Es algo muy vergonzoso para ti. Decirle a tu jefe algo tan personal y denigrante. No es algo de lo cual te sientas orgullosa. Tal vez sí lo has sido durante tu adolescencia, pero ahora lo sientes como un peso. Ya que todas las chicas que conoces lo han hecho por lo menos con uno de sus novios. Y si no es por carácter religioso, algo que tú misma no sabes si valoras, y por tus padres ya no lo sería. Y justo en este momento se vuelve una carga de la que prefieres liberarte. Lo has analizado al estar bajo la lluvia. Y lo estás pensando ahora mismo.
—Perdón. No debí decir eso —te retractas tratando de pedirle disculpas a Lisandro. Aún lo reconoces como una figura de autoridad en tu vida.
Lisandro solo se queda mirándote sin emitir sonido. Tú empiezas a sentirte cada vez más nerviosa. Tal vez tu jefe cree que estás mintiendo o tal vez piensa que eres de esas chicas a las que les gusta jugar con eso. Pero al contrario de lo que no dejas de maquinar en tu cabeza, Lisandro solo está sumergido en sus pensamientos. Está admirando lo hermosa que luces con tu delicada manera de sonrojarte y tu embellecedora actitud.
—No es que sea religiosa ni nada. Es solo que supuse que si tenía relaciones durante mi formación podía por error quedar embarazada y arruinaría mi carrera —dices a toda prisa, tratando de hacer que él pueda entender tu punto de vista y diga alguna palabra o emita algún sonido.
Sin embargo, entre más hablas, más enterrada en las arenas movedizas te sientes. Lo mejor es cambiar de tema y hablar de otra cosa. Así que te pones a pensar, pero no se te ocurre ninguna cuestión que haga que él te vea de manera elocuente. Hasta ahora la imagen de ti que le has ofrecido a ese hombre ha sido lamentable y deplorable, según tú.
Él solo te ayuda a que abandones el sofá y te pones de pie, y después de tenerte a tu altura, te abraza. Es una sorpresa para ambos que él haga eso. Si bien estás bastante ebria, él no. Y esto comprueba que no le permites entrar en razón, Lisandro no está actuando como lo haría con otra mujer a la que desea poseer. Una parte de él sabe que debe llevarte a tu casa; aun así, solo te abraza esperando que no te resistas.
Sin darte cuenta, estás disfrutando demasiado de su cercanía. Después de todo, es un hombre muy atractivo para ti. Y sabe cómo llamar la atención de cualquier mujer. No solo por su apariencia, sino por su manera de comportarse y por la seguridad que demuestra. Por la manera tan cautelosa con la que ha tratado contigo y su forma tierna de ofrecerte consuelo.
Lisandro espera a que te apartes de él, que le digas que está equivocado si espera algo más contigo después de haberte dicho que has terminado con tu novio. Por el contrario, a lo que pueda imaginar, tú lo abrazas con tus frágiles brazos y suspiras. Algo que hace que una leve sonrisa aparezca en el rostro del hombre. Hacía mucho que una mujer no lo había hecho sonreír de esa manera tan vivida. ¿Es momento de hacerte esa pregunta? ¿Aceptarías estar con él? ¿Está bien hacerlo con una pasante? Mejor dicho, con una joven como tú.
En su vida nunca se hace tantas preguntas a la vez. ¿Será porque es la primera vez que lleva a alguien a su departamento a quien no quiere doblegar bajo sus sábanas? Las mujeres que están con él saben qué tipo de relaciones le gusta tener con ellas. Saben cómo disfruta y cuánto tiempo está dispuesto a pasar con ellas. Pero tú eres distinta. Ninguna de esas cosas se ha hablado entre ustedes y no sabe si quiere hacerlo así contigo.
Él te aparta por un instante, levemente. Para tratar de ver tu rostro y así poder decidir si hacerte o no esa pregunta tan incómoda, en caso de que la respuesta sea negativa. Lamenta no haber prendido todas las luces, ya que tu rostro está consumido por su sombra. ¿Cuál será tu apariencia? ¿Te mostrarás tímida? ¿Estarás reconfortada por su abrazo? Quizás estés a gusto con él y quieras un poco más de intimidad. La posibilidad de que tú lo desees, que te sientas a gusto con su abrazo y con la situación que ambos están viviendo, lo hace entrar en pánico. Ya han pasado más de veinte años desde que una mujer no lo pone así.
Lisandro piensa por un instante en eso. Y se da cuenta de que no ha habido mujer que lo ponga nervioso luego de su primera vez. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo desde entonces. Y en sí no ha sido la mujer, sino la situación. En cambio, contigo es distinto. Eres tú quien hace que su corazón lata de manera irregular y se sienta un poco aturdido.
De todas maneras, siente que no puede rendirte ante tus deseos primitivos, debe comportarse. ¿Qué tan difícil puede ser?, piensa cuando tus pezones rozan su camisa.
Lisandro ha puesto música cuando estabas en la ducha. En un primer momento, no le prestaste mucha atención, pero ahora empieza a llenar el ambiente, ya que los dos están en silencio. Por lo que en medio de esa serenidad llenado por la música de su estéreo se escucha su voz profunda y sensual.
—¿Y ahora? ¿Deseas seguir siendo virgen? —te pregunta con más confianza de la que él mismo esperaba tener.
Te sorprendes al escuchar las palabras de Lisandro. No te había hecho una pregunta, sino dos, las cuales te incomodan y te hacen replantearte toda la situación. ¿Acaso te has metido en la boca del lobo sin darte cuenta? Aunque, por un lado, él te gusta de una manera que jamás has experimentado. La realidad es que nunca has sentido tanta admiración por un hombre, lo que es un poco confuso.
Tu padre es la única persona que se ha merecido ese sentimiento por parte de ti. Pero no es solo eso, este hombre es muy atractivo y con cada una de sus palabras te lleva al nirvana. Sus facciones resaltan su masculinidad, el olor de su piel mezclado con el perfume que usa, te hace querer inhalar profundo y conservar esa sensación que te estremece.
—Creo que con una copa más de vino podrías convencerme —dices y sonríes.
Aunque solo buscas un poco de complicidad en él, no te das cuenta de que Lisandro no es ese tipo de hombre. Tal vez las edades hacen que estén en distintos niveles cuando se trata de conquistas.
Lisandro piensa que tal vez no te sientes lo suficientemente sobria como para gustar de él, algo que claramente termina siendo un insulto a su masculinidad. Hace tiempo que una mujer no lo hace sentir así de inseguro y molesto a la vez. ¿Él no es capaz de excitarte sin que estés ebria? No puede ser posible eso, él va a demostrártelo.
Tomas la copa de vino, pero antes de poder beber su contenido, él te abraza por detrás. Coloca su mentón por encima de tu cabeza. Te quedas inmóvil, lo que hace que Lisandro sienta un poco más de confianza. Sabe que, si se equivoca, terminará con una demanda por acoso, y no está dispuesto a irse a dormir sin haber probado primero a la mujer que tiene a su lado.
Él no es de los que se rinden cuando algo les gusta. Y tú le gustas. Hace tiempo que no se siente retado al conquistar a alguien. Y si ha sido capaz de convencer a un jurado de un triple homicidio solo con dos láminas de evidencia circunstancial cuando no existían las muestras de ADN, está seguro de que podrá convencerte de aceptar pasar la noche en su cama. O tal vez en la mesa de su comedor, no es que a él le preocupe dónde fornicará contigo. Presiente que eres de las que gritan cuando llegan al orgasmo.
A continuación, desliza sus manos tibias por tu cintura. Acariciando la piel de su abdomen mientras que acercaba su rostro al cuello de la joven y sus labios le propiciaban pequeñas y delicadas caricias tibias. Las cuales se daba cuenta de que a Camila le gustaban por cómo su respiración empezaba a cambiar. Por lo que se animó a llevar sus labios hasta la oreja de Camila.
—Si me das unos minutos no hará falta la copa de vino —dijo él susurrándole al oído con esa voz profunda que la ponía a mil.
Lo había hecho infinidad de veces y casi todas las mujeres habían reaccionado ante su profunda voz de inmediato. Sin embargo, esta vez pudo sentir cómo sus palabras hacían que esta mujer se estremeciera y su cuerpo respondiera a través de su piel cuando esta se erizara instantáneamente después de escucharlo. Estaba seguro de que no era por frío, ya que sus manos estaban tibias y había ajustado la calefacción para que hiciera calor dentro del departamento.
La canción que se escuchaba de fondo cambió y de repente comenzó “Kiss Me”. Lisandro sonrió levemente mientras le propició un delicado beso en el cuello a Camila. Esta sintió cómo una corriente eléctrica atravesaba su cuerpo. Era la primera vez en años que un simple beso la hacía sentirse así. Él apartó el vino de su mano y lo depositó sobre la mesa ratona para casi instantáneamente, pero con tranquilidad volver a ella. Acercó el rostro de la preciosa mujer a sus labios, pero no la besó. Ella se sorprendió, ya que en un instante lo tenía tan cerca que podía sentir la mezcla de sus alientos.
—¿Me darás la oportunidad de hacerlo? —preguntó él mientras tomaba el rostro de Camila con sus manos. Esperaba que ella le dijera que sí, pero no lo hizo.
Camila no solo no respondió la pregunta de Lisandro, sino que también cerró los ojos. Él quedó desconcertado, ya que era muy importante para quedarse tranquilo, que ella dijera mínimamente que sí.
Camila esperó ese beso cargado de deseo que sabía que la haría estremecerse nuevamente y volverse una con él, pero que nunca llegó. ¿Por qué no la besaba? Pensó ella con impaciencia, cada segundo se volvía una tortura. La realidad era que deseaba a este hombre desde el primer momento en que lo había visto y ahora era capaz de tener un poquito de él; sin embargo, Lisandro seguía negándoselo.
A continuación, Lisandro desliza sus manos tibias por tu cintura. Acaricia la piel de tu abdomen mientras acerca su rostro a tu cuello y sus labios te propician pequeñas y delicadas caricias tibias. Se da cuenta de que te gusta por cómo tu respiración empieza a cambiar. Por eso, él se anima a llevar sus labios hasta tu oreja.
—Si me das unos minutos no hará falta la copa de vino —te susurra al oído con esa voz profunda que te pone a mil.
Lo ha hecho infinidad de veces y casi todas las mujeres han reaccionado ante su profunda voz de inmediato. Puedes sentir cómo sus palabras hacen que te estremezcas y tu cuerpo responde a través de tu piel, que se eriza instantáneamente después de escucharlo. Estás segura de que no es por frío, ya que sus manos están tibias y ha ajustado la calefacción para que haga calor dentro del departamento.
La canción de fondo cambia y de repente comienza "Kiss Me". Lisandro sonríe levemente mientras te propina un delicado beso en el cuello. Sientes cómo una corriente eléctrica atraviesa tu cuerpo. Es la primera vez en años que un simple beso te hace sentir así. Él aparta el vino de tu mano y lo deposita sobre la mesa ratona para casi instantáneamente, pero con tranquilidad, volver a ti. Acerca su rostro al tuyo, pero no te besa. Te sorprendes, ya que en un instante lo tiene tan cerca que puedes sentir la mezcla del aliento de ambos.
—¿Me darás la oportunidad de hacerlo? —pregunta mientras toma tu rostro con sus manos. Espera que le digas que sí.
Autora: Osaku
No solo no respondes su pregunta, sino que también cierras los ojos. Queda desconcertado, ya que es muy importante para él quedarse tranquilo que digas mínimamente que sí.Esperas ese beso cargado de deseo que sabes que te hará estremecerte nuevamente y volverte una con él, pero que nunca llega. ¿Por qué no te besa? Piensas con impaciencia, cada segundo se vuelve una tortura. La realidad es que deseas a este hombre desde el primer momento en que lo viste y ahora eres capaz de tener un poquito de él; sin embargo, Lisandro sigue negándotelo.Te sientes segura de ti misma como mujer, lista para hacer lo que sea necesario para intentar satisfacer a un hombre como Lisandro. Sabes que será un reto para ti porque no solo vuestra diferencia de edad los aleja en conocimiento de las prácticas, sino que es probable que él haya estado con muchas mujeres incluso antes de que tú nacieras. Y lo que te resulta más ilógico, es que las palabras de este hombre te hayan hecho recuperar la confianza que s
Están en medio de un debate moral. No entiendes por qué un hombre necesita tanto tu consentimiento, pese a lo que él te ha explicado con anterioridad. Mientras que él no concibe tocarte sin tu manifestación verbal de deseo. Esta situación los lleva a una impotencia inimaginable. Parece que el fuego volverá a apagarse cuando de repente hablas.—Quiero, solo quiero que no me preguntes nada —dices con mucha vergüenza.Él no dice nada más y da la conversación por terminada. Te baja los pantalones del pijama y besa tus piernas con pequeños y tiernos besos. Te quitas la parte superior del pijama, quedando completamente desnuda frente a él.Desde donde está, en cuclillas, después de unos cuantos besos que lo llenan de ti, él mira tu rostro. Avergonzada, como si lo que has hecho fuera extremadamente audaz, él se pone de pie rápidamente para volver a besarte en los labios. Mientras lo hace, te hace abrir las piernas y comienza a acariciar la zona con delicadeza. Aunque conoces esa sensación, n
Le explicas que ha sido muy difícil para ti todo lo que ha ocurrido. Le prometes contarle todo cuando se vean, pero necesitas que te haga el favor de esperarte en la puerta del complejo de su edificio. Guadalupe te confiesa que hace tan solo unos veinte minutos que ha subido a su casa, ya que desde que la has llamado en la noche, se ha quedado junto a la reja como una loca esperando por ti. Supone que no tienes dinero, y que tu teléfono se ha quedado sin batería porque cuando te ha llamado para saber cuánto tardarías, este daba apagado.Estás tan orgullosa de tener una amiga como Guadalupe que no sabes cómo agradecérselo. Casi te pones a llorar delante del teléfono público. Finalmente, tomas un taxi y vas a la casa de tu incomparable amiga.Ella te deja que te des una ducha y por fin puedes lavar tu cabello. Esto te ayuda a relajarte un poco, algo que necesitas terriblemente. Si sigues sometiéndote a situaciones de tanto estrés, tu cabello comenzará a caerse. Te imaginas calva y no te
Al parecer, el cadete ha llegado antes de lo esperado. Pero cuando bajas a abrir la puerta, te topas con que no vienen a buscar las cosas, sino que te traen una caja. Temes que sea Cristian jugándote una mala pasada. Sin embargo, al volver a tu departamento y abrirla, te sorprendes al encontrar tu sujetador en ella. Está recién lavado, con el característico olor a la ropa cuando viene del lavadero. El desgraciado de Lisandro había mandado a lavar tu ropa antes de devolvértela.—¿Te escribió una nota o algo? —pregunta Guadalupe, pero le dices que no.Solo dejas tu sujetador en la cama y luego vuelves a terminar de empacar. Sientes que has arruinado las cosas con tu jefe de todas las maneras posibles y te angustia terrible por ello.—Tal vez es solo su manera de decir que olvidaste esto en su casa —dice Guadalupe, y no puedes evitar sentirte peor aún—. ¿Por qué no te pones linda y salimos un rato?—Tengo sueño. Creo que lo mejor es que terminemos con esto, así me voy a dormir —respondes
Te quedas paralizada por un instante, procesando las palabras del doctor Cuartuco. Te das cuenta de que, a pesar de lo incómodo que es todo esto, tiene razón. Aun así, no puedes evitar sentirte humillada y dolida. Te levantas lentamente, tratando de mantener la compostura, y sales de su oficina sin mirar atrás.En parte, no puedes creerlo. ¿Esto es real? ¿Te está obligando a seguir trabajando para él? Eso te disgusta, sobre todo por cómo te ha hablado. Te has sentido insignificante. Es impresionante el poder que ese hombre tiene con solo sus palabras. Seguramente en el tribunal eso le sirve, pero que use ese mismo recurso contigo te hace sentir muy enojada. Aun así, decides no decir nada. Te pones de pie y sales de la oficina.Has perdido la batalla contra el maldito de tu jefe. Maldito y sensual jefe.Mientras caminas de regreso a tu escritorio, te sientes como si estuvieras en una especie de trance. Las miradas curiosas de tus compañeros te atraviesan, pero las ignoras. Te sientas y
Terminas de estudiar mientras te maquillas y te preparas. Te dejas el cabello suelto, es oscuro y largo, tus ondas se marcan más esa noche. Usas tonos suaves para tu rostro, con un labial natural. No quieres llamar la atención durante la reunión. Sabes que ese tipo de fiestas pueden ser terriblemente osadas para algunos individuos. Repasas la lista de invitados y cuando estás a punto de mirar tu reloj, escuchas el timbre de tu departamento, así que bajas esperando ver a Nicolás. Grande es la sorpresa que te llevas al encontrarte en su lugar a Lisandro.—Doctor Cuartuco —dices aturdida.Es increíble, aparece frente a ti después de cómo te ha tratado esa misma mañana. Aunque también te sorprende lo bien que se ve, tan elegante y formal, tan sensual. Tan irresistiblemente tentador.—Se ve hermosa vestida así, señorita Fernández —dice él con una gran sonrisa.Le agradeces sin siquiera mirarlo. Subes al automóvil y te colocas el cinturón de seguridad. Él sube detrás de ti y se dedica a con
Nicolás te ofrece traerte una copa de champán y la aceptas. El vestido es bastante ajustado, por lo que has comido solo un par de canapés para que en tu esbelta figura no se marque el abdomen. Necesitas esa copa, ya que te estás deshidratando; hace mucho calor ahí adentro, rodeada de tantas personas.Observas a las personas a tu alrededor. La mayoría son hombres, aunque hay unas cuantas mujeres abogadas y juezas. Suponer la posibilidad de ser una de ellas en algún momento te hace tener algo de esperanza.—Disculpe, ¿nos conocemos? —dice un hombre joven de cabello oscuro y ojos almendra que se acerca a ti.—Usted es el doctor Méndez, según tengo entendido —dices, ya que es una de las personas que tienes en tu lista con la que debes hablar.—¿Y usted, señorita? —te pregunta él, porque es obvio que no te conoce y solo trata de hablar contigo para ver si consigue tu número de teléfono.—Soy la secretaria del doctor Cuartuco. Mi jefe espera que se comunique con él —le dices, y el rostro de
«Es hora de sacar todas tus cartas y ponerlas sobre la mesa para empezar el juego. Lisandro, permíteme asegúrate que no la tendrás fácil con Camila.»—A diferencia de lo que puedas pensar, te llevaré a donde me pidas, Camila —indicas con tranquilidad, ya sabes por cómo te mira cuánto te desea. Es prácticamente un juego ganado, al menos eso crees.—Entonces quiero ir a mi casa —dice ella, molesta. Aunque está muy excitada, no soporta la idea de estar con alguien que quiera controlarla.Ya tuvo a Cristian en el pasado para aprender de para eso. Ahora solo va a hacer lo que quiera cuando lo desee, y es algo que, como no la conoces, te sorprende. Camila resulta un reto para ti, está más que claro.Te acercas con la excusa de ayudarla a acomodarse el cinturón, y le dices al oído que estás seguro de que debajo del vestido hay una parte de ella que está deseosa de tenerte nuevamente. En realidad, temes que tus artilugios no funcionen con ella, aun así, lo intentas. Deseas a esta mujer tanto