Al mismo tiempo que Nora desaparece de la vista de Franco, una mujer menuda, de cuerpo muy esbelto, cabello castaño rizado amarrado en una coleta y una mirada feroz, entra, contoneando su cadera como si el peso de la placa de policía fuera suficiente para motivar el movimiento. Detrás de ella un par de policías de menor rango la acompañan, viendo todo con desconfianza, como si esperaran una emboscada.
—Franco D’Angelo —pronuncia el nombre del mafioso con sorna.
—Detective… ¿En que la puedo ayudar? —dice Franco con una sonrisa arrogante y exceso de confianza.
—Mirna Esposito —se presenta la detective y se mantiene altiva, viendo a los tres hermanos ante ella—. Vine antes a buscarlo, pero me informaron que estaba de luna de miel.
—Así es, me casé la semana pasada.
—Felicidades. ¿Dónde está la flamante señora D’Angelo? —pregunta la detective con interés.
—Cansada por el viaje. ¿Qué necesita detective? —pregunta molesto, pero con una
—Eres una monja, las monjas no pueden casarse. Además… ¿Cuánto tiempo llevas de conocerlo? En ese convento dudo que hubiera la oportunidad —insiste Mirna con desesperación—. Ninguna amenaza que te esté haciendo es suficiente, en verdad, créeme cuando te digo que yo te puedo ayudar.—Mirna, me escapaba del convento por las noches para poder estar con él. Cada decisión que tomé lo hice con plena conciencia. Me escapé ese día para poder casarnos y de seguro mi madre y mi hermana están nerviosas y llenas de miedo por cómo actué, pero… todo está bien. —Nora miente una vez más y retrocede hasta poder abrazarse al torso de Franco quien la recibe con cariño entre sus brazos.—Creí que habías cambiado, Nora… —dice Mirna con los hombros caídos y desilusionada—.
D’Angelo deposita un tierno beso sobre el brazo de Nora, llamando su atención.—No necesitas hacerme ninguna clase de regalo —dice contra su piel—. Tu simple presencia en mi vida es suficiente —añade acariciando su mejilla y viéndola con anhelo.Nora deja a un lado el cuenco donde batía la masa y extiende sus manos hacia Franco, este la toma en brazos, manteniéndola así por unos segundos, mientras admira su rostro y le sonríe con ternura antes de bajarla.—Siempre tan madrugadora. —Toma el rostro de Nora entre sus manos y besa su frente.—No quise despertarte —responde Nora presionando las manos de Franco contra sus mejillas, deleitándose por su tacto.—¿Por qué no? Me hubiera encantado que lo hicieras —dice Franco frotando su nariz contra la mejilla de Nora. Siempre que se ponía romá
—Sandy, entiendo tu punto, pero… ¿Qué esperas que haga? ¿Qué lo abandone? Sabes lo importante que es para mí, sabes por qué… —Franco no puede pronunciarlo.Muchos años antes, su madre, Mónica D’Angelo había enfermado. La señora D’Angelo era una buena mujer que le gustaba hacer beneficencia y ayudar a los desvalidos, compensaba de esa forma la culpabilidad que la asediaba desde el día que aceptó casarse con Carlo D’Angelo por amor.Lamentablemente, así como cuidaba de los demás, se descuidaba a sí misma y cayó enferma en un momento donde Carlo no tenía el poder económico suficiente para ayudarla. Los cargamentos de armas habían sido confiscados y el banco que se encargaba de llevar la contabilidad de su dinero, así como de lavarlo, estaba clausurado por la policía.
De pronto las puertas de la bodega del bar se abren de par en par y un hombre con la cabeza sangrante y mirada de loco sale buscando escapar de lo que sea que lo atormentaba allá adentro. Con el rostro desencajado, huye del monstruo que lo mantenía preso. Cuando ve a Nora no duda en precipitarse hacia ella, tomando una de las botellas rotas de la barra, la usa como rehén.—¡Aléjate de mí «maledetto figlio di puttana»! —grita el hombre dirigiéndose a las puertas de la bodega, pero ante los ojos de Nora no ve a nadie, estas se mantienen entreabiertas mostrando la oscuridad que reina en todo el local y se concentra en el almacén.—¡Suéltala! —grita Vera levantando su arma hacia el hombre que mantiene secuestrada a Nora.Claramente esta no era la idea que tenía en mente. En ningún momento quería poner en peligro a Nora y no porque no qui
—Armenta manejaba una «casa de citas», el bar solo era la entrada al prostíbulo… No le vi problemas mientras pagara, además, aseguraba que las mujeres estaban ahí por iniciativa propia y así parecía… —Franco se sacude la cabeza con ambas manos y se recarga sobre el respaldo del asiento—. El dinero comenzó a dejar de llegar y… Giordano descubrió que no solo obligaba a las mujeres a prostituirse, sino que empezaba a meter niños al negocio. Eso es… grotesco.Nora sonríe y baja la cabeza, recordando las palabras de Augusto:—«Podrás ser un perro mafioso, pero eres un perro mafioso decente». —Sonríe de lado y ve de reojo a Franco, notando su sorpresa por la frase y esperando no haberlo ofendido.—Déjame adivinar… ¿Augusto te dijo eso? —pregunta correspondiendo la sonrisa y Nora
Bernardo abre la boca, pero no se atreve a decir nada y vuelve a cerrarla. De nuevo estaba ante esa encrucijada. ¿Qué quería de Nora? ¿Matarla? No, no quería, no podría… pero… tampoco podía tenerla o ¿sí? «Después de tantos años seguirá odiándome?» piensa Bernardo y una pizca de esperanza nace en su pecho.—No piensa matarla, así como no piensa hacerle daño a ninguna monja en este convento, señor… lo leo en sus ojos —dice la madre superiora sintiendo lástima por él.—¿Ah sí? ¿Qué más lee en mis ojos? —pregunta Bernardo inclinándose hacia ella.—Que es un alma atormentada y busca consuelo en las manos de su víctima —añade la madre superiora con una mirada que destila dolor y empatía por el hombre delante
—Eso espero… Porque el día que se te ocurra abandonarme, no habrá sitio en el mundo en el que te puedas esconder de mí —añade Franco besando la mano de Nora. —Esa suena a una típica amenaza de mafioso. —Sonríe divertida, sin temor. Tal vez en otro momento de su vida escuchar esas palabras de alguien como él le perturbaría, pero no ahora. —¿Funcionó? —pregunta Franco con esa sonrisa arrogante que ama tanto Nora. —Funciona más tu sonrisa y esa mirada tan feroz —responde Nora divertida. —¿Me prometes que nunca me abandonarás? —La envuelve entre sus brazos. Nora se abraza a su cuello y comienzan a balancearse como si estuvieran bailando lentamente una melodía que solo ellos escuchan. La pregunta de Franco es seria y llena de miedo. —¡Bien! En parte, pero… en cuanto la vi por primera vez sabía que tenía que ser mi esposa. —Franco no miente, la diferencia es que la primera vez que la vio fue en el altar y no había muchas opciones.—Sabía que ustedes serían escogidos para competir por el lugar. Son los clanes más fuertes —dice Bernardo ocultando su molestia.—El tuyo es el clan más fuerte, pero lamentablemente eres demasiado impulsivo y violento, además, no hay nadie que «gobierne» a tu lado —dice Vera viendo fijamente a Bernardo, notando como su rostro se vuelve una mueca de molestia—. Quien lleva la delantera es Franco, está cumpliendo con los requisitos muy bien.—Franco siempre ha sido un chico li33.