Ni a él ni a mí nos emocionaba especialmente el comer, pero necesitábamos energía para el viaje. O al menos Gail la necesitaba.
No creo que rebotar por horas requiera energía. Tomamos de nuestra “bolsa” improvisada hecha con su camisa rota lo último de la caza del día anterior y lo comimos crudo. No queríamos alertar de nuestra presencia a la manada. Aún no. -¿Ya se te ocurrió cómo vamos a escalar hasta la Casa de la manada? - Preguntó con la boca llena. -Trabajo en eso. - Murmuré. La montaña se dividía en dos: la parte de la base y la parte de la cima. En la base era relativamente sencillo escalar ya que tenías más puntos de apoyo para manos y pies. El problema era la cima: kilómetros de hielo sólido que no podías atravesar ni con las garras más afiladas del mundo. O eso era lo que decían los rumores. De todas formas nos preparábamos para tomar precauciones. Aún no tenía un plan para llegar. Quizá él podría hacerlo solo, pero no quería dejarme atrás. Después de todo, se quedaría conmigo hasta que completáramos nuestra venganza. Nada mejor que un objetivo en común para apaciguar dos almas en pena. La tarde caía lentamente y solo me quedaban un par de horas para pensar en cómo llegar a la cima sin morir en el intento. -¿Tienes alguna idea? - Pregunté esperanzada y él solo me miró. -La de los planes geniales es… era mi pareja y lo sabes. Iré a buscar agua. Se levantó y se fué sin otra palabra. Yo suspiré, a veces era muy torpe socialmente hablando. Era cierto. Abi era la mente maestra de todas nuestras aventuras desde pequeños. Yo solía ser la chica que se arriesgaba a cualquiera de sus ideas mientras que Gail era el encargado de hablar sobre los peligros de esos planes. No lo escuchábamos, pero le dábamos la cortesía de fingir que lo hacíamos. Limpie algunas lágrimas que salieron por recordar a mi amiga y miré a mi alrededor en busca de una manera de subir. Y nada se me ocurrió. Él regresó a los pocos minutos y ambos partimos de inmediato. -Entonces… -No tengo un plan. Gail maldijo sin dejar de correr. Llegamos al anochecer. ¿Cómo supimos que era el sitio correcto? Porque de la nada aparecieron una docena de lobos para rodearnos. No sé veían amistosos. -¿Saben acaso en qué manada se encuentran ahora? - Preguntó uno de ellos. Su expresión era fría. -Lo sabemos. - Respondí. -Bien, ¿Qué asuntos los traen por aquí? -Vinimos a pedir una audiencia con el Alfa Supremo. - Dijo Gail sin miedo. Hubo solo un par de segundos de silencio antes de que los lobos estallaran a carcajadas. -Bueno, entonces los escoltaremos personalmente hacia su destino. - Dijo burlonamente el lobo. - Vamos, no hemos visto a nadie morir en la montaña desde hace mucho. Nos guiaron por el bosque hasta su abrupto final en el que se encontraba la montaña. Miré hacia arriba y hubo un escalofrío en mi piel antes de que Gail me preguntara suavemente por el "plan". -Toma un par de piedras de aspecto afilado. - Dije ante la mirada divertida del grupo. Ambos ignoramos sus burlas a pesar de que nos quisieron seguir cuesta arriba. Yo me colgué a su espalda lo mejor que pude, así tenía las manos libres para subir. Gail comenzó a escalar y durante los primeros diez minutos estuvo bien. Al menos hasta que llegó a la parte en donde el hielo cubría la montaña. Nos detuvimos en una roca firme para estar ambos parados; me quité dos trozos de mi andrajosa blusa y cubrí las manos de Gail, luego tomé las piedras que me dió y comencé a golpear con fuerza el hielo para abrir un espacio lo suficientemente grande como para que él pudiera sujetarse. Repetí la operación e hice cuatro agujeros antes de darme cuenta de que mis dedos sangraban. Miré hacia arriba y me dí cuenta de que aún faltaban metros y metros de subida. -¡Es mejor que te rindas, pequeña! - Dijo uno de los lobos que nos habían seguido. - Tu asunto no debe ser tan importante como para... Sujeté con fuerza la piedra y volví a golpear el hielo. Una y otra vez sin importar el dolor en mis brazos o la sangre en mis dedos. Hice otros cinco agujeros antes de perder el equilibrio sobre el hombro de Gail y resbalar. -¡Iris! -Gritó Gail mirando con horror hacia mí. Comencé a caer y apreté los dientes. No estaba lista para morir. Así como tampoco estaba lista para caer sobre algo cálido y peludo. Instintivamente me sujeté con fuerza y luego abrí los ojos. Estaba montando al lobo más grande que había visto nunca y los lobos que se burlaban ahora se encontraban exponiendo su cuello. -Alfa Supremo. - Murmuré y él giró su cabeza hacia mí.El frío aire de la montaña me hizo parpadear, por lo que me perdí el momento en el que aquél lobo negro volvió a girar su cabeza. Una voz espesa y fuerte resonó en el silencio. -Baja. Fue como si mis músculos se movieran solos. El poder del comando Alfa era poderoso para aquellos que podían usarlo, pero este Alfa lo llevaba a un nuevo nivel. Al tocar mis pies la roca debajo de nosotros, él corrió hacia la lateral fuera de mi campo de visión saltando hábilmente entre la accidentada superficie. Ni siquiera pude agradecerle. Ninguno de los otros lobos dejó su posición. Era como si se hubieran congelado en el sitio; miedo o respeto, en realidad no era importante. Miré hacia arriba y ví a Gail intentando bajar cuidadosamente hasta mí. -Quédate ahí, yo subiré. - Grité antes de cerrar los ojos ante la nueva ola de viento que sopló hacia nosotros. -¿Qué es lo que Eres? - Preguntó alguien a un costado con curiosidad. Miré hacia allí y ví a un hombre alto, de pelo negro y osc
Gail y yo lo seguimos con cautela. Tuve que volver a ser cargada para poder bajar de la montaña. En todo el camino el lobo ni siquiera nos miró.Una vez abajo, él se dirigió por el bosque hacia una especie de cueva. Gail y yo nos miramos. Me encogí de hombros y luego lo seguimos dentro.Yo no podía ver una mierda, pero Gail si, así que volvió a cargarme mientras la negrura del lugar nos envolvía.Mucho más adelante, por fin pude ver una especie de luz. Al acercarnos me di cuenta de que era una antorcha, una de muchas que pasaríamos en nuestro camino.Quizá era mi percepción, pero en algún momento sentí que bajamos y luego comenzamos a subir a pesar de que no habían escaleras. Luego hubieron algunos giros que me hicieron confundirme.Estuvimos ahí quizá una media hora antes de que por fin pudiéramos sentir el viento helado de fuera.Salimos a un lugar cubierto de nieve. Una especie de claro lleno de casas de campaña en deterioradas condiciones. No había ninguna hoguera o señales de
Gail dió un paso al frente y me apretó el hombro con gentileza.-Alfa, ¿Todos los miembros de su manada han pasado por esto? - Preguntó en tono neutro.-Si. Cada uno de ellos. - Dijo caminando hacia nosotros. - ¿Algún problema?-No. - Dijimos ambos.-Bien, vayamos afuera. - Dijo sin detenerse.Gail me miró y articuló un "¿Estás segura?".No lo estaba. Ni siquiera con mi loba yo era una luchadora; mis funciones en la manada eran meramente administrativas. Yo era la que llevaba el presupuesto para las cosechas, la compra de ropa y otras necesidades básicas. No era necesario que yo aprendiera a usar mis garras porque... bueno, en teoría me podría convertir en una Luna algún día debido a que era la hija de un Alfa y las Lunas necesitaban ser protegidas, no protegían a la manada. De eso se encargaba el Alfa, los Betas y los guadias.Solo ahora me doy cuenta de lo ridículo que fue tomar lecciones para elegir la mejor vajilla en la fiesta anual de la manada en vez de cómo golpear a alguien.
La temperatura siguió bajando durante la noche. Estaba segura de que estar aquí a la intemperie durante horas era parte de alguna prueba. Bueno, quizá no tan segura, pero esperaba que así fuera. -No me estoy congelando. No me estoy congelando... -Murmuraba Gail a un costado de mí. De alguna lamentable forma nos habíamos arrastrado para quedar unidos por nuestros brazos y compartir algo de calor. No funcionó ni un poco. Sin embargo, gracias a ello sabía que Gail seguía vivo con cada minuto helado en este lugar. Pobre lobo. Nosotros veníamos de un clima cálido, así que a pesar de que trabajaba afuera patrullando las fronteras nunca se había congelado el trasero hasta este punto. Yo tampoco, pero no era el punto. Tenía algo que me hacía diferente a él: Era increíblemente testaruda. Un defecto o una ventaja, dependía de la situación. En este caso no quería morir aún, así que usaría toda mi fuerza de voluntad para impedir que eso sucediera. -Una hoguera, hay una hoguera enorm
El proceso para unirse a una manada era simple. El Alfa compartía un poco de su sangre y así podíamos formar un vínculo. Este vínculo ayudaba al Alfa a tener una vaga idea de en dónde estábamos o si nos encontrábamos en peligro. Si nacías dentro de la manada, el vínculo que el Alfa compartía con la madre era "copiado" en el cachorro. Era como si al momento de la concepción la sangre del Alfa que circulaba por el sistema de la madre se alojará en pequeñas dosis dentro del nuevo bebé. Era algo que no entendía del todo, pero así estaba escrito en nuestros libros de historia. Si eras parte de otra manada anteriormente y querías unirte a una nueva, entonces la sangre de tu nuevo Alfa y el de tu Alfa anterior lucharían en tu sistema y era probable que colapsaras. Justo como lo hizo Gail. No me preocupaba por él ya que solo tardía un par de minutos todo el proceso. No, en este momento me estaba preocupando por mí misma. -Sospeché que no funcionaría en ti, pequeña cosa. - Dijo con v
Sacamos nuestros congelados traseros de la tienda y nos reunimos con el resto de la manada en el único espacio sin tiendas del lugar. Nadie hablaba, todo estaba silencioso.Entonces llegó un hombre alto jodidamente guapo. Sus rasgos eran finos, Pero su expresión letal. Estaría cerca de la treintena, si mis cálculos eran exactos. Ojos oscuros, piel morena y cabello negro... fácilmente dos metros de perfectos músculos.Ah, si. Los músculos eran visibles debido a que el demente solo usaba un par de pantalones. Ni siquiera usaba zapatos.-Hoy subiremos y bajaremos corriendo la montaña por las siguientes dos horas. Después quiero que se reúnan en el claro del bosque para comenzar el entrenamiento.Escondí mi mueca de incredulidad. ¿Ese no era el entrenamiento? Mierda, ni siquiera sabía si podía subir la montaña una sola vez.El hombre guapo de pronto posó sus ojos en mí. -¿Algún problema?-No. - Dije enseguida.-Entonces, ¿Por qué no estás corriendo? Lo miré desconcertada hasta que me d
Abrí los ojos en la oscuridad total.A mi lado, escuché unos quedos sollozos. Los reconocería en cualquier lugar.Estiré la mano y toqué la espalda de Gail, luego hice algunos movimientos circulares.-Lamento haberte despertado. - Dijo controlando su respiración. - Sé que hace un montón de frío allá afuera pero, ¿Podrías darme unos minutos a solas?-Seguro. Búscame cuando estés listo. - Murmuré y me moví tomando una de las pieles para ponérmela encima.Ya hablaríamos luego sobre cómo llegué aquí y quién m****a me había vestido.Salí de nuestra tienda y vagué por el campamento hasta encontrar un viejo tronco caído. ¿Cómo había llegado eso hasta aquí? Ni idea. Me senté en él y miré hacia la luna para matar el tiempo.Mucho antes de llegar a la manada, Gail me pedía tiempo para llorar su pena en soledad. No era algo fácil lidiar con todo el tema de un vínculo roto por muerte y, en su caso, sabiendo que él había estado enamorado de Abi prácticamente desde que comenzaron a caminar... si, p
Muy pronto mi carrera improvisada me llevó al río. No era exactamente el mismo punto en el que casi me había ahogado el día anterior gracias a los tiernos cuidados de señor Repelente. El maldito me había arrojado piedras a la cara cada que consideraba que estaba bajando el ritmo. Si no hubiera visto que tiraba piedras mucho más fuerte a los demás, podría haber pensado que el tipo solo tenía algo contra mí. Como sea, la idea de meterme al río era tan atractiva que sentí escalofríos. Con congelarme el trasero una vez al día (o la noche) era suficiente, gracias. Sin embargo, se me ocurrió que podría despistar a Repelente ( a quien de ahora en adelante abreviaríamos como Rep porque no merecía un apodo completo, el muy idiota) si fingía meterme al agua. Ciertamente, en mi actual estado de ni humana ni loba, yo era mucho más rápida nadando que corriendo. Quizá podría dejarme llevar por la corriente y... Deseché la idea de inmediato. ¿Cómo regresaría a la montaña al terminar el entrenamie