—En realidad me han robado —le dices a tu jefe, para evitar el silencio incómodo que se está formando, aunque también lo haces para tratar de justificar un poco tu comportamiento irracional.
Al no recibir respuesta por parte de tu jefe, lo miras con preocupación. ¿Tal vez no te cree o quizás se da cuenta de que estás tratando de justificarte? Mientras más atenta lo miras, más incómoda te sientes. El cosquilleo en el estómago se vuelve más intenso, y te ruborizas por estar en su mera presencia. Su rostro es apolíneo, sus rasgos masculinos pero delicados. Tiene el cabello un poco más oscuro que tú y está perfectamente rasurado, como si en ese rostro no creciera el vello facial.
¿Es posible que alguien en alguna parte del extenso universo haya pensado en eso? ¿En crear a un espécimen de la raza humana con las características exactas para que las féminas a su alrededor se sientan como tú; atrapadas por su belleza y su porte? ¿Lo es? El doctor Cuartuco te saca de tus pensamientos para responder.
—Supuse que algo te había sucedido. ¿Te hicieron daño? ¿Estás bien? —pregunta en tono de preocupación.
¿Será real o parte de la formalidad que los humanos están acostumbrados a utilizar dentro de su hipocresía? Es una de las preguntas que cruza por tu mente. Es normal que te sientas así, ya que uno de esos mismos machos alfa te ha dejado a la deriva horas atrás. Cruzaste los ojos con él y te das cuenta de que estás actuando como una tonta. Así que con la cabeza haces un movimiento de afirmación, respondiendo a la última de sus preguntas. Es lo único que puedes hacer frente a ese tipo de hombre que, con solo un par de ojos grandes, logra intimidarte.
Poco a poco tu cuerpo recupera el calor gracias a lo que te provoca tu jefe, pero también al calor que el vehículo libera por sus pequeñas ventilaciones. Aunque sigues empapada.
Sin darte cuenta, ya han llegado a tu destino. Te entristeces, ya que estás empezando a estar cómoda dentro del enorme coche y al lado de ese hombre terriblemente encantador. Al llegar, él detiene el motor y sientes la obligación de darle las gracias por su amabilidad. Aunque tu paseo ha sido tan corto, si hubieras hecho el trayecto a pie, seguramente algo más habría terminado con la poca cordura que te queda.
Solo sonríe con despreocupación mientras tú bajas del vehículo. Claro que no es nada para él, crees, no es que él quiera estar en tu compañía, ni que llenes de agua su costoso coche, ni que arruines su chaqueta tras sentarte en ella. Seguramente está yendo a una fiesta o tal vez se va a encontrar con una mujer de verdad, no un trapito escurrido como tú, al menos eso es lo que pasa por tu cabeza. No comprendes lo sensual que eres, no aún.
Miras el suelo y está lleno de agua. Piensas en saltar los charcos, pero te sientes ridícula. Ya estás empapada. Aunque te sorprende que él no se vaya apenas tú has bajado del Mercedes. El doctor Cuartuco se queda esperando a que entres al departamento. Te apresuras a tocar el timbre, sintiéndote muy ansiosa por ser observada por el hombre.
Para tu sorpresa, tu compañera no contesta. Es algo con lo que no cuentas. ¿Ahora qué vas a hacer? ¿Quedarte a esperarla? Ha dejado de llover, pero, aun así, sigues mojada, por lo que vas a volver a sentir frío. Te pones más nerviosa, ya que él sigue ahí, mirándote. Tal vez habría sido mejor que no fuera tan amable y ya se hubiera ido. Vuelves a tocar el timbre un par de veces más, pero sin éxito.
No importa a qué dios le supliques que tu compañera te responda. Nadie escucha tus ruegos desesperados. Una parte de ti estaría dispuesta a ofrecer su alma si eso significara sacarte de este momento tan incómodo. Pero a estas alturas, consideras que pocos querrían algo de ti. Después de unos minutos, tu jefe te pide que vuelvas al automóvil. Como una niña obediente, regresas a él.
—No creo que sea bueno para tu salud que sigas así mojada. Vas a terminar enfermando —dice el doctor Cuartuco y luego hace silencio por un minuto, como si tratara de evaluar la situación con detenimiento—. Si no te molesta, puedes venir a mi casa, cambiarte y esperar a que la lluvia se detenga por completo —añade y te abre la puerta para que vuelvas a entrar.
Este hombre está dispuesto a seguir compartiendo su valioso tiempo contigo. Ahora no solo te sientes incómoda, sino también decepcionada de ti misma. Si fuera otra ocasión, estarías segura de que saltarías de felicidad. Pero no así, viéndote hecha un desastre y menos sintiéndote tan mal contigo misma.
—Señor Cuartuco, es usted muy amable, pero no puedo abusar así de su generosidad —intentas decir.
A diferencia de lo que pudieras pensar, él se pone insistente. Así que no te queda otra opción que volver a ceder y aceptar ir al domicilio de tu empleador y tutor de doctorado.
Si alguien te hubiera leído tu horóscopo y te hubiera dicho que pasarías la noche en la casa de tu reconocido jefe, habrías sido capaz de apostar todos tus bienes en tu contra. Algo en ti quiere salir, permitirte relajarte un poco. Decirte que te lo mereces, pero te cuesta aceptar que un hombre apuesto desee ayudarte. Que mereces esa ayuda y que vales más que lo que tu maldito ex te hizo sentir.
Tu empleador vuelve a ajustar la calefacción para evitar que tiembles de frío. Aunque ese calor le resulta incómodo, para no decir molesto. Así que, para contrarrestarlo un poco, abre levemente la ventanilla del conductor. Conduce casi una hora durante la cual no hablan de nada en particular, ya que tú sigues sumergida en tus pensamientos.
Cuando llegan a unos edificios muy altos y luminosos, notas que están cerca de la costanera. Son los departamentos más costosos de la ciudad. Y como era de esperarse, tu jefe vive en uno de ellos. El doctor Cuartuco reside en uno de los dos edificios más caros de toda la ciudad y los alrededores. Con un automóvil así, es de esperarse que no lo dejaría fuera de su departamento en cualquier lugar como lo hacía tu ex, piensas; y levemente sonríes. Comparar a tu ex con tu jefe es una tontería. Aun así, te hace sentir mejor.
Por un momento te dedicas a mirar la majestuosa vista. Es un sitio artificial, aun así, es muy hermoso. Se nota que está hecho para hacerte sentir inferior si no vives aquí, sin importar cuánto ganes o cuánto tengas.
Notas que cuando entran por el estacionamiento, un hombre uniformado se les acerca. Al parecer, el sitio tiene no solo cámaras, sino también bastante seguridad, ya que este les da un pase de invitado que debes usar mientras estén dentro.
Después de estacionar el automóvil, van hasta unas puertas metálicas que reflejan sus cuerpos. Él es un poco más alto que tú. Las puertas resultan ser el ascensor, por lo que ambos entran. Tras cerrarse la puerta con ustedes adentro, sientes curiosidad por saber a qué piso irán. Sin embargo, al darte cuenta del botón que tu jefe presiona, te quedas boquiabierta. Él es el residente del último piso, el más grande que jamás has visto. Al abrirse las puertas del ascensor, puedes notar que no solo es grande, sino que también es muy moderno, lleno de ventanales, luces estratégicamente ubicadas, pisos brillantes en los que eres capaz de ver tu reflejo. Llegaste al cielo, y en lo único que puedes pensar es en lo mal que te ves.
La voz del doctor Cuartuco te ayuda a salir de tus pensamientos, dentro de los cuales has vivido la mayor parte de la noche.
—El baño —te dice, señalando una puerta—. Creo que lo mejor va a ser que te des un baño para calentar tu cuerpo, ya que has pasado mucho tiempo con la ropa húmeda.
Después de decirte eso, él se va a una de las habitaciones, dejándote sola en la sala. No sabes si debes ir al baño o esperarlo ahí, así que te dedicas a admirar el lugar. La sala es enorme y cerca de ti hay un sofá de color negro en forma de C con almohadones grises y blancos. Además, hay una mesa ratona de vidrio en el medio. Tranquilamente, pueden sentarse unas nueve personas en él. Supones que es donde tu jefe hace algunas reuniones sociales. La dimensión de ese living es más grande que todo tu departamento.
Él regresa rápidamente con un pijama en la mano. Te lo da y tú, después de agarrarlo, te diriges al tocador.
Mientras abres la canilla, no puedes dejar de pensar en las prendas que te ha dado tu jefe. ¿Serán de su pareja? Te quitas el vestido que aún está húmedo y, al quedar completamente desnuda, te metes en la ducha. Es muy reconfortante. El calor del agua entra en tu piel y hace que por fin dejes de temblar. Cuesta aclimatarse, pero una vez que lo haces, aprecias el enorme baño. Estás en la ducha, donde caben unas cuatro personas de pie. La habitación está cubierta por cerámicos de color negro. Todas las cosas metálicas son plateadas y tiene varios espejos. Aunque es un lugar sumamente bello, parece muy frío. No se notan toques femeninos por ningún lado. ¿Será su jefe quien lo ha dispuesto de ese modo?
Al mirar dentro de la ducha, solo ves el jabón. Al parecer, no hay con qué lavarte el cabello. No es propio de ti ni bien educado revisar los cajones, por lo que decides no lavarlo, a pesar de que está mojado.
Después de unos minutos más bajo el agua, te das cuenta de que tu vida está de cabeza y no sabes por qué. ¿Qué has hecho mal para que tu novio te deje de esa manera? Si bien aún eres virgen, él había estado de acuerdo en desposarte cuando se casaran. ¿En qué momento ha cambiado de parecer? ¿Y por qué no te lo ha dicho antes de que tu relación pendiera de un hilo? Aunque no tienes ganas de pensar en eso en este momento, tu cabeza no ha dejado de maquinar.
Por lo que te apresuras y terminas de ducharte. Después de secar tu cuerpo y tu largo cabello con una toalla de color azul oscuro que está colgada en la parte más alejada del chorro de agua en la ducha. Sales y te vistes con el pijama que tu jefe tan amablemente te ha dado. La seda es fría, pero muy cómoda, notas mientras te vistes. Lleva encaje, lo que hace que la prenda sea mucho más delicada y atractiva a tus ojos.
Sales del baño con la toalla en la mano porque no sabes si él la coloca en el baño o en otro lugar para que se seque. O si simplemente prefiere ponerla para lavar, ya que la has usado. No sabes nada de él, así que no quieres hacer conjeturas que puedan incomodarlo. Sobre todo después de ser tan amable contigo durante toda la noche, más aún si la ropa que llevas puesta termina siendo de la esposa del hombre en cuestión. Si la pareja del doctor viera un cabello como el tuyo, seguramente se enojaría con él. Pese a que nada pasará entre ustedes esa noche. Por esa misma razón, has tratado de asegurarte de que nada quede dando vueltas en el baño.
—Doctor Cuartuco, no quiero sonar desagradecida. Pero me preocupa lo que diga su esposa acerca de que yo esté utilizando esta ropa o incluso el baño —le dices al encontrarlo en la enorme cocina.
Por supuesto. Después de esa sala y ese living, incluso de ese baño; todo espectacularmente cómodo, lujoso y enorme. ¡Cómo es posible que te sorprendas de que la cocina de tu jefe sea tan... tan como todo lo demás!
—Señorita Fernández, ¿cree que si yo tuviera esposa traería a mi departamento a una joven tan hermosa como usted? —te pregunta él con serenidad.
Autora: Osaku
La pregunta de tu jefe te toma desprevenida. Ya que te habías quedado impresionada al ver las dimensiones de esa cocina. Sobre todo, porque, aunque se parece a la de la casa de tus padres, se encuentra en la ciudad. En un departamento. Al darte cuenta de que tu jefe te está haciendo un cumplido, no sabes qué decir. Sobre todo, porque Cristian ha acabado con tu confianza y seguridad esta misma noche.—¿Qué deseas beber? —te pregunta él para salir del silencio, mientras se sirve una copa de vino.Él se ha dado cuenta de que te sorprendiste ante sus palabras y espera descomprimir un poco la situación. Desde que te subiste a su automóvil, él ha notado que estás nerviosa, al menos así lo percibe. Sin embargo, no parece conseguirlo, sin importar lo que haga.Cuando te pregunta qué quieres beber, dudas. No quieres sonar como una niña pidiendo una gaseosa. Aunque sabes que tu resistencia al alcohol es casi nula. Aun así... ¿Qué importa si te emborrachas un poco? Ya has hecho el ridículo con e
Es algo muy vergonzoso para ti. Decirle a tu jefe algo tan personal y denigrante. No es algo de lo cual te sientas orgullosa. Tal vez sí lo has sido durante tu adolescencia, pero ahora lo sientes como un peso. Ya que todas las chicas que conoces lo han hecho por lo menos con uno de sus novios. Y si no es por carácter religioso, algo que tú misma no sabes si valoras, y por tus padres ya no lo sería. Y justo en este momento se vuelve una carga de la que prefieres liberarte. Lo has analizado al estar bajo la lluvia. Y lo estás pensando ahora mismo.—Perdón. No debí decir eso —te retractas tratando de pedirle disculpas a Lisandro. Aún lo reconoces como una figura de autoridad en tu vida.Lisandro solo se queda mirándote sin emitir sonido. Tú empiezas a sentirte cada vez más nerviosa. Tal vez tu jefe cree que estás mintiendo o tal vez piensa que eres de esas chicas a las que les gusta jugar con eso. Pero al contrario de lo que no dejas de maquinar en tu cabeza, Lisandro solo está sumergido
No solo no respondes su pregunta, sino que también cierras los ojos. Queda desconcertado, ya que es muy importante para él quedarse tranquilo que digas mínimamente que sí.Esperas ese beso cargado de deseo que sabes que te hará estremecerte nuevamente y volverte una con él, pero que nunca llega. ¿Por qué no te besa? Piensas con impaciencia, cada segundo se vuelve una tortura. La realidad es que deseas a este hombre desde el primer momento en que lo viste y ahora eres capaz de tener un poquito de él; sin embargo, Lisandro sigue negándotelo.Te sientes segura de ti misma como mujer, lista para hacer lo que sea necesario para intentar satisfacer a un hombre como Lisandro. Sabes que será un reto para ti porque no solo vuestra diferencia de edad los aleja en conocimiento de las prácticas, sino que es probable que él haya estado con muchas mujeres incluso antes de que tú nacieras. Y lo que te resulta más ilógico, es que las palabras de este hombre te hayan hecho recuperar la confianza que s
Están en medio de un debate moral. No entiendes por qué un hombre necesita tanto tu consentimiento, pese a lo que él te ha explicado con anterioridad. Mientras que él no concibe tocarte sin tu manifestación verbal de deseo. Esta situación los lleva a una impotencia inimaginable. Parece que el fuego volverá a apagarse cuando de repente hablas.—Quiero, solo quiero que no me preguntes nada —dices con mucha vergüenza.Él no dice nada más y da la conversación por terminada. Te baja los pantalones del pijama y besa tus piernas con pequeños y tiernos besos. Te quitas la parte superior del pijama, quedando completamente desnuda frente a él.Desde donde está, en cuclillas, después de unos cuantos besos que lo llenan de ti, él mira tu rostro. Avergonzada, como si lo que has hecho fuera extremadamente audaz, él se pone de pie rápidamente para volver a besarte en los labios. Mientras lo hace, te hace abrir las piernas y comienza a acariciar la zona con delicadeza. Aunque conoces esa sensación, n
Le explicas que ha sido muy difícil para ti todo lo que ha ocurrido. Le prometes contarle todo cuando se vean, pero necesitas que te haga el favor de esperarte en la puerta del complejo de su edificio. Guadalupe te confiesa que hace tan solo unos veinte minutos que ha subido a su casa, ya que desde que la has llamado en la noche, se ha quedado junto a la reja como una loca esperando por ti. Supone que no tienes dinero, y que tu teléfono se ha quedado sin batería porque cuando te ha llamado para saber cuánto tardarías, este daba apagado.Estás tan orgullosa de tener una amiga como Guadalupe que no sabes cómo agradecérselo. Casi te pones a llorar delante del teléfono público. Finalmente, tomas un taxi y vas a la casa de tu incomparable amiga.Ella te deja que te des una ducha y por fin puedes lavar tu cabello. Esto te ayuda a relajarte un poco, algo que necesitas terriblemente. Si sigues sometiéndote a situaciones de tanto estrés, tu cabello comenzará a caerse. Te imaginas calva y no te
Al parecer, el cadete ha llegado antes de lo esperado. Pero cuando bajas a abrir la puerta, te topas con que no vienen a buscar las cosas, sino que te traen una caja. Temes que sea Cristian jugándote una mala pasada. Sin embargo, al volver a tu departamento y abrirla, te sorprendes al encontrar tu sujetador en ella. Está recién lavado, con el característico olor a la ropa cuando viene del lavadero. El desgraciado de Lisandro había mandado a lavar tu ropa antes de devolvértela.—¿Te escribió una nota o algo? —pregunta Guadalupe, pero le dices que no.Solo dejas tu sujetador en la cama y luego vuelves a terminar de empacar. Sientes que has arruinado las cosas con tu jefe de todas las maneras posibles y te angustia terrible por ello.—Tal vez es solo su manera de decir que olvidaste esto en su casa —dice Guadalupe, y no puedes evitar sentirte peor aún—. ¿Por qué no te pones linda y salimos un rato?—Tengo sueño. Creo que lo mejor es que terminemos con esto, así me voy a dormir —respondes
Te quedas paralizada por un instante, procesando las palabras del doctor Cuartuco. Te das cuenta de que, a pesar de lo incómodo que es todo esto, tiene razón. Aun así, no puedes evitar sentirte humillada y dolida. Te levantas lentamente, tratando de mantener la compostura, y sales de su oficina sin mirar atrás.En parte, no puedes creerlo. ¿Esto es real? ¿Te está obligando a seguir trabajando para él? Eso te disgusta, sobre todo por cómo te ha hablado. Te has sentido insignificante. Es impresionante el poder que ese hombre tiene con solo sus palabras. Seguramente en el tribunal eso le sirve, pero que use ese mismo recurso contigo te hace sentir muy enojada. Aun así, decides no decir nada. Te pones de pie y sales de la oficina.Has perdido la batalla contra el maldito de tu jefe. Maldito y sensual jefe.Mientras caminas de regreso a tu escritorio, te sientes como si estuvieras en una especie de trance. Las miradas curiosas de tus compañeros te atraviesan, pero las ignoras. Te sientas y
Terminas de estudiar mientras te maquillas y te preparas. Te dejas el cabello suelto, es oscuro y largo, tus ondas se marcan más esa noche. Usas tonos suaves para tu rostro, con un labial natural. No quieres llamar la atención durante la reunión. Sabes que ese tipo de fiestas pueden ser terriblemente osadas para algunos individuos. Repasas la lista de invitados y cuando estás a punto de mirar tu reloj, escuchas el timbre de tu departamento, así que bajas esperando ver a Nicolás. Grande es la sorpresa que te llevas al encontrarte en su lugar a Lisandro.—Doctor Cuartuco —dices aturdida.Es increíble, aparece frente a ti después de cómo te ha tratado esa misma mañana. Aunque también te sorprende lo bien que se ve, tan elegante y formal, tan sensual. Tan irresistiblemente tentador.—Se ve hermosa vestida así, señorita Fernández —dice él con una gran sonrisa.Le agradeces sin siquiera mirarlo. Subes al automóvil y te colocas el cinturón de seguridad. Él sube detrás de ti y se dedica a con