Rowan caminaba por el pasillo, saltando con pequeños brincos, como siempre lo hacía cuando estaba feliz. Aunque apenas era un niño, sentía una emoción especial al saber que pronto iniciaría una nueva vida para él. con Damián como su futuro padre.Se acercaba a la habitación de Damián, con paso decidido, sin preocuparse por lo que pudiera suceder. Pero algo en el aire cambió. Un susurro, una vibración que lo hizo detenerse de golpe. Sintió un presentimiento, como si algo importante estuviera a punto de suceder.Por un momento, dudó. Sin embargo, la curiosidad pudo más, y alzó la mano para girar el picaporte con suavidad. Lo que vio al abrir la puerta lo dejó completamente paralizado.Damián y Evelyn estaban demasiado cerca el uno del otro, casi como si estuvieran abrazados contra la pared. La tensión entre ellos era tan palpable que parecía quemar el aire. Evelyn, con los ojos entrecerrados, respiraba con rapidez, y Damián… él estaba tan cerca de ella, que parecía perderse en su presen
El bosque se cernía oscuro y espeso bajo la luz de la luna. Damián corría entre los árboles, ramas arañándole los brazos y la respiración cada vez más agitada. El aullido de Rowan aún resonaba en su mente, como una llamada de auxilio velada en dolor. Tenía que encontrarlo. No podía perderlo también.— ¡Rowan! — gritó con la voz quebrada por el miedo de que le pasara algo,era muy extraño el sentimiento que le despertaba ese niño a pesar de no ser suyo— ¡Por favor, vuelve!No hubo respuesta, solo el crujir de hojas secas y el lejano canto de los grillos. Pero algo lo guiaba, algo más allá de la razón. Una energía tenue, mágica, como si el bosque mismo le mostrara el camino. Entonces lo sintió, una brisa cálida, cargada de un perfume dulce, etéreo, imposible de describir. La siguió.Y de pronto, se encontró en la linde de un claro bañado por luz de luna. Aquel lugar estaba prohibido para ellos. Habían intentado cruzar muchas veces, pero la bruma no se lo permitía jamás; era como una barr
El viento de la tarde acariciaba suavemente los rostros de los presentes, pero para Damián, no era suficiente para calmar la tensión que se había ido acumulando en su pecho desde que aceptó el destino que la vida le había impuesto. La verdad que le había sido revelada la noche anterior seguía pesando sobre él, como una sombra imposible de ignorar.El sonido de los cantos ceremoniales resonaba en sus oídos. La luz dorada del sol caía suavemente sobre el altar, tornándose anaranjada al acercarse la puesta del sol. Los votos debían ser pronunciados en el mismo instante en que la luna llena ascendiera en el cielo, pero nada, ni la belleza del atardecer ni la solemnidad del momento, podía disipar la oscuridad que se había posado sobre su alma. La verdad lo había marcado, lo había transformado de maneras que no podía comprender.Damián observaba a Abigail caminar por el pasillo dispuesto entre los bancos de madera, donde la comunidad se había reunido para presenciar la ceremonia. Abigail...
La ceremonia había llegado a su fin, y los murmullos de la manada se alzaban llenando todo de alegría. Los rostros de los presentes reflejaban las expectativas de una nueva unión, una promesa de futuro y quizás la salvación de aquel castigo que la Luna les impuso años atrás.Damián, sin embargo, sentía que todo era irreal. Las palabras de los votos, las sonrisas que lo rodeaban… Y, sin embargo, al ver a Abigail frente a él, la sensación de que algo irreversible ya había sucedido entre ellos lo alcanzó con fuerza.El sacerdote, al ver que ambos se miraban en silencio, asintió suavemente, dándoles paso.— Ya pueden sellar su unión con un beso.Sin decir una sola palabra, Damián avanzó hacia Abigail y la tomó de la mano. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo a su alrededor se desvaneció. La amaba, era su luna. Lo supo desde el primer momento que vio aquella loba blanca en el bosque.¿Cómo no había visto todo aquello antes, como su lobo no la reconoció, cuál era el embrujo q
La noche había caído con una suavidad engañosa, como si ignorara deliberadamente el torbellino de emociones que recorrían el pecho de Damián. Pese a la intensidad del día, a los votos pronunciados y a las miradas cargadas de significado que habían compartido en la ceremonia, aún quedaba algo pendiente. Una conversación, una verdad, una herida sin cerrar. Y aunque sabía que debía enfrentarla, por ahora decidió dejarla en pausa. Esa era su noche, su primer momento a solas con Abigail… y no quería que el peso del pasado empañara lo que estaba comenzando a construir con ella.La habitación, apenas iluminada por la tenue luz de unas velas, parecía respirar con ellos. Las sombras danzaban sobre las paredes al ritmo del viento que se colaba por la ventana entreabierta, como si también esperaran en silencio lo que iba a ocurrir. Abigail, envuelta en la delicadeza de su atuendo nupcial, se acercó lentamente. Su mirada —antes temerosa, llena de dudas— parecía ahora más firme, más abierta, como
—Oh joder…— gruñó él contra su pecho cuando la pudo ver encima suyo, por un momento llevando las manos a sus nalgas para ayudarla y seguirla en sus movimientos, mientras enterraba el rostro en sus senos, mordiendo, succionando, lamiendo, sin querer dejar ni un espacio sin marcar o probar. —Te amo .. también te amo, te deseo, te necesito.— reconoció ella dejando los senos contra su rostro, llevando los dedos a su cabello y manteniéndolo contra ellos, para que siguiera entretenido en ellos. mientras se alzaba y dejaba caer por su erección en busca de su propio placer, poseída por lo que le hacía sentir, esa boca en sus pechos, esa sensación de unión desde sus genitales. —Me vas a volver loco de verdad…—murmuró Damián antes de atrapar unos de sus pezones con los labios mientras tiraba de este, succionando al final hasta soltarlo, repitiendo la acción con el otro, sin poder evitar clavar los dedos en su trasero. —Hazlo… vuélvete loco por mí —exigió Abigail entre gemidos, mientras se apo
La noche avanzaba con un silencio espeso, casi engañoso, cargado de sombras que parecían guardar secretos. Mientras Damián y Abigail se perdían en la intimidad ardiente de su noche de bodas, el resto del palacio dormía envuelto en una falsa calma tras la celebración. Pero no todos estaban felices.Evelyn recorría los pasillos del ala norte, sus tacones tintineaban sobre la piedra pulida al caminar. El vestido rojo que llevaba parecía una extensión de su rabia; vibrante, venenoso, despiadado.—¡Era mío! — escupió entre dientes, apretando los puños— Esa maldita poción debía haberlo atado a mí. ¡Debía haberme deseado como antes, con desesperación, con hambre! Pero no... no, ese mocoso lo arruinó todo. ¡Ese bastardo malnacido!Su voz era apenas un susurro cargado de veneno, pero su mirada brillaba con una locura creciente. En sus pupilas, el fuego de la venganza ardía sin freno, como si las llamas la quemaran desde dentro. Había esperado, planeado, manipulado cada detalle con precisión q
Isolde abrió los ojos de golpe, como si una mano invisible la hubiera arrancado de las profundidades del sueño. Su respiración era irregular, jadeante, y un presentimiento oscuro se enroscaba en su estómago como una serpiente despierta.La puerta se abrió de par en par, de forma abrupta.— ¡Mi señora! — la voz de la doncella temblaba por tener que contarles que el cachorro había desaparecido bajo su cuidado — ¡Rowan… no está en su cama!No necesitó escuchar más.El cuerpo de Isolde reaccionó antes que su mente. Se incorporó de un salto, las sábanas resbalaron de su piel como un manto abandonado. Salió corriendo descalza por el pasillo contiguo, con los latidos del corazón golpeándole las sienes como tambores de guerra.— ¡Rowan!¡Mi bebé!— gritó desesperada, no podría vivir jamás en su hijo, él le había salvado la vida en todos los sentidos y para ella era inconcebible una vida sin su cachorro, que algo le había ocurrido no podría perdonarse no haberlo vigilado.Pero el silencio respon