Algo húmedo corría por mi cara.
Sentía el peso de algo aplastandome. Yo... podía sentir. Creo que eso era indicativo de que no estaba muerta, ¿No es así? Entonces, era tiempo de sobrevivir. Poco a poco reuní información de mi entorno sin abrir los ojos. El sonido de algo siendo arrastrado seguido de algo al ser arrojado... y más peso sobre mi cuerpo. -¡¿Qué demonios están haciendo?! ¡Ya están muertos! ¡Háganlo más rápido! Después de un par de respiraciones lentas que me costaron toda mi fuerza de voluntad para no inhalar como si fuera mi última bocanada de aire, abrí solo un poco los ojos. Tuve que controlarme nuevamente para no gritar. Un lobo se encontraba rociando algo sobre la pila de cuerpos en la que me encontraba. La antorcha en su otra mano me dió una idea aproximada de lo que iba a hacer a continuación. -¡Más deprisa! ¡El Alfa no perdonará la vida de los holgazanes! Giré levemente el rostro y ví a un par de mujeres y hombres de mi manada que se apresuraban a cumplir las órdenes del lobo que no reconocía. Muchos de ellos lloraban lágrimas silenciosas; sus cuerpos parecían haber sido maltratados porque sus ropas estaban rasgadas y estaban casi cubiertos de sangre. Aunque, quizá, esa sangre perteneciera a los cuerpos que arrastraban dolorosamente hasta la pila en la que me encontraba. Un distintivo cabello rojo captó mi atención. Abigail Zeres era la hija del Beta de la manada y mi mejor amiga. Ella se encontraba sollozando fuertemente... y se dirigía a mi dirección. Intenté discretamente liberar uno de mis brazos; sorprendentemente fue sencillo. Pudiera ser que el aceite que corría por los cuerpos me estuviera haciendo un favor. Como sea, agradecí mi suerte. Dejé mi brazo colgar poco a poco antes de quedarme quieta. Solo esperaba que el latido de mi corazón nervioso no me traicionara. Esperé ansiosa un par de segundos hasta que mi amiga estuvo lo suficientemente cerca como para que pudiera tomar su manga. En cuanto dejó el cuerpo a un costado, me apresuré a tomar un trozo de su ropa mientras ella se giraba. Volvió solo un paso para ver en qué era lo que se había atorado y descubrió mis ojos abiertos. Ella abrió los suyos de par en par y cayó hacia atrás de la impresión. Por suerte para ambas, no gritó. ¿La mala noticia? Llamó la atención de uno de los lobos desconocidos y yo tuve que cerrar mis ojos de nuevo. -¡¿Por qué eres tan torpe, loba?!, ¡¿Acaso no puedes hacer una simple tarea?! Escuché un fuerte golpe y su quedo lamento de dolor. -¡Trabaja más rápido si no quieres terminar ahí también! -Si, señor... Tuve que forzar mi oído al máximo para escuchar lo que pasaba a mi al rededor. Era extraño que no pudiera percibir mucho, pero quizá era porque aún no estaba recuperada del todo. Más ruido de cosas siendo arrastradas, más peso sobre mi cuerpo... -¿Iris? - Susurró temblorosamente mi amiga. - ¿Estás... viva? Abrí mis ojos de nuevo y la vi colocando otro cadáver con lentitud. Había un moretón en su mejilla que no estaba antes ahí. Intenté pronunciar una palabra, Pero supongo que en mi cuerpo solo había aire para respirar entrecortadamente, así que solo asentí levemente. Vi más lágrimas salir de sus ojos antes de que hubiera una fría resolución en ellos. Yo conocía esa mirada. -Crearé una distracción y podrás escapar. Corre hacia la entrada de la manada, en estos momentos los lobos invasores están ocupados saqueando casas, tomando lobas y... quemando cuerpos aquí. - Inhaló y exhaló antes de cuadrar los hombros y darme una sonrisa tensa. - Me reuniré contigo. Escaparemos de aquí. Abrí mi boca para detenerla, pero ella ya se estaba dando la vuelta. Estiré mi mano y no la alcancé. Ningún otro lobo vino de lado de mi pila y Abi no regresó en los siguientes minutos. -¡Prendan fuego a esa hoguera y empiecen la siguiente! - Dijo un lobo cercanamente. De pronto ví las llamas extenderse encima de mí. Presa del pánico, miré hacia ambos lados antes de intentar zafarme sin éxito. Era demasiado peso sobre mi cuerpo y yo no tenía la fuerza suficiente para hacerlo sola ni con todo el aceite que tenía sobre el cuerpo. Casi me estaba dando por vencida cuando escuché una conmoción del otro lado de la pila. -¡Sus hombrías son tan pequeñas como sus cerebros! Mis ojos se abrieron de par en par. Eso no era una distracción, era una provocación. -¡Jodida Abi! - Gruñó en tono bajo una voz masculina a mi derecha. Giré la cabeza y ví a Gail corriendo hacia mí visiblemente enojado. Abi había involucrado a su pareja en esto, al parecer. No sabía si agradecerle o sacudirla en cuanto la viera de nuevo. Comenzó a buscar en la pila algo y yo levanté mi brazo libre. Enseguida me vió y su rostro reflejó un poco de alivio; se apresuró a ayudarme a salir. Un tirón y yo estaba fuera tratando de sostenerme en pie. -Tenemos que irnos ahora. - Dijo Gail apretando los dientes. - Necesito dejarte en un lugar seguro antes de ir por la loca de mi pareja mientras aún respira. Yo asentí, pero no pude dar un paso antes de caer al suelo. Gail maldijo, me tomó en brazos y echó a correr conmigo. Di un vistazo a nuestras espaldas: El lugar se había despejado rápidamente y no había señal de ningún lobo invasor. Cinco minutos después, Gail me dejó escondida detrás de un pequeño almacén de herramientas en los límites de la manada. -No te muevas, regresaré. Observé su espalda mientras se transformaba en lobo y corría de vuelta.Quizá fueron los diez minutos más largos de mi vida. Estaba tan débil que incluso mantenerme despierta era una proeza. Cada sonido, por pequeño que fuera, me ponía nerviosa y sentía el corazón salirse de mi pecho. Así que cuando la pareja llegó en sus pieles de lobo, casi me da un infarto. Abi mordisqueó suavemente mi mano y señaló hacia la entrada de la manada. -Lo siento. - Graznó con apenas voz. - No puedo moverme. Su pareja se transformó en ese instante y volvió a cogerme en brazos. -Vamos, antes de que sigan nuestro olor. Y así fue como salimos de la manada en medio de la sombra de la noche. -¿Qué... qué sucedió? - Pregunté en un susurro. Gail apretó los dientes. -A nosotros, los guardias, se nos ordenó patrullar las fronteras. Alfa Ayax dijo que estuviéramos atentos a cualquier peligro viniendo de la manada Black. - Su rostro se oscureció aún más. - Solo sus guardias personales estuvieron presentes en la unión, fue por ello que nos tardamos en averiguar qué era lo que
Abi había muerto.No sabía los detalles ya que el único que podría ayudarme se encontraba tirado en el bosque a mi lado.Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista, pero con el peligro tan cerca de nosotros ni siquiera me animaba a maldecir.No por temor a que me encontraran a mí, sino porque no dejaría que su pareja muriera cuando ambos me ayudaron a escapar. Jamás deshonraría a mi amiga de ese modo.Traté de levantarme un par de veces y logré sostenerme a duras penas. Arrastré los pies hacia el cuerpo de Gail y luego miré lo que nos rodeaba. Tenía que escondernos de alguna forma y rezar por un milagro porque estaba segura de que no tendríamos ayuda. No había ninguna cueva, no escuchaba ningún río y no sabía a qué distancia habían encontrado a Abi. Seguí mirando a mi alrededor y llegué a la conclusión de que tendríamos que escalar un árbol y permanecer ahí hasta que Gail se despertara y me pudiera decir si había peligro.Primero tenía que despistar a los perseguidores, así que me qui
No terminamos nuestro luto porque quisiéramos, sino porque aún no nos encontrábamos lo suficientemente lejos como para estar a salvo. No creía que supieran que estaba viva, pero era mejor mantenerlos en las sombras sobre eso. Así que, por precaución, debíamos seguir avanzando. Tratamos de pescar algo para comer antes de que él se transformará en lobo y se metiera al río directamente a sacar algunos peces en su forma de lobo. -Necesitas comer. - Dijo cuando salió de ahí y me dió todos los peces. - No podrás transformarte si te encuentras débil. ¿Ya decidiste nuestra ruta? No podemos seguir corriendo a ciegas. Asentí. -Hay una manada en los límites del continente que… -¡¿Qué?!, ¡¿Quieres ir a Colmillos de Sangre?!, ¡¿Has perdido tu mente, mujer?! Me encogí de hombros mientras clavaba en un trozo de madera uno a uno los pescados. Su reacción era de esperarse. Colmillos de Sangre era, por mucho, la manada más siniestra y sangrienta del Continente. No por nada era el hogar del Alfa
Ni a él ni a mí nos emocionaba especialmente el comer, pero necesitábamos energía para el viaje. O al menos Gail la necesitaba. No creo que rebotar por horas requiera energía. Tomamos de nuestra “bolsa” improvisada hecha con su camisa rota lo último de la caza del día anterior y lo comimos crudo. No queríamos alertar de nuestra presencia a la manada. Aún no. -¿Ya se te ocurrió cómo vamos a escalar hasta la Casa de la manada? - Preguntó con la boca llena. -Trabajo en eso. - Murmuré. La montaña se dividía en dos: la parte de la base y la parte de la cima. En la base era relativamente sencillo escalar ya que tenías más puntos de apoyo para manos y pies. El problema era la cima: kilómetros de hielo sólido que no podías atravesar ni con las garras más afiladas del mundo. O eso era lo que decían los rumores. De todas formas nos preparábamos para tomar precauciones. Aún no tenía un plan para llegar. Quizá él podría hacerlo solo, pero no quería dejarme atrás. Después de
El frío aire de la montaña me hizo parpadear, por lo que me perdí el momento en el que aquél lobo negro volvió a girar su cabeza. Una voz espesa y fuerte resonó en el silencio. -Baja. Fue como si mis músculos se movieran solos. El poder del comando Alfa era poderoso para aquellos que podían usarlo, pero este Alfa lo llevaba a un nuevo nivel. Al tocar mis pies la roca debajo de nosotros, él corrió hacia la lateral fuera de mi campo de visión saltando hábilmente entre la accidentada superficie. Ni siquiera pude agradecerle. Ninguno de los otros lobos dejó su posición. Era como si se hubieran congelado en el sitio; miedo o respeto, en realidad no era importante. Miré hacia arriba y ví a Gail intentando bajar cuidadosamente hasta mí. -Quédate ahí, yo subiré. - Grité antes de cerrar los ojos ante la nueva ola de viento que sopló hacia nosotros. -¿Qué es lo que Eres? - Preguntó alguien a un costado con curiosidad. Miré hacia allí y ví a un hombre alto, de pelo negro y osc
Gail y yo lo seguimos con cautela. Tuve que volver a ser cargada para poder bajar de la montaña. En todo el camino el lobo ni siquiera nos miró.Una vez abajo, él se dirigió por el bosque hacia una especie de cueva. Gail y yo nos miramos. Me encogí de hombros y luego lo seguimos dentro.Yo no podía ver una mierda, pero Gail si, así que volvió a cargarme mientras la negrura del lugar nos envolvía.Mucho más adelante, por fin pude ver una especie de luz. Al acercarnos me di cuenta de que era una antorcha, una de muchas que pasaríamos en nuestro camino.Quizá era mi percepción, pero en algún momento sentí que bajamos y luego comenzamos a subir a pesar de que no habían escaleras. Luego hubieron algunos giros que me hicieron confundirme.Estuvimos ahí quizá una media hora antes de que por fin pudiéramos sentir el viento helado de fuera.Salimos a un lugar cubierto de nieve. Una especie de claro lleno de casas de campaña en deterioradas condiciones. No había ninguna hoguera o señales de
Gail dió un paso al frente y me apretó el hombro con gentileza.-Alfa, ¿Todos los miembros de su manada han pasado por esto? - Preguntó en tono neutro.-Si. Cada uno de ellos. - Dijo caminando hacia nosotros. - ¿Algún problema?-No. - Dijimos ambos.-Bien, vayamos afuera. - Dijo sin detenerse.Gail me miró y articuló un "¿Estás segura?".No lo estaba. Ni siquiera con mi loba yo era una luchadora; mis funciones en la manada eran meramente administrativas. Yo era la que llevaba el presupuesto para las cosechas, la compra de ropa y otras necesidades básicas. No era necesario que yo aprendiera a usar mis garras porque... bueno, en teoría me podría convertir en una Luna algún día debido a que era la hija de un Alfa y las Lunas necesitaban ser protegidas, no protegían a la manada. De eso se encargaba el Alfa, los Betas y los guadias.Solo ahora me doy cuenta de lo ridículo que fue tomar lecciones para elegir la mejor vajilla en la fiesta anual de la manada en vez de cómo golpear a alguien.
La temperatura siguió bajando durante la noche. Estaba segura de que estar aquí a la intemperie durante horas era parte de alguna prueba. Bueno, quizá no tan segura, pero esperaba que así fuera. -No me estoy congelando. No me estoy congelando... -Murmuraba Gail a un costado de mí. De alguna lamentable forma nos habíamos arrastrado para quedar unidos por nuestros brazos y compartir algo de calor. No funcionó ni un poco. Sin embargo, gracias a ello sabía que Gail seguía vivo con cada minuto helado en este lugar. Pobre lobo. Nosotros veníamos de un clima cálido, así que a pesar de que trabajaba afuera patrullando las fronteras nunca se había congelado el trasero hasta este punto. Yo tampoco, pero no era el punto. Tenía algo que me hacía diferente a él: Era increíblemente testaruda. Un defecto o una ventaja, dependía de la situación. En este caso no quería morir aún, así que usaría toda mi fuerza de voluntad para impedir que eso sucediera. -Una hoguera, hay una hoguera enorm