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Capítulo cinco - Necesito tu consentimiento

Es algo muy vergonzoso para ti. Decirle a tu jefe algo tan personal y denigrante. No es algo de lo cual te sientas orgullosa. Tal vez sí lo has sido durante tu adolescencia, pero ahora lo sientes como un peso. Ya que todas las chicas que conoces lo han hecho por lo menos con uno de sus novios. Y si no es por carácter religioso, algo que tú misma no sabes si valoras, y por tus padres ya no lo sería. Y justo en este momento se vuelve una carga de la que prefieres liberarte. Lo has analizado al estar bajo la lluvia. Y lo estás pensando ahora mismo.

—Perdón. No debí decir eso —te retractas tratando de pedirle disculpas a Lisandro. Aún lo reconoces como una figura de autoridad en tu vida.

Lisandro solo se queda mirándote sin emitir sonido. Tú empiezas a sentirte cada vez más nerviosa. Tal vez tu jefe cree que estás mintiendo o tal vez piensa que eres de esas chicas a las que les gusta jugar con eso. Pero al contrario de lo que no dejas de maquinar en tu cabeza, Lisandro solo está sumergido en sus pensamientos. Está admirando lo hermosa que luces con tu delicada manera de sonrojarte y tu embellecedora actitud.

—No es que sea religiosa ni nada. Es solo que supuse que si tenía relaciones durante mi formación podía por error quedar embarazada y arruinaría mi carrera —dices a toda prisa, tratando de hacer que él pueda entender tu punto de vista y diga alguna palabra o emita algún sonido.

Sin embargo, entre más hablas, más enterrada en las arenas movedizas te sientes. Lo mejor es cambiar de tema y hablar de otra cosa. Así que te pones a pensar, pero no se te ocurre ninguna cuestión que haga que él te vea de manera elocuente. Hasta ahora la imagen de ti que le has ofrecido a ese hombre ha sido lamentable y deplorable, según tú.

Él solo te ayuda a que abandones el sofá y te pones de pie, y después de tenerte a tu altura, te abraza. Es una sorpresa para ambos que él haga eso. Si bien estás bastante ebria, él no. Y esto comprueba que no le permites entrar en razón, Lisandro no está actuando como lo haría con otra mujer a la que desea poseer. Una parte de él sabe que debe llevarte a tu casa; aun así, solo te abraza esperando que no te resistas.

Sin darte cuenta, estás disfrutando demasiado de su cercanía. Después de todo, es un hombre muy atractivo para ti. Y sabe cómo llamar la atención de cualquier mujer. No solo por su apariencia, sino por su manera de comportarse y por la seguridad que demuestra. Por la manera tan cautelosa con la que ha tratado contigo y su forma tierna de ofrecerte consuelo.

Lisandro espera a que te apartes de él, que le digas que está equivocado si espera algo más contigo después de haberte dicho que has terminado con tu novio. Por el contrario, a lo que pueda imaginar, tú lo abrazas con tus frágiles brazos y suspiras. Algo que hace que una leve sonrisa aparezca en el rostro del hombre. Hacía mucho que una mujer no lo había hecho sonreír de esa manera tan vivida. ¿Es momento de hacerte esa pregunta? ¿Aceptarías estar con él? ¿Está bien hacerlo con una pasante? Mejor dicho, con una joven como tú.

En su vida nunca se hace tantas preguntas a la vez. ¿Será porque es la primera vez que lleva a alguien a su departamento a quien no quiere doblegar bajo sus sábanas? Las mujeres que están con él saben qué tipo de relaciones le gusta tener con ellas. Saben cómo disfruta y cuánto tiempo está dispuesto a pasar con ellas. Pero tú eres distinta. Ninguna de esas cosas se ha hablado entre ustedes y no sabe si quiere hacerlo así contigo.

Él te aparta por un instante, levemente. Para tratar de ver tu rostro y así poder decidir si hacerte o no esa pregunta tan incómoda, en caso de que la respuesta sea negativa. Lamenta no haber prendido todas las luces, ya que tu rostro está consumido por su sombra. ¿Cuál será tu apariencia? ¿Te mostrarás tímida? ¿Estarás reconfortada por su abrazo? Quizás estés a gusto con él y quieras un poco más de intimidad. La posibilidad de que tú lo desees, que te sientas a gusto con su abrazo y con la situación que ambos están viviendo, lo hace entrar en pánico. Ya han pasado más de veinte años desde que una mujer no lo pone así.

Lisandro piensa por un instante en eso. Y se da cuenta de que no ha habido mujer que lo ponga nervioso luego de su primera vez. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo desde entonces. Y en sí no ha sido la mujer, sino la situación. En cambio, contigo es distinto. Eres tú quien hace que su corazón lata de manera irregular y se sienta un poco aturdido.

De todas maneras, siente que no puede rendirte ante tus deseos primitivos, debe comportarse. ¿Qué tan difícil puede ser?, piensa cuando tus pezones rozan su camisa.

Lisandro ha puesto música cuando estabas en la ducha. En un primer momento, no le prestaste mucha atención, pero ahora empieza a llenar el ambiente, ya que los dos están en silencio. Por lo que en medio de esa serenidad llenado por la música de su estéreo se escucha su voz profunda y sensual.

—¿Y ahora? ¿Deseas seguir siendo virgen? —te pregunta con más confianza de la que él mismo esperaba tener.

Te sorprendes al escuchar las palabras de Lisandro. No te había hecho una pregunta, sino dos, las cuales te incomodan y te hacen replantearte toda la situación. ¿Acaso te has metido en la boca del lobo sin darte cuenta? Aunque, por un lado, él te gusta de una manera que jamás has experimentado. La realidad es que nunca has sentido tanta admiración por un hombre, lo que es un poco confuso.

Tu padre es la única persona que se ha merecido ese sentimiento por parte de ti. Pero no es solo eso, este hombre es muy atractivo y con cada una de sus palabras te lleva al nirvana. Sus facciones resaltan su masculinidad, el olor de su piel mezclado con el perfume que usa, te hace querer inhalar profundo y conservar esa sensación que te estremece.

—Creo que con una copa más de vino podrías convencerme —dices y sonríes.

Aunque solo buscas un poco de complicidad en él, no te das cuenta de que Lisandro no es ese tipo de hombre. Tal vez las edades hacen que estén en distintos niveles cuando se trata de conquistas.

Lisandro piensa que tal vez no te sientes lo suficientemente sobria como para gustar de él, algo que claramente termina siendo un insulto a su masculinidad. Hace tiempo que una mujer no lo hace sentir así de inseguro y molesto a la vez. ¿Él no es capaz de excitarte sin que estés ebria? No puede ser posible eso, él va a demostrártelo.

Tomas la copa de vino, pero antes de poder beber su contenido, él te abraza por detrás. Coloca su mentón por encima de tu cabeza. Te quedas inmóvil, lo que hace que Lisandro sienta un poco más de confianza. Sabe que, si se equivoca, terminará con una demanda por acoso, y no está dispuesto a irse a dormir sin haber probado primero a la mujer que tiene a su lado.

Él no es de los que se rinden cuando algo les gusta. Y tú le gustas. Hace tiempo que no se siente retado al conquistar a alguien. Y si ha sido capaz de convencer a un jurado de un triple homicidio solo con dos láminas de evidencia circunstancial cuando no existían las muestras de ADN, está seguro de que podrá convencerte de aceptar pasar la noche en su cama. O tal vez en la mesa de su comedor, no es que a él le preocupe dónde fornicará contigo. Presiente que eres de las que gritan cuando llegan al orgasmo.

A continuación, desliza sus manos tibias por tu cintura. Acariciando la piel de su abdomen mientras que acercaba su rostro al cuello de la joven y sus labios le propiciaban pequeñas y delicadas caricias tibias. Las cuales se daba cuenta de que a Camila le gustaban por cómo su respiración empezaba a cambiar. Por lo que se animó a llevar sus labios hasta la oreja de Camila.

—Si me das unos minutos no hará falta la copa de vino —dijo él susurrándole al oído con esa voz profunda que la ponía a mil.

Lo había hecho infinidad de veces y casi todas las mujeres habían reaccionado ante su profunda voz de inmediato. Sin embargo, esta vez pudo sentir cómo sus palabras hacían que esta mujer se estremeciera y su cuerpo respondiera a través de su piel cuando esta se erizara instantáneamente después de escucharlo. Estaba seguro de que no era por frío, ya que sus manos estaban tibias y había ajustado la calefacción para que hiciera calor dentro del departamento.

La canción que se escuchaba de fondo cambió y de repente comenzó “Kiss Me”. Lisandro sonrió levemente mientras le propició un delicado beso en el cuello a Camila. Esta sintió cómo una corriente eléctrica atravesaba su cuerpo. Era la primera vez en años que un simple beso la hacía sentirse así. Él apartó el vino de su mano y lo depositó sobre la mesa ratona para casi instantáneamente, pero con tranquilidad volver a ella. Acercó el rostro de la preciosa mujer a sus labios, pero no la besó. Ella se sorprendió, ya que en un instante lo tenía tan cerca que podía sentir la mezcla de sus alientos.

—¿Me darás la oportunidad de hacerlo? —preguntó él mientras tomaba el rostro de Camila con sus manos. Esperaba que ella le dijera que sí, pero no lo hizo.

Camila no solo no respondió la pregunta de Lisandro, sino que también cerró los ojos. Él quedó desconcertado, ya que era muy importante para quedarse tranquilo, que ella dijera mínimamente que sí.

Camila esperó ese beso cargado de deseo que sabía que la haría estremecerse nuevamente y volverse una con él, pero que nunca llegó. ¿Por qué no la besaba? Pensó ella con impaciencia, cada segundo se volvía una tortura. La realidad era que deseaba a este hombre desde el primer momento en que lo había visto y ahora era capaz de tener un poquito de él; sin embargo, Lisandro seguía negándoselo.

A continuación, Lisandro desliza sus manos tibias por tu cintura. Acaricia la piel de tu abdomen mientras acerca su rostro a tu cuello y sus labios te propician pequeñas y delicadas caricias tibias. Se da cuenta de que te gusta por cómo tu respiración empieza a cambiar. Por eso, él se anima a llevar sus labios hasta tu oreja.

—Si me das unos minutos no hará falta la copa de vino —te susurra al oído con esa voz profunda que te pone a mil.

Lo ha hecho infinidad de veces y casi todas las mujeres han reaccionado ante su profunda voz de inmediato. Puedes sentir cómo sus palabras hacen que te estremezcas y tu cuerpo responde a través de tu piel, que se eriza instantáneamente después de escucharlo. Estás segura de que no es por frío, ya que sus manos están tibias y ha ajustado la calefacción para que haga calor dentro del departamento.

La canción de fondo cambia y de repente comienza "Kiss Me". Lisandro sonríe levemente mientras te propina un delicado beso en el cuello. Sientes cómo una corriente eléctrica atraviesa tu cuerpo. Es la primera vez en años que un simple beso te hace sentir así. Él aparta el vino de tu mano y lo deposita sobre la mesa ratona para casi instantáneamente, pero con tranquilidad, volver a ti. Acerca su rostro al tuyo, pero no te besa. Te sorprendes, ya que en un instante lo tiene tan cerca que puedes sentir la mezcla del aliento de ambos.

—¿Me darás la oportunidad de hacerlo? —pregunta mientras toma tu rostro con sus manos. Espera que le digas que sí.

Autora: Osaku

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