No terminamos nuestro luto porque quisiéramos, sino porque aún no nos encontrábamos lo suficientemente lejos como para estar a salvo.
No creía que supieran que estaba viva, pero era mejor mantenerlos en las sombras sobre eso. Así que, por precaución, debíamos seguir avanzando. Tratamos de pescar algo para comer antes de que él se transformará en lobo y se metiera al río directamente a sacar algunos peces en su forma de lobo. -Necesitas comer. - Dijo cuando salió de ahí y me dió todos los peces. - No podrás transformarte si te encuentras débil. ¿Ya decidiste nuestra ruta? No podemos seguir corriendo a ciegas. Asentí. -Hay una manada en los límites del continente que… -¡¿Qué?!, ¡¿Quieres ir a Colmillos de Sangre?!, ¡¿Has perdido tu mente, mujer?! Me encogí de hombros mientras clavaba en un trozo de madera uno a uno los pescados. Su reacción era de esperarse. Colmillos de Sangre era, por mucho, la manada más siniestra y sangrienta del Continente. No por nada era el hogar del Alfa Supremo. Ese Alfa era el encargado de mantener una paz relativa entre las manadas. No se metía en los asuntos internos así como tampoco tomaba bandos en los conflictos, pero se rumoreaba que terminaba con posibles rebeliones y guerras desde las sombras. Era temido, era odiado… y muy respetado. Solamente que nadie acudía a esa manada debido a que el único camino para llegar era escalando porque, bueno, la manada se había asentado sobre una montaña alta. Subir solo era el primer obstáculo. El hielo, el frío y la manada misma era lo que se tenía que superar. -No Estoy loca. Iré a pedirle ayuda al Alfa Supremo. Gail me miró por largos segundos antes de echarse a reír. -¿Qué te hace pensar que nos ayudará? Con suerte impedirá que su manada nos asesine al vernos. Eso era más bien un rumor. Se decía que su manada estaba compuesta por lobos y lobas… interesantes. Despojos de otras manadas, asesinos, lobos sin hogar. Eran sus guardias y agentes de “paz”. También decían que no recibían bien a los extraños, Pero yo siempre creí que eso debía ser exagerado. Después de todo, el Alfa Supremo no negaba audiencias aunque los asuntos pudieran ser insignificantes. Era el juez, jurado y verdugo de nuestra raza. -No creo que lo haga. - Dije intentando y fallando el hacer fuego. Gail me quitó mis “herramientas” y rápidamente encendió el fuego. - De todas formas, si tienes un mejor plan que acudir con el Alfa Supremo, podemos discutirlo en el camino. Descansamos un par de horas antes de emprender la marcha. Yo seguía sin poder transformarme, así que una vez más Gail me llevó sobre su hombro por horas. Teníamos al menos dos semanas de viaje por delante, así que no me preocupó demasiado mi debilidad. Le atribuía eso a mi casi muerte. No fue hasta seis días después que hablamos sobre mi debilidad porque Gail me miró pensativamente. Acababa de cazar un siervo y yo me encargaba de recolectar la madera para la cena de esa noche. Habíamos evitado deliberadamente los territorios de unas cuatro manadas, así que el fuego solo lo encendíamos cuando nos alejábamos lo suficiente de ellas. -¿Qué sucede? - Pregunté cuando lo descubrí mirándome por centésima vez en el día. -No hueles. Le arqueé una ceja. -Gracias. Me bañé en el río cuando… -No. - Dijo cortándome. - No hueles a nada. No percibo el olor de tu lobo. Ni siquiera hueles a humano, es como si no estuvieras frente a mí. Me congelé y traté de olerme a mí misma sin éxito. -Iris. - Dijo Gail llamando mi atención. - He estado pensando… Jeremías rompió su vínculo contigo. ¿Correcto? -Si. -¿Qué sentiste? -Dolor. Él negó con la cabeza. -No. Me refiero a… ¿Cuál ha sido tu castigo por ello? -La muerte… no. No es eso. - Dije lentamente. Si nuestra deidad quisiera mi muerte, yo no habría podido abrir los ojos nuevamente. Fruncí el ceño y luego cerré los ojos para concentrarme en recordar. Hubo mucho dolor. Como si me quemarán, como si… me arrancaran la mitad de mí. Abrí los ojos con horror y ví en los de Gail que había llegado a la misma conclusión que yo. -No… ¿Cómo podría nuestra deidad? Caí de rodillas y observé mis manos. Sin mi loba yo solo era una humana. No era de extrañar que me siguiera sintiendo débil sin importar cuánto comiera. La comida no sabía igual, no podía escuchar cuando Gail caminaba sigilosamente detrás de mí, mi sentido del olfato era malo y caminar erguida por más de cinco minutos era un triunfo. ¿Lo de la falta de olor? Solo un grano más en la enorme pila de cosas que me habían arrebatado en los últimos días. Nuestra deidad me había quitado a mi loba y la conciencia de saber eso me hizo llorar hasta el amanecer.Ni a él ni a mí nos emocionaba especialmente el comer, pero necesitábamos energía para el viaje. O al menos Gail la necesitaba. No creo que rebotar por horas requiera energía. Tomamos de nuestra “bolsa” improvisada hecha con su camisa rota lo último de la caza del día anterior y lo comimos crudo. No queríamos alertar de nuestra presencia a la manada. Aún no. -¿Ya se te ocurrió cómo vamos a escalar hasta la Casa de la manada? - Preguntó con la boca llena. -Trabajo en eso. - Murmuré. La montaña se dividía en dos: la parte de la base y la parte de la cima. En la base era relativamente sencillo escalar ya que tenías más puntos de apoyo para manos y pies. El problema era la cima: kilómetros de hielo sólido que no podías atravesar ni con las garras más afiladas del mundo. O eso era lo que decían los rumores. De todas formas nos preparábamos para tomar precauciones. Aún no tenía un plan para llegar. Quizá él podría hacerlo solo, pero no quería dejarme atrás. Después de
El frío aire de la montaña me hizo parpadear, por lo que me perdí el momento en el que aquél lobo negro volvió a girar su cabeza. Una voz espesa y fuerte resonó en el silencio. -Baja. Fue como si mis músculos se movieran solos. El poder del comando Alfa era poderoso para aquellos que podían usarlo, pero este Alfa lo llevaba a un nuevo nivel. Al tocar mis pies la roca debajo de nosotros, él corrió hacia la lateral fuera de mi campo de visión saltando hábilmente entre la accidentada superficie. Ni siquiera pude agradecerle. Ninguno de los otros lobos dejó su posición. Era como si se hubieran congelado en el sitio; miedo o respeto, en realidad no era importante. Miré hacia arriba y ví a Gail intentando bajar cuidadosamente hasta mí. -Quédate ahí, yo subiré. - Grité antes de cerrar los ojos ante la nueva ola de viento que sopló hacia nosotros. -¿Qué es lo que Eres? - Preguntó alguien a un costado con curiosidad. Miré hacia allí y ví a un hombre alto, de pelo negro y osc
Gail y yo lo seguimos con cautela. Tuve que volver a ser cargada para poder bajar de la montaña. En todo el camino el lobo ni siquiera nos miró.Una vez abajo, él se dirigió por el bosque hacia una especie de cueva. Gail y yo nos miramos. Me encogí de hombros y luego lo seguimos dentro.Yo no podía ver una mierda, pero Gail si, así que volvió a cargarme mientras la negrura del lugar nos envolvía.Mucho más adelante, por fin pude ver una especie de luz. Al acercarnos me di cuenta de que era una antorcha, una de muchas que pasaríamos en nuestro camino.Quizá era mi percepción, pero en algún momento sentí que bajamos y luego comenzamos a subir a pesar de que no habían escaleras. Luego hubieron algunos giros que me hicieron confundirme.Estuvimos ahí quizá una media hora antes de que por fin pudiéramos sentir el viento helado de fuera.Salimos a un lugar cubierto de nieve. Una especie de claro lleno de casas de campaña en deterioradas condiciones. No había ninguna hoguera o señales de
Gail dió un paso al frente y me apretó el hombro con gentileza.-Alfa, ¿Todos los miembros de su manada han pasado por esto? - Preguntó en tono neutro.-Si. Cada uno de ellos. - Dijo caminando hacia nosotros. - ¿Algún problema?-No. - Dijimos ambos.-Bien, vayamos afuera. - Dijo sin detenerse.Gail me miró y articuló un "¿Estás segura?".No lo estaba. Ni siquiera con mi loba yo era una luchadora; mis funciones en la manada eran meramente administrativas. Yo era la que llevaba el presupuesto para las cosechas, la compra de ropa y otras necesidades básicas. No era necesario que yo aprendiera a usar mis garras porque... bueno, en teoría me podría convertir en una Luna algún día debido a que era la hija de un Alfa y las Lunas necesitaban ser protegidas, no protegían a la manada. De eso se encargaba el Alfa, los Betas y los guadias.Solo ahora me doy cuenta de lo ridículo que fue tomar lecciones para elegir la mejor vajilla en la fiesta anual de la manada en vez de cómo golpear a alguien.
La temperatura siguió bajando durante la noche. Estaba segura de que estar aquí a la intemperie durante horas era parte de alguna prueba. Bueno, quizá no tan segura, pero esperaba que así fuera. -No me estoy congelando. No me estoy congelando... -Murmuraba Gail a un costado de mí. De alguna lamentable forma nos habíamos arrastrado para quedar unidos por nuestros brazos y compartir algo de calor. No funcionó ni un poco. Sin embargo, gracias a ello sabía que Gail seguía vivo con cada minuto helado en este lugar. Pobre lobo. Nosotros veníamos de un clima cálido, así que a pesar de que trabajaba afuera patrullando las fronteras nunca se había congelado el trasero hasta este punto. Yo tampoco, pero no era el punto. Tenía algo que me hacía diferente a él: Era increíblemente testaruda. Un defecto o una ventaja, dependía de la situación. En este caso no quería morir aún, así que usaría toda mi fuerza de voluntad para impedir que eso sucediera. -Una hoguera, hay una hoguera enorm
El proceso para unirse a una manada era simple. El Alfa compartía un poco de su sangre y así podíamos formar un vínculo. Este vínculo ayudaba al Alfa a tener una vaga idea de en dónde estábamos o si nos encontrábamos en peligro. Si nacías dentro de la manada, el vínculo que el Alfa compartía con la madre era "copiado" en el cachorro. Era como si al momento de la concepción la sangre del Alfa que circulaba por el sistema de la madre se alojará en pequeñas dosis dentro del nuevo bebé. Era algo que no entendía del todo, pero así estaba escrito en nuestros libros de historia. Si eras parte de otra manada anteriormente y querías unirte a una nueva, entonces la sangre de tu nuevo Alfa y el de tu Alfa anterior lucharían en tu sistema y era probable que colapsaras. Justo como lo hizo Gail. No me preocupaba por él ya que solo tardía un par de minutos todo el proceso. No, en este momento me estaba preocupando por mí misma. -Sospeché que no funcionaría en ti, pequeña cosa. - Dijo con v
Sacamos nuestros congelados traseros de la tienda y nos reunimos con el resto de la manada en el único espacio sin tiendas del lugar. Nadie hablaba, todo estaba silencioso.Entonces llegó un hombre alto jodidamente guapo. Sus rasgos eran finos, Pero su expresión letal. Estaría cerca de la treintena, si mis cálculos eran exactos. Ojos oscuros, piel morena y cabello negro... fácilmente dos metros de perfectos músculos.Ah, si. Los músculos eran visibles debido a que el demente solo usaba un par de pantalones. Ni siquiera usaba zapatos.-Hoy subiremos y bajaremos corriendo la montaña por las siguientes dos horas. Después quiero que se reúnan en el claro del bosque para comenzar el entrenamiento.Escondí mi mueca de incredulidad. ¿Ese no era el entrenamiento? Mierda, ni siquiera sabía si podía subir la montaña una sola vez.El hombre guapo de pronto posó sus ojos en mí. -¿Algún problema?-No. - Dije enseguida.-Entonces, ¿Por qué no estás corriendo? Lo miré desconcertada hasta que me d
Abrí los ojos en la oscuridad total.A mi lado, escuché unos quedos sollozos. Los reconocería en cualquier lugar.Estiré la mano y toqué la espalda de Gail, luego hice algunos movimientos circulares.-Lamento haberte despertado. - Dijo controlando su respiración. - Sé que hace un montón de frío allá afuera pero, ¿Podrías darme unos minutos a solas?-Seguro. Búscame cuando estés listo. - Murmuré y me moví tomando una de las pieles para ponérmela encima.Ya hablaríamos luego sobre cómo llegué aquí y quién m****a me había vestido.Salí de nuestra tienda y vagué por el campamento hasta encontrar un viejo tronco caído. ¿Cómo había llegado eso hasta aquí? Ni idea. Me senté en él y miré hacia la luna para matar el tiempo.Mucho antes de llegar a la manada, Gail me pedía tiempo para llorar su pena en soledad. No era algo fácil lidiar con todo el tema de un vínculo roto por muerte y, en su caso, sabiendo que él había estado enamorado de Abi prácticamente desde que comenzaron a caminar... si, p