La penetra lentamente, tanto que para Nora se vuelve una tortura. Cierra sus ojos y aprieta los dientes mientras sus manos buscan aferrarse al brazo de Franco que cruza por su pecho. Su sexo arde y palpita, volviéndose una sensación placentera, así como agonizante. Ese vaivén cadencioso la lleva a la locura, mientras escucha los gemidos de Franco en su oído, como gruñidos guturales de una bestia.
—Grita para mí, Nora… Quiero escucharte —insiste Franco haciendo que las embestidas se vuelvan cada vez más fuertes y profundas.
Nora comienza a gemir con fuerza, complaciendo a su esposo, pero al mismo tiempo motivada por el fuego que arde en su piel y se aviva con cada penetración, haciendo que la humedad de sus labios escurra por sus muslos. Franco aprieta gentilmente el cuello de Nora y de nuevo recorre su mano hacia el sexo de su mujer, acariciándolo al tiempo que la penet
—Así que la monja con la que me casé en realidad es una ladrona con tintes terroristas… —dice Franco con una sonrisa divertida.—Básicamente… —Nora se apoya en su pecho y clava su mirada en sus ojos azules—. Era una ladrona queriendo reformarme… Como el resto de quienes me acompañaban. No todas eran mujeres que querían dedicarse a Dios por vocación, muchas… no encontraban la forma de regresar al buen camino y creían que esa era la mejor opción, otras habían sido internadas por sus familiares, como los alcohólicos que son llevados a esos centros de rehabilitación. A veces eso era el convento… un centro de ayuda para mujeres conflictivas y solas que eran apoyadas y cuidadas por mujeres que aman a Dios y al prójimo.—Pero llegué yo y eché todo a perder… —Acaricia el cabello negro d
—¿Bernardo? —pregunta Thalía asomándose al despacho de su jefe. —¿Qué quieres? —Bernardo se mantiene con un vaso de whisky en la mano mientras ve a través de la ventana. Ha estado cabizbajo y meditabundo desde la última vez que vio a Nora. —Franco D’Angelo y su guardaespaldas te esperan en el comedor. —¿Qué hacen aquí? —pregunta Bernardo furioso, levantándose abruptamente de su asiento y volteando iracundo hacia Thalía, pero ella no parece preocuparse por el cambio de humor de su jefe, ya está acostumbrada. —Quieren hablar contigo —dice Thalía haciéndose a un lado, permitiendo que Bernardo salga disparado de la oficina para encarar a Franco. Cuando llega al comedor ve a Franco de pie, con las manos detrás de la espalda y Giordano a su lado, flanqueándolo como buen perro protector. En cuanto la mirada de los amigos se cruza, la hostilidad se siente en el aire. Bernardo cambia su actitud funesta por una más sarcástica y alegre. —¡Franco! ¡Amigo mío! ¿Has venido a pedir disculpas p
Al día siguiente Franco se levanta más temprano que otros días, por primera vez le gana a Nora que sigue dormida, enredada entre las sábanas. Besa su frente antes de salir de la habitación. De nuevo las ansias llegan a él, sabe el problema en el que está. Elisa se le acerca con ese contoneo que busca hacerla ver sensual, se planta frente a Franco y antes de que él la pueda saludar ella se estira para alcanzar sus labios y depositar un beso que nunca lo alcanza, pues Franco retrocede al mismo tiempo que la toma de los brazos haciéndola retroceder. —¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunta Franco molesto, recordando ese momento donde casi pasa algo entre ellos. —Franco, deja de fingir —dice Elisa torciendo los ojos hasta ponerlos en blanco—. Lo que hay entre nosotros no ha terminado. —Elisa, tienes que irte de esta casa. No puedo tolerar tu comportamiento, tengo problemas más serios que tú… Franco no alcanza a terminar cuando Elisa le muestra el vídeo en su celular. Ve horrori
Lentamente Franco voltea con las mandíbulas apretadas y las manos vueltas puños. Sabía que tenía que detener a Elisa, pero no entendía cómo. —¿No te apiadarás ni siquiera por mi hijo? —Ese niño tendría que ser nuestro y no tuyo y de Nora. ¿No lo entiendes? ¡Nora se quedó con todo lo que me pertenece! ¡Tú se lo diste! —Elisa… Amo a Nora como no tienes idea y lo que pasó entre tú y yo se quedó en el pasado, se murió. No siento nada por ti. Si tanto me amas, déjame ser feliz con ella —dice Franco queriendo hacerla entrar en razón. —No, Franco —retrocede Elisa, herida—. El tiempo corre, deshazte de ella antes de que yo le muestre tu infidelidad. —No pasó nada entre tú y yo más que ese arranque de lujuria que no acabó en nada —dice Franco, dolido. —¿Crees que Nora te creerá? ¡Buena suerte con eso! Tal vez del coraje termine abortando a tu hijo —dice Elisa retrocediendo sin quitarle la mirada de encima a Franco. —He querido tener paciencia, pensar en otra solución, pero ¿sabes qué?
—En verdad quiero creerte, pero… duele demasiado… —dice Nora sin poder respirar bien, su nariz se ha constipado y las lágrimas escurren por sus mejillas. Ni la vida, ni el convento, ni nada la habían preparado para una desilusión así. —Nora… —Franco pronuncia el nombre de su esposa con anhelo. —No me siento bien —lo interrumpe en voz baja y frágil, bajando la mirada hacia él y acariciando su mejilla con tristeza—. ¿Puedo irme a dormir con Roberta? —pregunta y la voz se le quiebra—. ¿Crees que quiera aceptarme en su cuarto una noche? Los ojos de Franco se enrojecen y de pronto se siente débil y herido. No quiere pasar la noche lejos de Nora, pero comprende que ahora las cosas son diferentes. —No tienes porqué irte de aquí… —dice Franco con tristeza. Se levanta del piso y se sienta a su lado, colocando la mano encima del vientre de Nora. —No quiero dormir aquí… —dice Nora agachando la mirada y sus lágrimas calientes caen sobre la mano de Franco—. No esta noche. —No quieres do
Nora cubre su rostro con ambas manos y Bernardo no hace más que acercarse y envolverla entre sus brazos, queriendo consolarla, sintiéndose apenado de su dolor.—Suéltame… —dice Nora sin fuerzas, revolviéndose en los brazos de Bernardo—. No necesito que ahora sientas lástima por mí, no suplicaré por tu piedad. ¡No la necesito!—Siempre tan orgullosa —responde Bernardo besando con ternura el cabello de Nora, inhalando su aroma, embriagándose y sucumbiendo ante su calor. Controla lo mejor que puede sus instintos sobre ella.—Ya me conoces. —Nora levanta el rostro hacia él, quedando a centímetros del suyo—. No cavaré un hoyo para tapar otro. No esperes mucha docilidad de mi parte.—Nunca la he esperado, Nora… Incluso cuando te vi en ese bar, cuando probé por primera vez tus labios, eras
El camino de regreso es más afable, el viento frío le pega en la cara de manera agradable. Cuando por fin llega a casa, nota el movimiento en los jardines. Los guardias de la entrada usan sus radios para avisar que ha regresado y la reciben con calidez, denotando su preocupación.Nora llega hasta la entrada y ve a Franco y Giordano con cara de angustia. Antes de poder explicarse, Franco se acerca a ella con paso decidido y el ceño fruncido. Por un momento duda si recibirá alguna clase de bofetón o reprimenda, pero, por el contrario, Franco la estrecha con cariño y la llena de besos, frotando su rostro contra el de ella.—¿Estás bien? ¿A dónde fuiste? ¿Por qué te fuiste así? —pregunta Franco con el miedo amargo en su boca—. Creí que no te volvería a ver. Nunca me vuelvas a hacer esto… nunca.—Fui a la tumba de
Nora se pone encima de Elisa, tomando su rostro con una mano y, obligándola a abrir la boca haciendo presión con sus dedos en las mejillas, acerca la jeringa con el contenido. Elisa forcejea, intenta alejarse de la jeringa y comienza a lloriquear.Franco ve como Nora tiene potencial como torturadora, está logrando lo que él no pudo. Con dificultad, Nora hace tragar a Elisa el líquido de la jeringa, cubriendo su boca y nariz con la palma de su mano. El forcejeo es tan grande que Elisa parece convulsionar y ahogarse con su propio veneno, tosiendo desesperada, queriendo vomitar, pero sin lograrlo.—¿Qué pasa? ¿No te gustó? —pregunta Nora mientras saca más contenido del frasco.—¡No! ¡No lo hagas! ¡Me vas a matar si me das tanto! —grita Elisa queriendo arrastrarse lejos de Nora.—¿Por qué? ¿Qué es? &mdas