—Pero yo sí y se me hace estúpido —dice Giordano tomando a Franco por la solapa del saco y obligándolo a voltear hacia él—. Me lo dijo todo cuando fui a despertarla.
—Bueno… Ya lo sabes… ¿Me dejas ir?
—No… Piensa Franco, por el amor de Dios, piensa… —dice Giordano desesperado—. Cuando era una niña se enamoró del hombre que solo la usó para llegar y matar a su padre y… ¿la estás juzgando por eso?
—¡No la estoy juzgando! —exclama Franco molesto y se quita las manos de Giordano de encima—. Bernardo la ama y la está buscando…
—¡¿Y?! ¡Ella te ama a ti! ¡Sufre por ti! ¡¿Crees que le dio mucha gracia verte llegar con Elisa?! —Giordano se desespera, pierde la cabeza y se muere por golpear a Franco—. Si solo quieres
Nora abre los ojos lentamente y un olor muy peculiar llega hasta su nariz, es dulce y floral. Se acomoda sobre la cama y la sorpresa la hace retroceder sobre el colchón hasta que su espalda choca con la cabecera.La habitación está llena de rosas. Hay floreros enormes en cada mueble y las flores son grandes, esponjosas y rojas. Pareciera que se despertó a mitad del jardín. De nueva cuenta la cama se encuentra vacía, no está Franco.Se levanta sin sentirse segura de estar completamente despierta. Acomoda su cabello en una coleta y sin cubrir su cuerpo aún, se acerca a las flores y desliza sus dedos por los pétalos con delicadeza, temiendo deshojarlas.De pronto escucha que alguien toca a la puerta y pensando que es Franco, lo invita a pasar con un: «¡Adelante!» que sale de entre sus labios convertidos en sonrisa.—Nora, escúchame bien, no pienso permitir que
—¿Qué fue eso? —pregunta Gio desconcertado por el comportamiento de Nora.—Secuestrada o libre, mi madre hubiera respondido el teléfono…—¿Eso qué significa? —Giordano parece cada vez más confundido—. No tiene lógica.—Que mi mamá y mis hermanas deben de estar en el cuarto de pánico. Están a salvo, pero no por mucho tiempo —dice Nora con una sonrisa y baja del auto sin avisar.—¡Oye! ¡Espera! ¡¿A dónde vas?! —pregunta Giordano mientras el resto de sus hombres lo siguen.—Tengo que entrar por ellas —responde Nora como si fuera obvio y sin aminorar el paso.Cuando está cerca de su casa y planea escabullirse por ese pequeño espacio entre su casa y la casa del vecino, Giordano la toma del brazo y la detiene.—No puedes ir ahí y
—¡Nora! ¡¿Qué hiciste?! —dice Irene entre lamentos.—Salvarlas… o eso espero —responde Nora retrocediendo y paseando la mirada en cada una de ellas.—Volviste a hacerlo… —dice Irene viendo al hombre consumido por el fuego afuera de su cuarto.—Lo hice por un bien mayor —añade Nora molesta. ¿Le costaba mucho a su madre agradecer y dejarla ir?—Tu padre no estaría muy contento con esto. —Irene parece decepcionada y retrocede sorprendida cuando ve a Franco entrar a la habitación.—Mamá… mi padre debe de estar revolcándose en su tumba desde que accedí casarme con un mafioso —añade Nora señalando con la mano a Franco—. No tiene sentido lamentarnos por eso. Hice lo que tenía que hacer para salvarlas. ¡De nada!—Nora… —Irene le dedi
Las caricias se vuelven cada vez más ansiosas y Franco siente que su piel arde, no de esa forma agradable que siempre lo embargaba cuando estaba con Nora, esta vez es incluso dolorosa, febril, enferma. Rompe la camisa de Elisa descubriendo su torso y sus manos se aferran a sus pechos mientras muerde y succiona su cuello.Elisa enreda sus piernas alrededor de la cintura de Franco, atrapándolo contra sus caderas, ansiosa porque el brebaje que le preparó dure lo suficiente. El cuerpo de Franco se restriega contra el de ella, haciéndola liberar gemidos placenteros mientras enreda sus dedos en el cabello castaño del mafioso.Franco se consume en deseo, pero una punzada de culpabilidad atormenta su corazón, sabe que no debería de estar sobre Elisa como si fuera un animal buscando aparearse. Se aleja abruptamente, dejándola desconcertada por su rechazo y se aferra con ambas manos al tocador, apretando los die
La penetra lentamente, tanto que para Nora se vuelve una tortura. Cierra sus ojos y aprieta los dientes mientras sus manos buscan aferrarse al brazo de Franco que cruza por su pecho. Su sexo arde y palpita, volviéndose una sensación placentera, así como agonizante. Ese vaivén cadencioso la lleva a la locura, mientras escucha los gemidos de Franco en su oído, como gruñidos guturales de una bestia.—Grita para mí, Nora… Quiero escucharte —insiste Franco haciendo que las embestidas se vuelvan cada vez más fuertes y profundas.Nora comienza a gemir con fuerza, complaciendo a su esposo, pero al mismo tiempo motivada por el fuego que arde en su piel y se aviva con cada penetración, haciendo que la humedad de sus labios escurra por sus muslos. Franco aprieta gentilmente el cuello de Nora y de nuevo recorre su mano hacia el sexo de su mujer, acariciándolo al tiempo que la penet
—Así que la monja con la que me casé en realidad es una ladrona con tintes terroristas… —dice Franco con una sonrisa divertida.—Básicamente… —Nora se apoya en su pecho y clava su mirada en sus ojos azules—. Era una ladrona queriendo reformarme… Como el resto de quienes me acompañaban. No todas eran mujeres que querían dedicarse a Dios por vocación, muchas… no encontraban la forma de regresar al buen camino y creían que esa era la mejor opción, otras habían sido internadas por sus familiares, como los alcohólicos que son llevados a esos centros de rehabilitación. A veces eso era el convento… un centro de ayuda para mujeres conflictivas y solas que eran apoyadas y cuidadas por mujeres que aman a Dios y al prójimo.—Pero llegué yo y eché todo a perder… —Acaricia el cabello negro d
—¿Bernardo? —pregunta Thalía asomándose al despacho de su jefe. —¿Qué quieres? —Bernardo se mantiene con un vaso de whisky en la mano mientras ve a través de la ventana. Ha estado cabizbajo y meditabundo desde la última vez que vio a Nora. —Franco D’Angelo y su guardaespaldas te esperan en el comedor. —¿Qué hacen aquí? —pregunta Bernardo furioso, levantándose abruptamente de su asiento y volteando iracundo hacia Thalía, pero ella no parece preocuparse por el cambio de humor de su jefe, ya está acostumbrada. —Quieren hablar contigo —dice Thalía haciéndose a un lado, permitiendo que Bernardo salga disparado de la oficina para encarar a Franco. Cuando llega al comedor ve a Franco de pie, con las manos detrás de la espalda y Giordano a su lado, flanqueándolo como buen perro protector. En cuanto la mirada de los amigos se cruza, la hostilidad se siente en el aire. Bernardo cambia su actitud funesta por una más sarcástica y alegre. —¡Franco! ¡Amigo mío! ¿Has venido a pedir disculpas p
Al día siguiente Franco se levanta más temprano que otros días, por primera vez le gana a Nora que sigue dormida, enredada entre las sábanas. Besa su frente antes de salir de la habitación. De nuevo las ansias llegan a él, sabe el problema en el que está. Elisa se le acerca con ese contoneo que busca hacerla ver sensual, se planta frente a Franco y antes de que él la pueda saludar ella se estira para alcanzar sus labios y depositar un beso que nunca lo alcanza, pues Franco retrocede al mismo tiempo que la toma de los brazos haciéndola retroceder. —¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunta Franco molesto, recordando ese momento donde casi pasa algo entre ellos. —Franco, deja de fingir —dice Elisa torciendo los ojos hasta ponerlos en blanco—. Lo que hay entre nosotros no ha terminado. —Elisa, tienes que irte de esta casa. No puedo tolerar tu comportamiento, tengo problemas más serios que tú… Franco no alcanza a terminar cuando Elisa le muestra el vídeo en su celular. Ve horrori