Te quedas paralizada por un instante, procesando las palabras del doctor Cuartuco. Te das cuenta de que, a pesar de lo incómodo que es todo esto, tiene razón. Aun así, no puedes evitar sentirte humillada y dolida. Te levantas lentamente, tratando de mantener la compostura, y sales de su oficina sin mirar atrás.En parte, no puedes creerlo. ¿Esto es real? ¿Te está obligando a seguir trabajando para él? Eso te disgusta, sobre todo por cómo te ha hablado. Te has sentido insignificante. Es impresionante el poder que ese hombre tiene con solo sus palabras. Seguramente en el tribunal eso le sirve, pero que use ese mismo recurso contigo te hace sentir muy enojada. Aun así, decides no decir nada. Te pones de pie y sales de la oficina.Has perdido la batalla contra el maldito de tu jefe. Maldito y sensual jefe.Mientras caminas de regreso a tu escritorio, te sientes como si estuvieras en una especie de trance. Las miradas curiosas de tus compañeros te atraviesan, pero las ignoras. Te sientas y
Terminas de estudiar mientras te maquillas y te preparas. Te dejas el cabello suelto, es oscuro y largo, tus ondas se marcan más esa noche. Usas tonos suaves para tu rostro, con un labial natural. No quieres llamar la atención durante la reunión. Sabes que ese tipo de fiestas pueden ser terriblemente osadas para algunos individuos. Repasas la lista de invitados y cuando estás a punto de mirar tu reloj, escuchas el timbre de tu departamento, así que bajas esperando ver a Nicolás. Grande es la sorpresa que te llevas al encontrarte en su lugar a Lisandro.—Doctor Cuartuco —dices aturdida.Es increíble, aparece frente a ti después de cómo te ha tratado esa misma mañana. Aunque también te sorprende lo bien que se ve, tan elegante y formal, tan sensual. Tan irresistiblemente tentador.—Se ve hermosa vestida así, señorita Fernández —dice él con una gran sonrisa.Le agradeces sin siquiera mirarlo. Subes al automóvil y te colocas el cinturón de seguridad. Él sube detrás de ti y se dedica a con
Nicolás te ofrece traerte una copa de champán y la aceptas. El vestido es bastante ajustado, por lo que has comido solo un par de canapés para que en tu esbelta figura no se marque el abdomen. Necesitas esa copa, ya que te estás deshidratando; hace mucho calor ahí adentro, rodeada de tantas personas.Observas a las personas a tu alrededor. La mayoría son hombres, aunque hay unas cuantas mujeres abogadas y juezas. Suponer la posibilidad de ser una de ellas en algún momento te hace tener algo de esperanza.—Disculpe, ¿nos conocemos? —dice un hombre joven de cabello oscuro y ojos almendra que se acerca a ti.—Usted es el doctor Méndez, según tengo entendido —dices, ya que es una de las personas que tienes en tu lista con la que debes hablar.—¿Y usted, señorita? —te pregunta él, porque es obvio que no te conoce y solo trata de hablar contigo para ver si consigue tu número de teléfono.—Soy la secretaria del doctor Cuartuco. Mi jefe espera que se comunique con él —le dices, y el rostro de
«Es hora de sacar todas tus cartas y ponerlas sobre la mesa para empezar el juego. Lisandro, permíteme asegúrate que no la tendrás fácil con Camila.»—A diferencia de lo que puedas pensar, te llevaré a donde me pidas, Camila —indicas con tranquilidad, ya sabes por cómo te mira cuánto te desea. Es prácticamente un juego ganado, al menos eso crees.—Entonces quiero ir a mi casa —dice ella, molesta. Aunque está muy excitada, no soporta la idea de estar con alguien que quiera controlarla.Ya tuvo a Cristian en el pasado para aprender de para eso. Ahora solo va a hacer lo que quiera cuando lo desee, y es algo que, como no la conoces, te sorprende. Camila resulta un reto para ti, está más que claro.Te acercas con la excusa de ayudarla a acomodarse el cinturón, y le dices al oído que estás seguro de que debajo del vestido hay una parte de ella que está deseosa de tenerte nuevamente. En realidad, temes que tus artilugios no funcionen con ella, aun así, lo intentas. Deseas a esta mujer tanto
Caminan en silencio hasta el ascensor. Tocas el timbre para llamarlo. Le miras, pero parece ignorarte. ¿Se está arrepintiendo?, te preguntas preocupado. Cuando estás a punto de preguntarle algo para verificar que aún están en sintonía, el ascensor llega. Una vez dentro, te acercas a ella y acaricias su entrepierna. Camila se sorprende, esperaba que primero la acariciaras o le besaras en los labios. Aun así, el beso llega a sus labios, pero de una manera primitiva, depredadora, de tu parte. La arrinconas contra la puerta del ascensor para tocarla de manera más provocadora. Está preocupada de que alguien suba y los encuentre de esa manera tan íntima, pero, pese a eso, no puede pedirte que te detengas, ya que en parte le gusta. Al abrirse la puerta, ya están en tu departamento completamente excitados por la previa.En ese momento, viene a ti una conversación que tuviste con Nicolás.—¿Estás seguro de meter a Camila en esto ya? —te había consultado él.Tu hombre de confianza, el que sabe
Subes por el ascensor sosteniéndote la cabeza, preguntas te perturban.¿Qué estás haciendo con tu jefe?¿Por qué no puedes volver a casa y olvidarte de él?¿Por qué no puedes sacarlo de tu mente?¿Qué le está pasando a tu racionalidad?Te das una ducha y te acuestas en tu cama a dormir un rato. Durante la tarde te dedicas a ordenar tu departamento. Aunque Cristian no está, necesitas poner en orden tus muebles. Algo que siempre postergas porque a él no le gustaba que cambies las cosas de lugar.A eso de las cuatro de la mañana te despiertas. Tienes insomnio, por lo que te pones a escribir tu tesis. Esa semana casi no ves a Lisandro en la oficina porque tienen un juicio cerca. Él no te llama ni te manda un mensaje, por lo que tú tampoco¿Qué vas a decirle?Quizás ya ha terminado lo que han tenido y todo va a volver a la normalidad. Algo de eso te genera angustia, pero no sabes por qué. Entiendes que con personas como Lisandro es normal que solo sean encuentros furtivos.El sábado siguie
Al final, terminas por comprar la falda negra con corte en la parte baja de la cola, la cual te llega a las rodillas. Llevas una camisa sin mangas blanca, un conjunto de ropa interior color carne para que no se transparente tu camisa, y unos zapatos negros con tacones de aguja.—Su novia se ve muy elegante —dice la vendedora.—Se ve preciosa —dice Nicolás, pero al ver qué esperas que aclare su relación, continúa—. Aunque ella es solo mi colega.—Perdonen, no quise… —se disculpa la empleada, avergonzada.—Está bien. No te preocupes —le dices para que la chica no se sienta mal—. Tendría suerte de salir con alguien como él.Después de decir eso, los dos salen de la tienda sonriendo. Nicolás se siente muy feliz al escucharte hablar así. No es que él piense que sientes algo por él, pero lo has dejado bien parado pese a pedirle que aclarara la situación. Cuanto más te conoce, más se sorprende. No es que esté mal que saliera con alguien como tú, pero para él, casi diez años de diferencia es
El lunes, apenas llegas al trabajo, ves que todos parecen ocupados. Nicolás no está, al igual que el doctor Cuartuco. Por un lado, eso te deja más tranquila, ya que no tienes ganas de verlo después de lo que pasó el fin de semana. Eso te ayuda a relajarte un poco y te permite dedicarte a transcribir algunas cartas, documentos y a llevarles café a todos. Cuando termina el día, solo quedan tres de tus compañeros, además de ti. Uno de ellos se ofrece a llevarte a casa, pero en ese momento llegan Nicolás y el doctor Cuartuco.—Señorita Fernández, a mi oficina —dice tu jefe, parece molesto.El hombre se impone con solo mirarte, peor si encima habla. Miras a Nicolás y él te hace una señal positiva. Los demás se van después de despedirse.—¿Doctor? —preguntas al entrar a su oficina. Te sientes extraña por volver a quedar a solas con él.—Siéntese, por favor —dice él de manera más relajada y espera a que le hagas caso—. Estará al tanto de que mi secretaria se tomará licencia por maternidad a