39.

Vera camina por la acera, furibunda y frustrada, sin La ‘Ndrangheta se sentía desprotegida, se había hecho ilusiones con esta visita, pero todo se había ido por el caño. Cuando está cerca de su Lamborghini ve a Marino recargado sobre la puerta del conductor, fumando tranquilamente con las manos escondidas en los bolsillos de su gabardina.

—David… ¿Qué haces aquí? —pregunta con el ceño fruncido.

—¿Visitando a los imponentes Sforza? —Sonríe divertido sin soltar el cigarro que prensa entre sus labios.

—Eso no te importa…

—Me importa, porque yo iba a hacer lo mismo. —Voltea por fin hacia ella—. No eres la única llena de dudas por la boda de D’Angelo.

—¿Tú que dudas podrías tener? ¿A ti en qué te afecta? —pregunta molesta y cruzándose de brazos.

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