Directo y sin rodeos

Ellos iban tan sumergidos en su charla que no se dieron cuenta de que ya estaban frente al coche y que Máximo estaba esperando.

—Hijo…— lo llamó el hombre con voz titubeante y Maximiliano lo vio con irritación.

—Dije que no quería verte, por favor respeta mi pedido— le reprochó tosco, y con mirada llena de decepción.

—Lo sé, pero necesitaba entregarte esto—. Decía al mismo tiempo que extendía la mano en la que tenía unos documentos, los cuales Maximiliano abrió y se quedó pasmado, Máximo había pasado todos sus bienes a Emiliano, le concedió toda la herencia al pequeño estando vivo.

» Vine a pedirles perdón, no fui un buen padre, esposo, suegro y abuelo, tarde lo reconozco. Y siento que hayas pasado por tanto hijo mío, siempre tuviste razón, tu madre murió por mi culpa, yo no supe cuidar de ustedes—. Tras decir esto, Máximo dio media vuelta para irse.

—Espera… papá—. Maximiliano agarró su antebrazo, aun con ciertas dudas le dijo:

» ¿Y tú qué harás ahora? —. Máximo sonrió débilmente, pe
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