CAPITULO 3

Me coloco en medio de ellas a modo de esconderme, mi cuerpo tiembla involuntariamente, el pantalón blanco que llevo va impregnados de orina y sucio, empezamos a caminar. Cuando la luz del sol nos da en el rostro, todas quedamos ciegas, lo noto porque agachamos la cabeza casi al mismo tiempo, mi cabello alborotado cubre mi rostro. Nos suben rápidamente a una especie de vagón, detrás de unas cajas, nos acomodan a modo de no quedar juntas, uno de ellos nos mira y mueve su cabeza negativamente.

—No hagan ruido, la que empiece a hacer alboroto, la mato. —nos amenaza enseñándonos un arma, todas nos hacemos un nudo, yo respiro hondo, trato de pensar en cosas que me hicieron felices para no llorar más. Se me vienen a la mente el rostro de mi papito, quien día a día mientras no tuve coche me llevaba al colegio, siempre me dijo que era su tesoro. Mi mamita, quien peinaba a diario mi cabello, no se iba a dormir si no me daba mis buenas noches, aun cuando crecí lo siguió haciendo, nunca le dije que ya era una señorita, porque me gustaba ese lado de ella. Mis abuelos, tan consentidores, no sé si los volveré a ver.

El furgón empezó a moverse, suspiré de tristeza, ahora que será de mí, tenía tantos planes, siempre le dije a mi papi que quería viajar y él se oponía, recuerdo sus palabras, “una muchachita bonita no puede andar sola, hay muchos peligros, mi amor”. Ahora sé a qué se refería con eso. No volveré a ver a mis amigos hasta extraño, a mis dos hermanos que me hacían muchas bromas que me molestaban en ese entonces. Ahora los extraño mucho.

Escucho a un hombre gritar. —Llegamos, bajen la mercancía— oigo como van quitando las cajas para darnos el pase y bajar del furgón.

Todo es como una mala pesadilla, mi cuerpo no deja de temblar, mi boca está seca, tengo mucha sed, pero en estas circunstancias prefiero aguantarme, no quiero llamar la atención de ninguna manera. Quiero ser invisibles para ellos, he visto tantas cosas en el viaje hasta aquí, que no deseo que me hagan ningún daño irreparable.

—Tú la de la blusa roja. —miro rápidamente mi blusa y volteo a ver a las otras chicas, es a mí a quien se está dirigiendo, eso hace que mi piel se erice— Ven conmigo, tú eres un pedido especial, espero que valgas la pena.

Camino despacio detrás de aquel hombre maniático, me agarra del amarre de mis manos, las cuales las llevo adormecidas. Al ver que mi paso es lento, él me jala con fuerza haciéndome caer de rodillas en el suelo, me mira con enfado y me jala fuerte del amarre para que me levante.

—Mira jovencita, ya no estás con tus papis, solamente las inteligentes sobreviven, haz lo que te dicen y todo será más fácil para ti, realmente te compadezco. Tengo una hija de tu misma edad y constantemente le digo que en las calles hay siempre un peligro oculto, lastimosamente tú aprenderás esta lección a las malas, así que te deseo suerte en tu nueva vida, que para nada será color de rosa.

Miro al rededor, se ven luces a lo lejos, parece una ciudad algo lejana, es de noche, se ven luces de colores en la entrada de este local o lo que sea. Me adentran por la parte trasera o al menos eso especulo, aquel hombre paso su mirada de enfado a de lástima, quiero decirle que me ayude que mis padres le pagaran lo que pida, pero mi boca está sellada con cinta adhesiva. 

—Por fin llegaron, tengo clientes ansiosos, que están dispuestos a gastar su dinero en ellas. —una voz femenina hizo su aparición, me sujeta fuerte de mi mentón mirando mis ojos— Tú eres la adecuada, el señor Rodríguez estará complacido contigo. A las demás, llévenlas al fondo, hay que bañarlas y ponerles ropa limpia, hay que alimentarlas, están demasiadas flacas. 

Cuando esa mujer dijo eso, las otras mujeres que la acompañan, me tomaron del amarre para hacerme caminar. Miro hacia atrás y una de ellas se opone para caminar y no sé de dónde, pero la mujer se sacó un látigo y le dio un fuerte latigazo en su espalda haciéndola caer al suelo, de inmediato se ve la sangre a través de la ropa.

—Aquí no estás en tu casa jovencita, donde tus papis que te mimaban mucho, aquí van a obedecer si quieren seguir viviendo, la única opción que tienen es la muerte o ser compradas por alguien que las desee, ese es su destino de hoy en adelante.

Camine al ritmo de la mujer a modo de no llamar la atención ni hacerla enfadar y no recibir ese tipo de castigos, mis piernas flaquean, no debo detenerme, tengo que seguir caminando. Me adentran a un cuarto oscuro, uno de los hombres trae una lámpara de mano, hay unas colchonetas en el suelo.

—¡Acomódate ahí, mantente en silencio, se te soltará, pero a la primera que grites, serás la primera que deja este mundo! —unos de los hombres soltaron mis manos y me quito de un solo tirón la cinta adhesiva de mi boca, creo que ni la cera caliente duele como me dolió esto, la boca me palpita adormecida.

Salieron dejándome sola, cerraron la puerta, No lo voy a negar, mi miedo me supera, me mantengo quieta y callada, no quiero ser azotada, en eso escucho que a la jovencita que lastimaron la adentran al cuarto, ella se queja del dolor, ella trata de quitarse la ropa que le estorba, me le acerco con el fin de ayudarla.

—¿Estás bien?

— ¡Me duele mucho, ayúdame a quitarme la blusa que me molesta la herida, ya quiero irme de aquí!

—¿De dónde eres? —indago, para saber de ella. Necesito hablar con alguien.

—Soy dominicana, llevaba varias semanas en ese barco, un día una mujer llego a mi aldea a ofrecer trabajo a jóvenes que deseaban prosperar, me sentí afortunada al ser elegida y cuando acorde estaba en un barco junto a ustedes, y ¿tú cómo fue que paraste aquí?

—Soy de Estados Unidos, todo por ayudar a una anciana, ella al parecer fingió caerse, aún no entiendo por qué lo hizo.

—Hablas muy bien el español, para ser de ese país.

—Hablo varios idiomas, soy todo un ratón de biblioteca. —en eso no mentía.

—Yo ni la primaria hice, mi familia es muy pobre, en donde vivo trabajamos la tierra para sobrevivir.

—¿No sabes leer ni escribir?

—Solamente sé leer un poco, escribir no sé mucho.

—No vuelvas a exponerte de esa manera, te pueden matar. Esta gente no está jugando. Es mejor obedecer.

—¡Y crees que no es mejor morir, nos van a vender a saber a quién, tengo miedo! He escuchado tantas cosas horribles de esta gente.

—No te preocupes, hay que pensar positivo.

Le abracé, no sé si la consolaba o me consolaba a mí misma, en eso se abrió la puerta y un hombre abrió el grifo de una manguera, nos roció agua con presión, de esas que usan los bomberos, gritamos al sentir los golpes del agua. Él se ríe al vernos rodar por todas partes del cuarto, mojando las colchonetas en las que supuestamente dormiríamos, la chica que andan en falda, se le suspendía dejándola expuesta.

Después de eso, cerro el grifo y salió del cuarto, dejándonos mojadas, ahora temblamos del frío, el agua estaba helada, no tenemos ropa seca ni donde sentarnos, todo está mojado, nos paramos en una esquina juntándonos para darnos calor. Ha pasado un rato, volvió la mujer que nos recibió, nos observó por un largo tiempo sin decir nada.

 —Ustedes, dos, vienen conmigo. —señalándonos, nos miramos y comenzamos a caminar detrás de ella, no es por nada, pero esa mujer da miedo.

Caminamos abrazándonos con nuestros propios brazos, afuera de aquel cuarto hace más frío, ella camina enfrente de nosotras moviendo sus caderas de un lado a otro, con un vestido que no deja nada a la imaginación, totalmente transparente o será que lleva un forro color piel, aunque lo dudo. El titiritero del frío hace que me duelan las mandíbulas.

—Entren ahí, se les dará ropa y comida, ustedes serán las que expondremos primero, ojalá el cliente potencial que tenemos se quede con una de ustedes, así nos quitamos ese viejo asqueroso y peligroso de encima.

Entramos y había una cama plegable, dos sillas y una mesita, dos mudas de ropa en la cama. Ella tomó uno y yo el otro, nos desvestimos y nos pusimos la ropa seca, eran dos vestidos del mismo estilo, solamente que uno de color azul y el otro rojo, ella eligió el rojo. Me quedé con la ropa interior mía mojada, porque eso no había, la chica solamente me miraba, no teníamos nada que decir, el frío se apoderó de nuestros cuerpos. Iba a preguntarle cómo se sentía, cuando se volvió a abrir la puerta, dos platos de comida, un pedazo de pollo asado y una ensalada de repollo, eso era todo, comí como nunca lo había hecho, no tenía sabor, aunque con el hambre que tengo eso no importa. No únicamente yo, la otra chica estaba igual.

 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo