La primera herida

El aire en el edificio Duarte parecía más denso que de costumbre. Desde la discusión entre Alejandro y Santiago, una tensión silenciosa se había instalado en los pasillos, y Eva podía sentirla en cada mirada furtiva y en cada susurro que se apagaba cuando ella pasaba.

Pero no tenía tiempo para preocuparse por los rumores. La próxima reunión del consejo directivo estaba a solo unos días, y Alejandro había confiado en ella para presentar el informe. Era su oportunidad de consolidar su posición, de demostrarle a todos —incluido Santiago— que merecía estar allí.

—No voy a fallar —se prometió a sí misma mientras revisaba las últimas estadísticas del proyecto.

Sin embargo, en el fondo de su mente, una advertencia persistía como un eco inquietante: las palabras de Alejandro sobre la capacidad de Santiago para jugar sucio.

“Santiago no es alguien que acepte perder fácilmente.”

Pero Eva no pensaba detenerse. No ahora.

Esa tarde, mientras organizaba los documentos para la reunión, recibió un co
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