Bernardo retrocede, como si la mano de Nora le quemara la mejilla. Se limpia el rostro con el antebrazo y cuando su mirada pasea entre la gente que se ha acercado por la curiosidad del momento, esta retrocede intimidada, fingiendo que no vieron nada y regresando a sus actividades.
—Ya estoy arruinado, Nora… Arruinado por las decisiones que tomé en el pasado y castigan mi presente. —Le dedica una última mirada llena de dolor a Nora antes de dar media vuelta y partir.
Después de mantener su mirada clavada en las espaldas anchas de Bernardo, hasta que este desaparece entre la gente, saliendo del lugar, Nora regresa su atención hacia Franco y se acerca para auxiliarlo, limpiando su rostro con ternura mientras lo llena de besos y caricias preocupadas, sintiendo cada herida en su carne, aterrada por lo que pudo pasar si no hubiera intervenido.
A lo lejos, Grimaldi sigue viendo todo con interés y sonríe
—Franco… —No sabe qué más decir, su garganta está seca y las lágrimas no dejan de escurrir por sus mejillas, con dolor e incertidumbre.—Nora… Ya es muy noche, ve a la habitación, te alcanzaré en cuanto pueda —interrumpe Franco a su esposa. No está dispuesto a seguir con esa conversación.—¿No vendrás conmigo? —pregunta Nora agachando la mirada.—Necesito dar una caminata y despejar la mente —dice Franco frotando ambas manos en su cabello, despeinándolo—. Necesito pensar.—Pensar… ¿en qué? —pregunta Nora cabizbaja, con dolor en el corazón.—Solo… pensar…Nora se recorre en el asiento y abre la puerta, sabe que no llegará muy lejos en esa conversación. Baja del auto y echa una última mirada, pero Franco
—Lo primero que pasará en esta casa es que tú te irás por donde llegaste y lo segundo será que hablaré muy seriamente con Franco… —dice Sandra furiosa acercándose de nuevo a Elisa.—Nadie se irá de esta casa —dice Franco entrando por la puerta, dejando a todas en silencio. Se frota las sienes, parece tener dolor de cabeza—. Contraté a Elisa para que sea mi apoyo cuando salga, no puedo mantener a Giordano saliendo y regresando cada vez que tengo algo que hacer. Él se encargará de cuidar de Nora.—¡¿Qué?! —Sandra voltea indignada hacia su hermano, sabiendo como mujer, que eso no le debe de estar gustando mucho a Nora—. No puedes hacer esto.—Sandra, no voy a discutir contigo —añade rodeando a su hermana para tomar un vaso de agua. Fue tanto el vino de anoche que está sediento. Cuando se acerca al
—Pero yo sí y se me hace estúpido —dice Giordano tomando a Franco por la solapa del saco y obligándolo a voltear hacia él—. Me lo dijo todo cuando fui a despertarla.—Bueno… Ya lo sabes… ¿Me dejas ir?—No… Piensa Franco, por el amor de Dios, piensa… —dice Giordano desesperado—. Cuando era una niña se enamoró del hombre que solo la usó para llegar y matar a su padre y… ¿la estás juzgando por eso?—¡No la estoy juzgando! —exclama Franco molesto y se quita las manos de Giordano de encima—. Bernardo la ama y la está buscando…—¡¿Y?! ¡Ella te ama a ti! ¡Sufre por ti! ¡¿Crees que le dio mucha gracia verte llegar con Elisa?! —Giordano se desespera, pierde la cabeza y se muere por golpear a Franco—. Si solo quieres
Nora abre los ojos lentamente y un olor muy peculiar llega hasta su nariz, es dulce y floral. Se acomoda sobre la cama y la sorpresa la hace retroceder sobre el colchón hasta que su espalda choca con la cabecera.La habitación está llena de rosas. Hay floreros enormes en cada mueble y las flores son grandes, esponjosas y rojas. Pareciera que se despertó a mitad del jardín. De nueva cuenta la cama se encuentra vacía, no está Franco.Se levanta sin sentirse segura de estar completamente despierta. Acomoda su cabello en una coleta y sin cubrir su cuerpo aún, se acerca a las flores y desliza sus dedos por los pétalos con delicadeza, temiendo deshojarlas.De pronto escucha que alguien toca a la puerta y pensando que es Franco, lo invita a pasar con un: «¡Adelante!» que sale de entre sus labios convertidos en sonrisa.—Nora, escúchame bien, no pienso permitir que
—¿Qué fue eso? —pregunta Gio desconcertado por el comportamiento de Nora.—Secuestrada o libre, mi madre hubiera respondido el teléfono…—¿Eso qué significa? —Giordano parece cada vez más confundido—. No tiene lógica.—Que mi mamá y mis hermanas deben de estar en el cuarto de pánico. Están a salvo, pero no por mucho tiempo —dice Nora con una sonrisa y baja del auto sin avisar.—¡Oye! ¡Espera! ¡¿A dónde vas?! —pregunta Giordano mientras el resto de sus hombres lo siguen.—Tengo que entrar por ellas —responde Nora como si fuera obvio y sin aminorar el paso.Cuando está cerca de su casa y planea escabullirse por ese pequeño espacio entre su casa y la casa del vecino, Giordano la toma del brazo y la detiene.—No puedes ir ahí y
—¡Nora! ¡¿Qué hiciste?! —dice Irene entre lamentos.—Salvarlas… o eso espero —responde Nora retrocediendo y paseando la mirada en cada una de ellas.—Volviste a hacerlo… —dice Irene viendo al hombre consumido por el fuego afuera de su cuarto.—Lo hice por un bien mayor —añade Nora molesta. ¿Le costaba mucho a su madre agradecer y dejarla ir?—Tu padre no estaría muy contento con esto. —Irene parece decepcionada y retrocede sorprendida cuando ve a Franco entrar a la habitación.—Mamá… mi padre debe de estar revolcándose en su tumba desde que accedí casarme con un mafioso —añade Nora señalando con la mano a Franco—. No tiene sentido lamentarnos por eso. Hice lo que tenía que hacer para salvarlas. ¡De nada!—Nora… —Irene le dedi
Las caricias se vuelven cada vez más ansiosas y Franco siente que su piel arde, no de esa forma agradable que siempre lo embargaba cuando estaba con Nora, esta vez es incluso dolorosa, febril, enferma. Rompe la camisa de Elisa descubriendo su torso y sus manos se aferran a sus pechos mientras muerde y succiona su cuello.Elisa enreda sus piernas alrededor de la cintura de Franco, atrapándolo contra sus caderas, ansiosa porque el brebaje que le preparó dure lo suficiente. El cuerpo de Franco se restriega contra el de ella, haciéndola liberar gemidos placenteros mientras enreda sus dedos en el cabello castaño del mafioso.Franco se consume en deseo, pero una punzada de culpabilidad atormenta su corazón, sabe que no debería de estar sobre Elisa como si fuera un animal buscando aparearse. Se aleja abruptamente, dejándola desconcertada por su rechazo y se aferra con ambas manos al tocador, apretando los die
La penetra lentamente, tanto que para Nora se vuelve una tortura. Cierra sus ojos y aprieta los dientes mientras sus manos buscan aferrarse al brazo de Franco que cruza por su pecho. Su sexo arde y palpita, volviéndose una sensación placentera, así como agonizante. Ese vaivén cadencioso la lleva a la locura, mientras escucha los gemidos de Franco en su oído, como gruñidos guturales de una bestia.—Grita para mí, Nora… Quiero escucharte —insiste Franco haciendo que las embestidas se vuelvan cada vez más fuertes y profundas.Nora comienza a gemir con fuerza, complaciendo a su esposo, pero al mismo tiempo motivada por el fuego que arde en su piel y se aviva con cada penetración, haciendo que la humedad de sus labios escurra por sus muslos. Franco aprieta gentilmente el cuello de Nora y de nuevo recorre su mano hacia el sexo de su mujer, acariciándolo al tiempo que la penet