CAPITULO 4

Terminamos en un santo amén, ninguna pensó en que nos podían envenenar, aunque no era una posibilidad, ellos querían dinero y muertas no se los íbamos a dar. Ella se sentó en la cama, hasta ahorita no ha dicho nada y yo igual, la verdad no tengo nada que decir. Me senté a la par de ella, ambas mirando hacia la puerta, en verdad a veces las palabras sobran, más en momentos así, donde no encuentras la manera de escapar de este destino.

—Me voy a matar. —soltó de pronto, me quede asombrada.

—¿Por qué dices eso? —le pregunte atemorizada.

—¡No voy a dejar que un viejo asqueroso haga lo que le plazca conmigo!

—¿Yo tampoco, pero morir no es opción?

—Ya miré que de aquí solamente saldremos muertas, no hay manera de escapar, no quiero terminar en las manos de un degenerado.

—Entiendo, no debemos confiar en nadie, ahora tenemos que ver la manera de salir de esta situación. No debemos rendirnos.

—Eres ingenua, es que acaso no sabes en donde estamos, este es un prostíbulo, nos venden como al ganado, a hombres con fetiches que harán que hagas cosas inimaginables, viejos asquerosos que te tocaran y besaran, con solamente pensar me repugna. — eso hizo que mi piel se erizara, no quiero terminar de esta manera, no dejaré que ningún hombre me toque, no quiero que nadie abuse de mí.

—¡No quiero ser abusada! —dije en susurro. Mis manos no dejan de temblar.

—Que creías que estábamos en algún jardín de niños, no mamita, aquí es un prostíbulo, donde viejos pagan por sexo. Les fascina que seamos vírgenes.

Mis lágrimas salen a chorro, solamente de suponer que abusaran de mí, al oírlo de ella todo tiene más sentido, nunca había oído de estos lugares, nada más una vez mi madre me contó que a ella la subastaron, pero que mi padre la rescato sin conocerla. Él la ayudó a salir de ahí y a mí quien me va a ayudar, mi familia está lejos, aquí no conozco a nadie, ¡Dios ayúdame! No supe en qué momento estaba de rodillas clamando al señor que me ayudara hoy más que nunca, recé como nunca lo había hecho, sin importarme que esa chica me estuviera observando.

—¿Qué te pasa? —siento que la chica me ayuda a levantarme.

—Tengo que ver la manera de irme de aquí. No quiero ser abusada. Tengo mucho miedo de quedarme para siempre en un sitio como este.

—Eso es imposible, si has notado, ningún cuarto tiene ventanas, solo hay una puerta y está con llave, además, cuando alguien viene, siempre es acompañado por un hombre armado, estamos fritas, solamente ruega que no te toque un viejo amargado y asqueroso.

—¡No quiero nada de esto, mis padres me han de estar buscando, solamente espero que me encuentren a tiempo! —quiero llorar, sin embargo, sé que es perder mis fuerzas.

— Eso olvídalo, jamás nos encontrarán, este es nuestro maldito destino.

La observo que se acuesta en la cama, ella ha aceptado este destino, yo no quiero aceptar este destino, únicamente esperaré la oportunidad para escapar, aunque me toque pedir en las calles y encontrar a la policía para que me ayuden a llegar a mi hogar, la mire y se ha dormido. Yo no puedo dormir, mi cabeza duele de tanto cavilar, más cuando cierro los ojos, me imaginaba siendo violada por un asqueroso hombre. En eso entran dos mujeres de mediana edad, una de ellas con su rostro amargado, la otra tenía sus expresiones más suaves, despertaron a la otra chica, yo me puse de pie y me pare en la esquina de la habitación. 

—Vamos muchachas, ya les llegó el turno de ser exhibidas, hay que poner su mejor cara.   — fingí epilepsia, vino a mi mente las palabras de Clarisa que me contó que su padre le dijo que cuando estuviera en peligro fingiera epilepsia, eso le daría más tiempo y le salvaría la vida de cualquier peligro.

—¡Que le pasa a ella! —grita una de ellas horrorizada. Yo me retuerzo en el suelo blanqueando mis ojos, mordí un poco mi lengua para que la sangre saliera de mi boca.

—¡La chica es epiléptica! —exclama una de las mujeres.

Al ver la sangre salir de mi boca, eso lo hizo más real, se asustan al ver salir la sangre de mi boca, pongo mis ojos en blanco y mi cuerpo moviéndose en el suelo como serpiente, con la esperanza que mi plan diera resultado. Ellas están alarmadas con mi comportamiento, también la chica que me acompaña está asustada al verme en este estado.

—Corre ve a llamar a la señora. —trato de mantenerme en esa escena lo más que puedo, hasta que escucho que la mujer despiadada, habla asustada.

—¡Carajos! Esta chica no y ahora qué demonios haré, así no nos sirve, no para este cliente VIP, tendrás que ser tú, ven conmigo, cuando le pase el ataque la asean y la curan, la remataré esta noche.

Ella sale del cuarto, trato de calmarme, me duele la lengua, respiro con dificultad, quiero llorar, me van a rematar, únicamente espero que no haya empeorado mi situación. Las mujeres me ayudan a llegar a la cama, una de ellas me trae agua para que me enjuague, las miro y una de ellas me mira con lástima. Quiero pedir ayuda, pero si lo hago eso agravaría mi situación, ellos no conocen la compasión.

Estoy muy asustada, no sé cuál será mi destino, no veo la manera de escapar, siempre hay alguien vigilándome. Las mujeres que ingresan y se retiran de la estancia me presentan señales que me atormentan aún más, pues tuve la intención de experimentar epilepsia, sin embargo, no he logrado salvaguardarme de ser exhibida.

—¡Ayúdenme por favor! —le ruego a una de las mujeres.

—Hay muchacha, me da tanto pesar tu situación, ahora serás subastada a un precio muy bajo, hoy algún pervertido te comprará, tan linda y con tan fea enfermedad.

—Por favor, ayúdenme, se los ruego. Quiero irme de este sitio.

—No podemos, nos matan y no solo a nosotras, sino también nuestras familias.

Estoy perdida, las mujeres se marcharon y quedé sola en el dormitorio, lloré de impotencia, no tenía más remedio, ya las ideas se me habían terminado. En eso trajeron otra chica, le pusieron el mismo vestido nada más que de otro color, la chica se vistió, me mira con sus ojos cristalizados, mientras se viste.

—¡Te castigaron! ¿Por qué estás sangrando?

—¡No, Solamente tuve un ataque epiléptico!

—¡Ah! ¡Ahora entiendo la sangre! No tardan en venir por nosotras, creo que nos van a exhibir, ¿ya le pusieron precio a tu cuerpo?

—No. ¿Y a ti ya te dijeron cuanto, vales?

—A mí me dijeron que mi subasta empezara con mil euros, no está nada mal, espero que propongan más.

—¿Estás asustada? —indago, porque a ella la veo tranquila.

—Mucho, pero de nada sirve revelarse, ellos nos pueden matar en cuanto se les antoje, ya acepté mi destino, ahora solamente debo acostumbrarme a la vida que me tocara.

—¡Yo no quiero aceptar este destino, quiero salir de aquí, pero nadie me ayuda!

—No seas tonta, aquí nadie te ayudará, solamente harás que te maten o aún peor que varios hombres te violen.

Era otra información que me llegó de golpe, no pensé en esa opción, será que moriré en este horrible lugar, lejos de mi familia, no puedo aceptar este destino, ¡Dios ayúdame! Al rato llegaron nuevamente las mujeres y nos dijeron que la hora había llegado, nos hacen caminar cada una a la par de ellas.

Miro que la otra mujer tomo de la mano a la chica y se nos adelantaron, salimos del pasillo, miro alrededor, hay muchos hombres sentados, tal como lo dijo ella. Hay muchos que son ancianos viendo a las chicas en la tarima, con ojos de lujuria, gritando el precio que ofrecen por ellas, mientras un hombre reanima la subasta, exhibiendo a las chicas con poca ropa. Otra chica sube con el mismo vestido que nosotras, el hombre animador le sube el vestido a modo que enseñe sus partes íntimas, ¡Qué horror! Unas chicas lloran y otras simplemente agachan su rostro, no veo a ninguna reír, eso significa que fueron traídas a la fuerza, al igual que yo, estoy por desmayarme, ya que algunas han aceptado su situación, cosa que yo no quiero aceptar.

Miro que suben a la chica antes de mí, ella me da una media sonrisa de rendición, algo que yo aún no pienso hacer, estoy cansada, no he dormido nada desde que me secuestraron. El miedo a que me hagan algo sin mi consentimiento me tiene en vela, no sé qué hacer, pero rendirme nunca, lucharé o moriré en el intento, estoy decidida.

Cuando un reflejo paso por milésima de segundos ante mis ojos, busco eso que llamo mi atención, desvío mi mirada por todo el sitio y cerca de nosotros pasa un hombre con una sudadera con la capucha sobre su cabeza cubriendo su rostro. Camina entre la multitud, miro algo que guinda en su cuello, es un colgante con las iniciales ABS, eso ilumina mi mirada y una luz de esperanza vuelve a encenderse dentro de mí.

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