Propuesta matrimonial

César.

Luego de hablar con mi hermano Douglas, puse el móvil en modo avión. Lo que sea que esté pasando hoy, tendré que saberlo mañana.

Ahora me encuentro fuera del trabajo de Hannah, ella es profesora de niños de kinder y es un amor de persona, se merece está propuesta de mano, es la indicada y además, mi familia la adora.

La escuela se encuentra un poco vacía, pues por las tardes ella da tarea dirigida y se queda a hacer guardia hasta que todos los maestros y alumnos no estén en la escuela, en la noche, se queda cuidando un vigilante.

Finalmente la veo salir con una compañera de trabajo, riendo y conversando, luego su compañera me nota y le hace señas para que me mire. Hannah me mira y yo le sonrío sosteniendo un ramo de flores en mi mano.

Ella no corre hacia como de costumbre hace cuando me pongo romántico, y creo suponer que quiere mantener compostura ante su compañera, solo se despide de ella con un beso en la mejilla y camina directamente hacia mi.

—Qué lindas flores —dice con una sonrisa.

—Tus favoritas —se las ofrezco y ella las sostiene para oler su aroma con sus ojos cerrados.

—Así es —dice en suspiro agradable—. ¿Tenemos una ocasión especial y lo olvidé?

Ella abre sus ojos y me ve con un poco de lamentación y yo solo me reí ligeramente.

—No cariño, te he organizado una sorpresa —le informo.

—Oh —se asombra—. Entonces iremos a casa y me arreglaré.

Yo niego con la cabeza, tomo de su cintura y la halo a mi para depositarle un beso en sus labios.

—Estás perfecta como estás Hannah.

—Eso dicen todos y luego te dejan por una que se arregla mejor que uno —dice a la defensiva.

Creo que eso es lo único que me molesta de Hannah, cada vez que quiero hacerle un cumplido, me compara con otro hombre o con su ex. Aún así, para no discutir el mismo tema y arruinar lo que tengo planeado para ella, lo dejo pasar, cómo dije, mañana será el día de resolver todo lo que tenga para hoy.

—De acuerdo, iremos a casa y te arreglarás —la complazco como siempre.

Ella queda encantada, la suelto y abro la puerta del auto para que suba de copiloto, como todo un caballero, luego subo por el lado del piloto y nos fuimos a nuestra casa.

Al llegar, ella se va a arreglar, se tarda su tiempo y yo simplemente la espero en la sala, podría haberla esperado en la habitación, pero me dijo que esperarla en la habitación hará que se sienta desesperada y que todo salga mal.

Saco mi móvil del bolsillo y lo coloco en la mesa, lo veo de lejos y parece tentador quitarle el modo avión, algo me dice que lo apagué, pero sé que solo va a estallar de mensajes importantes y arruinaré mi momento con Hannah.

Miro a otro lado y agito mi pierna, siento mucha angustia, pero trato de calmarme. ¿El bebé de mi hermano estará bien? Eso espero, de igual forma, los doctores se encargarán, ¿No? Yo soy empresario y así que no se que hacer en esa situación, ellos sabrán que hacer y yo lo veré mañana, espero que si sea hijo de mi hermano.

—Estoy lista —me anuncia Hannah y la veo a mi lado.

Le sonrío y me levanto del sofá, y me acerco a ella para besarla.

—Oye, me acabo de pintar los labios —se queja.

—Pues el color que te has puesto es muy provocador —le digo.

La hago reír y se aparta un poco, evitando que la bese y lo entiendo, la respeto, no voy a forzarla, además que tiene razón, se ha esforzado tanto y voy a arruinárselo.

—¿Vamos? —me pregunta y asiento. Ella ve detrás de mí y se extraña—. ¿Dejarás tu móvil?

Volteo a ver el teléfono en la mesa y regreso mi vista hacia ella.

—Si cariño, no quiero molestias, está noche solo para nosotros, si se está quemando el mundo, que busquen a alguien más para salvar el día, hoy quiero ser egoísta y ser feliz con mi novia.

La abrazo por la cintura, beso su hombro y la meso un poco, ella solo me sonríe y saca su móvil de su cartera, en cuanto lo ve, se lo quito.

—César, ¿Qué te sucede? —se enoja un poco.

—Ninguno de los dos tendrá el teléfono —le digo—. Es nuestra noche, no quiero que nada lo arruine.

—Pero era tu madre, podría ser importante.

Me encojo de hombros y apago su móvil mientras lo meto en mi bolsillo.

—Seguramente me está llamando por algo de la empresa, ella me lo advirtió y aún así me tomaré el resto del día para nosotros.

—Tal vez deberías responderle y asegurarte César —insiste.

—Ya te dije que no, ahora vamos, todo estará bien.

Le sonrío, tomo su mano y salimos del casa para subirnos en el auto. El ambiente estaba tranquilo, pero agradable, aunque aquella angustia vuelve a mí, me siento raro, como si algo me faltara.

¿Acaso olvide algo? No, no es algo de olvido, es como un vacío, una oscuridad de repente y es extraño. Tal vez porque no acostumbro a hacer estás cosas, siempre atiendo el trabajo. Sacudo mi cabeza y trato de cambiar de pensamientos. Llegamos al restaurante de lujo al que tanto me ha costado conseguir reservación, pues como dije, es algo especial.

Moví unos cuantos contacto y logré obtener una reservación con un día de anticipación, cuando tengo entendió que se reserva semanas o meses atrás, hicieron la excepción por mi viejo amigo, tío del dueño del restaurante y que además dije que iba a hacer una propuesta de matrimonio.

Nos bajamos del vehículo y le doy las llaves a un valet para que este parquée el auto, nos adentramos al restaurante y al mencionar mi nombre en la entrada, un mesero nos acompaña hacia nuestra mesa. En nuestra mesa, ya estaba el champagne en una hielera y le hago una seña al mesero para que abra esta mientras me preparo. Hannah solo ve el lugar, no tiene expresión alguna y creo que es porque seguramente le sorprende.

El mesero sabe lo que tiene que hacer y yo me volteo para sacar mi cajita, no iba a perder el tiempo, la idea era comer después de que ella diga el sí. Vuelvo a girarme y me arrodilló, el mesero ha agitado la botella lo suficiente como había indicado antes de venir con Hannah aquí. Hace explotar la botella y está lanza su corcho y nos baña un poco de champagne, es como si ya estuviera celebrando el sí, el sonido y baño de champagne llama la atención de Hannah y me ve, ella arriba y yo abajo por arrodillarme.

—Hannah Twist, me harías el hombre más feliz si te casas conmigo —saco la caja y le muestro el anillo. El mesero deja la botella en la mesa sin interrumpirnos y espero la respuesta de ella.

—No —responde negando su cabeza y tapando sus labios con las manos. Parece horrorizada con mi propuesta, así que borro mi sonrisa...

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