Primer Movimiento

El portón de la residencia Duarte se cerró detrás de ellos con un sonido metálico, como si algo hubiera quedado sellado para siempre. Eva y Alejandro caminaron hacia el auto sin decir una palabra, envueltos en un silencio denso pero necesario. Solo cuando subieron y el motor arrancó, Alejandro desvió la vista del camino y la observó.

—¿Estás bien?

Eva asintió, aunque no tan convencida. Su cuerpo seguía en modo alerta, pero había algo distinto dentro de ella. Como si una puerta se hubiera abierto y ahora el aire pasara con más claridad.

—Estoy… sorprendida —admitió finalmente—. Pero sí. Estoy bien.

Alejandro mantuvo la vista en la calle por unos segundos más antes de hablar.

—Mi abuelo lo sabía todo.

—Sí —susurró Eva—. Y me ha estado observando desde que era niña. Desde antes de saber siquiera quién era yo.

—¿Y qué piensas hacer con eso?

Eva lo miró, su voz templada pero decidida.

—Usarlo a mi favor. Pero no para pedir nada. No quiero caridad ni reconocimiento por sangre. Quiero justic
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