Venganza de la Luna desesperada
Venganza de la Luna desesperada
Por: Iriani Balandrano
Prólogo.

La cabeza del Alfa Ayax rodó por la alfombra ante los ojos atónitos de todos.

-Mató... ¡Mató a su padre! - Gritó una de las lobas de mi manada que sostenía mi velo.

-¡Corre! ¡El yer... yerno mató a su suegro!

Los invitados corrían en todas direcciones, los gritos resonaban por toda la sala.

Me sorprendió ver a mi nueva pareja sacudiendo sus garras para limpiar los restos sangrientos de ellas, por lo que me quedé quieta en un primer momento. A mí lado, mi hermana menor tembló de miedo.

-¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ MATÓ A MI PAPÁ, POR QUÉ?! -Grité en cuanto me recuperé de la impresión.

El me miró con una sonrisa siniestra.

-¿Por qué? No hay razón, lo maté porque quise.

Jeremías se lamió la sangre de sus garras sin apartar la vista de mis ojos.

-Ahora te toca a ti, mi querida Luna.

Di un tembloroso paso atrás, pero no había hacia dónde correr.

-¡Guardias! ¡Guardias!

Grité y apreté con fuerza la mano de mi hermana.

Pero nadie me contestó, todo se volvió en caos.

Mi manada, aquellos que habían Sido invitados a presenciar mi unión, ahora se encontraban corriendo en estampida hacia la única puerta del salón en donde ya los esperaban los lobos de mi ahora pareja.

Esta unión había Sido una ofrenda de paz hacia la manada vecina para dejar atrás años de guerra sin sentido.

Yo había estado de acuerdo, ¿Por qué debería seguir muriendo gente cuando todo lo que se necesitaba era una unión?

-No quiero forzarte, hija mía -Había dicho papá el día que nos habló del asunto a mi hermana y a mí. - Podría encontrar otra forma, pero me temo que a este paso la manada entera morirá en el siguiente invierno.

La manada rival era más grande y contaba con más recursos, así que él exterminio era... inminente.

-Si no estás segura, le diré al Alfa Félix que no aceptamos los términos de su tregua...

-Lo haré.

Así fue que mi padre y el padre de Jeremías nos escogieron para... esto.

Una masacre, no se podía describir como otra cosa cuando los lobos de la otra manada se abalanzaron sobre los cuellos de los civiles de mi manada.

Me había parecido extraño que el Alfa Félix, padre de Jeremías, no estuviera presente; sin embargo, él se justificó en una carta alegando problemas de salud.

Era bien sabido que se encontraba en sus últimos años. No fue sospechoso.

El que entraran solo machos a nuestro territorio tampoco fue sospechoso. Después de todo, ¿Cómo me escoltarían simples hembras a mi nuevo hogar?

El que ninguno de esos lobos sonriera tampoco fue sospechoso... ahora todo parecía serlo.

-Padre...

El lamento miserable de mi hermana me hizo apartar la vista de mi pareja y darme cuenta de que el cuerpo de nuestro padre había sido arrojado a un lado como un desecho.

Su cuerpo y el de varios lobos moribundos que se acumulaban en las esquinas.

Entonces sentí la mirada salvaje de alguien y levanté la vista hacia mi pareja.

Él se acercó a mí con paso seguro y yo me quedé mortalmente quieta.

Mi primer instinto fue esconder a mi hermana detrás de mí, pero mis miembros no me respondían mientras los gritos y súplicas de ayuda se iban haciendo cada vez menores.

-Tu padre está muerto. -Dijo con voz helada-. Y yo no necesito a una Luna como tú.

Tomó mi barbilla duramente y me miró con asco.

Me encogí un poco ante su brutalidad.

-No, por favor... -Murmuré cuando comprendí con horror lo que iba a hacer a continuación.

Intenté liberarme en vano. Él era mucho más fuerte.

-Yo, Jeremías Gate te rechazó a ti Iris Hope hoy y para siempre.

Me soltó justo en el instante en el que comencé a agonizar y caí al suelo.

La ceremonia de unión no era un juego. La diosa se tomaba en serio nuestro ritual y castigaba a aquellos que se atrevían a rechazar a su pareja una vez hecho el juramento.

El castigo variaba dependiendo de la duración de la unión, pero esencialmente era aquél que recibía las palabras de rechazo quien se llevaba la peor parte.

Los castigos eran variados, Pero todos eran igualmente serios.

Al habernos unido no hace ni diez minutos, imaginaba que la agonía que estaba sufriendo era porque la diosa decidió mi muerte.

¿Por qué Jeremías no me había matado directamente para librarse de esta unión? Bueno, si su sonrisa satisfecha era una indicación, el bastardo solo me quería ver sufrir el mayor tiempo posible.

Justo cuando mi visión comenzó a fallar, ví que giró su atención hacia Lina, mi hermana.

-¿Serás mi Luna o prefieres que te mate de forma más dolorosa que a ella? -Preguntó de forma más suave.

-No... no Lina, mi hermana, ¡No!

Pero miré a Lina asentir y descubrirse el cuello para, acto seguido, dejar que Jeremías la marcara como un animal salvaje.

Verla sangrar mientras temblaba me enfureció, pero no tenía la fuerza para sacarle de encima al lobo.

Sentí que ardía mi propia marca que había hecho minutos antes. Un dolor insignificante en la marea de fuego que recorría mi cuerpo.

Fui perdiendo el sentido del oído también así que supe que pronto moriría.

Reuniendo toda la fuerza que pude, me estiré hasta tocar la punta de los zapatos de Jeremías para llamar su atención.

-Te... maldigo.

Él se echó a reír y pateó mi torso con fuerza haciéndome volar hasta el otro extremo de la habitación.

Lo último que ví fue a Jeremías arrastrando detrás de sí a mi hermana. Ella no miró atrás.

Solo hubo una palabra en mi mente: Venganza... si es que sobrevivía.

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