31.

Bernardo abre la boca, pero no se atreve a decir nada y vuelve a cerrarla. De nuevo estaba ante esa encrucijada. ¿Qué quería de Nora? ¿Matarla? No, no quería, no podría… pero… tampoco podía tenerla o ¿sí? «Después de tantos años seguirá odiándome?» piensa Bernardo y una pizca de esperanza nace en su pecho. 

—No piensa matarla, así como no piensa hacerle daño a ninguna monja en este convento, señor… lo leo en sus ojos —dice la madre superiora sintiendo lástima por él.

—¿Ah sí? ¿Qué más lee en mis ojos? —pregunta Bernardo inclinándose hacia ella.

—Que es un alma atormentada y busca consuelo en las manos de su víctima —añade la madre superiora con una mirada que destila dolor y empatía por el hombre delante

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