Un parto adelantado

Camino hacia la salida del apartamento y mi madre me sigue con mi maleta, pero me detengo en medio camino entre la sala y cocina con comedor porque mi bebé empezó a moverse.

—Mamá, mira —me volteo a verla y me subo la camisa para mostrarle el bebé.

Los movimientos que hacia se pronunciaba como unas olas.

—Ay —se sorprende ella.

—¿Alguna vez te pasó? —le pregunto.

Pues somos alrededor de tres hijos, mis dos hermanos menores están fuera del país y también los veo muy poco, pero ya son unos adultos.

—No —Saca su móvil y me alumbra.

—¿Qué haces?

—Te grabo para preguntarle al doctor.

Me quejo de dolor y mi madre en vez de ayudarme sigue grabando. ¿Será que mi pequeño no quiere que me vaya? Es que no entiendo porque se mueve de esa manera.

Escucho que la puerta se abre y entro en pánico, ¿Por qué ha llegado tan temprano?

—¡Isabel! ¡¿Cómo es eso que te piensas divorciar de mi?! —me reclama Alejandro enojado.

¿Ya le llegó la demanda, tan rápido? Pero si los abogados no me han avisado.

—¿Y para que quieres que me quede contigo si me estás siendo infiel con Nicolle? —pregunto ilógicamente.

Por el rabillo del ojo, veo que mi madre se aleja, pero continúa grabando. Alejandro está tan enojado conmigo que no he visto que se haya dado cuenta de la presencia de mi madre.

—¿Y cuál es el puto problema? El hijo que llevas no es mío y aún así estoy contigo —sus pasos son cada vez más cerca.

Analizo su cuerpo y me alejo, me voy a la cocina para buscar algo con que defenderme.

—Es una pena que pienses que este hijo no es tuyo —mi voz se quebranta—, pero puedes sacarle la prueba de paternidad si quieres, no importa, porque sea tuyo o no, no nos tendrás.

—Mañana es mi cumpleaños, ¿Quién estará aquí esperándome con un pastel?

Ruedo mis ojos, solo piensa en él, pues que se lo diga a la otra y no lo digo por celos, es porque realmente tiene a alguien más, lo que me causa mucha tristeza.

—¡¿Quién es el padre?! —me grita ignorando lo que dije—. ¡¿Es por ese tipo que te quieres divorciar de mi?! ¡¿Por el padre de esa criatura?! —golpea la mesa con su mano nuevamente.

No respondo ante sus preguntas absurdas y es que su temperamento ahora me da bastante miedo, temo por la vida de mi hijo, de mi madre y mía.

—¡Respóndeme, joder!

Quiere como lanzarse encima de mí y con velocidad tomo algo de lo que tenía atrás de mí, ni siquiera sé que era hasta el momento que lo lanzo a sus pies para que se aleje, una olla, sin embargo, no le atiné, igual solo quería asustarlo.

—¡¿Ahora romperás todo lo que he comprado para ti?! ¡No valoras mi amor!

Vuelve a mirarme y yo trato de irme, pero me sostiene el brazo y me pega contra la esquina de un mesón haciendo que me golpeara. No quiero ni verlo a los ojos, solo los cierro con fuerza pidiendo ayuda mentalmente, no sé porque no podía decir nada.

—¡Mierda, eres una puta!

Me sostiene por los brazos y me agita, luego me da una cachetada, mis lágrimas no tardan en salir y pierdo respiración, sus manos sujetaban mi cuello y me estaban asfixiando.

Siento humedad entre mis piernas y a su vez las contracciones se vuelven más fuertes, claro, mi bebé y yo íbamos a morir juntos si su padre seguía con esto.

Abrí mis ojos y veo a mi madre, parece estar en shock, pero por nada baja el móvil.

—¡¿A quien miras, m*****a perra?! ¡¿Vas a morir y no quieres que sea la última persona que vea?! ¡¿A quien carajos ves?! ¡¿Al otro, no?! ¡¿Está aquí?!

Finalmente me suelta por ese pensamiento de creer que tengo a alguien masculino aquí, pero cuando se gira, se halla con mi madre.

—¡¿Qué m****a haces aquí Otilia?!

—¡Pues ayudando a mi hija que salga de tus garras!

Alejandro se ríe a carcajadas y en lo que le presta atención a mi madre, busco algo con que defendernos.

—Se nota que la estás ayudando… —Ladea su cabeza y camina hacia mi madre—. ¿Me estás grabando? ¡¿Acaso quieres hacerme quedar mal?!

Cuando veo que camina de una forma de ataque hacía mi madre, le doy con un sartén tan fuerte que ha caído al suelo. Veo a mi madre y esta me ve con asombro.

—¿Lo has matado? —pregunta ella.

—No lo sé… —Bajo con lentitud el sartén.

Cualquier cosa, lo hice en defensa propia.

—¿Podrías dejar de grabar y ayudarme? Revísale el pulso, es que no me puedo agachar. —Le pido y siento cada vez más dolor.

—Ok, pero no voy a dejar de grabar, si está vivo al menos tenemos pruebas, no vaya a ser que ese hombre luego te demande.

Mi madre se acerca al cuerpo de Alejandro que está boca abajo en el suelo, se agacha, toma su muñeca y mide su pulso.

—Aun sigue vivo… —Me avisa y luego alza la mirada para verme—. Hija, ¿Estás bien? Porque parece que rompiste fuente.

Yo meto mi mano entre mis piernas como puedo y siento la humedad, recuerdo haberme mojado hace rato, pero estaba tan pendiente de Alejandro que se me olvidó.

—Tenemos que ir al médico rápido —me dice mi madre y se levanta, camina hacia a mí y me sujeta la mano.

—¿Pero y Alejandro?

—Casi nos mata, ¿Cómo puede preocuparte ahora?

—Pero mamá, lo he dejado inconsciente.

Genial, hasta inconsciente me hace sentir culpable.

—¿Y? Si despierta, no dejará ni que estemos inconsciente.

Mi madre habla en modo de supervivencia e insiste, yo solo acepto por el hecho que el dolor continúa y quiero saber cómo está el bebé, ¿Por qué me duele tanto?

Ella agarra la maleta y vuelve a mí para ayudarme a caminar, veo que aún sigue grabando. Cerramos la puerta y caminos hacia el ascensor, descendemos por este y al llegar a planta baja mi mamá le pide al vigilante que por favor nos ayude con la maleta.

Salimos del edificio y mi madre me ayuda a subirme de copiloto, luego el vigilante mete la maleta en los asientos de atrás y mi madre se metió de piloto, ella mete las llaves y conduce. Saco mi móvil y le marco a Douglas, pues no tenía el número de nadie más dela familia de Alejandro, después de unos cuantos beeps, me responde.

—¿Isabel, Hola?

No ha borrado mi número, que bueno, aunque es una pena que solo podía tenerlo y no llamarlo.

—Disculpa que te moleste a estas horas Douglas, pero es que necesito que vayas a ver a tu hermano Alejandro al apartamento —le pido.

—Son las cinco de la tarde Isabel, ¿Cómo vas a molestar? A ninguna hora molestas…

Me deja sin palabras porque siento algo de vergüenza por lo que he dicho.

—¿Por qué quieres que vaya a ver a Alejandro? ¿Qué pasó? ¿Dónde estás? —creo que lo he preocupado.

—Voy hacia la clínica, creo que ya voy a dar a luz y… perdóname —le digo llorando—. Le di un golpe a tu hermano porque se puso violento, casi nos mata y no nos quería dejar salir, pero está inconsciente en el apartamento y me preocupa que está solo.

—¿A qué clínica vas?

Me sorprende un poco, pero le digo el nombre de la clínica a la que Alejandro ha estado pagando, luego nos despedimos y corta la llamada.

No sé si va a ver a su hermano, ni si quiera sé si me creyó, jamás le he contado esas cosas a Douglas, porque es su hermano y bueno, si alguien hablara mal de mi hermano, yo claramente lo defendería, bueno, pero si ha hecho malo, posiblemente no, pero si lo apoyaría.

Llegamos a la clínica y mi madre llama a algunas enfermeras para traerme una silla de ruedas, me ayudan a subirme y me llevan hacia adentro de la clínica, la enfermera recepcionista nos atiende con amabilidad.

—Buenas tardes, ¿En que le podemos ayudar?

—Buenas tardes, mi hija ha roto fuente —explica mi madre.

—Oh, ¿Y cita o algo?

—Pues estaba programada para dos semanas, pero se le ha adelantad.

La enfermera asiente ante la información que le favorece mi madre y luego preguntan el nombre de mi doctor encargado y menciono al doctor Williams.

Me han pedido que me espere y me llevan a una habitación, mi madre me acompaña todo este tiempo y mantiene la grabación de la cámara, supongo que para ahora estar pendiente del bebé.

Minutos más tarde el doctor Williams entra a la habitación con una carpeta en sus manos como parte de su chequeo de sus pacientes.

—Señora Bennette, ¿Cómo está? ¿Podría contarme bien por qué se le ha roto la fuente? Es muy extraño porque es muy temprano para eso.

—No lo sé doctor, las contracciones ya estaban fuertes y tuve una discusión con mi esposo y… —le voy contando por encima, aunque mi madre me juzgaba con la mirada por contar la historia de esa forma.

El doctor me dice que me hará una ecografía para checar, pues tal vez por ser mi primera vez lo he confundido con orina involuntariamente.

La enfermera que me estaba rodando en la silla de ruedas y el doctor me ayudan a levantarme de la silla, caminamos hacia la camilla y me ayudan a subir, me recuestan y al terminar de ayudarme, la enfermera le aproxima el monitor para el ultrasonido.

Me subo la camisa, el doctor me examina con el transductor para que esté refleje en la pantalla a mi bebé.

—¡Vamos a urgencias ya! —guarda las cosas y lo escucho nervioso—. Hay que sacar al bebé, tiene el cordón umbilical rodeando su cuello.

Él me mira como si fuera un aviso o permiso, pero yo asiento, él es el doctor y yo quiero que mi bebé esté bien. Me sacan junto con camilla y me despido de mi madre con la mano.

Douglas.

Llego a la clínica en mi auto y me estaciono con rapidez, hace rato que Isabel me llamó y no había podido venir antes porque estaba en una clase.

Isabel estudiaba la misma carrera que yo y claro, no pudo terminar los estudios por Alejandro. La conozco desde hace 7 años y seis meses, desde que la vi me gustó, pero era muy tímido y no me atrevía a hablarle.

Solo le hablé por un trabajo que nos tocó juntos, que fue ahí cuando la lleve a casa y conoció a mi hermano mayor, Alejandro. Aún recuerdo cuando me le iba a declarar, pero siempre estuve en la friendzone.

El día de San Valentín, me encontraba en su puerta con sus chocolates preferidos, el libro que tanto quería y un ramo de flores. Para ese entonces ella vivía en el campus de la universidad, cuando toco la puerta, me abre Isabel con una sonrisa y detrás ella estaba Alejandro más una decoración donde ella le pedía a él que fueran novios.

Yo me sentí en ridículo, pero al menos tuve la excusa de que se lo he regalado por la amistad, ella nunca notó mis sentimientos, bueno, nunca los hice notar por mi timidez y ahora me siento culpable, por el hecho de que yo pude darle una mejor compañía y sana.

A ver, desde que Isabel y Alejandro son pareja, todo iba bien hasta que Isabel la invitaban a muchos lados, como estudiar en otras casas, salir con amigos, cosas típicas para disfrutar tu vida universitaria.

Ella no es de mucho dinero, así que siempre la invitaban y en parte eso le molestaba a Alejandro, tanto que prácticamente la seguía a todos lados, él se volvió celoso al punto de ser una cola.

A Isabel no pareció molestarle o eso creía hasta que empezaron a vivir juntos y Otilia los visitaba, Isabel nunca me dijo nada, pero su madre si y aunque al principio me costó creerlo porque no había conocido ese lado de mi hermano, después les presté más atención cuando se hallaban a solas.

Me di cuenta que mi pobre Isabel estaba siendo manipulado por él y no es que la quiera justificar porque ella es un ángel, pero no es su culpa, las cosas que me contó Otilia han sido horrible.

Dejé de hablar con Isabel como mi amiga, solo la saludaba si la veía físicamente, pues Otilia me dijo que los mayores problemas era porque Alejandro creía que ella y yo lo estábamos engañando.

Y para no causarle problemas a Isabel, deje de hablarle como de costumbre, pero si me mantengo informado.

Quién debería reclamar sobre alguna traición soy yo, porque Alejandro sabía que Isabel me encanta y aún así no la rechazó cuando ella se le declaró.

Yo ni sabía que él estaba interesado en ella, pues no parecía estarlo y ahora parece que lo está al punto de obsesión.

Nunca he actuado por mi cuenta porque siento que es decisión de Isabel, yo no puedo tomar la decisión por ella, tal vez la ayudaría o tal vez no, porque no sé que tanto está aferrada a él para aguantarse tanta miseria, no sé si tomar una decisión por ella haría que llegue al punto de morirse por él, no lo sé.

Pregunto en recepción sobre ella y me han dicho que ya la han trasladado para hacerle la cesárea, creí que haría parto natural.

Me dicen que espere en la sala de espera y camino hacia allá, encontrándome con Otilia y la saludo, pero ella solo está asustada.

—¿Cómo está tu hermano? ¿Ya despertó? —pregunta ella.

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