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Antes de llegar a la puerta Paula María sintió que la tomaron de la mano. Abrió los ojos tan grandes como pudo al darse cuenta de quién era, entonces sus piernas temblaron aún más y perdieron fuerza, por lo que comenzó a caer.

Carlos Gabriel la sostuvo y no la dejó desvanecerse, la tomó de la cintura, mientras su corazón palpitaba con fuerza, aquel beso lo había confundido, y despertado en él sentimientos que creyó muertos.

—¿Estás bien? —indagó susurrando bajo para no despertar al niño.

Pau movió su cabeza con lentitud afirmando.

—Sí, estoy bien —refirió sintiendo sus mejillas arder de la vergüenza—. No quería despertarte, lo lamento —se disculpó hablando con dificultad.

Gabo inhaló profundo.

—Estaba despierto —comentó—, el pequeño es muy inquieto, no me deja dormir —expresó bajito, y sonrió.

Pau pasó saliva con dificultad al escucharlo, luego desvió su mirada hacia Angelito.

—Duerme muy loco —expresó con nerviosismo. —¿Quieres un café? —indagó presionando sus labios.

Gabo ladeó
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