indecisión de cuál sería la ubicación perfecta para las flores que le dieran el toque elegante y armonioso al vestíbulo, puesto que estaba siendo minuciosa porque necesitaba que todo estuviera perfecto—. Creo que es mejor sacar las flores, puede que no le agraden a Maximiliano. —Obediente el individuo aceptó retirarse sin agregar nada más. 

El sonido desagradable de unos tacones rechinando contra el piso pulido la instaron a elevar la cabeza en dirección de la persona que se acercaba sonriendo con entusiasmo al ver que se trataba de la madrastra de Maximiliano.  

—Buenas tardes, señora Gil —le saludó cordialmente Isabella, aunque la señora no era amable con ella, igual estaba tratando de ganarse su confianza, porque supone que pronto serán familia y debe llevarse bien con su suegra. 

—¿Buenas?, serán para ti, que estás aquí perdiendo el tiempo. —Se burló la mujer de forma hiriente, provocando que Isabella tragara al soportar la manera despectiva en la que esa señora la trataba. 

—Recoge todas estas cursilerías antes de que Maximiliano aparezca, aborrece las sorpresas al igual que los compromisos. —Volvió a mencionar la señora Gil alzando la comisura izquierda. 

Con claridad sabía lo enamorada que está Isabella por eso intentó molestarla. 

«¿Odia las bodas?», se preguntó con amargura. Porque de todo lo que dijo la mujer maliciosa lo único que se quedó en la memoria de la joven fue lo que su pareja aborrecía. 

Aunque esa rápida charla la llenó de inseguridades, Isabella de igual modo siguió adelante con sus planes y como la mujer encantadora e ingeniosa que era, no se amilanó, sino que recibió a las personas influyentes que había invitado, en su mayoría amistades de Maximiliano que literalmente no la conocían como su novia, porque ellos mantenían una relación secreta. 

—Bienvenidos, disfruten mucho —decía al recibir a cada invitado y cuando al fin Maximiliano llegó; ingresaba al salón con ceño fruncido sin entender de qué se trataba dicho alboroto en su hogar. 

—Mi madrastra y sus celebraciones inútiles —balbuceo irritado, con ganas intensas de mudarse a su propio pent-house.

Su padre insistía en convivir como una familia y aunque no es un hombre que le importan las peticiones de los demás, quería mantener una buena relación con su padre debido a que en el pasado luego del fallecimiento de su madre, entre ellos se formó un abismo muy grande y su relación quedó prácticamente destruida cuando él decidió tomar a una segunda esposa. 

Decidiendo que se retiraría pronto de dicha velada siguió su andar con porte elegante y un aura magnética que atrae a innumerables mujeres que sueñan en conquistar al heredero Gil.  

«Es demasiado guapo», pensó Isabella suspirando profundo y sintiendo como el corazón le latía con más intensidad a medida que lo veía avanzar. 

Ella que se encontraba al otro lado del salón empezó a acortar la distancia yendo hacia él con pasos pausados luciendo sensual con cada movimiento, ya que, al balancear sus caderas, modelaba cada curva de su cuerpo enloqueciendo a Maximiliano que a pesar de sentir que no la ama, le gusta mucho esa pelinegra de ojos verdes, de caderas pronunciadas, y de pechos grandes y redondos.  

—Felicidades, amor —celebró con alegría al mismo tiempo que intentaba darle un beso, pero él giró la cara evadiendo el contacto de sus labios con una actitud fría y cortante, mostrando lo desagradable que le había parecido esa sorpresa, puesto que ella había actuado de manera arbitraria. 

Su reacción no fue la esperada por Isabella, quien de estar con una gran sonrisa pasó a poner semblante serio. 

—Hablemos —solicitó Maximiliano con tono irritante pero cuando varios conocidos se acercaron a felicitarle tuvo que forzar una sonrisa. 

—Joven Gil les deseamos todo lo mejor. —Con hipocresía aceptó los buenos deseos de los invitados. 

Hastiado logró deshacerse de las personas y sus insistencias por brindar en su honor. Buscó una vez más a Isabella, mirando en todas las direcciones y cuando la divisó con semblante sereno disimuló para llegar a ella tomándola del brazo dirigiéndose al estudio donde al llegar la soltó de golpe. 

—No vuelvas nunca en tu vida a celebrar mi cumpleaños, me fastidia este tipo de festejos —reclamó sin una pizca de amabilidad y ella sintió que algo le oprimía el pecho.

Tenía días arreglando los preparativos para esa fiesta y ahora él la despreciaba siendo cruel.

—Lo siento —murmuró con voz apagada—, llevamos un año juntos teniendo una relación sin etiqueta y prácticamente a escondidas. Pero a pesar del tiempo juntos siento que no te conozco, porque no me das la oportunidad de saber algo de ti. Deja de cerrarte a mí. 

—No necesitas saber nada de mí, solo no hagas cosas sin primero consultarlo conmigo —le aclaró estando de pie frente a la licorera sirviéndose un whisky en las rocas.

El corazón de Isabella que siempre late desbocado cada vez que está cerca de su amado, se encontraba oprimido por la fea reacción y palabras hirientes de su amado. 

Maximiliano la miró por el rabillo del ojo cuando iba acercando el vaso a sus labios y lo soltó poniéndolo sobre el escritorio.

—Ven aquí Isabella. No quise ser tan duro. —Ella quedó cautivada con ese timbre grave de su voz y a pesar del enfado una electricidad recorrió su anatomía cuando él le rodeó la cintura. 

El olor apetecible de su colonia varonil con toque dulce y dominante a la vez, la aturdió haciéndola olvidar momentáneamente su incomodidad. 

Estaba tan anonadada que sentía que su hombre es perfecto, seduce, enamora y hechiza sin esforzarse para lograrlo. Su cabello negro azabache, cejas abundantes y pestañas risadas junto con su barba bien tratada hacen el contraste óptimo con esa piel blanquísima y sin imperfecciones. 

Ella sintió debilidad en sus rodillas y se aferró a sus bien fornidos brazos percibiendo cómo esos ojos azules claros con pupilas pequeñas que le daban ese toque intimidante le atravesaban el alma y helaban cada capa de piel conllevándola a que jadeara sin haber sido tocada. 

—Isabella no me gusta verte enojada —le expresaba a medida que le pasaba el dorso de los dedos por el rostro y cuando ella fue capaz de liberarse de la hipnosis que le causa Maximiliano recordó las palabras dichas por la madrastra de él y astutamente le propuso: 

—Sé que la fiesta no es de tu agrado, pero por qué no aprovechamos para que revelemos nuestra relación, así cuando nos casemos no habrá críticas ni especulaciones. 

—¡¿Casarnos?! —alzó las cejas con gesto divertido— En mis planes no está casarme o tener hijos, esas dos cosas están prohibidas para mí y ninguna mujer será capaz de hacerme cambiar de opinión. Si deseas continuar a mi lado debe ser justo como estamos. 

Ella sintió que algo se quebró en su interior. No pronunció una sola palabra más, sino que se alejó de él y el whisky que Maximiliano sirvió y no había bebido, lo tomó en su lugar de un solo trago antes de salir de ese estudio dejándolo impactado con esa actitud rebelde. 

A él le pareció desagradable su conducta y decidió ir detrás de ella para reprenderla, llegando al salón donde la divisó de pie en la barra libre con una copa de champán en la mano. 

Las puntas de sus zapatos de piel suficientemente costosos chocaron con las zapatillas delicadas de su amante, quien estaba hecha una furia y tomaba para calmar el enfado.  

—Es inaceptable que reacciones así porque yo nunca te dije que lo nuestro sería algo formal —le reprochó con voz baja acercando la cara a la de ella. Sin pensarlo daba una visión muy íntima de ellos dos en ese instante. 

Ella se carcajeó con amargura. 

—Me ha quedado suficientemente claro —expresó con disgusto y volvió a beber todo el contenido de su copa dejándolo nuevamente con una sensación desconcertante. 

Maximiliano vio a todas partes, divisando como las personas compartían unas con otras, y hasta su padre parecía disfrutar de esa velada cuando para él ese día era un de luto y lamento, justo hoy era el aniversario de la muerte de su madre. 

Empezó a tomar de manera descontrolada y con mucho rencor en su corazón, porque a pesar de que trataba de perdonar a su progenitor; de su mente no salía la certeza de que, por culpa de una amante y la irresponsabilidad de su padre, fue que su madre murió. Por eso verlo riendo y tomando como si todo estuviera normal avivaba más su resquemor. 

«Mamá sé que tu espíritu se retuerce en su tumba al ver que ahora esa mujer que te hizo perder la vida ha ocupado tu lugar», pensó lleno de tristeza añorando poder ver una vez más a su madre. 

—Sírvame otro trago —ordenó al barman con un humor irritante. 

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