Le explicas que ha sido muy difícil para ti todo lo que ha ocurrido. Le prometes contarle todo cuando se vean, pero necesitas que te haga el favor de esperarte en la puerta del complejo de su edificio. Guadalupe te confiesa que hace tan solo unos veinte minutos que ha subido a su casa, ya que desde que la has llamado en la noche, se ha quedado junto a la reja como una loca esperando por ti. Supone que no tienes dinero, y que tu teléfono se ha quedado sin batería porque cuando te ha llamado para saber cuánto tardarías, este daba apagado.Estás tan orgullosa de tener una amiga como Guadalupe que no sabes cómo agradecérselo. Casi te pones a llorar delante del teléfono público. Finalmente, tomas un taxi y vas a la casa de tu incomparable amiga.Ella te deja que te des una ducha y por fin puedes lavar tu cabello. Esto te ayuda a relajarte un poco, algo que necesitas terriblemente. Si sigues sometiéndote a situaciones de tanto estrés, tu cabello comenzará a caerse. Te imaginas calva y no te
Al parecer, el cadete ha llegado antes de lo esperado. Pero cuando bajas a abrir la puerta, te topas con que no vienen a buscar las cosas, sino que te traen una caja. Temes que sea Cristian jugándote una mala pasada. Sin embargo, al volver a tu departamento y abrirla, te sorprendes al encontrar tu sujetador en ella. Está recién lavado, con el característico olor a la ropa cuando viene del lavadero. El desgraciado de Lisandro había mandado a lavar tu ropa antes de devolvértela.—¿Te escribió una nota o algo? —pregunta Guadalupe, pero le dices que no.Solo dejas tu sujetador en la cama y luego vuelves a terminar de empacar. Sientes que has arruinado las cosas con tu jefe de todas las maneras posibles y te angustia terrible por ello.—Tal vez es solo su manera de decir que olvidaste esto en su casa —dice Guadalupe, y no puedes evitar sentirte peor aún—. ¿Por qué no te pones linda y salimos un rato?—Tengo sueño. Creo que lo mejor es que terminemos con esto, así me voy a dormir —respondes
Te quedas paralizada por un instante, procesando las palabras del doctor Cuartuco. Te das cuenta de que, a pesar de lo incómodo que es todo esto, tiene razón. Aun así, no puedes evitar sentirte humillada y dolida. Te levantas lentamente, tratando de mantener la compostura, y sales de su oficina sin mirar atrás.En parte, no puedes creerlo. ¿Esto es real? ¿Te está obligando a seguir trabajando para él? Eso te disgusta, sobre todo por cómo te ha hablado. Te has sentido insignificante. Es impresionante el poder que ese hombre tiene con solo sus palabras. Seguramente en el tribunal eso le sirve, pero que use ese mismo recurso contigo te hace sentir muy enojada. Aun así, decides no decir nada. Te pones de pie y sales de la oficina.Has perdido la batalla contra el maldito de tu jefe. Maldito y sensual jefe.Mientras caminas de regreso a tu escritorio, te sientes como si estuvieras en una especie de trance. Las miradas curiosas de tus compañeros te atraviesan, pero las ignoras. Te sientas y
Terminas de estudiar mientras te maquillas y te preparas. Te dejas el cabello suelto, es oscuro y largo, tus ondas se marcan más esa noche. Usas tonos suaves para tu rostro, con un labial natural. No quieres llamar la atención durante la reunión. Sabes que ese tipo de fiestas pueden ser terriblemente osadas para algunos individuos. Repasas la lista de invitados y cuando estás a punto de mirar tu reloj, escuchas el timbre de tu departamento, así que bajas esperando ver a Nicolás. Grande es la sorpresa que te llevas al encontrarte en su lugar a Lisandro.—Doctor Cuartuco —dices aturdida.Es increíble, aparece frente a ti después de cómo te ha tratado esa misma mañana. Aunque también te sorprende lo bien que se ve, tan elegante y formal, tan sensual. Tan irresistiblemente tentador.—Se ve hermosa vestida así, señorita Fernández —dice él con una gran sonrisa.Le agradeces sin siquiera mirarlo. Subes al automóvil y te colocas el cinturón de seguridad. Él sube detrás de ti y se dedica a con
Nicolás te ofrece traerte una copa de champán y la aceptas. El vestido es bastante ajustado, por lo que has comido solo un par de canapés para que en tu esbelta figura no se marque el abdomen. Necesitas esa copa, ya que te estás deshidratando; hace mucho calor ahí adentro, rodeada de tantas personas.Observas a las personas a tu alrededor. La mayoría son hombres, aunque hay unas cuantas mujeres abogadas y juezas. Suponer la posibilidad de ser una de ellas en algún momento te hace tener algo de esperanza.—Disculpe, ¿nos conocemos? —dice un hombre joven de cabello oscuro y ojos almendra que se acerca a ti.—Usted es el doctor Méndez, según tengo entendido —dices, ya que es una de las personas que tienes en tu lista con la que debes hablar.—¿Y usted, señorita? —te pregunta él, porque es obvio que no te conoce y solo trata de hablar contigo para ver si consigue tu número de teléfono.—Soy la secretaria del doctor Cuartuco. Mi jefe espera que se comunique con él —le dices, y el rostro de
«Es hora de sacar todas tus cartas y ponerlas sobre la mesa para empezar el juego. Lisandro, permíteme asegúrate que no la tendrás fácil con Camila.»—A diferencia de lo que puedas pensar, te llevaré a donde me pidas, Camila —indicas con tranquilidad, ya sabes por cómo te mira cuánto te desea. Es prácticamente un juego ganado, al menos eso crees.—Entonces quiero ir a mi casa —dice ella, molesta. Aunque está muy excitada, no soporta la idea de estar con alguien que quiera controlarla.Ya tuvo a Cristian en el pasado para aprender de para eso. Ahora solo va a hacer lo que quiera cuando lo desee, y es algo que, como no la conoces, te sorprende. Camila resulta un reto para ti, está más que claro.Te acercas con la excusa de ayudarla a acomodarse el cinturón, y le dices al oído que estás seguro de que debajo del vestido hay una parte de ella que está deseosa de tenerte nuevamente. En realidad, temes que tus artilugios no funcionen con ella, aun así, lo intentas. Deseas a esta mujer tanto
Caminan en silencio hasta el ascensor. Tocas el timbre para llamarlo. Le miras, pero parece ignorarte. ¿Se está arrepintiendo?, te preguntas preocupado. Cuando estás a punto de preguntarle algo para verificar que aún están en sintonía, el ascensor llega. Una vez dentro, te acercas a ella y acaricias su entrepierna. Camila se sorprende, esperaba que primero la acariciaras o le besaras en los labios. Aun así, el beso llega a sus labios, pero de una manera primitiva, depredadora, de tu parte. La arrinconas contra la puerta del ascensor para tocarla de manera más provocadora. Está preocupada de que alguien suba y los encuentre de esa manera tan íntima, pero, pese a eso, no puede pedirte que te detengas, ya que en parte le gusta. Al abrirse la puerta, ya están en tu departamento completamente excitados por la previa.En ese momento, viene a ti una conversación que tuviste con Nicolás.—¿Estás seguro de meter a Camila en esto ya? —te había consultado él.Tu hombre de confianza, el que sabe
Subes por el ascensor sosteniéndote la cabeza, preguntas te perturban.¿Qué estás haciendo con tu jefe?¿Por qué no puedes volver a casa y olvidarte de él?¿Por qué no puedes sacarlo de tu mente?¿Qué le está pasando a tu racionalidad?Te das una ducha y te acuestas en tu cama a dormir un rato. Durante la tarde te dedicas a ordenar tu departamento. Aunque Cristian no está, necesitas poner en orden tus muebles. Algo que siempre postergas porque a él no le gustaba que cambies las cosas de lugar.A eso de las cuatro de la mañana te despiertas. Tienes insomnio, por lo que te pones a escribir tu tesis. Esa semana casi no ves a Lisandro en la oficina porque tienen un juicio cerca. Él no te llama ni te manda un mensaje, por lo que tú tampoco¿Qué vas a decirle?Quizás ya ha terminado lo que han tenido y todo va a volver a la normalidad. Algo de eso te genera angustia, pero no sabes por qué. Entiendes que con personas como Lisandro es normal que solo sean encuentros furtivos.El sábado siguie