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Carlos Gabriel bebía varios sorbos de café en su oficina, ejercitaba su cuello de un lado a otro, dormir junto a su hijo había sido una maravillosa experiencia; sin embargo, jamás imaginó que el pequeño fuera tan inquieto, suspiró al recordar un par de manotazos que le dio con sus brazitos, y como los pies de Angelito aparecieron en su boca.

Sonrió y suspiró profundo; sin embargo, aquella alegría se le borró cuando rememoró las ilusiones que tenía el niño de tener una familia, cerró sus ojos negando con la cabeza, para Gabo eso era imposible, y no por Melissa, sino por todas las cosas que le hizo a Pau siendo Scarlett, además que se le vino a la mente la imagen de Paula María en esa oficina, suplicando porque le creyera y él la sacó como si fuera un animal.

Pasó la saliva con dificultad, y decidió dedicarse a sus labores, en eso la puerta de su despacho se abrió.

—¿No te enseñaron a tocar? —recriminó a la persona que ingresó.

—Nunca he necesitado pedirte permiso —respondió Samanth
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