El reloj marcaba las siete de la mañana cuando Eva cruzó las puertas del edificio Duarte. A pesar de la hora temprana, el vestíbulo ya estaba lleno de empleados que se preparaban para la reunión adelantada del consejo. Las miradas curiosas la seguían mientras caminaba hacia el ascensor, pero Eva mantuvo la cabeza alta.—Hoy no voy a fallar —se dijo en silencio mientras las puertas del ascensor se cerraban.Al llegar al piso ejecutivo, encontró a la asistente de Alejandro organizando documentos frente a la sala de reuniones.—Buenos días, señorita Montenegro. El consejo se reunirá en media hora —informó con amabilidad—. El señor Duarte pidió que lo esperara en su oficina antes de la reunión.—Gracias —respondió Eva, sintiendo un leve cosquilleo en el estómago al pensar en Alejandro.Pero antes de dirigirse a su oficina, decidió entrar en la sala de conferencias para asegurarse de que todo estuviera listo. Al encender el proyector y revisar las diapositivas, se permitió un momento para
La luz tenue de la ciudad se filtraba a través de las cortinas de su apartamento, proyectando sombras suaves en las paredes. Sentada en el borde de la cama, Eva sostenía una copa de vino entre las manos, pero apenas había probado el líquido carmesí. Su mente seguía atrapada en los eventos de la reunión.Había ganado una batalla más. El proyecto avanzaba y su posición en la empresa se consolidaba. Pero, a pesar de todo, una inquietud persistente la atormentaba. No era solo la amenaza constante de Santiago. Era algo más profundo.Era Alejandro.El recuerdo de su beso aún ardía en sus labios, y la forma en que la había mirado antes de la reunión seguía grabada en su mente. No podía negar lo que sentía cuando estaba cerca de él: una mezcla de deseo, admiración y algo más peligroso… algo que amenazaba con derrumbar las paredes que había construido a su alrededor.Pero no podía permitirse sentir eso. No cuando su plan dependía de mantener la cabeza fría.—Esto no puede desviarme —susurró p
El día amaneció nublado, y aunque la ciudad y su ajetreada vida parecían seguir su curso, Eva no podía evitar sentir una opresión en el aire. Desde la reunión del consejo, la atmósfera en el edificio Duarte había cambiado. Los murmullos habían comenzado a circular, y como era de esperarse, el tema central era la relación entre Eva y Alejandro.Eva entró a la oficina temprano, más consciente que nunca de las miradas que se cruzaban con la suya al caminar por los pasillos. Algunos la saludaban con una sonrisa educada, otros la evitaban por completo. A pesar de que había trabajado más duro que nunca para ganar su lugar, ahora todo lo que había logrado parecía estar bajo escrutinio debido a las insinuaciones que se deslizaban como sombras en cada rincón.Al abrir la puerta de su oficina, encontró a la asistente de Alejandro revisando algunos documentos sobre su escritorio. La joven levantó la vista y, al ver a Eva, no pudo evitar un gesto de preocupación.—Buenos días, señorita Montenegro
El sonido de las teclas resonaba en la oficina de Eva mientras intentaba concentrarse en los informes de la fundación. Pero era imposible. Desde que había llegado esa mañana, había sentido miradas extrañas, susurros que se apagaban apenas entraba en una habitación, y empleados que evitaban cruzarse con ella en los pasillos.La tensión en el ambiente era palpable. Algo estaba mal.El presentimiento se hizo realidad cuando la asistente de Alejandro entró en su oficina con una expresión sombría y una carpeta en las manos.—Señorita Montenegro… necesita ver esto.Eva tomó la carpeta con cautela y, al abrirla, sintió un frío recorriéndole la espalda.Era un informe anónimo dirigido al consejo directivo de la empresa.Dentro, había capturas de pantalla de supuestos correos electrónicos, mensajes manipulados y fotos editadas en las que Eva aparecía en situaciones comprometedoras con varios inversionistas de la fundación y, lo peor de todo, con Santiago Duarte.Los documentos insinuaban que E
Su beso fue apasionado y posesivo, como si Alejandro quisiera marcar a Eva como suya. Eva se sintió arrebatada por la emoción, y su cuerpo respondió con un deseo intenso. Se dejó llevar por el momento, y su lengua se entrelazó con la de Alejandro en un baile sensual. La ropa comenzó a caer al suelo, y los cuerpos se unieron en un abrazo apasionado. Alejandro la levantó en brazos, y Eva se sintió suspendida en el aire, con su cuerpo ardiendo de lujuria. La llevó hasta la cama, y allí, en la oscuridad, se entregaron a su pasión. Alejandro le quitó la ropa una a una, hasta tenerla desnuda frente a él. Su mirada oscurecida recorrió cada centímetro de piel. —Eres increíble —suspiró, tratando de disimular la emoción que le provocaba verla. Eva se sonrojo al oirlo, no acostumbrada a la admiración con que era observada. Posó una mano sobre la mejilla de Alejandro, y dijo lo único que sabía que podría calmar esa chispa de incomodidad que esas imágenes habían sembrado en él. —Toma lo que n
El sol apenas comenzaba a asomarse por las ventanas del departamento cuando Eva abrió los ojos. La luz suave de la mañana iluminaba la habitación, y por un momento, se quedó quieta, escuchando el silencio a su alrededor. No podía recordar cómo había llegado a dormir en ese lugar, ni cuánto tiempo había pasado desde que Alejandro la había abrazado con tanta intensidad la noche anterior.El calor de su cuerpo junto al suyo, el roce de su piel, el perfume de su loción... todo estaba grabado en su memoria, pero aún era demasiado reciente para procesarlo con claridad. Eva se levantó lentamente, disfrutando del espacio y la paz que solo aquel lugar parecía ofrecer. A medida que se estiraba, notó cómo sus músculos estaban relajados, una sensación que no había experimentado en mucho tiempo.De pronto, escuchó ruido proveniente de la cocina. Al levantar la vista, vio a Alejandro en la entrada del salón, vestido con ropa cómoda, su mirada concentrada en lo que hacía pero relajada. Estaba prepara
El sol se filtraba suavemente por los ventanales del departamento, iluminando la piel dorada de Eva mientras se vestía con calma. Alejandro la observaba desde la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y una expresión que reflejaba la adoración que sentía por ella. Había algo diferente en su mirada esa tarde, algo que iba más allá del deseo y la ternura con la que la había tratado desde que despertaron juntos.Cuando ella terminó de ajustarse la blusa y se volvió hacia él, Alejandro se levantó y caminó hasta donde estaba, deteniéndose justo frente a ella. Sin previo aviso, tomó su rostro entre sus manos y la miró con una intensidad que hizo que el aire se volviera espeso entre ellos.—Quiero que esto sea oficial —dijo en voz baja, pero con una firmeza absoluta—. Quiero que seas mi pareja, Eva. Quiero que dejemos de escondernos.El corazón de Eva se detuvo por un segundo antes de empezar a latir con fuerza. ¿Qué?—Alejandro… —murmuró, buscando las palabras correctas, pero él n
El día había pasado rápidamente, con las horas deslizándose entre montones de informes y reuniones cruciales. Eva se encontraba en su oficina, la luz tenue de la tarde invadiendo el espacio a través de los ventanales. Aunque su mente estaba constantemente centrada en los informes de la fundación, no podía dejar de pensar en lo que había descubierto sobre Santiago. La verdad que Carla le había confiado no solo era una revelación espantosa, sino que también le otorgaba un nuevo propósito.Con las manos sobre el teclado, Eva comenzó a revisar los registros de las empleadas que habían trabajado para Santiago y que habían dejado la empresa de manera abrupta. Sabía que no podía actuar de manera impulsiva, pero con las palabras de Carla resonando en su mente, Eva sabía que tenía que obtener pruebas irrefutables. Las mujeres que se habían ido sin una explicación clara podrían ser las clave para exponer lo que Santiago había estado haciendo detrás de las puertas cerradas de la oficina.De pront