CAPITULO 52

Ella soltó un gemido largo, casi un grito y se mordió el labio, como si no quisiera hacer ruido. Pasó una de sus piernas alrededor de mi cintura. Cogí el muslo y la subí un poco más, mientras seguía empujando. Flexionaba un poco las piernas y cogía potencia para penetrarla en la subida, cada vez más fuerte y más profundo, rodeado de su calor y de su sexo húmedo.

Se agarraba a mis hombros, mientras ayudaba, empujando con sus caderas y subiendo un poco más la pierna que tenía alrededor de mi cintura. No sabía si era por la falta de experiencia o simplemente que era penosa por naturaleza, pero el entusiasmo con el que se estaba entregando me estaba poniendo a mil.

—¡¡Harold!! —suspiró, la cabeza echada hacia atrás, apoyada contra la pared del dormitorio.

—¿Qué quieres, mi amor? —inquirí, jadeando, empujando con las caderas hacia delante una y otra vez.

—No dejes de hacer eso, no dejes de… ¡Ah! ¡Mm!

“¡Dios!” Echó la cabeza hacia atrás de repente, y me dio el tiempo justo a ponerle la man
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