Un día después:Isabella sé convencía a sí misma de que lo ocurrido fue únicamente una horrorosa pesadilla; sin embargo, cuando bajó la mirada a su brazo derecho y vio que tenía colocada una intravenosa, volvió a la realidad aceptando que vio morir a su amado.— Al fin despertaste. Pedí que te pusieran unos calmantes—. Ella giró el rostro cuando escuchó la voz de Oliver.—¿Por qué pediste que me inyectaran sedantes?, ¡¿por qué?!— le gritó furiosa a medida que se arrancaba sin tacto la intravenosa y se ponía de pie.—Debes calmarte— le pidió preocupado porque ella está sumamente débil.—Es muy fácil para ti, pedirme serenidad. Isabella sabía bien que Oliver no era el culpable de su desgracia y que no debía tratarlo de ese modo, pero no encontraba cómo ventilar su dolor y sin pensarlo estaba siendo muy cortante.» Lo siento. Solo quiero ver a Maximiliano, y a mi hijo—. Oliver la sostuvo y ella forcejeaba.—Escúchame primero, Isabella—. Él que la tenía agarrada por los hombros la zaran
Ellos iban tan sumergidos en su charla que no se dieron cuenta de que ya estaban frente al coche y que Máximo estaba esperando.—Hijo…— lo llamó el hombre con voz titubeante y Maximiliano lo vio con irritación.—Dije que no quería verte, por favor respeta mi pedido— le reprochó tosco, y con mirada llena de decepción.—Lo sé, pero necesitaba entregarte esto—. Decía al mismo tiempo que extendía la mano en la que tenía unos documentos, los cuales Maximiliano abrió y se quedó pasmado, Máximo había pasado todos sus bienes a Emiliano, le concedió toda la herencia al pequeño estando vivo.» Vine a pedirles perdón, no fui un buen padre, esposo, suegro y abuelo, tarde lo reconozco. Y siento que hayas pasado por tanto hijo mío, siempre tuviste razón, tu madre murió por mi culpa, yo no supe cuidar de ustedes—. Tras decir esto, Máximo dio media vuelta para irse.—Espera… papá—. Maximiliano agarró su antebrazo, aun con ciertas dudas le dijo:» ¿Y tú qué harás ahora? —. Máximo sonrió débilmente, pe
Habían pasado 4 meses.La boda fue espléndida, aunque Isabella se casó luciendo su pancita. Resulta que no se dio cuenta de que había quedado embarazada desde aquella noche que tuvo un encuentro con Maximiliano. Su sorpresa fue grande cuando descubrió que todos los mareos que le daban eran porque llevaba el segundo hijo que Maximiliano tanto pedía y él cuando se enteró no sabía cómo celebrarlo, a pesar de que ella lo quería fusilar, porque al final se vistió de novia llevando el fruto de su amor en el vientre.Al fin su enfermedad del estómago había desaparecido, estaba cuidando más de sí misma, incluso había dejado que los asuntos empresariales fueran atendidos por Maximiliano, Oliver y Hugo, a ella lo único que le importaba era su pequeño travieso y disfrutar espléndidamente de su embarazo.Mientras que Blas, tras durar esos meses encerrado, no lo soportó, su cuerpo colapsó, y ya estaba en cama mal pasando con el fuerte dolor de pecho que no cesaba ni por un segundo; como si fuera e
Ella bajó la mirada llena de un brillo especial a sus manos temblorosas para ver el resultado que le arrancó varios suspiros de felicidad y en sus labios se plasmó una sonrisa que dejaba ver su dicha. —Amor mío sé que serás el hombre más feliz de este mundo cuando comparta contigo esta maravillosa noticia —habló a la nada sin alejar la mirada de la causa de su alegría. —¡Señorita Sued…! ¡Señorita Sued! —la llamaba uno de los empleados de servicio que estaba trabajando en la decoración del gran salón de la mansión Gil donde se llevaría a cabo la fiesta sorpresa del cumpleaños del joven Maximiliano. Ella salió de la nebulosa en la que se había sumergido cuando en la lejanía escuchó el llamado del sirviente, y con rapidez ocultó tras su espalda el papel que tenía en la mano derecha. —Sí, dígame —respondió con amabilidad a la vez que abría sus grandes y expresivos ojos. —¿Dónde debo ubicar las flores? —Él levantó uno de los arreglos florales para mostrarle. —Mmm… —Creó un sonido qu
En esta fecha siempre está malhumorado y se encierra a ahogar sus penas con el alcohol. Pero Isabella había cambiado su forma de duelo al prepararle esa desagradable fiesta. Lo arruinó todo, según su pensar; sin embargo, estaba consciente de que lo hizo sin malicia. Lo único que le enfadaba era que pasó por alto su pedido. «Isabella es la mujer perfecta para mí, quizás casarme con ella y crear una familia es lo que realmente necesito para dejar de sentirme tan hueco», reflexionaba sintiendo los efectos del licor, sopesando que no era mala la idea de formalizar un hogar. Tambaleante sonrió al imaginar un futuro a su lado, con un hijo al que le brindaría mucho amor para que no se sienta tan solo como lo está él. «Seré el mejor padre del mundo y protegeré a Isabella para que no sufra», volvió a plantearse en su fuero interno dejando el vaso sobre la barra para ir en busca de su amada, pero al notarse tan borracho. Con la minúscula parte de cordura que aún conservaba decidió descansar
Ella empezó su andar, dando zancadas bastantes largas. Viendo que nadie se interponía con planes de detenerle hasta que llegó al límite de la puerta doble de la entrada. Uno de los empleados trató de frenarla posicionándose delante de ella. Pues su abuelo le estaba dejando suponer que la dejaría escapar para atraparla en el momento que se sintiera libre, haciéndole ver que él tenía todo bajo su control y que ella no es más que una chica endeble que no tiene derecho a contradecir sus órdenes. Pero Isabella es tenaz y como estaba decidida a irse de ese lugar corrió logrando salir. —Señorita deténgase. Se va a lastimar —le aconsejó uno de los individuos que iba detrás de ella, e Isabella no prestaba atención. Su punto fijo era salir de esa propiedad hasta que llegó a los portones dobles que son manipulados por el guardia de la entrada y pensó en todo hasta en subirse en las rejillas para saltar al otro lado, pero ponía en riesgo su embarazo, así que no optó por esa solución. Si no qu
Sin pronunciar palabras Isabella tomó los bastones ortopédicos para apoyarse, debido a que su pierna fracturada había sido enyesada por el médico del núcleo familiar Sued. Blas no permitió que se le acomodara al dejarla usar una silla de ruedas, por el hecho de que ella había sido la culpable de que su pierna estuviera estropeada y quería hacerle ver cuál es el costo de sus imprudencias. —No te pases de lista —le advirtió Blas.—¡Ni que fuera la mujer maravilla! —bufó apenas audible y continuó con su andar, mientras que los hombres que la vigilaban estaban fastidiados con sus pasos lentos. —¿Maximiliano? —musitó Isabella con duda al detenerse una vez que vio pasar a una distancia prudente a Maximiliano con una dama aferrada a su brazo y sintió que la respiración se le cortó, un nudo se le creó en la garganta mientras dicha angustia que estaba sintiendo le oprimía el pecho. «Con razón no quería que yo fuera su esposa, teniéndome a escondida podía tener a otra», reflexionó llena de
Sin embargo, detrás de sus palabras también escondía el sentido de hacer referencia a la fama de mujeriego que ha ganado Maximiliano en estos últimos años. Isabella, también percibió como las miradas pesaban sobre ella, no obstante, la que más le caló, fue la de Maximiliano. Cuando fingió encontrarse con su mirada de manera accidental elevó su copa para captar más su atención y con intención aparente de que la invitase a un baile. —1,2,3… —contó sintiéndose segura de que él iría a ella. De ese modo sucedió; Maximiliano rompió la distancia que los dividía, extendiendo seguido su mano, proponiéndole el baile que ella con lenguaje mudo pidió. Aceptó colocando con suavidad la mano entre la de él y cuando sus dedos hicieron contacto se sintió perdida percibiendo una electricidad más intensa que la sensación que le provocaba en el pasado, y a pesar de eso no se permitió reflejar nada. De camino a la pista de baile se ordenó a sí misma controlarse. —Es usted una mujer distinta a todas la