Bernardo abre la boca, pero no se atreve a decir nada y vuelve a cerrarla. De nuevo estaba ante esa encrucijada. ¿Qué quería de Nora? ¿Matarla? No, no quería, no podría… pero… tampoco podía tenerla o ¿sí? «Después de tantos años seguirá odiándome?» piensa Bernardo y una pizca de esperanza nace en su pecho.
—No piensa matarla, así como no piensa hacerle daño a ninguna monja en este convento, señor… lo leo en sus ojos —dice la madre superiora sintiendo lástima por él.
—¿Ah sí? ¿Qué más lee en mis ojos? —pregunta Bernardo inclinándose hacia ella.
—Que es un alma atormentada y busca consuelo en las manos de su víctima —añade la madre superiora con una mirada que destila dolor y empatía por el hombre delante
—Eso espero… Porque el día que se te ocurra abandonarme, no habrá sitio en el mundo en el que te puedas esconder de mí —añade Franco besando la mano de Nora. —Esa suena a una típica amenaza de mafioso. —Sonríe divertida, sin temor. Tal vez en otro momento de su vida escuchar esas palabras de alguien como él le perturbaría, pero no ahora. —¿Funcionó? —pregunta Franco con esa sonrisa arrogante que ama tanto Nora. —Funciona más tu sonrisa y esa mirada tan feroz —responde Nora divertida. —¿Me prometes que nunca me abandonarás? —La envuelve entre sus brazos. Nora se abraza a su cuello y comienzan a balancearse como si estuvieran bailando lentamente una melodía que solo ellos escuchan. La pregunta de Franco es seria y llena de miedo. —¡Bien! En parte, pero… en cuanto la vi por primera vez sabía que tenía que ser mi esposa. —Franco no miente, la diferencia es que la primera vez que la vio fue en el altar y no había muchas opciones.—Sabía que ustedes serían escogidos para competir por el lugar. Son los clanes más fuertes —dice Bernardo ocultando su molestia.—El tuyo es el clan más fuerte, pero lamentablemente eres demasiado impulsivo y violento, además, no hay nadie que «gobierne» a tu lado —dice Vera viendo fijamente a Bernardo, notando como su rostro se vuelve una mueca de molestia—. Quien lleva la delantera es Franco, está cumpliendo con los requisitos muy bien.—Franco siempre ha sido un chico li33.
—Lo siento… Me imagino lo difícil que debe de ser… —dice Bernardo hablando desde sus propias heridas. ¿No fue así como se sintió cuando Nora lo rechazó? —Siempre sospeché que Grimaldi lo escogería a él, pero nunca me imaginé que también me buscaría a mí —dice Vera con los ojos llenos de lágrimas y la mirada clavada en la mesa—. Tenía la esperanza de llegar a un acuerdo con Franco, convencerlo de casarnos y captar toda la atención de Grimaldi. Hubiéramos ganado el lugar como los líderes de La Cosa Nostra sin dificultad y… —Vera, sabes que esa no es la forma de conquistar a Franco… —dice Bernardo resoplando—. A él no lo puedes manipular con interés. No hubiera aceptado casarse contigo. —¿Por qué no? —pregunta Vera casi sin voz. —Porque él te ve como a una hermana
—Te acostumbrarás a sus ausencias… —dice Roberta mientras abre y cierra las puertas de las alacenas.—No lo sé… Es gracioso, porque… en verdad me gustaría estar con él todo el día y cuando no lo tengo me siento como si me faltara algo —dice Nora con una sonrisa indignada. ¿Cómo era posible sentirse así? Jamás se imaginó que terminaría tan enamorada hasta ese punto.Roberta se ríe, con sus años de experiencia reconoce la sensación de la que le platica Nora, también sabía que eso se acabaría con el tiempo, su amor aún era joven, pe
—¿Creíste que no nos volveríamos a ver? —pregunta Bernardo con sus labios rozando la mejilla de Nora mientras esta cierra sus ojos y sigue forcejeando—. ¿Pensaste que casarte con alguien como Franco te evitaría enfrentarte a mí? ¿Estás consciente de que pertenecemos a la misma organización? ¡¿Estás consciente de que nuestros clanes son muy unidos?! ¡¿Estás consciente de que somos amigos?! —Pierde la cabeza, se siente herido, traicionado.Esa última pregunta se clava en el cerebro de Nora como una daga y recuerda las palabras de Sandra: «only business». Claramente le había metido y ahora se sentía adolorida e iracunda.—¿Amigos? —pregunta con voz temblorosa.—¡Franco es como mi hermano! ¡Crecimos juntos! ¡Somos inseparables! —responde Bernardo lleno de
—Si tú no me ves de esa forma, entonces… ¿por qué tendría que creer que Franco solo me está usando? —dice Nora callando su dolor y sacando a esa leona que permanecía dormida—. Vete… Roberta no debe de tardar en llegar y si te ve molestándome las cosas se pondrán feas para ambos.—Como si le tuviera miedo a una cocinera… —añade Bernardo entre dientes. Aun así, retrocede.Sabe que Nora tiene razón, pero quien más le preocupa es Giordano, así que decide caminar hacia la puerta. Se queda por un momento congelado, regresa sobre sus pasos y toma a Nora por la nuca para volver a besarla, esta vez violentamente, chocando su boca con la de ella. No está dispuesto a privarse de ese gusto.Ella no rechaza el beso de inmediato, sus labios se mueven con los de Bernardo como si no pudiera controlarlos, mientras sus manos lo empuj
Hace diez años…Una joven e intrépida Nora se mantenía en una silla dentro de la estación de policía, esperaba pacientemente mientras se limpiaba las uñas. No era la primera vez que eso pasaba. Apenas había cumplido 15 años y ya era buena robando toda clase de cosas. Las amistades con las que se había relacionado no eran para nada buenas, pero ¿quién la iba a detener si su madre trabajaba todo el día y su padre también? Prácticamente estaba sola.El detective Nicolás Beretta atravesó las puertas con su mirada gallarda y su presencia altiva. Era admirado y querido a donde iba, todos le festejaban sus logros y lo recibían con calidez, un trato muy diferente al que recibía en su casa, donde su mujer casi nunca estaba y cuando estaba no era la más alegre con su presencia.—¿Nora?
Vera camina por la acera, furibunda y frustrada, sin La ‘Ndrangheta se sentía desprotegida, se había hecho ilusiones con esta visita, pero todo se había ido por el caño. Cuando está cerca de su Lamborghini ve a Marino recargado sobre la puerta del conductor, fumando tranquilamente con las manos escondidas en los bolsillos de su gabardina.—David… ¿Qué haces aquí? —pregunta con el ceño fruncido.—¿Visitando a los imponentes Sforza? —Sonríe divertido sin soltar el cigarro que prensa entre sus labios.—Eso no te importa…—Me importa, porque yo iba a hacer lo mismo. —Voltea por fin hacia ella—. No eres la única llena de dudas por la boda de D’Angelo.—¿Tú que dudas podrías tener? ¿A ti en qué te afecta? —pregunta molesta y cruzándose de brazos.